Buenas, personas y personajes.

Aquí os traigo el primer capítulo de una de las historias de una autora que me enganchó enseguida: thecouchcarrot. Tras pedirle permiso, amablemente ha accedido a que lo traduzca del original en inglés al español. Dejaré algunos días entre capítulo y capítulo para que me podáis decir qué os parece, y os animo a que igualmente vayáis a su historia original a bañarla de la apreciación que merece.

También, no dudéis en preguntar si tenéis cualquier duda sobre cualquier cosa en que os pueda ayudar, más que nada en lo que se refiere a mi traducción, ya que ninguna es perfecta (pero me esfuerzo en ser lo más perfeccionista posible).

¡Ah! Soy española, y en Supernatural como sabréis se usa una gran cantidad de jerga que al ser coloquial pasará a la coloquialidad a la que estoy acostumbrada en español de España porque el neutro es imposible y pierde la idea del texto original. Espero que si sois de otro país hispanohablante podáis disfrutarlo igualmente.

¡No os entretengo más y a leer!

Cuando el Apocalipsis fue dicho y hecho, y a la humanidad le fue permitido el continuar arruinándose de la misma forma en que llevaba milenios haciéndolo, Castiel le dijo a Dean que volvía al Cielo, y lo dijo en serio.

Una parte de él había querido quedarse. La Tierra era retorcidamente bella, impresionante y horripilante al mismo tiempo. Asesinos vivían junto a madres, nacían nuevas vidas y otras terminaban abruptamente, y todos sus habitantes estaban unidos en una telaraña metafísica de amor y odio y pena y esperanza. En resumen, fascinante sin fin. Si Castiel era honesto consigo mismo, encontraba a un humano en particular más fascinante que a todos los demás.

Pero conocía su lugar, y lo que es más importante, conocía el lugar de Dean: aquí, con Lisa y Ben, llevando una existencia más normal para sí mismo. Sin una gran recompensa, sin compañero celestial, solo… Un nuevo comienzo. Castiel había recuperado su habilidad para leer emociones y pensamientos descuidados cuando fue restaurado, y había visto los planes de Dean en su cabeza. Por una vez, entendió el razonamiento de Dean.

Lisa no era el alma gemela de Dean. Ben no era su hijo. Pero lo podrían haber sido. Si las circunstancias hubieran sido diferentes, si Dean hubiera sido diferente, podrían haber construido una vida feliz juntos. Lisa era absolutamente su tipo: bonita, morena, amante de la diversión, y amable. Ben era sorprendentemente parecido a cualquier hijo que Dean habría podido desear: fuerte, listo, preocupándose primero por los demás y con el mismo gusto musical de Dean. Si Dean hubiera sido el hombre que debería haber sido, ellos habrían sido la familia que siempre quiso.

Pero en lugar de eso, su madre había muerto en una horrible llamarada, su padre le había criado en el camino, había crecido cuidando de su hermano pequeño, nunca se había detenido lo suficiente en un solo lugar para casarse con una buena chica como Lisa, y así había terminado con una familia bien diferente a las familias prototipo de los anuncios de muebles para el hogar. Lisa no era su alma gemela, su auténtica alma gemela le había sido arrancada tan completamente, tan permanentemente, que incluso cuando muriera y ascendiera al Cielo tendría que revivir sus recuerdos felices solo. Ben no era hijo de Dean; el único niño al que había criado, consentido, enseñado a ser un hombre, y querido más que a su propia vida, se estaba retorciendo en los pozos del Infierno.

En ausencia de Sam, Dean decidió que lo siguiente mejor tendría que valer, construir una nueva familia sobre las cenizas de la vieja. Incluso aunque palidecía en comparación, era mejor que estar solo. Castiel sabía que Dean se recuperaría, algún día. Los humanos resultaban heridos con facilidad, pero eran muy resistentes. Perdían familiares y seres queridos cada día, pero seguían sobreviviendo. Castiel sabía que Dean sobreviviría a esto. Simplemente llevaría tiempo y paciencia.

