Eran las once de la noche y ya era hora de que ordenase los útiles escolares en la mochila y me acostara a dormir, era de lo que más me quejaba, siempre tenía mis cosas desordenadas por más que me esforzaba en tener mis útiles en orden era en vano al final de las clases.
Ese día había sido pesado por las tareas que nos habían dejado, ¿es que nunca tendremos un descanso de estos métodos de tortura?
Me metí entre las suaves sábanas y apagué la pequeña lámpara posada en la mesita de noche.
Recosté mi cabeza en la almohada y cerré mis ojos. A los pocos minutos después de intentar caer en sueño profundo, mi teléfono en forma de osito, comenzó a sonar.
Sin ánimos tiré las sábanas hacia atrás y caminé hacia el aparato que no dejaba de emitir una escalofriante melodía de felicidad... Era EXTREMA felicidad.
— ¿Si? —Bostecé y caminé con el teléfono en mano hasta mi cama.
—Hola... —Saludó con voz apagada.
El hecho de escuchar su voz me producía nervios, aún más cuando llamaba a las diez con... quince minutos.
— ¡Hola! —Sonreí por inercia y me acomodé en el acolchado volviendo a cubrir mi cuerpo con las sábanas— No esperaba a que llamaras.
— ¿Te desperté? Lo siento... olvidaba tu intento por amanecer de buen humor —Emitió una corta risa contagiosa.
—Descuida, aún estaba despierta, no acostumbro dormirme temprano, estoy en proceso —Carcajeé.
—Y no ayudo mucho a que te acostumbres ¿Verdad?
—No, claro que no —Reí distraída y él solo me acompañó con la suya.
Nos quedamos en silencio, por mi cuenta psicópata; supuse que fueron 6 segundos.
—la verdad... necesitaba hablar con alguien —Su tono alegre y vivo, desvaneció.
— ¿Sucedió algo? —Pregunté con curiosidad y me volteé hasta quedar completamente estirada, mirando las estrellas y lunas luminosas pegadas en el techo de mi habitación.
—Es... Sucrette —Guardó silencio.
¡Y aquí vamos de nuevo! ¿Cuándo será el día en el que entienda de una vez que detesto a esa chica, ¡Que odio hablar de ella!? Al parecer nunca ¿Y por qué? Porque piensa que estoy completamente feliz sobre su relación con ella.
— ¿Pelearon? —Murmuré sin interés. Siempre era lo mismo, peleaban una noche por teléfono, luego era yo su consejera y al día siguiente volvían a ser la parejita feliz.
—Más que eso —Susurró con amargura.
— ¿Qué me dices con eso? —Me acomodé algo sorprendida. Por fin algo que tenía que ver con... "Esa cosa" me interesaba.
—Acabo de hablar con ella. ¡No la entiendo! ¿Sabes? Primero es dulce y luego de unos segundos, cuando no te das cuenta, está diciéndote cosas que duelen. Me acaba de decir que no le doy cariño ¡Há! Y que solo la segui porque quise —Farfulló— Creo que las cosas llegaron hasta aquí.
¿Escuché bien? No, no. Estaba tan empeñada en escucharlo decir algún día que había terminado su relación con Sucrett, que ya hasta se materializaba.
— ¿Qué es lo que significa eso? —Tenía que asegurarme, por lo tanto una pregunta que para él sonaría preocupada, me daría la respuesta que quería.
— ¿Estás poniendo atención? —Sonó molesto.
—Lo siento, yo... Solo quiero saber bien las cosas, así después no te doy un mal consejo, lamento si te molestó —Me disculpé con nervios, él solo buscaba que lo escucharan.
—No. Mira... Perdóname, estoy molesto y no tienes que ser con quien me desquite, para eso está Evan —Carcajeó despacio— y... —Suspiró— digo que las cosas entre Su y yo, terminaron.
Mi corazón se detuvo en seco. Había esperado tanto tiempo para escucharlo decir eso... aunque debía tener en mente que sus ojos tampoco se fijarían en mí, pero me sobraba con que ya no tuviera a la pelirroja esa engreída colgada a su cuello.
—Y... ¿Algún consejo? —Interrumpió el silencio que había dejado para irme a una nube de felicidad.
— ¡Oh! Estem, ¡Claro que si! —Respiré profundo para decir algo que era muy opuesto a lo que yo quería— Quédate tranquilo, de seguro las cosas se arreglarán, es lo usual ¿No?
