Los personajes pertenecen a la escritoria de la saga Crepúsculo, Stephenie Meyer. La trama es mía.

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Me metí en este mundo por curiosidad. Tengo un trabajo normal. No vivo rodeada de lujos, pero llego a final de mes sin problemas. No tenía planeado llegar tan lejos, pero de pronto me descubrí queriendo saber más del tema, anhelando saber porqué se había metido él en ese mundo.

Al igual que yo, no parecía el tipo de hombre que buscaría a alguien por esos lares. Por su perfil online parecía tenerlo todo. Las fotos hablaban por sí solas. Un tipo apuesto, rico e inteligente. No se parecía en nada al perfil de sugar daddy que había estado viendo por la red.

Hacía exactamente dos semanas desde la primera vez que había escuchado hablar sobre el concepto sugar daddy o sugar baby.

-Me voy a pagar la matrícula de este año gracias a David - me había confesado mi compañera de piso Rosalie tras dos días de convivencia. - Este mundo no es para todos, pero si te sabes mover está muy bien pagado. Yo pongo las reglas. Está todo claro desde el principio. En mi caso, no soy más que una simple acompañante.

Me había chocado bastante que hablara del tema con tanta naturalidad.

-¿Y si te piden más?

Sonrió intensamente y se metió una cucharada de helado de vainilla en la boca. Estábamos sentadas alrededor de la mesa de la cocina, rodeadas de cajas por desempacar. Las mudanzas son un asco.

-De momento no ha habido ninguno que me haya gustado tanto como para que haya pasado algo más, y dudo que pase. - Hizo una pausa y se peinó la melena rubia con los dedos. - Me lo tomo como un trabajo. Y ya sabes lo que dicen: no hay que mezclar asuntos del trabajo con asuntos del corazón.

-Pero seguirás trabajando en el bar Jazzmin, ¿verdad?- indagué llevada por la curiosidad. Nos habíamos conocido en el bar en cuestión, donde trabajamos juntas de camareras.

-Claro, Bella. Lo de hacer de sugar baby solo lo hago cuando estoy en apuros.

Se hizo el silencio y nos comimos el helado en silencio.

-Si quieres te ayudo a hacerte un perfil. Es bastante fácil, nena. - sugirió antes de seguir desempacando.

-No, que va.

No tardé ni dos días en cambiar de opinión. Rose me ayudó a crear el perfil, por supuesto. La mayoría de sugar daddies eran hombres mayores y solos que buscaban a alguien que les hiciera compañía.

Los primeros días me llegaron un montón de solicitudes, pero no hubo ninguno que me convenciera. Si probaba eso de ser sugar baby tenía que hacerlo con alguien que me causara buena impresión, aunque solo fuera a través de un perfil online.

Tras una semana me llegó una solicitud que captó mi atención. Era breve y clara. El señor Cullen requería mis servicios para asistir a una cena muy importante. Me pagaría 750€ al contado por pasar la velada con él. A cambio solo pedía que estuviera con él durante toda la cena, nada más. Antes, pero, quería conocerme.

Antes de aceptar me metí en su perfil. Se llamaba Edward Cullen, tenía 29 años y trabajaba en uno de los mejores hospitales de Seattle, del cual su padre era el dueño. Eso último lo descubrí merodeando por internet, por supuesto. Además de un médico excelente, era guapísimo: alto, atlético, pelo castaño rojizo y unos hipnóticos ojos verdes.

-Es el sujeto perfecto, Bella. Si vas a dar este paso tiene que ser con él.

Ese fue el veredicto de Rose, así que concretamos una cita. Habíamos quedado a las 13:30 para comer y conocernos. Ese día no trabajaba, así que había llegado con treinta minutos de antelación. El restaurante en el que habíamos quedado estaba lleno y olía a comida casera. Aún así yo tenía el estómago cerrado por los nervios.

Me había vestido de forma casual, de la forma que se espera que vista una universitaria de tercer curso. No había quedado nunca con alguien rico, y menos para ese propósito, pero creí que era mejor aparentar normalidad. Eso sí, me puse mis mejores jeans y una blusa finita. Estábamos a mediados de mayo, así que no me puse chaqueta. Siempre llevo el pelo suelto, por lo que no me molesté en innovar ese día.

Cuando faltaban cinco minutos empecé a preocuparme. ¿Y si me había equivocado de lugar? De pronto, pero, la silla que estaba delante de mí se desplazó hacia atrás. Y allí estaba él. Y las fotos del perfil no le hacían justicia.