Por eso cuando se encontró observando la casa de Lisa en medio de la noche, no estaba seguro de lo que estaba haciendo. Es solo que tenía un presentimiento insistente, una persistente sospecha de que algo no iba bien, de que Dean no estaba solo. Había algo siguiendo a Dean, una oscura presencia que no podía discernir. Castiel sentía que el recuerdo de su temporal compañerismo era suficientemente fuerte para garantizar que avisara a Dean, decirle que no se hundiera en la complacencia de su nueva vida. Entonces podría regresar al Cielo con la conciencia tranquila.

Aún así, cuando Castiel vino a casa de Lisa, silencioso e invisible en la oscuridad, su corazón se aligeró ante la expectativa de ver a su camarada una vez más. No era tan tonto para creer que Dean se alegraría de verle, pero quería ver a Dean. Asegurarse de que realmente estaba bien, independientemente de la presencia que se arrastraba en las sombras. Castiel miró fijamente la casa, mirando detenidamente más allá de su forma física para ver dónde estaba Dean.

En ese momento, Dean salió al patio, cerrando la puerta corredera de cristal tras él. Iba vestido con pantalones de chándal y una camiseta verde; la noche era cálida y espesa, y la camisa se le pegaba a la piel. Castiel se quedó extrañamente abstraído por la imagen, olvidando por un momento que debería aparecer y hablar a Dean de las importantes razones por las que había venido a verle.

Dean se acercó a la baranda y miró fijamente hacia el jardín trasero, frotándose con una mano la boca y la mandíbula. Su mirada era ausente, lejana, como si no estuviera viendo realmente el jardín. Se inclinó, descansó los antebrazos en la baranda y repentinamente… Todo su cuerpo se hundió, como si mantenerse erguido fuera de pronto más de lo que podía soportar. Sus hombros se encogieron hasta las orejas, hundió la cara en los brazos y tembló, sin un solo sonido.

Castiel supo con terrible certeza que Dean no estaba bien. En absoluto.

Dean se había sentido un tanto molesto por la manera en que Castiel se largó, pero no porque se hubiera ido. Porque vamos, Dean suponía que merecía algo más que una desaparición a mitad de frase como era habitual (¿quién era Cas de todas formas, el puñetero Batman? Podría darle algún jodido aviso, especialmente tras todo eso de "hemos evitado el fin del mundo"), pero así funcionaba su relación.

Era el típico escenario del Club de los Cinco*. No eran la clase de tíos que serían amigos o siquiera se reconocerían el uno al otro en circunstancias normales. Ninguno quería en principio trabajar con el otro (vale, puede que Cas al principio sí, sacándole del Infierno y tal, pero pronto había descubierto el bastardo beligerante que era Dean), pero las circunstancias lo habían exigido. Habían apretado los dientes y aguantado, y se habían dado cuenta de que eh, el otro no era mal tío al fin y al cabo, aprendido lecciones sobre la vida, discutido sus virginidades, etc, etc, permanecido unidos contra el gran mal y de alguna forma salido vivos. Ahora la detención se había terminado, y aunque habían compartido algo que nadie más podría entender ahora tenían que volver al mundo real. Y en el mundo real, ambos sabían que se cruzarían en los pasillos sin intercambiar una palabra. O alguna mierda así.

Así que sí, cuando Cas se había dado el piro mientras Dean no miraba una última vez (ese bastardo volador, probablemente lo hizo para compensar por todas las veces que no pudo durante su breve experiencia como humano), Dean sabía que no le volvería a ver. Y francamente, a Dean le daba bastante igual. Había un agujero demasiado grande en su corazón para lamentar la pérdida de un mísero ángel imbécil. La mitad de Dean había sido desgarrada, y la herida solo seguía sangrando, y sangrando, y sangrando.

Nunca había estado tan mal. Dean había sufrido antes. Había visto a su madre irse al otro lado, pero había sido demasiado pequeño para entender todo lo que implicaba. No había calado hasta que pedía ver a mami y nunca venía, y papi estaba allí pero no estaba bien, no era mami. Había estado triste por aquel entonces, pero hacía tanto tiempo, era tan niño que el dolor se había cubierto de remiendos.

