Hola!
Nota de autora: Esta historia, primero, no ocurre en el universo de la historia, sino que en nuestra época, en el Japón actual. No soy una verdadera conocedora de la cultura yakuza, pero he tratado de hacer mi mejor esfuerzo y espero que los errores no interfieran en su lectura. De antemano, muchas gracias por optar leer este fic.
D: Naruto no me pertenece, su mundo tampoco, nada la verdad, solo esta historia.
Capítulo Uno: Preludio de tormenta.
El cabello rosa resaltaba entre todo el negro. Era tintura fina, de esa que se retoca solo cuando las raíces rubias afloran del cuero cabelludo, develando su ascendencia nórdica. Era alta y delgada, piel blanca como la nieve y ojos verdes, opacos; sus rasgos no eran tan finos, pero no por eso eran menos femeninos ni menos agraciados, quizás no era toda una belleza, pero tenía con qué salvarse: la actitud y la sonrisa. Las pestañas largas estaban sin maquillaje el día de hoy, su mirada más fría y oscura que nunca, pero no lloraba, no podía.
Muchas muertes habían pasado delante de sus ojos, había sido testigo de masacres y había perpetrado ella misma otras cuantas. ¿Cuántos años tenía? Los suficientes como para haber perdido una y mil veces a todos aquellos por los que sentía algún afecto.
No todos, la verdad.
Miró a su lado, Sasuke Uchiha caminaba a su paso junto al féretro. Era él a quien debía proteger ahora, su única familia. Le hubiese gustado poder irse en esos momentos, olvidar todas las promesas y quitarse todas las ataduras con el clan, pero no podía; ella le debía tanto a los Uchiha, al clan en general, que no podría ser tan desgraciada como para irse cuando la necesitaban más que nunca. Ella tenía honor y sabía agradecer, porque la vida no había sido exactamente muy amable con ella. En los yakuza había encontrado su "paz" y la iba a defender, aún si no estaba al servicio de quien, en primera, instancia se le presentó.
Fugaku Uchiha había sido un hombre de temer, pero no precisamente por su genio. Él había logrado restablecer el poder e influencia de un clan que se había venido a menos hace algo más de 50 años atrás. Movimientos turbios y de dudosa índole habían llevado a los Uchiha a perder fuerza, gente y honor; se convirtió en una vergüenza de clan, lo que los llevó a vivir prácticamente en las sombras durante más de medio siglo. Entonces apareció Fugaku y, con él, aires de cambio en una generación que estaba resignada a seguir siendo ratas de alcantarilla.
Fugaku tenía 25 años cuando llegó al clan, herido después de un enfrentamiento con el hombre al que le habían pedido asesinar. Era nada más que un sicario sin apellido. Devolvió la mano haciéndose con un encargo peculiar y, después de ver sus habilidades, el líder del clan Uchiha de ese entonces, decidió adoptarlo como su mano derecha. No pudo haber estado más en lo correcto cuando vio que el manejo y los consejos que Fugaku daba traían cuantiosas ganancias al gumi. De pronto, y en menos de dos años, el clan Uchiha volvía a tener cierto lugar destacado en la mafia japonesa. Finalmente, Fugaku tuvo la opción de desposar a la única heredera del clan: Mikoto Uchiha, que recién cumplía los 18 años. La unión, eso sí, se concretó dos años después del fallecimiento del líder Uchiha, pues Fugaku nunca quiso forzar la unión y esperó que ella se decidiera a concretar la unión.
Entonces, Fugaku había sido un hombre terrible, no por sus métodos, sino que más bien, por su habilidad innata para hacer crecer todo lo que él tocaba.
Él le había dado su nombre: Sakura.
Sakura apartó la vista de Sasuke, él no se parecía a su padre, sus formas y sus gestos eran más de Mikoto; no en el sentido femenino, obviamente, era una cosa de carácter adquirido. Mientras Itachi Uchiha, el difunto más reciente, había sido un hombre con habilidades iguales o más grandiosas que las de su padre, que había aprendido a manejarse en la mafia, en las ventas y en el poder de manera asombrosamente fiera; Sasuke había adoptado una conducta más callada, menos riesgosa y más alejada del ajetreo político. Mikoto había sido igual, llevaba a la yakuza en la sangre, de hecho era una mujer que tomaba el control de la situación de manera increíblemente potente, pero prefería la dominante sombra de su marido a estar expuesta en el medio.