-Buenas tardes, soy Edward Cullen.

Su voz ronca y aterciopelada acarició mis oídos. Se inclinó hacia adelante y me tendió la mano. Su olor me invadió y dejé de respirar durante unos segundos.

-Yo soy Isabella Swan. Encantada, señor Cullen.

Me sentí ridícula. Ese hombre me imponían de verdad. Era altísimo y sus ojos verdes eran desafiantes.

-Puedes llamarme Edward. - mustio mientras colgaba la chaqueta de su traje azul marino en el respaldo de la silla.

Decir que el traje le quedaba como un guante sería quedarse corto.

-Entonces tú puedes llamarme Bella.

Asintió mientras llamaba al camarero con agilidad. Pedimos y nos quedamos solos. Me quedé patidifusa al comprobar que había memorizado mi perfil online.

-He visto que estás estudiando el doble grado de Turismo y administración de empresas en la Universidad de Seattle. Y que además trabajas a tiempo parcial en un bar. - Sus ojos penetrantes no abandonaron los míos a medida exponía lo evidente. - Espero que ese trabajo no suponga ningún problema más adelante.

Carraspeé y bebí un poco de agua.

-Creí que solo me necesitabas en una ocasión.- contesté algo confusa.

-Por ahora si, pero si cumples las expectativas y estas de acuerdo, puede que sea más de una vez.- Apoyó los codos sobre la mesa y se inclinó en mi dirección. - Si ese fuera el caso, las condiciones cambiarían, por supuesto.

Suspiré y me eché para atrás. Estaba sucediendo lo que temía. En mi perfil especificaba que mi trabajo se ceñía simplement a acompañar y nada más. Rose me había dicho que no me supondría ningún problema.

-¿A qué te refieres? -quise concretar. No quería perder el tiempo.

-Me refiero a que si hay más ocasiones el precio no tiene porque ser el mismo. Las tarifas de noche y de día no coinciden.- susurró antes de delinear su labio inferior con el pulgar de su mano.

El camarero nos interrumpió entonces y nos trajo lo que habíamos pedido: dos ensaladas caprese.

-Si me acompañas a la cena benéfica te pagaré lo acordado, pero tendríamos que establecer un precio por horas por si hay más ocasiones - musitó antes de llevarse un trozo de lechuga a la boca. Masticó dos veces y se lo tragó.- ¿ Qué te parecería que te pagara 450€ por día? Por supuesto, no sería todo el día, solo un par de horas. Y si alguna vez necesitas más, no tengo inconveniente en subir la oferta.

-450€ está bien - me apresure a decir, alucinando. ¿ Qué hacía yo estudiando? No cobraría eso en la vida con mis estudios.

-Bien.

Su sonrisa torcida hizo acto de presencia y me dejó desarmada. La curiosidad no hizo más que aumentar. ¿Qué hacía ese tipo metido en una app de sugar daddy? ¿Y si lo que pretendía era matarme y descuartizarme? Procuraría no quedarme completamente a solas con él por si acaso. Al menos las primeras 20 veces.

-Creo que me quedo contigo, Bella.- Me estremecí entera. ¿Por qué tenía que murmurar mi nombre como si fuera a hacermelo encima de la mesa?- La cena benéfica será dentro de dos semanas. Espero que puedas arreglar tu horario para entonces. Será un viernes por la noche.

Entonces se levantó de la mesa y se comenzó a poner la chaqueta. Su plato estaba vacío. Yo, en cambio, apenas lo había tocado.

-Lo siento, tengo que irme. Tú come tranquila. - Sacó su cartera y puso un billete de 50€ encima de la mesa. Luego me recorrió con la mirada.- Mi secretaria se pondrá en contacto contigo. Te va a ingresar dinero en tu cuenta bancaria para que te compres algo para la cena. Recuerda que hay que ir de largo. Escoge algo adecuado.- Me tendió la mano de nuevo a modo de despedida y para cerrar el trato.- Estamos en contacto.

Entonces se marchó. A penas tuve tiempo de susurrar un tenue adiós. Mientras me comía la ensalada me di cuenta de que Edward Cullen no tenía mi correo electrónico, pero algo me decía que se haría con él. Esa había sido la entrevista de trabajo más rara de mi vida. Era oficialmente la sugar baby de Edward Cullen. Al menos por una noche.