Y entonces papá murió. Y eso había dolido tres pares de cojones, pero si Dean era honesto no era tanto el que se hubiera ido lo que dolía. El hombre desaparecía durante meses a veces, muchos de esos meses poco antes de su muerte. Dean había aprendido a vivir sin él. No, era el conocimiento de que no iba a volver, y el hecho de que Dean ya era suficientemente mayor para comprender lo que eso significaba, junto con la ardiente culpa de saber que era por él que papá no volvería nunca más. Había estado bastante hecho polvo cuando papá murió.

Y ahora Sam. Sam había muerto antes, dejando a Dean fatal. Y ahora iba y moría de nuevo, y esta vez no iba a volver, nunca, en toda la eternidad. Y era jodidamente injusto. Durante los últimos cinco años Sam había sido el brazo derecho de Dean, su pierna izquierda, el hombro en que apoyarse cuando estaba herido, siempre listo con un arma y puntería firme, siempre insistiendo a Dean para que comiera bien y se cuidara y abandonara su deseo de morir, y ahora resultaba que Sam era un bastardo sádico y enfermo que quería que Dean viviera por siempre sin él. Y demonios si el sádico bastardo no le había hecho prometerlo. Prometer que no abriría la caja ni moriría intentándolo, prometer que volvería con Lisa y viviría una imitación barata de una vida normal.

Dean mantuvo su promesa.

Lisa, Dios la bendijera, le acogió de inmediato. Sin preguntas, sin esperar ningún pago ni reembolso. Sacó el colchón y le abrió la puerta de la casa que compartía con su hijo. Había dejado escapar algunos sonidos sobre quedarse en un hotel, le había dicho que no creía que tuviera el dinero para rentar un lugar decente durante algún tiempo, insinuado que si le dejaba quedarse nunca se libraría de él. Ella había desdeñado sus palabras y le había preguntado cómo le gustaba el café.

Tenía curiosidad, sabía, sobre qué había sucedido exactamente, pero le había costado un tiempo reunir el valor para contarle la historia. Sabía que ella merecía saber, pero el primer par de días mantuvo la boca cerrada, tenso y callado, sintiendo como si se aguantara las entrañas dentro con las manos y estuviera a un desliz de que todos sus órganos se salieran y esparcieran por el suelo. Entonces una noche, ella metió a Ben en la cama, abrió una botella de alcohol y todo se desbordó en una riada entre lágrimas e hipo.

Durante algunas noches subsecuentes lloró algo más, se quebró y sollozó como un bebé, y Lisa fue reconfortante y paciente, frotándole la espalda y simplemente… Simplemente abrazándole como nadie le había abrazado desde niño. Entendía lo que Dean necesitaba y se lo daba sin dudar. Dean habría dado profusamente las gracias a Dios por ella si Dios y él no estuvieran en tan malos términos. A cambio, hacía cosas en la casa. Arregló el escalón suelto del porche, aprendió a usar el cortacésped apropiadamente (aún adoraba cortar el césped, no entendía por qué todo el mundo lo odiaba tanto), fregaba los platos y llevaba a Ben a los sitios (lo que a Ben le encantaba, ¿y por qué no iba a hacerlo? Pensaba que el coche de Dean era asombroso, y se lo decía, lo que casi le hacía derramar un par de malditas cascadas de nuevo, pero no había forma de que se echara a llorar delante de un miembro de Little League**, así que se aguantaba).

Solo había un problema, y era la ira de Dean. Estaba tan cabreado por la muerte de Sam que a veces podría gritar; le superaba en extraños y silenciosos momentos, martilleándole en la cabeza y volviendo su visión negra en los bordes, y todo lo que podía hacer era apretar los puños e inspirar y expirar hasta volver a tenerlo bajo control. No sabía qué más hacer con ello. No podía pagarlo con Lisa ni de coña, estaba seguro de eso. En los viejos tiempos habría ido a cazar algún maldito hijo de puta y lo habría destrozado, pero ya no era aquella persona. La gente normal no hace eso. La gente normal se consigue una pelota anti-estrés y va a terapia.

Dean no pensaba ir a ver a un loquero ni de broma. Y la pelota anti-estrés solo funcionaba a medias.

