TROUBLE
Parte I
Con Namjoon somos amigos desde el preescolar. Nuestras vidas coincidieron hace 12 años, nuestras familias nos matricularon en el mismo colegio privado donde este año vamos a terminar – al fin – la escuela. La primera vez que lo vi me llamó mucho la atención, todavía lo recuerdo: era un chico gordito, asiático, muy risueño y gentil. La química fue instantánea, tengo fotos con él desde los 5 años en adelante. Nuestras familias se conocen desde esa época, por lo que pareciera que incluso somos familia.
No fue sino hasta los 8 donde tuvimos una conversación relativamente profunda acerca de su ascendencia y cultura. Para su madre y padre no fue fácil llegar a un país de Latinoamérica, donde evidentemente de buenas a primeras no encajaban. Fue el primer y único paso de parte de ellos para exponer a Namjoon a nuestra cultura. En todo lo demás, sólo se relacionan con otros surcoreanos.
Namjoon recibió un poco de bullying cuando éramos pequeños, pero todo acabó cuando cumplió 13 años. Ese año llegamos al colegio y él era otra persona. Había crecido un montón, estaba súper alto, más marcado, más guapo. Comenzó a gustarle el rap y hiphop, y la verdad es que es muy talentoso. Hacía gala de su personalidad extrovertida y siempre estaba con chicas. Sé que tuvo su primera relación sexual poco después de los 14, y de ahí ya no se detuvo. Somos muy amigos, inseparables. Nos vemos todos los días en el colegio, todos los días llegamos y nos vamos juntos, y los fines de semana, al menos un día, salimos a pasear un rato o vamos a nuestras casas.
Sin embargo, este año ha sido diferente. Durante el verano no nos vimos, él fue a Corea del sur con su familia, y se quedó allá casi los dos meses de vacaciones. Cuando volvió algo pasó. Por primera vez estaba nerviosa de verlo, me sentía ansiosa. Lo fui a esperar al aeropuerto, y al verlo aparecer sentí un calor distinto. No era felicidad por ver a mi amigo, casi hermano. Era excitación. Incluso me da un poco de vergüenza reconocerlo. Recuerdo que lo vi de lejos, venía vestido con su estilo típico, un gangsta mitad deportivo mitad hípster. Él odiaba cuando le decía eso, pero era inevitable pensarlo, sobre todo cuando se ponía sus anteojos en las clases.
- ¡Hey, bebé! – gritó con su voz grave. Su sonrisa era amplia y se le marcaban las margaritas en las mejillas.
- ¡Bro! – le contesté yo. Aquello era una broma interna. Él se burlaba de mí diciéndome "bebé" porque consideraba que yo tenía una percepción muy romántica/cursi del amor, y decía que si tenía un novio le iba a llamar así. Y yo le llamaba "bro" porque cuando se reunía con Hoseok y Suga, unos de sus amigos coreanos que también gustaban del rap y hiphop, se saludaban así.
Nos abrazamos. Él no era de abrazar, pero lo fui acostumbrando de a poco. Me gustaba mucho hacerlo, él es más alto que yo, su espalda se siente ancha e imponente, además de que su cuerpo siempre está tibio. Él solía estrecharme un poco, a veces se le pasaba la mano y me dolían las costillas, y era en esas ocasiones donde lo regañaba y le tiraba un poco del cabello, a lo que él se reía. Unas amigas me decían los chicos estrechaban el abrazo para sentir más los pechos, o para rozar su paquete, pero yo no estaba segura si esa era su finalidad real, y claramente no se lo iba a preguntar.
- Ya llegó por quien llorabas, bebé.
- Y donde está que no lo veo, ¡ah!, ¿eres tú?
- Ja ja ja, muy graciosa, no te hagas la tonta, hasta te sonrojaste.
Probablemente era cierto. Sentía una adrenalina que jamás había sentido por él antes. Ansiedad. Se me estaba secando la boca. "¿Qué mierda me pasa?" pensé. Nos subimos a un taxi, él viajaba solo generalmente. Sus padres se iban a quedar más tiempo en Corea, por lo que la casa la tenía para él solito. Ya me estaba imaginando el tipo de fiestas que iba a montar.
