Disclaimer: Nada de esto me pertenece, todo es propiedad de J.K. Rowling.


Capítulo I

De princesas y caballeros de brillante armadura


Es de noche, de noche completa y enteramente cerrada.

Un trueno.

Un relámpago.

Tormentas. Tormentas de verano, de primavera, invierno u otoño. Da igual las que sean, —de verdad, de verdad que no importa— a Teddy le encanta cualquier tormenta.

Vuelve a cambiar de postura, apoyándose sobre el cabecero de la cama de la pequeña habitación de la Madriguera —que un día perteneció al tío Percy, o eso cree— mientras vuelve a dirigir la vista hacia la ventana.

Un relámpago.

Observar el cielo, negro y sombrío, mientras es violado por un fogonazo de luz ajeno a su propia naturaleza nocturna. Escuchar tronar, y encontrar un parecido —aunque nunca igual, no ha escuchado nada similar— a los fuegos artificiales que lleva el tío George en algunos cumpleaños a la Madriguera.

Quizás sea por su herencia de hombre lobo, quizás no —no lo sabe con certeza, pero tampoco se atreve a preguntar—. Pero a Teddy Lupin le encantan las noches, y más si son de tormenta.

Escucha el chirrido de la vieja puerta de madera —como para andar pasándose de una habitación a otra, ¡já!— a su espalda, y el pomo girar lentamente, muy lentamente.

—¿Teddy? —Susurra alguien en el umbral.

El niño entrecierra los ojos hasta formar tan sólo un par de rendijas doradas, intentando enfocar la vista en la oscuridad. Cree saber quién es el intruso en la habitación, al fin y al cabo, todas las noches de tormenta sucede lo mismo.

—¿Vuelves a tener miedo, Vic? —Pregunta haciéndose a un lado en la cama.

Victoire asiente casi imperceptiblemente y juega con sus manos, nerviosa. Porque de pronto se siente tonta, se siente pequeña —¡Tienes ocho años, Victoire! Diría Teddy ¡Es que eres pequeña!— se siente como cuando mamá le quitó su peluche favorito, por estar castigada, y no pudo dormir en tres días.

—Sabes que me dan miedo las tormentas —Musita acercándose a la cama, donde Teddy está prácticamente tumbado.

El niño sonríe y palmea el colchón, a su lado. Un ven aquí, tonta sin palabras, pero que ambos entienden a la perfección.

Con pasitos cortos, Victoire se acerca hasta la cama y, sigilosa, se hunde bajo la sábana. De pronto se siente bien, se siente en casa. Ya no hay desafiantes tormentas que amenazan con quitarla el sueño, ni malignos vientos que se cuelan por su ventana hasta susurrarle al oído historias para no dormir.

Teddy se empieza a recostar sobre el colchón, intentando acomodarse lo mejor posible. Los cumpleaños en la Madriguera siempre le dejan agotado —radiante, pero tremendamente agotado— y definitivamente, el de la tía Ginny no iba a ser la excepción.

—Teddy —Murmura Victoire a su lado mientras él se mete entre las sábanas. En las noches de tormenta siempre termina por refrescar, o eso dice Molly.

—¿Qué pasa, Vic?

—¿Qué quieres ser cuando seas mayor? —Pregusta la niña alzando la mirada para encontrarse con los ojos dorados de Teddy, que resplandecen aún en la oscuridad de la noche.

—Yo… —Titubea el niño, y deja caer la cabeza pesadamente sobre la almohada—. Supongo que seré auror, como mi padrino Harry.

Victoire frunce el ceño, no está para nada conforme con esa respuesta.

—Pero Teddy —Bisbisea dándose la vuelva, quedando así boca abajo en el colchón—. Una vez escuché a maman y a papa hablar, dijeron que eso es peligroso Teddy, y yo no quiero que a ti te pase nada.

El niño sonríe. Quiere a Victoire. Es su prima postiza —como a él le gusta llamarlo— favorita. Con la que puede jugar, con la que puede hablar, comer chocolate a escondidas y ejercer de primo mayor, sólo con ella, sólo con Victoire.

