LA APUESTA

Ya estoy aquí! Debo decir que las votaciones han sido muy ajustadas, pero la ganadora, por tan sólo un voto, ha sido la opción... *redoble de tambores* … 3!

Os recuerdo el argumento: Blaine y Quinn son co-capitanes de las animadoras, co-líderes de New Directions y co-presidentes del Club del Celibato. Ella por su religión y él porque cree que el sexo sólo debería ser una demostración de amor y no hay nadie que pueda conseguir que sienta algo tan fuerte. Eso los convierte en los objetivos obvios para Sebastian y Puck, que disfrutan cuando consiguen llevarse a una conquista a sus camas pero, sobretodo, cuando esa conquista es virgen. Los dos jugadores de fútbol americano harán una apuesta para ver cuál de los dos es el primero que consigue su objetivo. Tendrán que demostrar que lo han conseguido, su palabra no es lo único que vale en esa situación.

Sé que hay muchas versiones de este argumento (cine, fics...) y él mío será uno más en la lista pero voy a intentar buscarle otros aspectos... Espero sorprenderos en algún momento (me gusta que no os esperéis los giros que les doy a las historias).

Advertencias:

Habrá escenas de sexo entre dos hombres... ¿Hacía falta que lo mencionara?

Voy a intentar no ser muy dura con ningún personaje pero hay un malo en esta historia

Quick es algo secundario, esta historia es Seblaine

Se van a tratar temas delicados. Habrá escenas o menciones de abusos, maltrato, depresión, intento de suicidio, trastornos alimenticios... Voy a intentar tratarlos de la manera más suave posible.


CAPÍTULO 1: EL PRIMER DÍA

Un nuevo curso comenzaba en el William McKinley High School y cada alumno lo comenzaba de manera diferente, aunque todos con cierta ilusión por lo que les depararía ese año. Ese era el caso del joven de cabello negro y ojos color avellana que caminaba muy seguro en su uniforme de animador. Ese era su último curso y pensaba hacerlo memorable.

Todos los alumnos lo miraban y él lo sabía. Era una de las consecuencias de ser capitán de los Cheerios y New Directions, ambos campeones nacionales durante los tres años anteriores, en los cuales él había participado activamente. Esperaba repetir ese éxito ese año, como mejor carta de presentación para ser aceptado en UCLA. Su sueño era ser cantante y había elegido Los Angeles como lugar para intentar hacer ese sueño realidad.

Varias chicas le sonrieron coquetas e incluso alguna le guiñó el ojo. Sabía que podría elegir a cualquiera de ellas para ser su pareja pero a él no le interesaba... Desde que tenía 12 años sabía que era gay y tardó seis meses en salir del armario públicamente. Había homófobos que lo miraban de manera desagradable, pero el McKinley se había convertido en un lugar seguro. Había varios gays y lesbianas y todos ocupaban puestos de gran popularidad, por lo que no había acoso por ser homosexual, el acoso sólo se producía hacia los nerds.

– ¡Blaine! – El moreno enseguida reconoció la voz de Quinn, su amiga y compañera en muchos clubes. Se volvió y la vio acompañada de sus inseparables Brittany y Santana.

– Hola, chicas. Veo que el verano os ha sentado genial. – El ojimiel sonrió galante mientras ellas se acercaban a él. La ojiazul le dio un beso en la mejilla mientras que las otras simplemente sonrieron. Pierce era mucho más cariñosa que las otras.

– Mejor que el tuyo seguro, Hobbit. Mis padres me mandaron a casa de mi abuela. Puedes imaginarte, playa, chicas guapas... – La latina presumió.

– Yo no fui a ningún lado porque Lord Tubbington estaba en desintoxicación y tenía que vigilar que no fuera a comprar drogas. – Brittany informó y los otros la miraron durante unos segundos antes de volver a la conversación.

– Yo me fui a Europa con mis padres... ¿Tú? – Fabray fue más políticamente correcta, como siempre.

– No he salido de Lima. Ha sido un poco aburrido, la verdad. – Anderson admitió.

– Al menos habrás podido estar con boca-trucha. Sus padres no tienen dinero ni para que se compre unos calcetines, por lo que dudo que haya estado fuera. – Lopez añadió y Blaine decidió ignorarla. Era cierto que los Evans estaban pasando por problemas económicos pero eso no significaba que ella pudiera insultarlos así. Sin embargo, no quería una discusión con la joven, por lo que decidió dejarlo pasar.

– No lo he visto mucho... ¿Sabéis donde está? – El moreno decidió preguntar.