De noche, al irse Lisa a dormir, Dean se encontraba sacando un hacha de la parte trasera del Impala (lo cierto es que debería librarse de toda esa basura pero es que no podía, una parte absurda de sí mismo le susurraba que podría necesitarla algún día) y subiendo a una pequeña arboleda cercana para despedazar un árbol. El árbol no se lo merecía, pero Dean suponía que era mejor un árbol que una persona, y estaba muy cerca de despedazar gente. Era de alguna forma terapéutico, pero no era suficiente. Nada sería suficiente cuando Sammy estaba aún ahí abajo, atascado y muy juntito al diablo.

Esta noche se deslizó al patio a por algo de aire fresco, a medias deseando sacar el hacha de nuevo y descuartizar otro malvado arbolillo, a medias deseando ser fumador simplemente para tener algo que hacer. Eso es lo que necesito, pensó apoyándose contra la baranda. Necesito un cigarrillo. Ya no cazo, debería empezar a fumar.

Claro, seguro que eso a Lisa le encanta, le respondió la voz de Sam en su cabeza espontáneamente. Dios, Dean, ¿quieres que Ben muera de cáncer de pulmón? En serio, debes haber recibido una contusión de más. Dichoso cretino.

Y con eso bastó. Algo dentro de Dean se quebró y de repente estaba tan exhausto que no podía más, y no podía apenas mantenerse en pie. Enterró la cara entre sus brazos, mordiéndose el labio y sollozando silenciosamente, intentando mantener las olas de pena bajo control porque si se dejaba llevar no estaba seguro de poder parar alguna vez.

Oyó un sonido suave en el patio, como un paso. Lisa. Se apresuró a incorporarse, limpiándose rápido la cara y se dio la vuelta.

Castiel se encontraba allí, mirándole fijamente con sus tristes ojos azules como si fuera él quien tuviera un puñetero hermano muerto.

"¿Qué demonios quieres de mí?" siseó Dean intentando mantener baja la voz. Lisa y Ben estaban dentro durmiendo, después de todo. "Creí que habías vuelto a la buena vida en el cielo."

Castiel no se inmutó, no parpadeó. "He venido a avisarte, Dean. Hay algo cerca, observándote, una presencia oscura." Giró la cabeza para mirar hacia la luz. "No parece malintencionada, pero se esconde. No puedo adivinar qué es exactamente. Deberías ser cuidadoso."

Por alguna razón, eso solo molestó a Dean incluso más. "Bueno, pues un millón de gracias, compañero. No sabes lo que es, no sabes lo que quiere, simplemente pensaste en dejarte caer para tranquilizarme. ¿Adivinas qué, capullo? Ya no me dedico a la caza." Se dio cuenta de que hablaba cada vez más alto y se reajustó, apenas. "Si Lisa y el niño no estuvieran ahí dentro, durmiendo," gruñó Dean, sacudiendo la cabeza en dirección a la casa, "te diría un par de cosas."

Con la velocidad del rayo, Cas alargó el brazo y una sensación familiar del suelo desapareciendo bajo sus pies retorció el estómago de Dean, y se encontraron en una habitación de motel vacía. Una que reconocía, una en que había estado antes.

Castiel permaneció ahí, inmóvil. "Entonces hazlo."

Dean ahora estaba totalmente furioso, echando humo, ya no había razón para contenerse. "Vale, ¿quieres que te diga lo que pienso? ¿Es eso lo que quieres?" gritó. "Para empezar, si hay una 'presencia oscura' siguiéndome, ¿por qué no te encargas simplemente de ella? ¿Crees que puedes presentarte en mi vida, soltarme alguna mierda críptica y largarte de nuevo? No funciona así, Cas, hace tiempo que no, y estoy hasta los cojones de luchar. ¡Hasta los cojones! Así que si esa cosa te está tocando las narices, ve a matarla tú mismo. O si no, deja que venga y me atrape."

"Deja de mentir," replicó Cas en esa voz grave y monótona, con expresión dura. "Estás ansioso por una pelea. Estás intentando empezar una conmigo ahora mismo."