—Yo seré tan fuerte y tan valiente como mi padrino, Vic —Contesta Teddy—. Nunca me pasará nada —Añade—. ¿Y tú? —Pregunta—. ¿Tú qué quieres ser de mayor?

La niña esboza una enorme sonrisa, mostrando un par de pequeños huecos en su blanca dentadura —Maman le ha dicho que en cuanto le salgan todos los dientes ya será una niña completamente mayor— y los enormes ojos azules brillando con emoción.

—Yo voy a ser una princesa —Afirma con una seguridad para nada propia de una niña de ocho años.

Y Teddy no tiene más opción que echarse a reír. Por un momento la vaga idea de que quizás despierten a todos en la Madriguera cruza por su mente, pero, ¿qué más da?, Victoire ha dicho que va a ser una princesa. No sabe por qué, pero se esperaba esa respuesta.

Un trueno.

Un relámpago.

Victoire se esconde bajo las sabanas —sábanas de un horrendo color marrón— hecha un ovillo, mientras se pega lo más posible al flacucho cuerpo de Teddy, en busca de protección. Definitivamente, las tormentas a aterran.

—Si —Comenta el niño riéndose entre dientes—. Una princesa; un poco miedosa, pero al fin y al cabo una princesa.

Ella siente como sus mejillas —y sus orejas, para no desentonar con el tío Ron— empiezan a encenderse. El comentario de Teddy la ha avergonzado. ¡Ella va a ser la mejor princesa del mundo! Mejor incluso que esas de los cuentos que tía Hermione les cuenta de vez en cuando.

—Tonto —Farfulla tapándose más aún la cabeza con la sábana. No quiere que nadie la vea así, y mucho menos Teddy.

Él vuelve a reírse. Victoire la escucha, su risa es contagiosa, fácil, alegre. Porque Teddy siempre está alegre, y eso es algo que ella no alcanza a comprender.

—Tranquila, Vic —Dice el niño a media voz—. Me convertiré en un caballero de brillante armadura —Sonríe—. Te protegeré de las malvadas tormentas.

Victoire sólo atina a sonreír bajo la sábana, y destaparse lo justo para dejar uno de sus enormes ojos azules y una mata de cabello rubio alborotado a la vista.

—Teddy —Le llama, y él sólo puede soltar otra carcajada al encontrarse tal visión—. A las princesas no nos gustan los caballeros de brillante armadura —Dice, y Teddy puede jurar que bajo ese lío de sábanas y mata de pelo enredado, está frunciendo el ceño—. Preferimos los príncipes azules.

Él cierra con fuerza los ojos, y un segundo después, su pelo indomable —la gente dice que en eso se parece a su padrino Harry— se ha vuelto de un azul casi fosforito.

Victoire esboza una enorme sonrisa, aún bajo la sábana. Porque ahora Teddy Lupin era todo un príncipe azul.

—Buenas noches, princesa —Murmura acomodándose mejor sobre el colchón, justo antes de darle un pequeño beso a la niña en la mejilla.

Porque Victoire esa noche ya no tiene nada que temer. Ni a los rayos, ni a los truenos, ni a los vientos susurrantes que cuentan historias para no dormir.

Tiene a Teddy, tiene a su príncipe azul.

Lo demás no importa.


¡Hola de nuevo! No sabeis las ganas que tenía de escribir un Teddy&Victoire, en serio. Creo que esta pareja es una de las que más me pierde, definitivamente.

He leído unos cuantos de este pairing, pero bastantes pocos en el plano infantil, nada más allá de la mera amistad, sin saber qué pasará cuando sean más mayores, lo que empezarán a sentir el uno por el otro, esas cosas.

Bueno, también decir que este fic se compone única y exclusivamente de dos capítulos. El segundo lo tengo ya más o menos planificado/escrito, así que en cuanto pueda (y reciba una pequeña cantidad de Reviews) lo subiré, que tengo bastantes ganas.

Por último, y no menos importate: Como digo siempre, porfaporfaporfaporfa, dejadme reviews. Es muy importante para un ficker recibirlos, supongo que ya lo sabreis.

¡Nos leemos en la próxima! Un beso.

—Virginia.