En última instancia, Hans es salvado por Elsa de ser condenado a muerte. Pero recibe otro castigo aún peor para alguien tan ambicioso como él. Desterrado y no grato en ninguna de las naciones, Hans busca refugio en los mares, dejando atrás sus títulos y su identidad. Solo hay una cosa que no le abandona: su codicia. Pasa de ser un noble almirante a ser el pirata más conocido de los siete mares.Y por algún motivo la reina de los hielos, la misma mujer que lo destruyó una vez, necesita ahora su ayuda.
Capítulo 1: Pluma de cuervo.
Hay algo extraño en esa pluma.
A simple vista parece normal. Una pluma de ganso cualquiera, bien tallada y bien cuidada, con barbas reducidas en forma parcial.
Nada de interesante, pero aún así, atrayente para mi.
La veo bailar entre los dedos del ayudante de mi sentenciador. Supongo que está tomando nota de mi caso, el primer y único caso que ha sido llevado ante la justicia con un apellido como el mío.
Un apellido de casa real.
Ese dato es nimio para mi ahora. Nada de lo que acontece aquí y ahora me es de interés. Mi atención está magnéticamente ligada a ese cálamo ahora mismo.
.-SeñorWestergaard, se le acusa por traición, por el intento de asesinato y por usurpador de la corona de Arendelle.-Me dicta el juez con tono grave. Quizás atribuyendo mayor significado a esas palabras o quizás tratando de infundirme conocimiento de lo espinoso que está el asunto. Me es irrelevante, sinceramente.- ¿Cómo se declara?
Río en mi interior. No lo externalizo pese a que muero en ganas de hacerlo. El lugar de eso me limito a responder a lo que me pregunta.
.-Culpable.
Me mira con expresión severa a la vez que oigo, tras de mi, algunas exclamaciones que se pierden en el aire.
Por algún motivo, comprendo y no me sorprende tal reacción. He estado cerca de hacerme con la corona y el reino entero con un arma tan simple e insignificante pero, a su vez, poderosa y destructiva: La mentira y el engaño.
No le atribuyo importancia a opiniones ajenas a mi. Si desean pensar que también iba a mentir frente a juez, por mi está bien.
El juez levanta el martillo y lo abraza en su puño. Está por dictar mi veredicto.
Pero yo ya se cual es.
.-Debido a los atroces actos cometidos contra su majestad, la reina Elsa de Arendelle, y su alteza, la princesa Anna de Arendelle, este tribunal te condena, Hans Westeguard de las Islas del Sur, a pena de muerte por orca.
La sala entra en caos. Percibo movimiento a mi alrededor, pero no le doy importancia. Yo solo puedo observar, frente a mi, esa extraña pluma.
¿Qué tendrá?
Me mantengo atento a su forma y no me inmuto por los golpes asestados con el martillo por el juez que acaba de sentenciarme.
.-¡Orden!- Exige golpeando con más fuerza.
Pese a que no guardo interés por saber de dónde vienen los gritos (varios de ellos parecen cantar en victoria por un juicio justo), distingo a mi madre suplicando por mi vida. Ruega a mi padre (intuyo que será él) para que cancele de algún modo el dictamen.
Pero no escucho una sola voz varonil en respuesta. No oigo a mi padre, y no es que lo esperara tampoco... Ningún hermano mío grita, habla o murmura. No dejan escapar un solo sonido de sus labios.
El sentimiento me es indiferente. De igual modo que yo lo soy para ellos.
Para sus ojos...
No.
Para ojos del mundo entero, yo solo soy la oveja negra en un rebaño pulcro. Soy la variante negativa en la perfección. Yo soy la pequeña ramificación que conduce directo a un sendero pecaminoso. Yo soy un error de la naturaleza.
Yo soy... HansWestergaard. El decimotercero en la línea de sucesión. El único varón de familia de sangre real el pisar ese estrado para ser condenado a muerte.
El número 13. El maldito, sostenía mi abuela.
Bajo mis párpados y acomodo mis manos como mejor me lo permiten las esposas que las aprisionan tras mi espalda.
.-¡Silencio!-Reclama nuevamente el juez.
Ellos dicen no comprenderme. Alegan que yo soy distinto. Yo se que mienten.
Todo ser humano se asemeja a mi. No soy diferente a ellos, por mucho que se nieguen a aceptar una realidad tan evidente.
¿Que por qué hice lo que hice?
Es tan sencillo como la mente humana en si, solo que yo lo acepto.
El poder estaba a mi alcance y yo iba a tomarlo. Por mucho que lo nieguen los humanos no somos tan inteligentes. Se me cuestiona por un sencillo hecho innegable, y es que somos un virus para este mundo. Los que no tienen señalan a los que sí tenemos, nos señalan con el dedo cuando, en realidad, ellos nos envidian. Desean ser como nosotros.
