Los humanos eran las personas más raras del universo, carecían de voluntad y fuerza. No sabían valorar las cosas hasta que las perdían, decían palabras que ni ellos mismos entendían como "alma" y "corazón", refiriéndose a lo que ellos llamaban sentimientos. Sí, eran débiles y a su parecer, nada interesantes.

Entonces, ¿por qué aquella mujer le parecía todo lo contrario? Podría verse tonta, despistada, débil, sumisa y hasta inútil, pero, había algo que por primera vez se la había escapado a su prodigiosa mirada y eso fue: la verdadera esencia de aquella mujer.

Inoue Orihime era más de lo que aparentaba, había hecho que su interés por los humanos volviera, ansioso por saber más de ellos y la forma en la que veían las cosas, dándoles un significado a los simples gestos y a las palabras, logrando salir adelante.

Ahora esa era la forma de pensar de Ulquiorra Shifer, pero era tarde, aquellos deseos se desvanecían en el aire junto con su cuerpo y aquella mujer de grandes ojos grises ahora lo miraba desbordando lágrimas de los mismos.

"Que extraña eres, mujer, lloras por la muerte de un enemigo"

Algo había cambiado en el poco tiempo que pasaron juntos, estaban unidos por un lazo invisible para todos y hasta para ellos mismos. Pero de algo estaba seguro…

"Ya no estoy solo"

Inmediatamente y sin meditarlo, Ulquiorra extendió una mano en dirección a Inoue, la joven hizo lo mismo y con un leve roce de ambas manos, él se fue en paz, la última imagen que se llevaría seria esa, unos ojos tristes, una pequeña sonrisa por parte de la mujer y un silencioso "te amo".