Pandora
Debería estar eufórica. Dando botes en el avión mientras su madre intentaba tranquilizarla sin éxito.
Debería ser uno de los días más felices de su vida. Harvard la esperaba. Un sueño que se habría labrado sola, sin que nadie lo supiera. Su madre, finalmente, había conseguido asumir que ya no era una niña. Y Thomas estaría allí, aunque aún no supiera que ella también.
Y aun así, Pandora Moon no era feliz.
Meses atrás, era difícil ver a Panda sin una sonrisa. Excéntrica, acelerada y alegre, pocos eran los momentos en los que la situación era lo bastante terrible como para hundirla. Pandora era la luz cuando todo parecía perdido.
Entonces, ocurrió aquello.
Cuando el teléfono de Pandora empezó a sonar, la sorprendió que Naomi la llamara. Sí, habían compartido fiestas, habían dormido juntas hacía relativamente poco, eran parte del mismo grupo. Pero el último año Panda había estado un poco al margen de todo, dando todo lo posible por superarse a sí misma en unos exámenes que nadie sabía que iba a hacer, y no había tenido ocasión de estrechar lazos con el resto de sus amigos. De hecho, no recordaba otra ocasión en la que no hubieran sido Effy, Thommo o Cook quienes hubieran intentado ponerse en contacto con ella.
—¿Naoms? —preguntó, con voz cantarina.
—Panda... —musitó Naomi —Tienes... tienes que venir a mi casa.
—Oh. ¡Estupendástico!. ¿Hay otra fiesta? ¿Quién viene? ¿Qué tenéis?
—Pandora, no... No es una fiesta. Es importante.
La sonrisa de la chica rubia se deshizo.
—¿Ocurre algo, Naoms? ¿Tú y Emily?
—No soy yo, Panda. Es Freddie. Cook lo ha encontrado.
—¡Pero eso es genial! —chilló Pandora —¡Tenemos que celebrarlo! Deberíamos... ¡deberíamos tomar muchas drogas y mucha bebida hasta que nuestros ojos den vueltas como esa noria tan chula que vimos Eff y yo aquella vez en Londres! Espera, ¿lo sabe Effy? ¡Tengo que decírselo a Effy! Estará tan...
—Freddie está muerto —soltó Naomi, a punto de romperse —El puto psiquiatra loco de Effy le reventó la cabeza. Cook... Cook le ha devuelto el favor y le ha reventado la cabeza al puto psiquatra pero ahora ha tenido que darse a la fuga y Freddie está muerto, Pandora, muerto.
Entonces, Pandora se congeló. Jamás había entendido la muerte. Final, inevitable.
Cuando tenía ocho años, había pasado una semana entera agitando la jaula de su pájaro intentando que volviera a canturrear como antes hasta que su madre le dijo que el animal estaba cansado y se había ido de vacaciones. Pandora sólo lloró cuando tras semanas preguntando por Piquitos, la dijeron que estaba tan feliz en sus vacaciones que había acabado quedándose allí.
Después, decidió tener peces. Su madre, de nuevo, se había dedicando a reponer los peces sobrealimentados por Panda por otros idénticos durante meses, hasta que terminó por deshacerse de la pecera diciendo a la niña que sus compañeros se habían marchado al mar como en Buscando a Nemo, aquella película que tanto la gustaba.
No volvió a haber animales en la casa de los Moon. Pandora, por supuesto, sabía que la vida no era para siempre. Pero sobreprotegida por su madre, nunca se había encontrado de frente con el fin.
Y ahora Freddie estaba muerto. Nunca había conectado con él, apenas le conocía realmente. Pero aun así, no podía asumir que nunca fuera a estar ahí de nuevo. Que todo lo que había sido una vez se hubiera roto en mil pedazos.
—Esperadme —dijo a Naomi, falta, por primera vez, del eufórico caos que había bullido siempre en su voz.
Fue Emily quien abrió la puerta de la casa de los Campbell. Con la melena pelirroja despeinada y la cara surcada de lágrimas, abrazó a Pandora como no había hecho desde que se conocían.
Sin palabras, pasaron al salón. Allí, Katie y Naomi miraban al suelo, intentando evitar llorar con todas sus fuerzas. Emily y Pandora se dejaron caer en la alfombra, cerrando un círculo silencioso.
