La tormenta de risas, sonidos estridentes y de luces llamativas se arremolinaba alrededor de Touya, dejándole los sentidos fatigados, como si no tuviese ya suficiente con correr detrás de esas sabandijas del Equipo Plasma. Pero no parecía que una fuerza benevolente le ayudase a capturarlos, y menos en el ambiente donde estaba. De verdad que le iba a coger manía al Parque de Atracciones de Ciudad Mayólica como siguiese un segundo más allí. Cientos de personas recorrían los tenderetes con calmado sosiego, niños y niñas revoloteaban sin rumbo hasta que se paraban a mirar los bufones de pokeballs con caras expectantes y ojos brillantes y los vendedores ambulantes se esforzaban en demostrar que su género era el mejor a base de gritos. Y encima es de noche, pensó. Ojalá tuviese la vista de un Luxray, todo sería más fácil. O al menos tener uno bien guardado dentro de una pokeball, eso también serviría. Pero no, tenía que apañarse con sus ojos y su suerte, de la cual estaba empezando a dudar que aun la conservase. Casi jadeando, dio un alto cerca del Pikachu Gigante, justo en la entrada del recinto, apoyándose en una columna próxima. Cerró los ojos un momento, permitiéndose provisionarse de oxigeno. Aquello no iba bien, nada bien. Encontrarse a Bel y a su padre en la ciudad no había sido un golpe de fortuna, desde luego, pero si lo había sido la espectacular intervención de Kamitsure. Bendijo a esa mujer para sus adentros. Pero aun así, esos rastreros ladrones se las habían apañado bien para huir solo como una rata lo haría. Y allí estaba él, cual superhéroe que iba en busca de los villanos. Sobretodo eso, Superhéroe. Touya no creía que fuese alguien tan especial como ser catalogado así, pero por lo visto, la gente se empeñaba en hacerlo. Levantó la cabeza y se sumió aun más en sus pensamientos. Y sin comerlo ni beberlo, me toca parar los pies a esos ladrones. Muy bien, Touya, eres único hasta para meterte en líos. Una alarma mental interrumpió su meditación. De pronto sintió que alguien le observaba. Una mirada penetrante. Fuerte. Le dio un escalofrío. ¿Imaginaciones suyas, quizá? Sí, seguro que era eso, había cientos de personas aquella noche en el Parque, probablemente una se le quedó mirando y ya está. Removió la cabeza para alejar la sensación de acoso y dejó la mochila para buscar algo que beber. Por el amor de Arceus, que me queden Aguas Frescas, rogó. Bingo. Una botella de agua cuadrada asomó entre las pociones para la alegría de Touya, quién se la bebió con algarabía. Pero antes de poder acabársela, en su cabeza volvieron a sonar las alarmas de estar siendo observado. Y sonaban terriblemente fuerte. Cogió la mochila del suelo y miró a todos lados con cierto nerviosismo. Como para no estar nervioso, se consoló. Pero no había nadie sospechoso. Ancianos, algún crío con sus padres, feriantes… Pero nadie más.
-Estás buscando al Equipo Plasma, ¿verdad? –oyó decir a sus espaldas. Del sobresalto dejó caer la mochila con tan mala pata que todo su contenido se esparció por el suelo. Se giró tan rápido como pudo para encontrarse con unos ojos verdes pardos acechándolo, escaneándolo si hubiese sido humanamente posible. Su mirada se desenfocó hasta poder reconocer a un chico de pelo verde, gorra blanca y negra y sonrisa enigmática… N. El muchacho de Pueblo Terracota. El entrenador que hablaba con los Pokémon.
Antes de poder decir nada, N se le acercó hasta quedar a un palmo de él.
-Si no me equivoco, parece que han huido al Parque de Atracciones –señaló la zona más profunda del parque, cerca de la Montaña Rusa que era el gimnasio de Kamitsure. Sonrió de nuevo, y sin mediar más palabra se agachó y empezó a recoger todo lo que se le había caído a Touya: pociones, elixires y algún repelente-. Vaya, sin duda eres un entrenador bien equipado –comentó N sin dejar de guardar cosas, y Touya siguió sin poder arrancar un ruido de su boca, por mucho que quisiese. El acecho del otro entrenador había ido demasiado rápido y confuso, pero ante las circunstancias, se obligó a agacharse y a recoger su mochila.