Sasuke gustaba de vivir bajo la sombra de su familia, algo que no era su culpa, era un gusto adquirido: Itachi, siendo el primogénito, siempre había tenido más privilegios y exposición que su hermano menor, por ende, era obvio que él aprendería a ser bajo perfil.
El tema es que ahora se necesitaba un líder en el clan, alguien a quien seguir a ojos cerrados… y Sasuke tenía tan poca experiencia.
Sasuke y Sakura quedaron a la par cuando la marcha junto al féretro de Itachi Uchiha llegó a su meta. Sakura sintió que los ojos se le humedecían al ver cómo el cuerpo de su mejor amigo iba entrando con lentitud al mausoleo de los Uchiha.
―Será hasta la próxima ―, pensó Sakura. Detrás de ella, Karin, sollozaba con arrebato.
Karin Motomiya era una mujer simple que no estaba aún adecuada a esta vida, por eso era la única que lloraba ahí. Pobre mujer, iba a casarse en menos de dos semanas, pero ahora había quedado viuda sin siquiera haber alcanzado el altar. Para su suerte, era una mujer aún joven y guapa, tenía una carrera y nada de conexiones en los yakuza, por ende podría salir de ese mundo sin tanto revuelo… aunque Sakura dudaba que existiera verdadera salida de ese universo.
Itachi y Karin se habían conocido hace 6 años en un accidente no menos que peculiar, ella lo había arrollado con su bicicleta y él, en vez de enfadarse o "ficharla", había optado por invitarla a salir. Ahí empezó todo. Karin era guapa, eso le había dicho Itachi cuando llegó ese día a casa con la ropa desarreglada y un moretón en el brazo; y Sakura no podía dejar de pensar que era un simple capricho físico hasta que un día Itachi la invitó a cenar a casa. Lo primero que notó la chica de pelo rosado fueron las gafas nada sexys que llevaba Karin; como que ni siquiera había existido por parte de ella ganas de verse "mejor". Lo demás en ella si encajaba con la descripción de Itachi: cabello pelirrojo muy bien cuidado, ojos grandes y brillantes, tez clara y sin imperfecciones, alta y delgada como una modelo; sí, era guapa, pero las gafas…
Con el tiempo fue mejorando, quizás porque empezó a asistir a eventos sociales en donde necesitaba dar una buena impresión, por lo que cambió las gafas feas por gafas más acorde a su estilo de mujer joven y profesional: ella siempre muy correcta y muy directa, era abogada.
Era obvio que después de 6 años de relación debían casarse, lamentablemente, nada llegó a concretarse porque el novio fue asesinado de manera extraña.
Ese era otro tema que Sakura necesitaba resolver: Itachi, un hombre fuerte de 31 años estaba muerto porque un conflicto entre pandillas ajenas a la yakuza habían jugado con armas de verdad… con toda la seguridad que se gasta un líder de clan y con toda la vigilancia y control que se ejerce por donde él pasa y domina, una simple pelea entre adolescentes no parecía ser un escenario real para la muerte de un grande.
―Ne, Sakura-chan ―llamó una voz suave, baja, femenina.
Sakura se dio vuelta y observó que, mientras miraba la tumba de su amigo hundida en su mente, la gente alrededor empezaba a dispersarse y a formar grupos de conversación o irse del recinto. ¿Cuánto tiempo había pasado?
―Hinata ―atendió―, estoy bien.
Hinata Hyuga era una de las hermanas menores de Neji Hyuga, hijo heredero del clan Hyuga, nuevo aliado del clan Uchiha hace 20 años. Era un clan poderoso, reconocido por su tradición y valores japoneses, nada en ellos salía nunca del protocolo; ellos no eran simple mafia, simple yakuza, eran la tradición de algo que no existía y quizás por eso despertaban el respeto en todos. No eran conflictivos porque sus negocios y sus enfoques no eran del todo sucios, lo que también beneficiaba una buena convivencia con el resto de los clanes.
―Sasuke-kun parece preocupado por ti ―dijo Hinata mientras se encogía un poco.