"¿Yo estoy intentando empezar una pelea? Oh, fantástico. viniste a , retrasado." Una risa amarga, histérica, emergió de Dean, y luchó por dominarla, transformándola en un gruñido. "¡Quédate fuera de mi vida, Cas! Quédate fuera de mi cabeza, de mis sueños, ¡y de mi maldito jardín trasero!"

Cas ladeó ligeramente la cabeza. "No es realmente tu jardín trasero, ¿verdad?"

Fue la gota que colmó el vaso. Dean se lanzó hacia Cas con un ruido salvaje y empezó a golpearle en el pecho, demasiado furioso para que le importara que eso no moviera a Cas ni un ápice, que Cas fuera un ángel de maldito acero. Simplemente siguió pegando y pegando, ensangrentándose los nudillos contra la caja torácica de hierro de Castiel.

"Basta," dijo Castiel calmadamente, como si Dean no estuviera intentando activamente destruirle. "Te estás haciendo daño."

"¡Me da igual!" soltó Dean, y le mortificó sentir anegársele los ojos. El dolor físico era mucho más puro, crudo y limpio que el dolor infectado de su corazón. Podía manejar esa clase de dolor. Esa clase de dolor era un viejo amigo.

Entonces Cas le asió las muñecas en un agarre firme. "Basta." Y entonces el dolor se había desvanecido. Los nudillos ensangrentados volvían a estar limpios, la piel intacta. El maldito bastardo había curado a Dean.

"¿Con que así son las cosas?" demandó Dean, incrédulo. "¿Tú puedes apalizarme pero a mí no se me permite apalizarte a ti?"

Los ojos de Cas brillaron fríos y oscuros. En un instante, Dean estuvo inmovilizado contra la pared por los hombros, la cara de Cas a un pelo de distancia de la suya. Le subió un escalofrío por la espalda. Ah, cierto, Cas vuelve a ser un ángel con todas las de la ley. Puede machacarme de lo lindo.

"Yo no te apalizo," gruñó Castiel, brusco y peligroso, tan cerca de Dean que éste sintió la vibración de su profunda voz tanto como la oyó, sintiendo el aire caliente de su respiración en la cara. "Fue una vez. Estabas siendo un idiota temerario y desagradecido y necesitabas que te inculcaran algo de sentido común. No es culpa mía que la violencia sea el único idioma que parezcas entender." Le mantuvo la mirada a Dean un tiempo más. "Me provocaste, y perdí el control. Por aquello, lo siento. No volverá a pasar."

Y tal vez fue esa promesa, o amenaza, o lo que fuera, sonando como un desafío; tal vez fue el cuerpo de Cas presionado contra el suyo, haciéndole el cerebro un lío. Tal vez Dean al fin se había roto. Pero en ese momento, todo en lo que podía pensar era en besar a Cas. Supuso que Cas fliparía y le soltaría, largándose sin una palabra y dejándole ser. Así que se sacudió hacia delante para cerrar el espacio entre sus labios y le metió a Cas la lengua hasta la garganta, impetuoso y violento, preparado para un puñetazo indignado en la cara.

No estaba preparado para la manera en que Cas gimió y le presionó con más fuerza contra la pared, devolviéndole el beso y deslizando una pierna entre las de Dean, moviendo las caderas y joder si eso no se la puso dura, más excitado de lo que había estado en semanas. Dean besaba brutalmente, con ira, usando los dientes mucho más de lo necesario, y tanteaba a Cas bruscamente, no muy seguro de cuanto tardaría Cas en renunciar e irse y tratando avariciosamente de sacar el máximo partido al momento. Cas solo gemía y jadeaba, "Dime lo que piensas Dean." No fue hasta que mordió el cuello de Cas, fuerte, lo suficiente para dejar una marca, y la vio curarse ante sus ojos, que lo entendió.

Cas era un ángel. Cas podía soportarlo. Dean podía desquitarse con él.

Así que lo hizo.

* El Club de los Cinco: Originalmente The Breakfast Club, película en que cinco chicos y chicas de instituto sin nada en común se ven forzados a pasar varias horas juntos en una detención y descubren que en realidad tienen más en común de lo que pensaban, pero no saben si su amistad podría darse fuera de la detención ya que fue lo que les obligó a pasar tiempo juntos.

** Little League: Equipo junior de baseball.