-G-gra… -acertó a decir antes de verse sorprendido por la mano de N, que se había transformado en una garra alrededor de su brazo.
-Ven conmigo –dijo el chico del pelo verde. No era una pregunta. Ni mucho menos era una petición. Era una orden.
Lo arrastró entre el gentío, para más confusión de Touya. Vale, no entiendo nada. ¿Qué demonios pinta N aquí?
-Decidí venir a Mayólica a ver los Estadios, y de paso decidí dar una vuelta por el Parque y de pronto te vi –comentó N como si le acabase de leer la mente al otro chico-. ¿Sabes? Sin tener en cuenta como esos deportistas usan a los Pokémon para fortalecerse y competir como bárbaros, este sitio no está tan mal. Se respira… Armonía.
Touya debió mirarlo con cierto escepticismo para que N volviese a hablar.
-Vale, sabía que el Equipo Plasma estaba en esta ciudad, y al verte a ti corriendo y más pendiente de tu alrededor que de pasártelo bien en las atracciones, ate cabos. Tampoco hay que ser un genio. Pero lo de los Estadios es verdad –rió suavemente, y se giró para mirarlo con aquellos ojos misteriosos.
Bueno, podría ser perfectamente cierto. Tampoco es que me haya esforzado en parecer un espía buscando a su objetivo, para cualquiera que me viese correr estaba claro que no he venido al parque a montarme en la Montaña Rusa. Pero aun así, la respuesta del muchacho no lo satisfizo del todo, aunque prefirió callárselo.
-No están… -comentó N mirando a todas direcciones. Y era verdad. Ni rastro de los ladrones. Porras, no podía seguir perdiendo el tiempo.
-Mira… N –por alguna extraña razón le costó decir su nombre-. No tengo tiempo que perder. Tengo que encontrarlos ya. Enseguida. Esos ladron…
Otra vez lo agarró el otro chico por el brazo y lo siguió arrastrando, haciendo oídos sordos a lo que Touya le dijo.
-¡Vamos a montarnos en la noria a ver si los vemos! –exclamó, como si fuese la mejor idea del siglo. El otro entrenador se volvió a ver atrapado en los deseos de N, pues antes de que se pudiese dar cuenta, ya había llegado ante el enorme circulo de metal. - Las norias me fascinan: su movimiento… su dinámica… ¡Es un compendio de belleza matemática! –volvió a exclamar con el entusiasmo de un niño de 5 años.
-N, en serio. No tengo tiempo. No. Lo. Tengo. –de verdad que intentó ser amable, pero aquello ya le empezaba a molestar. Estaba cansado y nervioso, y lo último que le hacía falta era que alguien a quién apenas conocía, y que encima le retó a un combate la primera vez que se vieron, malgastase su tiempo, por lo que su voz salió con algo de rudeza.
Y como si su cabeza estuviese atrapada en una burbuja que no le permitiese escuchar al otro chico, N arrastró a Touya hasta la entrada de la Noria y fue a la taquilla a comprar las entradas. Podría aprovechar ahora para huir y encontrar a esas sabandijas, se dijo. Y más que dispuesto que estaba a hacerlo. Pero cuando se giró, vio una enorme cola detrás suyo, esperando a poder subir al enorme armatoste giratorio. N le había dejado justo en el punto de espera situado entre dos vallas cuando fue a comprar. Geniaaaal. Solo podría salir cuando hubiese bajado de la atracción. Con resignación, se volvió a girar y cogió la entrada que el entrenador de pelo verde le tendía con esa reservada sonrisa. Y cuando la compuerta de su cabina en forma de pokeball estuvo abierta, se subió con un suspiro, deseando de verdad que aquel viaje rotatorio le sirviese para localizar al Equipo Plasma.
Aunque una cosa debía reconocer: en cuanto la Noria se empezó a mover sintió ese leve cosquilleo de emoción que siente un niño cuando se sube por primera vez. Vio como el suelo se alejaba de sus pies y no pudo evitar sonreír.
-Antes que nada… -empezó N con un tono que no tenía nada que ver con el sonido calmado y enigmático que había sido su voz hasta el momento- debes saber que soy el líder del Equipo Plasma.