Hinata era, definitivamente, un caso de mujer que no merecía la vida que tenía. Hinata merecía una vida normal porque en su corazón solo podía existir bondad. Era tímida, callada, tranquila, guapa; ¿por qué tenía que estar viviendo una vida tan terrible? ¿Por qué estar metida en un mundo tan agresivo? Siendo mujer y siendo menor que Neji, a ella solo le correspondía el dinero y el honor del clan, jamás podría ser parte de la cabeza de éste (obviamente podría opinar y ayudar a Neji a decidir, pero sería su hermano quien siempre tomaría las riendas) ni participar activamente en los mandatos… y había sido criada para ello: ser una mujer razonable y apoyar siempre a su hermano y a su sangre. Lo mismo pasaba con Hanabi, la menor de todos los Hyuga. Entonces Sakura a veces no entendía por qué, si ella no tenía que mandar a nadie, Hinata debía seguir inmiscuida en algo que perturbaba tanto su mente. Le daba pena, pues Hinata había sido no menos que una de sus mejores amigas desde que llegó al clan Uchiha.
― ¿Tú hermano y los demás? ―inquirió Sakura, ignorando totalmente el comentario sobre Sasuke.
―Están todos conversando en el estacionamiento, Naruto quiere que pasemos por la casa Uchiha ―indicó la Hyuga.
Naruto Uzumaki era el novio de Hinata, mejor amigo de Sasuke y el sucesor de Minato Uzumaki (su verdadero apellido era Namikaze, pero tal como Fugaku, había adoptado el apellido de su mujer, líderes sanguíneas de sus clanes), líder del clan Uzumaki, el único clan que había amparado a los Uchiha en sus años oscuros. Era un tipo despierto, pero totalmente desencantado de su vida como mafioso, a pesar de eso, tenía un don para triunfar en lo que hacía y una fascinación por el mercado internacional que pocos entendían: el clan Uzumaki era de los pocos que habían extendido sus negocios a las afueras de Asia.
Uzumaki era un clan familiar, podían ser sanguinarios y macabros cuando se debía, pero su basaline era el de una familia común, muy amable y muy centrada. Kushina tenía instinto maternal para cobijar a quien lo necesitase y Minato, que era un ex militar, era estricto, pero no era de esos que miraban con reprobación a cualquiera que no cumpliese sus expectativas. Pero cuando los negocios lo requerían o las guerras entre clanes habían estado latentes, ellos eran los primeros en dar un paso al frente, armados hasta los dientes, pidiendo que, por favor, no los metan a ellos o tendrán que actuar sin misericordia.
― ¿Sakura-chan, de verdad estás bien? ―le preguntó Hinata mientras caminaban al estacionamiento.
―Hinata, tranquila.
La viuda era Karin, Sasuke era el huérfano, pero todos le preguntaban a ella si estaba bien, desde que hubo noticia de la muerte de Itachi, desde que iniciaron la ceremonia fúnebre, desde que ingresaron al cementerio… todo era en torno a un "¿Sakura, estás bien?". Agradecía la preocupación, pero estaba totalmente complicada por la situación: Karin era quien más debía dolerlo, no ella. Sasuke era quien necesitaba, posiblemente, la contención y las palabras de ánimo, no ella. No quería atribuciones que no le correspondían, ella amaba a Itachi –lo seguía amando –, pero nunca del modo romántico (oh, bueno, en un principio quizás sí), de un modo familiar: el hermano que nunca tuvo.
Cuando Fugaku anunció la llegada de Sakura al clan, Itachi fue el único que le hizo un espacio en la mesa y conversó con ella con naturalidad. Itachi había sido quien había quitado esa nube gris que llevaba a cuestas y la había hecho sentir en casa… ¿cómo no iba a enamorarse de él? El trato fácil, la complicidad, la buena onda, todo era sencillo cuando se trataba de él, ¿cómo no iba a caer rendida a sus pies?
Sakura nunca se dio el lujo de ser romántica, quizás cuando más pequeña y cuando la vida no parecía tan torcida miró con ojos brillantes a las princesas de Disney, pero conforme crecía se daba cuenta que el ser humano tenía una extraña forma de arruinar todo lo bueno que pasaba en la vida, el amor principalmente. Y es que el amor se había tergiversado mucho, el sexo y la calentura eran una excusa válida para decir un "te amo" y, lo que parecía a veces amor, no era más que una revuelta de hormonas, que una vez que se concretaba el orgasmo, no pasaba a ser nada más que un buen o un mal polvo. Amor de verdad, uff, no dudaba de que existieran parejas realmente felices (a veces le parecía que Hinata y Naruto lo eran, incluso Karin e Itachi), pero la gente ya no sabía lo que era el amor, por lo que era difícil que pudiesen aferrarse a algo real por más de un par de años.
