Siempre me he preguntado cómo sería este momento para John y tengo tantas versiones que me es difícil elegir una. Hoy he escrito ésta, aunque podría haber escogido otra, pero no lo he hecho, aunque en un futuro lo haré. Es un vistazo rápido, corto y a grandes rasgos del huracán de sentimientos por el que John debió haber sido arrollado en su primera visita al apartamento después de Reichenbach.
...
John estaba frente la puerta. La dirección se había emborronado aunque las llaves encajaban. Uno. Dos. Tres segundos y abrió la puerta. El olor del olvido lo golpeó, robándole el aliento y la fuerza que sujetaba sus huesos. Notaba su mente apagarse, sentía su alma aferrarse a sus hombros. Dió un paso tembloroso y la puerta se cerró a su espalda. Las escaleras se retorcieron mientras John buscaba apoyo en la paredes que se derrumbaban. Cada escalón gemía con el peso de su alma que vagaba hasta la puerta superior. Volvió a nublarse su vista, un bloque invisible lo aplastaba. Pequeño y triste. La puerta cerrada y el corazón remendado. La puerta gritaba y el salón callaba. El alma hecha un nudo en las costillas de John resbaló hasta el suelo, al igual que un pañuelo que ondea perdido hasta el fondo de un barranco. Sus rodillas le fallaron, como lo hicieron las lágrimas secas y desaparecidas que consiguieron quebrarlo. Su boca abierta en una sorda mueca de dolor. Su rostro pálido como la mortecina luz que rasgaba la habitación. Polvo al polvo de las estanterías. Incontrolables temblores tomaron su cuerpo y los recuerdos rieron caóticamente en su cabeza. Mirada borrosa, el suelo lo abrazó. Como un niño, John acurrucó su cuerpo y cerró los ojos. La oscuridad no lo aguardaba, solo sentía la luz del sol quedándole, quemando su alma desmadejada en el suelo. Cenizas a las cenizas de su corazón. Sentía los puntos rotos de sus heridas. Sangre espesa lo ahogaba, le impedía respirar, manchando todavía aquella calle tintada. Y no podía moverse. Mientras caía, no podía moverse. El silencio de aquella mañana de abril era testigo del temblor de su espalda. Y él que creía que no sentía nada.
...