Y ¡puf! Sonrisa fuera. Ojos desorbitados. Y una expresión de desconcierto pintó la cara de Touya. Debía ser terriblemente divertida, y si no se paró a mirarse en el reflejo del cristal fue por la oleada de miedo que le sobrevino. Líder… del… Equipo Plasma… Pronunció mentalmente cada palabra con lentitud, asegurándose que entendía su significado. Sus alarmas mentales hoy no daban abasto. "¡Estás con el líder del enemigo!" exclamaba su cerebro. "¡Sal de ahí ahora mismo!" le gritó la razón. Y de buen grado lo hubiese hecho, si señor, si no tuviese el riesgo de hacerse mucha pupa si se le ocurría salir de esa cabina.
-Ghechis me pidió luchar junto a él para salvar a los Pokémon –prosiguió con esa voz que le puso los pelos de punta -. Quiere que le ayude a liberarlos del yugo humano. Y eso es lo que quiero yo también… Creo.
N soltó un suspiro angustiado y se removió en su sitio.
-¿Tienes la más mínima idea del número de Pokémon que habitan en este mundo?
Como si Touya estuviese con ánimos para responder. N lo miró y vio que tenía la boca abierta y la expresión de pánico se mezcló con la de nerviosismo.
-Siento… Siento haberte tendido esta encerrona. Lo siento mucho. No… No formaba parte de ningún plan trazado por la mano de Ghechis, lo he hecho porque… necesitaba verte y hablar contigo.
Al otro entrenador le empezó a atacar un TIC en el ojo. O al menos eso le pareció a N.
-O-oye, ¿estás bien? Sé que todo esto es muy… extraño, pero teng… QUIERO hablar contigo.
El miedo dejó paso a la rabia y el chico saltó como un resorte.
-¿Qué si estoy bien? ¡¿Qué si estoy bien? Vamos, divinamente. El cabecilla de una panda de ladrones a los que los Líderes de Gimnasio, así por su cara bonita, me han mandado capturar, me intercepta en un parque de atracciones y me engatusa para tenderme una trampa en la noria. ¿Por qué no iba a estar bien? –dijo con ácida ironía, tan impropia de él. Pero no era el momento de andarse con medias tintas.
El otro entrenador se dedicó a callar y escuchar, sabiendo que todo lo que le echaba en cara era verdad.
-¿Me… puedes… escuchar… ahora? No te voy a hacer nada malo–dijo con voz pausada y calmada, alzando las manos e intentando tranquilizar a Touya. Este se lo quedo mirando con ira ardiente en sus ojos, pero se sentó, esperando a que las excusas de N fueran lo suficientemente buenas para no tirarle desde la cabina- El Equipo Plasma quiere liberar a los Pokémon. Ghechis es lo que quiere y desea con fervor. Los Siete Sabios igual. Y yo también… O al menos eso creo, como te he dicho antes. Antes de conocerte a ti y a tu equipo, estaba seguro de que es lo que mi corazón anhelaba: un mundo de humanos, y un mundo de Pokémon. Un mundo Blanco y otro Negro. Y me creía un superhéroe por pensar y actuar así, la verdad –río amargamente-. Pero… cuando me venciste en Pueblo Terracota… Cuando oí a tus Pokémon hablar… Mi determinación zozobró –dijo con una serenidad aplastante reflejada en los ojos. Touya podría haberse apostado su mano a que no mentía, y no se hubiese equivocado.
-¿Y qué te dijeron mis Pokémon? –preguntó con recelo, aunque un poco más calmado.
-Eso es algo que no te voy a decir de momento–dijo N, sonriendo-. Pero lo que me ha llevado a… "secuestrarte" –tuvo mucho cuidado al pronunciar aquella palabra- es para preguntarte algo.
Aquello dejo a Touya totalmente desarmado. "Preguntarte algo". Una pregunta. Una simple pregunta. Lo había llevado allí solo para preguntarle. Eso no es lo que se había imaginado cuando le reveló que era el Líder de los Ladrones.
-¿Tú… -N miró por el cristal a todas las personas, que como hormiguitas, paseaban entre las vistosas luces-…Qué crees que debería hacer?