En todo caso, cuando Itachi trajo a Karin a casa Sakura supo que el amor que sentía por él debía extinguirse lo más rápido que pudiese para no sufrir. Y lo logró, en ella no quedó más que admiración y cariño fraternal por él. Por eso le molestaba que, a días de la boda, todavía hubiese gente que la mirara con cara de "pobrecita".
Sasuke, Naruto y Neji estaban en el estacionamiento, apoyados en un BMW sedán gris de vidrios polarizados, un poco apartado, Lee, el chofer y guardaespaldas de Sasuke, fumándose un cigarrillo.
―Íbamos a ir por ustedes en cinco minutos ―dijo Naruto, mientras se acercaba a las chicas y pasaba uno de sus brazos sobre los hombros de su novia.
Naruto llamaba la atención por sus rasgos occidentales: cabello rubio, ojos grandes y celestes; además no tenía la voz calma de un japonés normal, su voz era estridente (y el mismo no era muy calmado para hablar). Muchos habían llegado a decir que Minato Namikaze era más bien un apodo de su padre y que, realmente, él era un mafioso italiano. De cualquier modo, tenía la altura de un japonés promedio –quizás menos –y su tez no era tan blanca como para poder decir que era un europeo cualquiera.
―Estábamos pensando que podríamos almorzar todos juntos ―. Naruto miró a Sakura, como pidiéndole permiso, ella, por reflejo, miró a Sasuke. Naruto, que notó el gesto, agregó: ―El tonto no quiere, quiere hundirse en su soledad.
―Bueno, considerando que tiene algunas decisiones que tomar…
―Exacto ―interrumpió Uchiha―, tengo cosas que arreglar ahora en casa, necesito reunirme con sus padres mañana para hablar de lo que se hará ahora que estoy a cargo de mi clan. No tengo tiempo para almorzar hoy, quizás sí pasado mañana.
Naruto dirigió una mirada significativa a Sakura, ella suspiró. Entendía las intenciones de Naruto, no quería dejar solo a su mejor amigo ahora que, en un lapsus de 4 años, había terminado perdiendo a toda su familia. Pero Sasuke siempre era fuerte o pretendía serlo, por lo que no daría su brazo a torcer ante la petición de Naruto, porque el Uchiha sabía lo que el rubio quería: apoyarlo a su manera.
Sakura miró a Neji que había permanecido en silencio, muy común de él, buscando ayuda. Quizás Neji y Sasuke no tenían la mejor relación del mundo, pero no dejaban de ser amigos y no dejaban de parecerse mucho, por lo que él podría convencerlo.
―Solo será un par de horas ―terminó por decir Neji atendiendo a la petición mental de Sakura ―, además Sakura es eficiente y, sea lo que sea que tengas que arreglar en casa, ella te puede ayudar. Ella también sabe cómo funcionan las cosas.
―Puedo adelantarme ―dijo Sakura ―, dime qué necesitas y puedo empezar ahora a trabajar. Tú ve.
―Vamos, Sakura, tú tienes que venir también ―alegó Naruto―. Te va a hacer mal tanto trabajar.
Sasuke bufó, impaciente.
―Vamos todos ―dijo finalmente, y posó sus ojos negros en Sakura―. Pero debemos volver a casa a las 3.
Sakura asintió, Naruto sonrió con autosuficiencia, Hinata solo sonrió y Neji metió sus manos en los bolsillos.
―Lee ―llamó Sasuke. El guardaespaldas de pestañas largas botó el cigarrillo al piso y lo pisó, caminó a al auto en silencio―. Vamos al Loto Negro.
Lee asintió y abrió la puerta trasera del BMW para que Sasuke subiera. Sakura vio cómo Naruto, Hinata y Neji caminaban a sus respectivos autos para incurrir en la misma orden.
―Nos vemos allá, Sakura ―le susurró Neji cuando pasaba a su lado. Sakura ignoró la corriente que le recorrió el cuerpo.
Lee, en tanto, abrió la puerta trasera del otro lado para que Sakura subiera.
―Gracias, Lee.
―No hay de qué, señorita.
