Hola chicas, bueno este es un short fic nuevo. Espero que os guste. No se cuantas partes tendrá ni cuando actualizaré, pero aun así estaré por aquí pronto un besazo DESAM.


Abrí mis ojos en la oscuridad. La noche se adueñaba de mi habitación y el poco ruido que se colaba tras la puerta, ni siquiera era capaz de reconocerlo. Intenté moverme de donde me encontraba, necesitaba saber que todo estaba bien. Un pinchazo agudo se apoderó de mi vientre y me doblé en la cama ante aquel dolor. No pude evitar gemir y la puerta se abrió de golpe en ese momento. Unos zapatos de mujer caminaron hasta la cama y encendieron una luz. El olor de aquella mujer no era el de mi madre.

Abrí lentamente los ojos conforme el dolor de mi vientre se pasaba y allí me encontré con una mujer de unos treinta años vestida de blanco. Pude leer su identificación y en aquel momento temblé. La enfermera Rosalie Hale. Pestañeé un par de veces y miré al fin sus azulados ojos escrutándome.

-¿Dónde estoy?- Pregunté casi sin voz ni aliento.

-Señor Masen, se encuentra en el hospital Fallen. –La enfermera inyectó algo en mí de nuevo y me miró con ¿pena?

-¿Dónde está mi familia?- Le pregunté con un nudo en la garganta.

En ese instante llevé mis manos a mi cabeza y cerré mis ojos fuertemente. Los fogonazos iban y venían. Recordé que íbamos a la feria. Mi esposa Ángela iba a mi lado sentada. Mi hija de tres años Lirién iba en su sillita en la parte derecha tras su madre. Al lado de mi hija iban mis padres.

-Señor Masen, creo que lo mejor es descansar.- La enfermera me miró de nuevo con pena.-Más tarde serán respondidas tus preguntas cuando llegue el doctor Cullen.

¿Por qué me llamaba señor si tan solo tenía veintitrés años? Esa chica era incluso más mayor que yo al menos por siete años. Cerré mis ojos de nuevo y traté de visualizar mi anterior recuerdo. Todos íbamos en el coche. La feria estaba a tres horas de camino y todos cantábamos las canciones que a mi hija le gustaban.

Miré el reloj del salpicadero y marcaban las seis de la mañana. Todo iba bien, si marcaba ese ritmo llegaría puntual para la reserva del hotel. Una luz entró por la luna delantera y mis ojos se clavaron en la nada. No conseguía ver.

Abrí mis ojos nuevamente y un grito desgarró mi garganta. No podía ser cierto aquello. Todo debía ser un mal sueño. Observé lo que me rodeaba de nuevo y otra vez me encontraba en la habitación blanca con aquel maldito gotero puesto.

Traté de concentrarme en el maldito momento de las luces. Busqué en mi memoria todo aquello que había pasado en aquel maldito instante que me había llevado allí. Las luces cegadoras, el frenazo… el coche, había tambaleado y girado. Un fuerte golpe resonó en mi cabeza y un grito ahogado se escuchó dentro de aquella semioscuridad.

Mi vientre. El dolor agudo de mi vientre al clavarse el maldito cinturón de seguridad. Mi hija llorando en la parte de atrás y un sonido agónico de alguien ahogándose. Traté de mover mi cuerpo, pero mi pierna estaba atrapada. La mano de mi mujer estaba fría cuando escuché las sirenas llegar a mi lado.

Abrí mis ojos y empecé a gritar en medio de aquella habitación. No podía ser, no podían estar muertos. La misma enfermera entró corriendo a la habitación y trató de calmarme. Sus ojos azules estaban clavados en mis pupilas. Mi hija, mi mujer, mis padres… ya no me quedaba nada.

-¡Mi hija!- Grité a la muchacha.- ¡Ángela!

-Cálmese Masen.- Me susurraba su voz.- No quiero sedarte de nuevo.

-¿Cuánto llevo aquí?- Pregunte ahogado.

-Llevas cinco días. – La mirada de aquella chica era realmente triste.

-¿Dónde están?- Pregunté sentándome en la cama y quejándome de mi vientre.- ¿Y mi familia?

-Cuando te calmes vendrá el doctor. – la chica inyectó algo en mi gotero y sentí mis parpados caer pesadamente.- El doctor Cullen ya está avisado, no creo que tarde. Ahora cálmate y duerme, lo necesitas.

-Necesito a mi familia.- Susurré en un último intento de mantenerme consciente. – Quiero a mi hija.

No aguante más. Mis ojos se cerraron y de nuevo aquellas atropelladas imágenes vinieron a mi cabeza. Los bomberos sacándome del coche. Mi pierna ensangrentada y mis ojos casi cerrados del dolor. Recordé a mis padres en unas camillas y como tapaban sus rostros. Un agujero se formó en mi pecho. No los volvería a ver. Mi mujer, ella estaba ya tapada completamente ¿Y mi hija? Y con esa pregunta me quedé en la mente mientras sucumbía por completo a aquel sedante.