La corrupción nos puede, se hace con nosotros, nos consume, nos devora. Mi situación está siendo incriminada cuando la triste verdad es que por sus mentes, por sus sucias y tramposas mentes, también se les habría cruzado la tentadora idea del poder. Y más si se les hubiera presentado como a mi, en bandeja de oro.
Una monarca frágil, débil, desertora y encima bruja. Una princesa inútil, ingenua que antepone un infantil enamoramiento a las necesidades de su propio reino.
¿Quién se encargó del pueblo en ausencia de las dos inútiles hermanas reales?
Fui yo.
Y es triste que mientras existe gente como yo, esté al mando gente como ellas. Yo no solo ambiciono una corona sobre mi cabeza, también he deseado velar por un pueblo que podría haberme pertenecido.
Se me juzga hoy por un fraude que he cometido, pero que de haberse llevado a cabo, habría repercutido positivamente en el futuro. Porque yo sí habría podido dirigir correctamente ese reino, porque la corona estaba en mis manos y porque cualquiera en mi lugar habría sembrado dudas en su conciencia de si tomar o no el poder.
Y ese solo pensamiento fugaz ya los hace igual a mi. A todos ellos. Mi pecado no ha sido los actos que he cometido. Mi único pecado ha sido el de ser descubierto antes de tiempo, a escasos metros de la meta.
Vuelvo a fijar mi vista en esa pluma de ganso.
"Tan solo eso", pienso. "Tan solo necesito una herramienta. Algo que no levante sospechas. Algo tan fútil y humilde como una pluma de ave."
Y entonces seré libre.
No necesito a ninguno de mis hermanos, ni a mis progenitores. Puedo bastarme yo solo para encontrar, en este lugar y ahora, algo que pueda utilizar en mi beneficio. Un detalle.
.-Espere, su señoría.-Oigo de repente una voz femenina. Determinante pero a su vez delicada. La reconozco. Ha logrado apaciguar el resto de voces a la vez que se ha hecho con mi completa atención.
.-Tengo algo que objetar, su señoría.- Precisa mientras la veo andar y colocarse entre mi y el juez.
Rubia, alta, esbelta. Vestida con el mismo vestido oscuro de su coronación, recta y erguida, muestra una seguridad que yo se que no posee.
Y lo se porque miro sus manos y las veo escondidas, bajo esos guantes.
"Temes aún de tus poderes y del mundo."
Su apariencia engaña. Esta mujer es muy parecida a mi. Ambos nos ocultamos bajo mascaras y ambos hemos sido cuestionados y repudiados al mostrar nuestra verdadera identidad.
Nuestra autentica naturaleza.
Sin embargo, nos diferenciamos en nuestras posiciones y circunstancias. Yo soy el juzgado y ella la víctima de"todo".
Una bruja defendida por el pueblo.
La veo unir sus manos enguantadas y entrelazar sus dedos con nerviosismo. Se dispone a hablar, o eso veo reflejado en su inseguridad. Una bruja, reina del hielo, una cría. Al mando de Arendelle, y con pánico a hablar en público.
Es de risa.
.-Su señoría.-Retoma.-No puedo permitir que se concluya este juicio sin añadir un par de comentarios de vital importancia.- Dice mientras me mira significativamente.
No se lo que pretende y por lo tanto, aprovechando que mantiene su mirada fija en mi, encorvo una ceja. Le estoy cuestionando indirectamente qué coño cree estar haciendo. ¿Acaso no está satisfecha? Tal vez pida el honor de estar presente y en primera fila el día que me cuelguen.
Porque engañará a muchos, pero yo sí la conozco. Somos igual de monstruosos para la sociedad, tanto yo como esta bruja del frío.
Me huye con los ojos y los dirige tras de mi, a alguien que parece estar sentado entre los presentes. Guío mi mirada y la enfoco allá donde la soberana apunta la suya para ver una mata de pelo pelirroja recogida en dos trenzas. Comprendo. Entrecierro los ojos, elevo una aletilla de mi nariz y muestro visiblemente mi descontento.
Anna.
La veo que asiente a su hermana con la cabeza. Infundiendo algo de valor, supongo. Estas muestras de apoyo me parecen muy patéticas y absurdas. Aquí el colgado voy a ser yo.
El juez le otorga la palabra a la soberana de los hielos.
.-Señoría, es cierto que este hombre ha atentado contra mi pueblo y mi familia.-Anuncia dirigiéndome una mirada perdida.- Pero también se trata del mismo que protegió al pueblo en mi ausencia, y el mismo hombre que me ha salvado la vida en una ocasión.
Los murmullos se realzan y opacan la voz de Elsa.