Una sonrisa amable se posó en la cara del chofer. Lee Rock no era un mal hombre, lejos de la apariencia de matón que tenía, él era un pan de bondad; era un caballero amable y fiel a su casa, cabello negro con corte anticuado y ojos negros con pestañas largas… no era muy bien parecido, pero la verdad es que ayudaba a infundir temor cuando se necesitaba.
― ¿Qué fue eso? ―preguntó Sasuke una vez que estuvieron sentados y listos para partir.
Sakura le miró con el ceño fruncido, sin entender.
―Estamos tratando de almorzar todos juntos ―defendió la chica.
―No me refiero a eso. Ya no importa.
Sasuke suspiró y se pasó la mano por el cabello negro, igual que el de toda su familia. Sus ojos negros cerrados, como si pensara.
Las cosas siempre habían sido complicadas con Sasuke, era como si no congeniaran, sus caracteres tendían a chocar con frecuencia y las discusiones parecían ser la única manera en que ambos se hacían escuchar; antes eran a gritos, ahora eran sarcasmos venenosos. No es que odiase al chico, es solo que no lo entendía, era tan callado y tan distante en todo que no podía todavía maquinar cómo aproximarse a él, no era como Itachi.
― ¿Qué harás ahora? ―preguntó Sakura, cuando el auto ya estaba en movimiento.
No existía separación entre los asientos delanteros y el trasero, por lo que Lee podía escucharlo todo. La verdad es que a Sakura le daba igual, él era familia y no debía haber secretos en cuanto a gestión del clan se tratase, Sasuke lo ignoraba, como ignoraba a todos.
―Ir a comer con ustedes, creí que era lo que me convencieron de hacer ―respondió, casual.
―Con el clan, Sasuke ―explicó Sakura, cabreada―, ¿qué harás con todo esto? ¿Cuáles son tus planes?
― ¿De verdad quieres que discutamos esto ahora? ―preguntó él, se volteó a mirarla.
―Me gustaría tener alguna aproximación de tus planes, quiero decir, para saber a qué atenerme.
― ¿A qué atenerte? ¿Por quién me tomas, Sakura? Cualquiera diría que esperas que lo arruine todo.
Ella lo miró feo.
―Oh, por favor, Sasuke ―empezó―. No todo el mundo está en tu contra, yo solo quiero saber cuáles son tus planes, a grandes rasgos. Estamos juntos en esto.
Sasuke ablandó el gesto, solo un poco.
― ¿Por dónde, crees tú, que debemos partir?
Sakura también ablandó el gesto, estaban llegando a algo.
―Averiguar un poco más sobre la muerte de Itachi me parece algo prudente.
―Ya estoy en eso ―dijo él.
― ¿Y no me lo contaste? ―inquirió molesta.
―Pensé que Yamanaka te lo iba a decir ―se defendió.
― ¡¿Mandaste a Ino?!
―No te pongas así, ella es buena en esto.
Sakura se acomodó en el asiento, enojada. No podía creer que él hubiese planeado una misión y no la hubiese incluido en nada, estaba enrabiada. Escuchó a Sasuke soltar un suspiró pesado, como si se arrepintiera de haberle dicho.
― ¿Y Karin? ¿Se va? ―. Continuó Sakura, mirando al frente y con voz golpeada.
―Es algo obvio ―señaló él―. ¿Cuál es su misión aquí?
―Alguien tiene que darle descendencia a este clan ―dijo Sakura, venenosa. Y agregó ―. Y por como yo veo las cosas, debe ser luego.
Sasuke hizo una mueca, pero Sakura no la vio porque seguía con la vista al frente, orgullosa de su comentario y de haberlo dejado callado a lo menos unos segundos antes de discutir.
―Es verdad ―admitió él, entonces, y Sakura tuvo que mirarlo con los ojos verdes bien atentos, mirada sorprendida.
― ¿Casarás a Karin? ―preguntó, y se acomodó en el asiento en dirección a él, porque quedó enganchada al comentario.
Sasuke la miró con el ceño fruncido.
―No ―dijo quedo―, Karin no es nada de mi tipo. Itachi tenía gustos muy comunes para el tipo de vida que llevamos. La mujer tiene el carácter que la abogacía le ha dado, pero nada más, nada de fortaleza psíquica real ―. Hizo una pausa, para ver si ella entendía a lo que él quería llegar―. Pero debo encontrar a alguien, sí, porque si me matan a mí este clan quedará a la deriva, sin líder… al menos no de sangre.