¿Touya creía antes que lo había desarmado? ¡Já! Ahora sí que estaba desorientado.
-¿Hacer… con qué? –se sentía bastante estúpido en aquella conversación.
-Dejar o no dejar el Equipo Plasma. Continuar con sus ideales o rebatirlos –concretó. N tenía una expresión pensativa, y en su cara se reflejaba un debate en su interior, una polémica mental que lo hacía sufrir.
-P-pero… Yo no… No sé qué decirte –el otro entrenador volvía a estar aturdido y un leve mareo se apoderó de él. Se acarició el puente de la nariz y suspiró, intentando pensar que hacer-. No me puedes preguntar algo como eso. No puedes hacerlo –lo miró directamente, a esos pozos verdes que eran sus ojos, y se sintió algo turbado-. N, no me lo puedes preguntar porque yo no soy nadie para responderte. Ni yo ni nadie. ¡Es una locura que me preguntes que hacer! Eso tienes que decidirlo tú, valiéndote de tus metas y tus deseos –Genial, Touya, la estás diciendo al líder del Equipo Plasma que haga lo que quiera. Braaaaavo por ti. Pero a pesar de todo, sentía que no estaba del todo mal lo que le decía a N-. Has elegido un camino… El Equipo Plasma. Y te has movido siguiendo su ideal. Si ahora dudas, es que no era el camino que tanto deseabas, o al menos eso creo yo. Y lo que no puedes hacer es preguntarle a otro que debes hacer, porque si sigues así te transformarás en un títere sin voluntad. Si no sabes que hacer… medita. Ordena tus ideas y convicciones. Haz un orden de intereses y entonces descubrirás que tienes que hacer –definitivamente la filosofía de vida no era el fuerte de Touya, pero para responder al confuso N se guió por su instinto y la lógica, así no sabía si lo había hecho del todo bien.
Pero N sonreía. Ampliamente. Y eso hizo que se sonrojara.
-Tienes toda la razón del mundo, Touya -¿había dicho su nombre? ¡Había dicho su nombre! N se echó para delante para acercarse al otro chico-. Toda la razón. Eres la primera persona que logra poner en negro sobre blanco mis pensamientos, de verdad. Y te lo agradezco. Gracias –no supo muy bien en que momento las manos de N se acercaron lentamente a las suyas, ni en que momento las aprisionaron con delicadeza. Lo que sí que supo es que su corazón le dio un vuelco y se puso a latir como un caballo desbocado. Y que no hizo nada para apartarse.
-Si sigo el camino del Equipo Plasma… Tú y yo seremos rivales. Eso será inevitable –sí, tenía razón, en algún momento tendrían que enfrentarse seriamente-. Pero… ¿Dos rivales pueden ser amigos, no? Quiero decir, no es lo mismo ser enemigos que rivales, ¿cierto?
Touya pensó en Bel y en Cheren. Era verdad, ellos eran rivales, pero antes que nada, eran amigos. Y pensó en que no quería tener a N como enemigo.
-S-supongo que tienes razón… -las manos del entrenador de pelo verde se estrecharon sobre las suyas, haciendo que el corazón le latiese más rápido. N lo estaba mirando directamente a los ojos, y por extraño que pareciese, Touya no sintió ningún miedo ni ganas de apartarse.
-¿Sabes? –dijo N- No sé cuando, pero algún día… Te invitaré a mí casa –se removió un poco sobre su asiento, sentándose en la punta, casi levantándose-. ¿Querrás venir? –le preguntó, inclinándose hacia él- Podremos charlar… -sus ojos tenían una expresión que Touya no supo identificar… ¿ternura, quizá?- Jugar con Anthea y Concordia… -se reclinó hasta que sus narices se tocaron, y atrapó con fuerzas las manos del otro chico, sin dejarle oportunidad de escapar- Y también…
Touya supo muy bien que iba a pasar entonces. Casi con clarividencia, supo que N lo iba… lo iba a BESAR. Y él no iba a hacer nada para impedirlo. No sabía por qué, quizá por la intensidad el momento, pero no iba a apartar la cabeza cuando sus labios chocasen. No, no iba a hacerlo. N tenía sus manos atrapadas, eso le valió a su cerebro como excusa barata para dejarse llevar. Los ojos del otro entrenador desprendían una mezcla entre afecto y seguridad. Y entonces lo vio. Más bien lo sintió. Esa atracción hacía N. Ese magnetismo que desprendía el chico y que había hecho que lo siguiese allá dónde lo llevase, pese a las quejas de su cerebro. Aquello es lo que le llamaba a no impedir que N hiciese lo que quisiese. Y estaba tan cerca. Tan… cerca. Sus narices se rozaron y sus ojos se observaron cuando sus labios estaban a un milímetro de tocarse.
