Hola! Bueno, aquí traigo un fanfic AU de Hetalia, de la pareja Gerita (habrá muchas otras parejas dentro de la historia, como Spamano, Pruhun, Pruita, Fruita, etc.; pero la principal es Gerita)
(Cuidado: Este fanfic es R-18, contendrá violación y sadomasoquismo. Que sus familiares no los vean leyendo esto XD)
En este fanfic usaré los nombres humanos de todos ellos. Para los que no se los saben:
*Italia del Norte: Feliciano
*Alemania: Ludwig
*Sacro Imperio Romano: carece de nombre humano, pero he decidido llamarlo Louis (los que hayan jugado HetaOni entenderán XD)
*Prusia: Gilbert
*Francia: Francis
*Italia del Sur: Lovino
*España: Antonio
*Austria: Roderich
*Hungría: Elizabetha
Disfruten!
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"M-me voy…"
"…Sí… cuídate mucho…"
Pero las manos de ambos seguían unidas, rehusándose a separarse por un sólo segundo.
"…Regresaré…"
"… ¿Lo prometes?" comenzó a llorar
"Sí, te lo prometo"
Y, poco a poco, a pesar de que no lo deseaban, sus manos empezaron a separase.
Se alejó, a paso lento, diciéndose a sí mismo que no debía llorar. Que debía ser fuerte frente a la persona que amaba.
"¡Cuídate mucho! ¡Y come bien! ¡Te estaré esperando!"
Sonrió inconscientemente al escuchar aquellas palabras
"Siempre, siempre, te esperaré por siempre"
Escuchó a lo lejos.
Se dio media vuelta y se despidió con la mano.
"Sí… volveré… y… siempre te amaré-"
-¡RIIIIIIIIIIIIIIIIIIING!
Abrió los ojos con sorpresa al escuchar la alarma del despertador en su oído. Suspiró, mientras sus ojos se acostumbraban a la luz de sol que se escabullía de las cortinas.
-Hey, ¿qué no piensas apagar la alarma?-
-Ah, lo siento, ¿te despertó, Francis?-
-¿Cómo podría no despertarme? Es muy ruidosa…-
Feliciano rió despacio. Bueno, ya que él tenía un sueño muy pesado, necesitaba una alarma ruidosa, ¿no?
Estiró su cuerpo totalmente desnudo hasta tocar el botón encima del reloj para callar aquél molesto aparato.
Ni siquiera había regresado a la cama cuando sintió el abrazo de Francis por detrás.
-Hagámoslo de nuevo- le susurró seductoramente
-Ya es tarde. Tienes que irte, mi hermano vendrá hoy de visita-
-Ho hoo, mucho mejor entonces, hagamos un trío-
-¿Bromeas? Te matará antes de que puedas ponerle un dedo encima… y Antonio remataría…-
-¡¿Huh? ¿También viene él? Tch, entonces olvídalo- se regresó a la cama con los brazos cruzados atrás de su cabeza, viendo al techo.
Feliciano se levantó, sin pudor alguno, aún con algo de semen corriéndole por las piernas, y caminó hasta el baño.
Una vez adentro, dejó llenando la tina con agua caliente y caminó hasta el lavabo. Se mojó la cara con agua fría, para obligarse a despertar por completo. Se miró en el espejo y rozó con la punta de sus dedos un chupetón que tenía en el cuello, que Francis le había dejado.
"…Siempre te amaré…"
Se dio un golpe en la cara para despejar su mente.
"Regresaré. Lo prometo"
Ésta vez se recargó en el lavabo, con lágrimas en los ojos.
Hacía años que no tenía aquellos sueños.
Sueños que eran, en realidad, recuerdos de hace muchos, muchos años.
-No prometas cosas que no puedes cumplir- le dijo a la pared, limpiándose las lágrimas.
Se reencontró con su reflejo. Con su actual ser, desnudo, lujurioso, capaz de dormir con cualquiera que se le propusiera.
"…Te esperaré por siempre…"
Sonrió con desprecio hacía su persona. Él también había roto su promesa…
-Se me ocurrió una grandiosa idea- escuchó desde el otro lado de la puerta a Francis -¿qué te parece si nos bañamos juntos?-
-No vamos a volver a tener sexo, Francis, tengo cosas importantes que hacer hoy-
-Tch… entonces olvídalo… Creo que será mejor que me vaya antes de que Roderich me encuentre aquí. Diviértete con tu hermano. Au revoir-
-S-Sí…Ciao- Ah, cierto, le había mentido para que se fuera.