Ella asintió, Sasuke había dado un discurso acorde a su propio pensamiento en esos momentos, así que tuvo que darle el mérito: no era tan quedado, por lo menos sus ideas las tenía claras y era pro-activo (aunque a Sakura le hubiese encantado que él comentase con ella sus planes antes de llevarlos a cabo).
― ¿Necesitas buscar a alguien o ya tienes a alguna mujer que cumpla con los requisitos del clan?
Sakura era consciente de que la mujer de un yakuza tenía que tener carácter y, mínimo, sangre fría; porque le tocaría enfrentarse a cosas mucho más complejas que cocinar y planchar camisas. De hecho, si la mujer tenía la suerte de casarse con un líder de clan (o con alguno de sus hombres de confianza), las labores de casa le serían totalmente ajenas, para eso estaba la servidumbre. Entonces, la mujer de Sasuke Uchiha debía tener poco de esposa y más de ingeniera; conociendo a Sasuke, él necesitaría una mujer que canalizara sus ideas y fuese buena consejera, por ende, la chica tendría que tener un razonamiento lógico muy desarrollado y un temple de acero (porque el Uchiha es complicado, nada que decir por ello). Asimismo, la mujer tendría que ser buena en las relaciones públicas, porque generalmente se le encargaba a las mujeres de los clanes organizar y destacar en los eventos. No podía ser alguien tímida como Hinata ni Hanabi, plus, tampoco podía pertenecer a un clan tan poderoso porque habría muchas discusiones en cando a los conflictos de interés de los clanes menores y de los clanes mayores que quedaban excluidos de la unión, tal como había pasado con Naruto y Hinata.
―Tengo a la mujer ideal ―señaló él―. Conoce el clan al revés y al derecho, conoce cómo funcionan los negocios en nuestro rubro y, lo más importante, tiene más carácter que todas las mujeres de Japón juntas. La verdad es que eso puede ser un problema para mí, pero si muero o si no estoy en condiciones de tomar las riendas del clan, es obvio que necesito a alguien con un poco de temple para pensar y ordenar.
Sakura tuvo que fruncir el ceño, porque todo ese rollo le daba mala espina. Conocer el clan en su totalidad disminuía a las féminas a un grupo bastante pequeño, todas conocidas, pero el tema estaba en que no tenía idea de que alguna de ellas tuviese algún tipo de relación sentimental con Sasuke.
Sasuke podía hacer a las mujeres suspirar con facilidad, ella misma admitía que era un hombre guapísimo, pero estaba segura que dentro del clan era imposible que una mujer quisiese estar con él; las chicas de afuera, claro, ellas podían ver en Sasuke al hombre perfecto y querer entrar en su cama con la rapidez de un lince, pero las chicas del clan estaban más que inmunizadas contra cualquier encanto del Uchiha: era un agrado a la vista, pero no era un hombre para relacionarse y encamarse, un carácter frío y una lengua con veneno, ninguna mujer por muy osada que fuese sería capaz de aguantar tal calvario en una pareja.
Por eso Sakura dudaba de la declaración.
Pensó en Ino, que coqueataba sin tapujos con Sasuke (el cual ignoraba siempre el tono juguetón de la amiga rubia de Sakura), pero sabía que Ino era así y que ella era una de las primeras que le había dicho que Sasuke era veneno para mujer, Ino lo sabía por experiencia propia.
Otro punto era que Sasuke no parecía interesado en lo más mínimo en las chicas del clan, las conocía demasiado; entonces para él eran todas familia o empleadas, nada más, nada sexual en sus ojos.
Ahora que mencionaba el tema sexual en su cabeza, Sasuke era muy discreto en ese sentido, si no fuese porque a ella le parecía un absurdo fisiológico en su tipo de vida, podía asegurar que Sasuke era aún virgen. Pero imposible.
― ¿Quién? ―preguntó Sakura. El auto se detuvo porque habían llegado al restaurante.
Lee bajó del auto y caminó rápidamente a abrir la puerta de Sasuke –primero el líder.
―Tú ―dijo de manera clara y puntual. Bajó del auto y agradeció a Lee, quien cerró la puerta y caminó a abrir la de Sakura.
La puerta junto a ella se abrió, pero ella no bajó en seguida porque todavía estaba procesando las palabras de su líder.
Nota de Autora: Espero que les haya gustado, no olvide dejar su opinión que será siempre bien recibida.
Nos leemos!