La pluma ha quedado en segundo lugar, ahora es esta mujer quien se ha apoderado de interés absoluto. El mío y el de la multitud, al parecer.
Todos han estallado en gritos. Hablan sin respetar turnos, crean una masa de voces que me viene como un molestoso zumbido a alto volumen. Solo deseo que cierren sus malditas bocas.
.-Soldados de Weselton trataron de dispararme con sus ballestas.-Narra la albina conforme la multitud se va apaciguando.-En más de una ocasión.- Asegura.- Una de las flechas iba a impactar contra mi de forma definitiva. Mas fue el señor Westergaard quien desvió dicha flecha. Por ende que me salvara la vida.
La disconformidad es absoluta.
Y yo. Yo sonrío.
Ahí está. La pluma que precisaba.
Solo que ésta no es de ganso. La pluma que me ha tocado es de cisne.
Desde mi posición, a espaldas del público, puedo asegurar que la única conforme con esta declaración de última hora es mi madre.
Percibo que la propia Elsa está descontenta de haber saltado en mi defensa, pero claro, debe mantener frente a todos esa máscara de bondad pura. Casi tanto como su poder, la nieve.
No la culpo.
Analizándolo bien, me parece muy inteligente y sabia su decisión. Puedo sonar interesado, pero no es por el hecho de que me beneficie directamente. Sino que cualquier acto que provenga de ella será mirado con lupa por el resto de naciones. Si da una imagen ofensiva como la que estaba a punto de dar ahora, mandándome a mi (un miembro de la realeza) a matar, será vista de otro modo y la bondadosa reina de las nieves pasará a otro plano.
La peligrosa bruja de Arendelle. Una amenaza.
Y creía que las rubias eran tontas. Quizás ésta se salve.
.-Pido que por lo tanto, se reconsidere la pena del príncipe Hans y se le establezca otro sistema de castigo que no incluya la muerte del mismo.
Ha tenido que elevar la voz para hacerse escuchar. Incluso para a mi, el más cercano que se encuentra, ha supuesto una dificultad oír hasta la última de sus palabras.
Todos parecen haber estallado en cólera. Me giro y les dedico una mirada antipática. Ni la mitad de los asistentes que veo me conocen.
"No sabía lo que era la mierda hasta que os he visto hoy las caras"
El martillo vuelve a sonar y yo me volteo hacia la reina y mi juez.
Dispongo de tiempo suficiente para darme un par de segundos y contemplar a la mujer fenómeno. Ha venido desde Arendelle y me ha salvado la vida. No pienso agradecerle nada, pues ambos sabemos que este nuevo dictamen nos beneficia a ambos pero de manera interesada. Quizás no sea tan cría...
Definitivamente, no lo es.
Cuando llegué en Arendelle y me crucé con Anna, la clasifiqué para un posible plan B, un proyecto de ligue por si las cosas no salían como yo esperaba (que no surgieron). El verdadero de mis propósitos era atacar desde la raíz, y así es, yo fui a Arendelle por esta misma mujer. Elsa.
Mi plan A era básicamente ella. Pero cuando la vi en su coronación descarté enseguida esa posibilidad. Elsa no es Anna, ni remotamente parecidas. No tenía posibilidad de acercarme, incluso ahora, conociendo el mayor de sus secretos, pienso que siquiera llegáramos a vernos una segunda vez.
Habríamos entablado una conversación, eso seguro. Soy bueno introduciéndome. Claro que no habría durado mucho ya que, por su condición paranormal, me habría apartado como a su hermana y habría estado tan poco receptiva conmigo que seguro yo no habría llegado tan lejos. Tampoco estaría subido ahora mismo aquí, intuyo.
Y es una lástima.
Elsa no figura para nada en absoluto en el estándar de mujer que me gusta. Es seria, poco habladora, débil y, por encima de todo, rubia.
No soporto las rubias... Pero aún así, no logro descartarla.
La sala se ha estabilizado y el juez puede volver a hablar con normalidad, pero yo estoy más distraído por el hecho de que rechazo más a Elsa por el color de su cabello que no por su peligrosa brujería.
.-Y qué otra solución propone, su majestad.- Se dirige el legislador a Elsa, otorgándole la palabra con una señal de mano amable.
Escucho atento.
Me lo veo venir. Lo olfateo desde aquí. "Años de servidumbre como sirviente en mi castillo" o algo por el estilo. Trato de contener esa risa que amenaza con salir disparada de entre mis labios. Creen que supondrá un desprestigio para mi nombre y una vergüenza para mi ejercer tal puesto, pero realmente me importa una soberana mierda. Idiotas ellos que me darán un lecho en el que dormir y alimentos que ingerir cada día, tarde y noche.
Ya recuperaré mi honra y prestigio a su debido momento.
