Akatsuki no Yona

Hak/Yona

Advertencia: basado en el capítulo 123


Buscar su contacto era algo tan natural para él como respirar y respirar era algo vital…

Estar a junto a ella lo era todo para él, sin embargo estar a su lado estaba llevándose poco a poco la cordura…

Resistirse a sus impulsos primarios estaba costándole cada vez más trabajo, y es que no sabía cómo era posible, pero era como si cada día ella se volviese más hermosa; como si sus sentimientos por ella aumentaran conforme pasaban las horas.

—¡Hak! —lo llamó.

Era la segunda vez que lo llamaba, y él había hecho la primera vez como si no la hubiese escuchado. Estaba comenzando a temer el estar junto a ella a solas… aunque si debía ser honesto, el estar rodeado de más personas no aminoraba los pensamientos impropios que tenía acerca de ella.

—¡Hak! —reiteró —. ¿Dónde estás?

El tono de la voz de la princesa había variado a uno que evidenciaba impaciencia. Pasó su mano por su cabello en un gesto que demostraba resignación ante el destino que él mismo se estaba forzando a llevar.

Podía ser tan frustrante… sin embargo aunque él se estuviera forzando a estar a su lado, lo cierto era que a la vez era algo que necesitaba y quería hacer.

—Maldición… —susurró.

Bajó del árbol del que estaba, y sigilosamente se acercó a ella.

—Princesa Yona —mencionó su nombre —. ¿Me buscabas?

Ella se sobresaltó ante la irrupción, y tras salir de su estupefacción lo quedó mirando fijamente por lo que parecieron minutos, pero estaba seguro que habían sido escasos segundos, los necesarios para que su corazón comenzara a latir con rapidez.

—Yoon preparó esto para todos, y sólo faltabas tú… —explicó.

Ella extendió sus brazos y le mostró un cuenco.

Le venía bien, tenía hambre, y en su afán de alejarse de la princesa había trepado a ese árbol antes de la cena. Imaginó que guardarían su parte, pero no contó con que la misma persona de la que intentaba tomar algo de distancia en la medida de lo posible, fuera quien se lo personalmente se encargaría de la entrega. La vida era muy irónica en algunos casos, y se burlaba de su creciente necesidad de ella, dado que buscaba apartarse de esa mujer y habían terminado juntos; a solas…

Tuvo cuidado de no rozar sus manos al tomar el cuenco y se prestó a comer. Su estómago lo agradeció...

—Oye… Hak… —habló la princesa.

Siguió comiendo y le hizo un gesto para darle entender de que la estaba escuchando.

—¿Por qué tú…? Hak… ¿por qué evitas tocarme? —consultó con timidez.

Se atoró con un trozo de carne que no alcanzó a masticar ante la impresión que esa pregunta, aparentemente surgida de la nada, fue hecha.

La princesa se acercó a él para ayudarlo, pero él casi por inercia y en medio de su atragantamiento, reaccionó y se alejó de su contacto. Al parecer, el que la estuviese evitando, no era algo que estuviera haciendo disimuladamente, como imaginó. Ella lo había notado…

Ya no se estaba atorando, pero la mirada lastimada de ella hizo que el aire dejara de fluir a su alrededor.

—Princesa Yona… —habló finalmente.

En sus ojos pudo ver que ella estaba afectada.

—Volveré con los demás —anunció ella.

Ella se volteó en dirección a la fogata que habían hecho, y antes de poder dar más que un par de pasos Hak decidió detenerla antes de que avanzara más, sujetándola de la mano.

—Princesa… —habló él.

No se giró hacia él, pero tampoco intento soltarse, y él la rodeó hasta estar frente a ella, quien tenía su cabeza inclinada hacia abajo, evitando mirarlo; con el miedo que le provocaba las reacciones de su cuerpo a ser tocado por ella, había terminado hiriéndola sin estarlo buscando.

—Es sólo tu imaginación —desestimó él.

La princesa Yona levantó su mirada hacia él, la que estaba acuosa, pero que también poseía una determinación que él estaba empezando a apreciar en ella con más frecuencia de la que le gustaba. Esa mirada siempre terminaba trayéndole problemas, pero a la vez hacia que la admirara más y más.

—¡No es mi imaginación! ¡No me tomes por una tonta! —exclamó.

Ella no podía estar más equivocada, porque no podría parecer una tonta aunque lo intentase, y aunque había estado evitándolo por todos los medios, la atrajo hacia él y la abrazó con apremio, dejando caer su peso en sus piernas, y llevándola consigo en el proceso.

La princesa no hizo reclamo alguno por aquella muestra de afecto y aprovechándose de eso, su mano izquierda subió desde su espalda hasta su pelo, el cual acaricio con premura, sorprendiéndose a sí mismo lo tranquilizador de ese gesto, pero que repercutió en la imperiosa necesidad de olfatear su cabello.

—No, Hak… no huelas mi cabello —solicitó ella.

Esa petición fue escuchada, pero no aceptada, porque en ese momento él ya no podía detenerse.

—Hak… —repitió ella.

Había descendido desde la coronilla de su cabeza hasta su cuello, donde el olor que a diario él sentía, concentrarse, y descontrolándolo todavía más.

—Princesa… —murmuró en su oído.