- ¿Estuviste haciendo ejercicio este verano?
- No, ¿por qué?
- Tu culo… - hizo un gesto técnico con sus manos, como si estuviese agarrando algo que le gustaba mucho.
Me reí, y le hice el gesto para que se callara. El chofer del taxi nos miró por el espejo.
- ¿Por qué siempre tienes que fijarte en eso?
- Es inevitable, bebé.
Su voz sonaba tan… ¿sexy? Nunca había pensado que algo de Nam fuese sexy. Digo, somos amigos, casi hermanos. Todo esto era muy raro, y lo peor es que no tenía con quien hablarlo. En el colegio sólo tenía dos grandes amigas, y a ambas les gustaba Nam, ¿cómo iba a decirles que ahora a mí también? De hecho, sabía que a muchas chicas yo les caía mal, precisamente porque andaban a la siga de él.
Llegamos a su casa muy rápido. Nos bajamos del taxi y esperé a que encontrase la llave.
- La puta madre, no la encuentro en mi maleta.
- ¿No la tendrás colgada en tu pantalón?
Nam tenía puesto un hoodie muy largo, por lo que le tapaba gran parte del pantalón.
- No recuerdo, a ver…
Se levantó el hoodie para descubrir su pantalón y así ver si estaban enganchadas las llaves a la cadena que siempre llevaba encima. Pero se levantó más de la cuenta. "¿Desde cuándo que tiene sixpack?" pensé. Se me hizo agua la boca y sentí que me volvía a ruborizar. Nam abrió la puerta y entramos. De pronto, la idea de estar a solas con él me erotizaba. Lo seguí hasta su habitación, tiró la maleta y la abrió.
- Te traje esto.
- Awwwww, que ternurita – le dije, burlándome un poco.
- ¡Hey! No te burles, o si no me lo quedo.
Me reí y lo recibí, me senté en la cama para abrir el regalo. Él se sentó a mi lado. Era una caja roja, él sabía que era mi color favorito. La abrí.
- No…
- ¿Qué?
Una vez de pequeños, fui a casa de Nam. Era la primera vez que nuestros padres se conocían. En esa época, cuando ambas parejas eran muy jóvenes, organizaron una comida y nos reunimos. Yo corrí por toda la casa, arrancando de Nam. Recuerdo que me llamó mucho la atención una muñeca de madera muy linda que había en una repisa. La quise tomar, pero la madre de Nam me detuvo, me explicó que era su muñeca, y que se le había regalado su abuela antes de salir de Corea.
- ¿Lo recordaste hasta ahora?
- Pues claro, nunca se me olvidó la cara que pusiste cuando la viste.
- Pero han pasado como 12 años…
De pronto sentí un beso en la mejilla. Nam se había acostumbrado a que a las personas que se les tenía aprecio había que saludarlas o despedirse de beso en la mejilla, pero este beso era distinto. Yo lo sentí distinto, duró más tiempo que lo regular, y era más intenso.
- Feliz cumpleaños, bebé.
- Pensé que se te había olvidado.
- Me ofendes, en serio.
- Ya, no es necesario que llores.
- ¡Hey! ¿Por qué eres pesada conmigo? – hizo puchero de broma, yo le apreté las mejillas – ¿pensaste que se me iba a olvidar que tan solo te falta un año para cumplir 18 y ser legal?
Me acarició el cabello, a veces lo hacía. En general era muy torpe con su cuerpo, son innumerables las ocasiones en que por estar jugando me pasó a golpear. Una vez estábamos en su cama jugando a la lucha libre, debe haber sido el año pasado, y Nam me hizo una llave que terminó por dejarme un pecho con un moretón. El golpe me había dolido muchísimo, no sé qué cara puse pero Nam se preocupó mucho. Él lo niega, pero estoy segura que hasta una lágrima soltó esa vez.
La tarde pasaba muy rápido cuando estábamos juntos. Veíamos alguna película, o jugábamos videojuegos, o simplemente conversábamos e intentábamos arreglar el mundo. No me di cuenta y ya había anochecido. Nam se ofreció a llevarme a casa, su papá le había regalado un auto cuando cumplió los 16, y a pesar de que manejaba un poco mal, nunca tuvimos ningún accidente.