—No sé qué hacer —dijo Naomi sin mirar a ninguna de las chicas —Cook me llamó. Y me dijo esto. Toda esta mierda. Y sé que se supone que debería seguir avisando al resto de nuestros amigos pero... —sollozó —no puedo hacerlo.
Emily se levantó y la abrazó.
—Llamaré a JJ —dijo cogiendo su teléfono y saliendo de la habitación.
—Debería decírselo a Effy —susurró Katie— pero... Ella... Ha pasado por tanta mierda y ha estado tan jodidamente mal que... no sé cómo puede reaccionar.
—Voy a verla —dijo súbitamente Pandora —Eff y yo... Creo que soy yo quien debe decírselo.
—Panda, sé... ten tacto, ¿vale? —advirtió Katie.
En otra circunstancia, quizás Pandora se habría sentido herida al dudar alguien de sus dotes para comunicarse con Effy, siendo junto con su hermano Tony una de las poquísimas personas que habían logrado entender, de algún modo, a la caótica Stonem.
Pero, ¿en aquel momento? Katie tenía razón. Pandora había entendido a Effy, sí, pero su amiga se había convertido en una bomba de relojería. Y las noticias que la rubia iba a llevarla eran un camino directo a la explosión.
—Lo tendré —dijo, tímida, mientras salía de la casa.
—¿Panda? ¡Panda! —la llamó Angela Moon desde el asiento contiguo del avión con destino a América -. ¿Te encuentras bien, cariño?
—Sí —musitó Pandora en respuesta —Sólo pensaba... en todo, ¿sabes?
Angela sonrió a su hija. El verano, en cierto modo, las había unido cuando todo podría haberse ido al traste. Los sobresalientes de Pandora en asignaturas que ella ni siquiera sabía que cursaba la habían abierto los ojos. Su niña se hacía mayor, y tenía un futuro brillante que no podía coartar.
—Elisabeth estará bien. No está sola, lo sabes.
—Lo está, mamá. Todos nos vamos y empezamos todo de nuevo y todo va a cambiar y ella es la que más lo necesita y está...
—Anthea está al cargo. Por lo que me has dicho solía ser un poco... laxa en lo referente a Effy, pero sabe cuál es la situación.
Pandora había intentado olvidar con todas sus fuerzas el momento en el que rompió en mil pedazos el corazón de Effy. Pero ahí seguía. Su amiga sentada en la cama, contenta de verla, con una sonrisa más sincera, menos enigmática de lo que solía. Anthea Stonem apoyada en el marco de la puerta, temiendo lo que iba a ocurrir. Su garganta seca, casi incapaz de articular palabra.
—Eff...
—¿Qué hay, Panda?
—Yo...
—Todo está mejor, Pandora, no tienes por qué poner esa cara.
—Naomi... Naomi me llamó esta mañana. Fui a su casa y... Cook la había llamado porque... Él fue y no sé cómo, no he querido preguntar, pero él...
—¿Qué ha pasado con Cook? —preguntó Effy, preocupada.
—Cook está bien, pero... Oh, Dios, Eff, es Freddie. Freddie está muerto.
Es esa cara la que Pandora no olvida. Cómo Effy se saltó toda la incredulidad, todas las preguntas, y simplemente se dejó llevar por el dolor. A veces, Panda recuerda el grito de Effy Stonem y no puede evitar llorar.
Entre ella y Anthea lograron contener a Effy en la habitación y evitar que saliera corriendo escaleras abajo a gritar su desesperación por todo Bristol. Después, Pandora se tendió junto a ella y la abrazó, intentando mantener unidos sus pedazos.
Desde entonces, Pandora durmió cada noche junto a Effy, intentando transmitirle algo de la luz que guardaba en su interior. Fue un largo verano. Pero no uno feliz.
—Lo echo de menos, mamá.
—¿A Freddie?
—No. Quiero decir, sí, también a él. Hacía a Effy feliz y era divertido, aunque estuviera en su burbuja de palitos de risas y surf n' turf y tener mejores amigos para siempre con los que se pasaba el día discutiendo y... todo. Pero... no. Echo de menos que el mundo sea estupendástico y feliz y tener a mis amigos conmigo.
Angela suspiró.
—Las cosas nunca van como esperas, Pandora. Nadie debería pasar por lo que habéis pasado tú y tus amigos, pero... no podemos controlar las desgracias. Ahora empezarás de cero, y...
—Oh, no de cero —y Pandora sonrió, por primera vez en todo el viaje—. Al menos... Al menos Thommo estará allí.