Esa voz él no la reconocía. Nunca había hablado de ese modo con ella ni con nadie, pero no era como si tuviera elección. Estaba excitado y estaba junto a quien despertaba toda esa agitación. Estaba en trance; le había sucedido una vez con el incidente de la miel y las espinas, una segunda vez cuando ella había sido secuestrada y luego encontrada, y en esa tercera oportunidad, apenas siquiera era consciente de lo que sucedía alrededor, fuera de ellos dos…

Rozó sus labios en su cuello, ascendiendo por su fina mandíbula, para detenerse finalmente en una de sus mejillas.

—No juegues conmigo —pidió ella —. No te entiendo… Me estás confundiendo.

Desde hacía un par de noches que el contacto entre ellos se estaba volviendo más íntimo y estar pululando alrededor de ella estaba trayendo consecuencias a su sanidad mental y física.

No la había besado todavía, pero nadie podría entender lo difícil que le estaba resultando contenerse...

—No intentes comprenderme —respondió mirándola embelesado —. Cabe la posibilidad de que descubras cosas que podrían asquearte…

Ella, quien para su sorpresa también tenía la mirada medio perdida, lo abrazó por el cuello y se sintió un degenerado al notar que la cercanía entre su rostro y sus pechos era escasa.

Él la deseaba porque la amaba. Era difícil para él poder separar el aspecto físico de sus sentimientos, y esa cercanía, y el que ella no lo alejara, no hacía más que sustentar ese anhelo tan secreto como pecaminoso.

—No hay nada de ti que pudiera provocarme rechazo, Hak —dijo con seguridad.

—Princesa… no tienes idea de lo que estás diciendo —aseguró.

La princesa dejó de abrazarlo, y él no supo si estar agradecido de que se distanciara, o de volver a acercarla él mismo.

Ella negó fervientemente con la cabeza, enfatizando el rechazo a sus palabras. Los ojos de ella brillaban, tanto como el resplandor de la luna en el lago que no estaba mucho más allá.

Estaba perdido, y él lo sabía. No había modo de que no pudiera estarlo.

—No rehúyo de tu contacto —aclaró él —. Escapo de otras cosas…

—¿Qué cosas? —averiguó ella con curiosidad.

Hak miró hacia otro lado, tratando de no caer bajo el embrujo de su abrumadora belleza, y no terminar expresando cosas que no deberían ser dichas.

—¿Hak? —insistió ella.

Él amaba como sonaba su nombre en su voz y todavía más si eso se complementaba con el contacto de sus maltratadas manos en su rostro; esas mismas manos que alguna vez habían sido las más suaves que lo habían tocado…

—Perdóname, princesa —expresó su sentir.

Ella lo miró sin comprender el por qué se disculpaba, pero él sólo había puesto un parche antes de la herida, porque no fue capaz de conseguir contener más esos sentimientos que brotaban desde lo más profundo de su alma, porque se adueñó de sus labios, y el aire se hizo incompatible con su necesidad; dejó de respirar cuando ella, sin que se lo estuviera imaginando, respondió a su repentina muestra de afecto.

Estaba preparado para que ella lo abofeteara y lo alejara, para que lo rechazara y le gritara un par de cosas que con seguridad merecía, pero no para que le respondiera de la forma que lo estaba haciendo. Él no tenía experiencia, y podía estar casi completamente seguro de que ella tampoco, sin embargo no creía que pudiera ser mejor que eso.

Tantos años reprimiendo esos sentimientos para finalmente terminar con ella hincada frente a él, besándolo…

Eso debía ser parte de algún otro sueño de los que seguro Jae Ha sería el digno poseedor, aunque él era menos honesto con eso, él también los tenía. Más seguido de lo que gustaba, pero eran un consuelo para su corazón que no podía ser confortado de otra forma.

—¡Princesa Yona! -gritó la Víbora Albina

Escuchó el grito de Ki Ja, llamando a la princesa, y él despertó de su letargo. El beso no había sido parte de otro sueño, había ocurrido y no sabía qué hacer. Ambos se quedaron mirando y él pudo apreciar que ella estaba notablemente sonrojada; él se sentía acalorado, lo más seguro era que él también lo estuviera.

—¡Princesa! —volvió a llamarla.

Ninguno de los dos sabía bien qué decir, por lo que él se levantó con rapidez y le extendió una mano a ella, quien la tomó, y tras levantarse ambos notaron que seguían unidos por ese contacto.

Ella al darse cuenta, retiró la mano como si las manos de él la quemaran.

—Debemos volver —dijo él.

—¡Sí! —dijo ella demasiado entusiasta —. Y-yo… iré.

La princesa dio unos pasos y luego miró hacia atrás, y al encontrarse nuevamente sus miradas, ella se volvió a sonrojar, y fue de vuelta en dirección a donde estaban los demás.

Él por otro lado, tenía otro problema bajo sus pantalones que no lo hacía apto para regresar con los otros, y debía esperar para poder volver, pero de momento se quedaría en ese lugar, intentado convencerse a sí mismo que todo lo que había pasado no lo había imaginado, ni tampoco había sido el mejor sueño de toda su vida…

¿Continuará?


Recientemente vi el anime y quedé tan fascinada que leí el manga desde donde quedó la animación, y en un día leí hasta el 130. Me enamoré de Hak, de los dragones, e incluso un poco de Yona también.

Me especializo en lemon, así que si a alguien quiere seguir leyéndome, me avisa, la continuación seria lemon.

Hasta pronto, espero...

Saludos.