Hola gente rara. Somos Nay (la otra loca) y Lu (yo) y venimos con un fic de puta madre (?).
Ehh, nada, estamos seguras de que a las ronmiones les gustará, sobre todo yo lo aseguro porque soy re heavy re jodida, y sepan que este no es un ronmione cursi, que tendrá romance pero en la medida de no cortarse las venas, que será un drama/comedia en toda regla y que haremos todo lo posible por entretenerlas. Por ahora no hay lemmon a la vista pero habrá. Así que cuidado con las escenitas subidas de tono. Y nada. Nay no quería publicar, así que lo hago yo... este proyecto lo empezamos hace mucho y lo vamos a terminar! Un saludo de parte de las dos =)

Aclaración: Este fic es AU, sin magia. Escribimos turnándonos, o sea que se darán cuenta de que es uno y uno. Nay escribe los "españolizados" y yo los "argentinizados" que en realidad los escribí en neutro, porque si escribo en argentino me prenden fuego :P nada raro.

Disclaimer: Los personajes que les resulten conocidos son propiedad de JK Rowling, con nuestros cambios y locuras. La trama es una idea original de Nay R-HR y yo soy el sol que ilumina su camino :B


Novio de alquiler

Capítulo 1

En la habitación no se escuchaba nada, salvo la respiración acompasada de la ocupante de la cama, que dormía tranquila y con una sonrisa en el rostro. Sin embargo, esa sonrisa se borró en el instante en que se empezó a escuchar un sonido molesto y cercano.

Hermione Granger se despertó y echó una mirada de reproche a la fuente del ruido; la ventana o más bien, lo que estaba detrás de ella. La muchacha miró el reloj. Eran las siete de la mañana, debía levantarse si no quería llegar tarde a su trabajo. Se puso de pie y, mientras se ponía la bata que siempre colocaba en un sillón cercano a su cama, se acercó a la ventana.

Londres era una ciudad bulliciosa y ruidosa, aunque tenía un encanto especial que hacía que ese inconveniente no tuviera mucha importancia. Hermione, que llevaba toda la vida viviendo allí, estaba acostumbrada a ello pero las obras que habían plantado delante de su bloque de pisos eran demasiado para su sueño ligero.

Tras echar un vistazo hacia ellas, maldiciéndolas por haber tenido que ir a parar justo delante de su ventana, se dirigió al baño dispuesta a prepararse para el duro día que la esperaba y al ver en el espejo su indomable cabello se dispuso a meterse en la ducha.

Otro de los factores que provocaban tal bullicio era la gran masa de tráfico ruidoso que caracterizaba a Londres, donde se formaban retenciones con demasiada frecuencia para el gusto de Hermione. En uno de esos atascos se hallaba la castaña, que miraba su reloj con impaciencia, sabiendo que llegaría tarde a la reunión de la mañana una vez más. Tras salir de las retenciones, Hermione se dirigió a toda velocidad a su oficina, cruzándose por el camino con un policía londinense, quien después de ponerle la correspondiente multa, la dejó marchar.

Maldiciendo su suerte y preguntándose si el día podría haber empezado peor, Hermione estacionó el coche en el aparcamiento del edificio donde estaban establecidas las oficinas de la empresa que fundaron sus padres y que ahora había heredado luego de la jubilación de ellos; "Granger's Bank".

La muchacha entró con paso rápido en el imponente edificio, saludó a la recepcionista que estaba postrada en la entrada y se dirigió con paso rápido al ascensor, pulsando el botón de llamada. En cuanto se abrieron las puertas se dispuso a entrar, chocándose con los que trataban de salir del mismo. Disculpándose sonrojada rápidamente se apartó, y al dejar que todos salieran, entró de una buena vez, dándole insistentemente al botón del piso octavo, donde hacía media hora que la esperaban.

Al volver a abrirse las puertas en la octava planta, Hermione volvió a chocar con otra persona, pero ésta no se apartó de ella, sino que la rodeó dándole un gran abrazo.

—¡Hermione! —dijo alegremente la persona que la abrazaba.

—¿¡Ha... Harry! —exclamó dubitativa, devolviéndole el abrazo—. ¿Qué haces aquí? ¿No volvías en una semana? —le preguntó extrañada.

—Sí, pero decidí volver antes para disfrutar unos días de mi familia. Además, Astoria tenía unos asuntos que atender en la ciudad —le explicó—. Te he echado mucho de menos, hermanita —le dijo mientras la soltaba, dejando a Hermione por fin poder observarle.

Harry la miró con una gran sonrisa, que hacía que sus ojos verde esmeralda brillaran. Si bien él no era su hermano, lo conocía desde que eran pequeños y habían compartido tantas cosas, que era como si lo fueran de verdad.