Escuchó el sonido de los pies saliendo de la habitación y soltó un suspiro. Tratar con Francis se había vuelto algo difícil con el pasar de los años. Miró hacia la tina y notó que ya se había llenado. ¿Cuánto tiempo había estado fantaseando?
Corrió a cerrar la llave de la regadera. Y con su mano midió la temperatura del agua. Estaba perfecta. Se metió lentamente para acostumbrar su cuerpo a la temperatura y, una vez que se había metido por completo, recargó su cabeza en una esquina.
Recordó su primer beso e, inconscientemente, se llevó unos dedos a los labios.
Se dio unas palmadas en la cabeza. Su cerebro seguía trayendo aquellos recuerdos de su inocente infancia.
-¿Qué es lo que me pasa hoy…?-
Después de un rato, salió de la tina. Se secó con la toalla que había sobre una repisa y salió a su habitación, hacia el armario y tomó sus ropas de trabajo. Un vestido verde, largo, con un delantal blanco y unas medias del mismo color. Zapatos cafés y un pañuelo para la cabeza.
-Feli, ¿ya te despertaste?- escuchó que le llamaban
-Ah, sí, ¿qué sucede, Eliza?-
-El señor Roderich ya se levantó, quiere que vayas a hacerle el desayuno-
-¡Sí! ¡Voy enseguida!- La tarea que más le encomendaban en aquella casa era cocinar, pues todos decían que su comida era deliciosa. También, cocinar se había vuelto su pasatiempo, le gustaba mucho hacerlo, y se sentía feliz cada vez que la gente elogiaba su comida.
Salió con prisa, mientras seguía amarrándose el pañuelo en la cabeza, en dirección a la cocina.
-Oh, buenos días, Feli- le dijeron en la cocina. Ahí dentro se encontraba una señora algo vieja y su esposo, un hombre casi de la misma edad. Ella era muy alegre, algo arrugada, de unos 45 años de cabello y ojos castaños y el otro era un hombre serio, conservador, pero muy paternal, con canas en el pelo, cejas y bigote. Tal vez ya llegaba a los 50 años.
-Hola, buenos días- saludó con una sonrisa
-¿El señor Roderich ya se despertó?-
-Sí, Elizabetha fue a decirme-
-Ya veo, ¿quieres que le lleve su café?-
-Sí, por favor, eso sería de gran ayuda-
La mujer sonrió, feliz de poder ayudar a Feliciano. Y comenzó a preparar el café, contando los granos, pues sabía que Roderich era muy estricto en cuanto a eso.
Feliciano comenzó a preparar el desayuno. Algunos huevos, pan que él mismo había hecho, pues a Roderich le gustaba todo casero y unas frutas para que el desayuno fuera completo.
Pocos minutos después, admiró su obra terminada, la presentación también era muy importante, después de todo. Tomó el plato más otras cosas que encontró en el camino para completar la mesa y salió al comedor.
-Buenos días, señor Roderich- lo saludó formalmente una vez adentro de la amplia habitación, la cuál tenía una muy larga mesa, conde cabrían fácilmente unas treinta personas, el elegante candelero en el techo, iluminando el lugar, mientras que los ventanales le ayudaban y unos cuadros de pintores famosos decoraban la otra pared.
-Oh, buenos días, Feli, llegas un poco tarde- regresó el saludo
-L-lo siento…- bajó la mirada
Feliciano puso todo sobre la mesa. Y se quedó a su lado, por si necesitaba algo más. Pero Roderich comía en silencio y muy rara vez se quejaba. Bueno, Feliciano era perfecto cuando se trataba de cocinar.
Miró a los demás espacios vacíos de la mesa. "¿No se sentirá triste comiendo solo?" Se preguntó. Pero esa duda salió de su mente al recordar que Roderich era un hombre solitario. Probablemente Feliciano se sentiría solo, pues acostumbraba comer rodeado de personas, pero no Roderich.
-Hoy en la mañana vi a Francis saliendo por una ventana- comentó de repente
Su rostro palideció y sus piernas comenzaron a temblar.
-Escucha, se muy bien que ya eres grande y tienes necesidades. Y, en realidad, no me importa lo que hagas en tu tiempo libre, puedes estar con quien tu lo desees mientras sea con discreción… pero que eso no afecte tus horarios de trabajo de nuevo, ¿de acuerdo?-
-S-sí… lo lamento…-
En realidad, Francis no le había quitado nada de tiempo, se había marchado a una buena hora. Se había quedado mucho tiempo en las nubes por culpa de aquél horrible sueño.