- Pasaré a buscar a Suga y a Hoseok primero, ¿no te molesta?
- No, claro que no. De hecho los extraño un poco, hace meses que no los veo.
- Al único que puedes extrañar, es a mí.
Me di vuelta y me reí en su cara. A veces tenía esas salidas de pseudo macho protector. Pasó por los chicos en una plaza y se subieron.
- ¡Bro! – dijo Hoseok – ya, no te rías.
- Lo siento, es inevitable.
Cada vez que se saludaban así me era imposible no aguantar la risa. Si alguien los viese pensarían que eran mafiosos o algo, pero estaban más cerca de ser pancitos dulces. Suga y Hoseok eran muy cercanos a Nam, se conocían de pequeños y compartían la misma cultura. A pesar de que no íbamos en el mismo colegio, y que nos veíamos de manera espaciada, yo les tenía mucho cariño. Eso sí, Nam me había advertido que para los coreanos, a diferencia de los latinos, ser muy cercano a una mujer, abrazarla, tocarla y besarla, aunque fuese como amigos, no iba a ser entendido así, por lo que mantenía cierta distancia.
- ¿Llegaste recién, no? – preguntó Suga.
- Sí, me bajé del avión y fuimos a casa un momento.
- ¿Y tus padres? – preguntó Hoseok.
- En Corea.
Suga le dijo algo a Nam, pero se lo dijo en coreano así que no entendí nada. Pero lo que le dijo le dio vergüenza, porque se rió de manera nerviosa y se ruborizó un poco. Aquello era en extremo raro. Nam no tenía vergüenza.
- Ya les he dicho que odio que hablen coreano cuando estoy presente.
- Ya, no te enojes – dijo Hoseok, aguantando la risa, igual que Suga. Pero no se reían de mí, sino de Nam.
- ¿Y tú por qué te sonrojas? – le pregunté.
- Nada, bebé.
- Hey, Namjoon, ¿por qué no le ofreces clases particulares a tu bebé, para que entienda nuestras bromas?
- Ni muerto.
Se volvieron a reír.
- ¿Y por qué no?
- Hay cosas que no es necesario que sepas.
Los tres se rieron. Yo no entendía coreano, pero desde hace un tiempo venía escuchando una palabra. No podría decirla, pero si recordaba como sonaba. Era una palabra que siempre escuchaba cuando Nam estaba junto con Hoseok y Suga. Me provocaba tanta curiosidad saber qué decían, pero apenas era capaz de aprender inglés. Cerca del colegio había un instituto que impartía clases básicas de coreano, ¿y si pasaba a preguntar allí?
No me di cuenta cuando ya estaba afuera de mi casa.
- Dale mis saludos a tu mamá y papá – dijo Nam.
- Seguramente van a preguntar por qué no quisiste pasar a charlar un rato.
- No puedo, bebé, tengo otras cosas que hacer.
Nos despedimos de un abrazo y un beso en la mejilla. Siempre que hacíamos eso, y estaban Suga y Hoseok, se reían y volvían a hablar algo en coreano.
- Ya paren, en serio.
- ¿Y mi beso? – dijo Suga.
Nam le atestó un golpe en el estómago. Debió haber sido de broma pero sonó fuerte.
- No hace falta que se maten, adiós chicos.
Entré a la casa, iba a cerrar la puerta detrás de mí, pero me di cuenta que el auto aún estaba afuera. Al parecer a Suga le había dolido el golpe y Nam, entre risas, se disculpaba. Algo me decía que me iba a sentir mucho más clara respecto de lo que yo sentía, y respecto a aquello por lo que los chicos molestaban a Nam si iba a consultar a la profesora de coreano del instituto. Mañana era el primer día de vuelta a clases, nuestro último año, y el instituto quedaba en la esquina frente a nuestro colegio.
Ya estaba decidido, pero ¿y sí lo que esa palabra significaba cambiaba las cosas?
¡Muchas gracias por leer hasta aquí! Tengo pensada esta historia como +18, cualquier comentario es bien recibido .