—No lo sé, lo siento diferente. Nunca habíamos peleado fuerte, vivíamos peleando, pero no como ahora. Usó el término terminar ¿Entiendes? —Estaba frustrado.
—Es mejor que lo hablen personalmente ¿No crees? —Fruncí el ceño entre la oscuridad de mi habitación. ¿Por qué había dicho eso? Quería que nunca más volvieran a mirarse y lo apoyaba para que hablase con ella.
—Puede ser —Susurró— Lo pensaré mientras trate de dormir. No quiero robarte más minutos, no quiero a una amiga de mal humor mañana por la mañana —Carcajeó simpático.
—No te preocupes —Entoné con voz débil, detestaba que me llamase todo el tiempo amiga.
—Hablo enserio —Rió nuevamente— nos vemos mañana, que tengas dulces sueños —Comenzó a despedirse.
—Igual tú —Suspiré lo más bajo posible, mi intención no era que escuchara y corté la llamada sin esperar más.
Día lunes, como los detestaba, te despiertas con sueño, sin ánimos y con ganas de matar a la primera persona que se te cruza... aún así, este lunes, era especial.
Salté de mi cama con ánimos y con una sonrisa de oreja a oreja, debí suponer de qué se trataba y hacía que me sintiera una persona sin sentimientos. Sabía que no lo era, pero toda chica desea ver a su enamorado sin su novia. Suena triste y me hace sentir patética.
Era un día especial, por lo que tenía que lucir especial. Busqué las mejores prendas de vestir: Un lindo vestido verde menta, unas sandalias a juego y un broche que había recibido de regalo por parte de Él ... ¡Perfecto!
Nada de maquillaje, aunque Sucrette parecía usar mucho ¡Yo ni muerta! Un suave brillo en los labios bastaba, encrespar pestañas, alisar mi cabello rubio y más que preparada.
Bajé con mi morral colgado al hombro y me senté en la mesa donde llamé la atención de toda mi familia.
—Vestido, labios brillantes, pelo lacio, me parece que un chico de por aquí cerca terminó con su novia —Dijo con burla mi hermana mayor mientras inundaba su tostada con mermelada.
¡¿Cómo es que siempre se da cuenta de lo que pasa en mi vida?! A veces desearía ser hija única.
—Oh, creo que te has levantado con un grandioso sentido de humor —Sonreí con sarcasmo y tomé una tostada.
—Parece que es cierto, escuche a tu hermana hablando con una de sus amigas y me comentó sobre una pelea de tu amigo con su novia... —Comentó mamá sirviendo un poco de leche en mi tazón.
Quedé con la boca abierta, se supone que no debe escuchar conversaciones ajenas...
Papá bajó el diario que sostenía en las manos y me miró con una sonrisa traviesa... ¿Es que acaso todos estaban en mi contra?
— ¿Saben? ¡Yo me largo de aquí! —Me puse de pie y tomé mi morral colgando del respaldo de mi silla— ¿Cómo pueden molestarme de esa manera? Saben que Ken y yo somos amigos desde... Prácticamente desde que nacimos. ¿Y quieren saber algo? Si me gusta un chico y su nombre es... es... —Todos me miraron sorprendidos, creo que no era lo mejor que podía hacer— ¡Evan! —Exclamé y me crucé de brazos.
— ¿El amigo de Kentinito? —Comentó mi hermana con su típica expresión burlona.
— ¡Si! Ese mismo —Me mordí la lengua, ¿Qué se suponía que era lo que hacía? —Estoy ¡MUY! Enamorada de ese muchacho ¿Y quieren saber algo más? Un día nos casaremos y tendremos 4 hijos. Ahora con permiso ¡Adiós! —Antes de marcharme me acerqué a mi hermanito menor y besé su frente— Eres el único coherente en esta familia —Me di media vuelta y corrí hacia la puerta principal.
Al cerrar la puerta del departamento, aún con la mano en la perilla, suspiré apoyando mi frente en la puerta, detestaba que todos estuviesen pendientes de mi vida... Tienen la suya, que se preocupen de ella.
—Parece que fue mala idea llamarte ayer por la noche —Escuché una voz calma detrás de mí.
Me quedé estática y sentí mi corazón bombear la sangre a más velocidad. Era él.