– Lo he visto entrenando en el campo de fútbol hace unos minutos pero creo que habrá ido a las duchas para llegar pronto a clase. Estaba casi todo el equipo, al parecer, quieren empezar a entrenar cuanto antes para ver si así pueden ganar de una vez el campeonato nacional. No quieren seguir sintiéndose humillados por "sus animadoras". – Quinn, a pesar de que parecía dulce, era realmente mordaz y maliciosa cuando quería.

– Voy a buscarlo... Nos vemos luego. – El ojimiel dejó a las chicas allí para ir a buscar a su mejor amigo.

Sam Evans (boca-trucha para Santana) era el mejor amigo de Blaine y el único que conocía su gran secreto. Siempre lo había apoyado sin importar nada, incluso cuando había brotes homofóbicos cuando había llegado al McKinley. Muchos seguían pensando que eran pareja, pero el rubio era heterosexual y llevaba dos años enamorado de Brittany, pero no se había atrevido a lanzarse a pedirle una cita.

El moreno no lo pensó, simplemente entró en el vestuario masculino. Todos los jugadores lo miraron y varios silbaron. Había alguno gay y siempre se comportaban como adolescentes salidos cada vez que veían a alguno de los chicos que formaban parte de las Cheerios. El uniforme marcaba su trasero tanto que no podía llevar calzoncillos. Tenía que llevar tanga para que no se le marcaran las costuras (exigencias de la entrenadora Sylvester). Todos lo sabían y eso aumentaba las fantasías de los jugadores gays, que deseaban quitarles el uniforme para verlos con ropa tan sexy.

Sin embargo, ninguno había conseguido su objetivo con Blaine. El joven era muy tímido y creía en el amor, por lo que no se entregaría a nadie sin sentir algo. Era virgen y no temía reconocerlo, por algo era el presidente del Club del Celibato (junto a Quinn). Sólo había dado un beso, a Sam, cuando tenía quince años, porque no quería entregárselo a alguien que después olvidaría. Prefería que lo tuviera su mejor amigo.

– ¡Blaine! ¿Qué haces aquí? – El rubio lo recibió en sus brazos en cuanto lo vio. El moreno inspiró con fuerza, viéndose reconfortado por su olor, estaba recién duchado. Para su fortuna, ya se había vestido, de lo contrario ese gesto habría sido algo incómodo. Todos observaban el abrazo y nadie entendía que dijeran que sólo eran amigos. Nadie entendía esa amistad.

– Vine a verte. ¿Qué tal estos días? – Aunque ambos habían estado en Lima en verano, el ojiverde había estado trabajando mucho para ayudar a sus padres.

– Agotadores... ¿Tú? – El ojiverde preguntó.

– Aburrido. ¿Estás preparado? – Anderson quiso saber.

– Sí... ¿Qué clase tienes ahora? – Evans se levantó para salir del vestuario.

– Historia.

– ¡Genial! Yo también.

Los dos empezaron a caminar pero fueron interrumpidos por Sebastian, el Quarterback del equipo. Les bloqueaba el paso por lo que no podían salir. Sam se cruzó de brazos y frunció el ceño, Smythe no le caía muy bien. Además, lo quería muy lejos de Blaine. No por celos, él no sentía nada por su mejor amigo. El problema era que sabía como trataba a los hombres el castaño y era lo que menos quería para él. El rubio sabía que trataba a los hombres como objetos y que sólo le interesaba el sexo. Y eso no era lo que Anderson necesitaba, ya tenía demasiados problemas.

– ¿Qué quieres Smythe? – Blaine se mostró muy seco, no sentía mucha simpatía.

– Yo también tengo historia... ¿Me esperas y vamos juntos? – Sebastian preguntó coqueto. El moreno puso los ojos en blanco.

– ¡No!

– Vamos cariño... Sé que te mueres por estar contigo y que el único motivo por el que estás en el Club del Celibato es porque crees que no puedes tenerme pero... ¡Sorpresa! Estoy disponible, si tú quieres. – El castaño sonrió de manera presuntuosa.

– Preferiría estar muerto. – El ojimiel respondió y se escuchó varios abucheos a su alrededor, por parte de los compañeros de equipo del otro, que estaban escuchando la conversación.

– Lo entiendo, te gusta hacerte el difícil... Puedo lidiar con eso. – Smythe no se dio por vencido.

– ¡Piérdete! – Anderson lo empujó con fuerza para apartarlo y así poder salir del vestuario. Sam le dirigió a Sebastian una sonrisa burlona antes de seguir a su mejor amigo, orgulloso de que las cosas fueran así.

Los dos amigos fueron a su siguiente clase, sin volver la vista atrás. A ninguno de los dos les interesaba saber lo que pasaba en ese vestuario.