CLINK CLONK. Un estrepitoso chirrido metálico y un brusco balanceo anunciaron la vuelta completa a la Noria. Fin del viaje, chicos. N soltó un furioso bufido y se apartó malhumorado cuando las puertas se abrieron. No hubo beso. No hubo NADA. Touya se quedó aun sentando confuso, mareado y con un nudo en el estómago que precedió a un vacío angustioso. ¿Qué estuvo a punto de pasar pero no pasó? Empezó a respirar deprisa, pues se dio cuenta que hasta el momento había aguantado la respiración. N ya se había bajado cuando lo miro resignado, esperando a que él también bajase. Con un pequeño saltito, tocó de pies a tierra. ¿Qué demonios ha estado a punto de pasar ahí dentro? Era la única pregunta que Touya se podía hacer que tuviese un mínimo de sentido. Y sabía muy bien cuál era la respuesta, aunque se cerebro se negase a decir la palabra. Beso. Vale, aquella situación ya había llegado demasiado lejos. O no. Santo Arceus, ¿qué clase de cosas estoy pensado? Sumido en sus pensamientos, ni se dio cuenta que N había echado a andar y que sus pies, por iniciativa propia, lo estaban siguiendo, porque él no recordaba haber dado la orden.
Para cuando hubieron salido del recinto de la Noria, la gente del Parque había reducido su número a la mitad. Quizá más. Pero eso a Touya no parecía importarle.
-Touya… -empezó a decir N, y el chico levantó la cabeza tan deprisa que se mareó.
-¡Oh, señor N! –oyó exclamar entre los arbustos- ¿Se encuentra sano y salvo, nuestro señor? –dos reclutas del Equipo Plasma surgieron entre las sombras dispuestos a defender a su Líder. Lo que no oyeron fue el chasquido de lengua de N, y tampoco vieron su cara de enorme fastidio al ser interrumpido. Solo el otro chico la vio y la supo leer. Y también vio como lo miró con una mezcla de dulzura y nostalgia, mientras esbozaba una sonrisa, antes de cambiar su cara por una de total desidia.
-Estoy bien –se limitó a decir. Levantó una mano para que detuviesen su avance hacía Touya, que por sus expresiones, no es fuesen a darle un cesta llena de comida- . Ahora, vosotros dispersaos, alejaos de este lugar mientras estoy luchando.
Todos los presentes se pusieron la máscara de perplejo. Todos menos N, claro.
-¡P-pero señor, como va usted a luchar contra ese criaj…! –antes de poder acabar la frase, la mirada su líder le dejo fulminado en su sitio.
-Iros ahora mismo –ordenó con una voz que acongojó a al otro muchacho-. Y bien, Touya… ¿Has comprendido mi planteamiento?
Pese a sus cejas fruncidas y sus labios apretados, supo ver la verdad en sus ojos. N no le estaba preguntando si había entendido el planteamiento del Equipo Plasma, si no SU propio planteamiento. Seguir su camino, como el mismo le había aconsejado. Y que iba a hacerlo a partir de ese momento.
Touya asintió.
-Entiendo… -N metió la mano en su bolsillo y sacó una pokeball- Es una pena… en el futuro que yo vi no era capaz de ganarte, pero aun así, y para que el Equipo Plasma pueda huir, ¡seré tu oponente aquí y ahora!
Y, otra vez, leyó la verdad en sus ojos. No luchaba contra él para que el equipo pudiese huir, luchaba contra él justamente para evitar que los reclutas le hiciesen daño. Y cogió una de las pokeball que llevaba en la cintura, dispuesto a luchar. Pero no contra N, si no contra todo lo que estaba sintiendo.