Cuando vio que Roderich había terminado de comer, fue a tomar el plato para llevarlo a la cocina.
-Ah, por cierto, me gustaría que hoy limpiaras el ático-
-Sí, seguro-
Y se fue sin volver a ver atrás.
.
-Roderich sí que tiene algunas cosas raras- comentó de repente, a nadie en realidad, pues la habitación estaba completamente desolada -¿Eh? ¿Qué es eso?-
Vio bajo una ventana, por la cual ya no podía entrar luz a causa del polvo que la cubría por completo, una silla roja, con algo cuadrado encima, cubierto con una manta blanca. ¿Un cuadro? Tenía forma de uno.
Lo destapó sin poder evitar toser ante la gran cantidad de polvo que salió volando por doquier.
Cuando finalmente logró abrir los ojos, éstos se llenaron de lágrimas casi de inmediato.
Ahí, en aquél lienzo, había un dibujo de él, cuando era más pequeño. Lo habían pintado mientras dormía en una silla… La misma silla donde se encontraba aquél cuadro…
-…Louis…-
Sabía quién lo había hecho, y no pudo evitar susurrar su nombre entre su llanto
-¿Por qué…? ¡¿Por qué? ¡¿Por qué no regresaste? ¡Dijiste que me amabas! ¡Prometiste que volverías! ¡¿POR QUÉ TUVISTE QUE MORIR? ¡LOUIS!- se tiró al suelo, maldiciendo al mundo entero por arrebatarle a la única persona a la que amaba. Maldijo a aquél Dios a quién su gente tanto alababa. Y maldijo a su persona, por haberse enamorado.
En ese momento, escuchó un ruido afuera.
Logró ponerse de pie con algo de dificultad y se acercó a la ventana que estaba atrás de la silla roja. Limpió una parte, lo suficientemente grande como para poder observar lo que ocurría en el jardín delantero de la mansión.
Soldados. Cientos de ellos. Todos vestidos de negro, con unas extrañas banderas rojas con un círculo blanco en el medio y una cruz negra distorsionada en el centro.
-¡FELI!- Elizabetha había entrado corriendo al ático, azotando la puerta y tomando su brazo, asustada.
-¡Eliza! ¡¿Q-que sucede?-
-¡Corre! ¡Corre, tienes que correr! ¡Escóndete! ¡Rápido!- y, con toda la fuerza que tenía, comenzó a correr, sin soltar su brazo ni por un segundo.
-¡¿Qué? ¡¿Qué está pasando?-
-¡Son los Nazis! ¡No se a qué vienen, pero el señor Roderich estaba realmente asustado!-
Elizabetha le guió hasta la habitación de servidumbre, escuchaban un fuerte ruido en el piso de abajo. Gritos, cosas rompiéndose y gente hablando en un idioma extraño que juraría que había escuchado antes.
-¡Corre, escóndete debajo de la cama!-
-¡Espera, Eli-!-
-¡AHORA!-
Se ocultó al escuchar los pasos rápidos llegar hasta la puerta. Quería que Elizabetha se escondiera también, pero no tenían tiempo.
Sólo pudo ver los pies desde debajo de la cama.
Unas botas negras, tres pares de ellas, y los zapatos cafés de Elizabetha.
La agarraron.
-¡No! ¡Suéltenme! ¡¿Qué van a hacer?-
Feliciano comenzó a temblar debajo de la cama, mientras sudaba y jadeaba, estaba realmente asustado.
Dos de los tres hombres se fueron con Elizabetha y el tercero, que parecía ser el líder, estaba a punto de irse, cuando notó que se estaba yendo, Feliciano soltó un suspiro de alivio que pareció ser bastante ruidoso, pues el hombre paró.
Feliciano volvió a temblar.
Las botas se acercaron hasta la cama y, después, todo lo que vio una mano que le jalaba del pelo, forzándole a salir de debajo de la cama.
-¡No! ¡Suéltame!- trató de zafarse con todas sus fuerzas, sin éxito. Aquél hombre era muy fuerte.
Y, cuando abrió los ojos, se encontró con un bello hombre rubio de ojos azules. Igual que aquél primer amor suyo.
-Louis…- susurró
Él había vuelto…