Ella me dirige una mirada de las "suyas". Fría, sin sentimiento, impacta en mi como un arpón. Yo a ella le dirijo una de falsa tristeza y nerviosismo. Por dentro me río a carcajadas mientras me repito que soy el mejor actor.
"Tan solo dilo ya, Elsa" pienso en mi fuero interno."Te conozco y te asemejas más de lo que crees a la inútil de tu hermana". "La misericordia va a ser su perdición."
.-El príncipe Hans abandonará una larga temporada las Islas del Sur.- Anuncia, tal y como yo ya preveía.-Y renunciará a su apellido, títulos o cargos que lo vinculen con su procedencia.-Dicta conforme me mira duramente. Aprieto la mandíbula, lo que está diciendo ya no me gusta tanto.- También quedará desprovisto de sus bienes materiales y no materiales. A partir de ahora será un hombre sin privilegios.
Yo permanezco en silencio mientras aprieto mis puños y ardo interiormente en ira. Asquerosa bruja arrogante... Odio la soltura que se trae para privarme de mis cosas con esa supremacía que está empleando.
.-¿Y a dónde irá?-Dice el juez, adelantándose a mis pensamientos.
Me enfrenta con sus ojos azules. Me está fulminando con la mirada y yo la mantengo firme, mostrando mi evidente enfado a través de mis ojos verdes.
.-A ninguna parte.-Anuncia, sin apartarme sus pupilas.-He dicho que será un hombre sin privilegios. Pertenecer a una tierra es un privilegio.
Pestañeo tres veces rápidas. La gente parece compartir mi confusión.
La reina da varios pasos a mi dirección, apoya sus palmas sobre el bordillo de madera de la barrera que me rodea. Es cuando me doy cuenta de que ya no porta sus guantes. Los ha tirado al suelo en su camino hacia mi.
Pequeños indicios de escarcha se dibujan sobre la madera pulida.
.-¿Acaso crees que te he salvado?-Me susurra en voz baja, tanto que estoy plenamente seguro que nadie más nos escucha. Acto seguido suelta una escueta risa en suspiro.-No me hagas reír, Hans Westergaard. Vas a conocer en tus propias pieles el verdadero significado de la palabra "castigo".-Me asegura con ira.- Te diré tu verdadero pecado y mayor error, Hans. El de haber osado a acercarte a mi hermana.
Poco a poco, se retira y crea más espacio, da tres pasos lentos hacia atrás.
Me ha dejado sin habla y caigo en la posibilidad de que la ira que me profesa la haya obligado a traer consigo los guantes. La veo agacharse para recogerlos, y mientras se los coloca con asombrosa naturalidad, dice:
.-De ahora en adelante, Hans Westergaard, quedas desterrado de todos los reinos y naciones. No perteneces a ningún lugar y por lo tanto, no serás bienvenido a ninguna parte. Vagarás sin rumbo fijo, y jamás te detendrás.-Sentencia con voz terminante. Me nacen unos impulsos por oponerme, pero entonces recuerdo que la siguiente vía apunta directamente a la orca. Mis elecciones están muy limitadas.-. Tienes cinco días para salir de tu país, con las manos vacías.-Me advierte con un dedo en alto.- Y sugiero que pienses bien a dónde pretendes ir a parar. Porque si me entero yo o cualquier otro monarca de que te has establecido en algún reino, se ejecutará una orden de busca y captura, orden completamente justificada debido a tu inestabilidad social y tendencias homicidas.
Nadie dice nada.
Yo no digo nada.
Con esta nueva condena, no dispongo de herramientas para retomar mi antiguo poderío.
.-Ese es tu veredicto de hoy, Hans.- Concluye la reina. Veo a Anna andar hasta posarse a su altura. Las dos me miran con cólera y comprendo que ambas habían planeado todo este circo con anterioridad.- Lo único que conservas es solo tu nombre. Cuídalo bien y hazte un favor a ti mismo para no ensuciar también eso.-Me da ese golpe bajo.
Entiendo más cosas de las que creía entender al llegar aquí.
Mientras soy arrastrado a la fuerza por dos guardias, me juro varias cosas. Juro no subestimar a ninguna asquerosa mujer nunca más, juro vengarme de todos los que me acaban de dar de lado en mi destino, mis hermanos y mi padre. Y, por encima de todo, juro que llegará el día en que estas dos hermanas desearán no haberse cruzado en mi camino.
Río por lo bajo.
Al final, la pluma de cisne ha resultado ser una pluma de cuervo.
¡Hola!
¡Soy Keyhlan, y me encanta Frozen! ¿A vosotros?
Es obvio que si, sino no me estaríais leyendo...
En fin, me encanta Hans y me encanta Elsa. Los uní y decidí crear un fic de ellos ¡tachán!
:) !
¿Creéis que debería continuarlo?
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Muchos besos y gracias por leerme.