—¿Qué tal Astoria? —A Hermione no le agradaba mucho la idea de que Harry saliera con ella, pero no quería ser maleducada. Además, aunque Astoria no le gustaba para Harry, sí era una buena mujer y la apreciaba—. ¡Roma te ha sentado genial!

—A los dos nos ha sentado muy bien irnos de viaje, sí... Ha sido agradable poder alejarnos de la estirada de la jefa —dijo en tono de broma.

—¡Oye! —dijo, haciéndose la ofendida, aunque no pudo evitar sonreír—, yo también te he echado de menos... —reconoció. Su sonrisa se borró al fijar sus ojos en el reloj que había colgado en la pared que estaba detrás de Harry—. ¡Oh, no!

Harry se volvió para ver qué miraba y se rio a carcajadas.

—¿Llegas tarde a una reunión, jefa?

—Como siempre... ¿Me esperas en el despacho y después me cuentas qué tal todo o tienes algo que hacer?

—Vale, te espero —dijo. Le dio un beso en la mejilla y se marchó en el sentido contrario por donde había desaparecido Hermione, corriendo.

La campana que daba por finalizadas las clases en la universidad sonó y todos los estudiantes salieron escopeteados de las aulas, dejando a los profesores con la palabra en la boca. Sin embargo, ninguno se molestó mucho pues era jueves, y eso en el mundo estudiantil sólo significaba una cosa, fiesta y alcohol, y como todos ellos lo habían hecho alguna vez, eran comprensivos con sus alumnos, aunque no se lo demostraran y al día siguiente les cayeran con una charla acerca del respeto hacia el profesorado.

Todos los alumnos se fueron a toda prisa hablando entre amigos, yendo derecho a sus casas para prepararse para las fiestas. Todos excepto Ronald Weasley, que tras despedirse de sus compañeros más afines se dirigió a un descapotable negro que, con la capota echada, lo esperaba. Se introdujo en el coche y saludó a su conductor.

—Hola, Viktor —saludó amistosamente el pelirrojo. Cuando conoció al búlgaro no le cayó muy bien, pero ahora se habían hecho buenos amigos.

—Hola, pelirrojo —le respondió afablemente—. ¿Aprendiste hoy mucho en la universidad? —preguntó en son de burla.

—Muy gracioso... Pues, si algún día te pasara algo estando yo cerca, seguro que te alegrarías de que hubiera estudiado medicina.

—Usted perdone, señor médico. —Puso voz respetuosa a la par que hacía una mueca burlona. Ron le respondió dándole un manotazo en el brazo. Viktor se lo devolvió sonriendo—. ¿Listo para ir de compras?

—Menudo coñazo —se lamentó el pelirrojo dejando caer su espalda en el respaldo del asiento del copiloto—. ¿Crees que después de un día de universidad me apetece si quiera un poco ir a comprar ropa? Estoy deseando que se acabe este curso —dijo apenado.

—Ya te queda menos, hombre... Y en cuanto a la ropa... es parte fundamental de nuestro trabajo. Anda, ponte el cinturón y vamos —dijo el moreno mientras él mismo se ponía el cinturón de seguridad.

—Yo no soy quien conduce —dijo sarcásticamente mientras se ponía el cinturón, ganándose en esta ocasión una colleja.

El coche arrancó y se perdió a toda velocidad por las calles de Londres.

Hermione entró a su despacho suspirando agotada, apoyando su frente contra la puerta lustrosa de roble ante la atenta mirada de Harry que, sentado tras la mesa de su amiga en su silla de cuero, la observaba sonriente con el móvil en una de sus manos.

—Astoria me ha escrito un mensaje. Quiere saber si te apetecería comer con nosotros para contarte todos los pormenores del viaje —dijo sin perder la sonrisa. Hermione se giró rápidamente sobresaltada, llevándose una mano al pecho.

—¡Oh, Dios mío! Se me había olvidado por completo que estabas aquí... —dijo la castaña mientras se acercaba a la mesa y se sentaba en una de las sillas que estaban frente a ella.

—¿Una reunión dura? —le preguntó, preocupado.

—Sí... Ya sabes cómo son los abogados. Además, Snape y Sirius se han puesto a discutir una vez más y eso no ayuda en reuniones tan tensas como estas. ¡Se supone que son abogados profesionales, por el amor de Dios!

—Bueno..., ya sabes cómo son mi padrino y mi padre cuando se trata de Snape —dijo el moreno sonriendo. A él tampoco le caía bien Severus Snape— además, últimamente están más tensos porque es difícil cambiar el dueño de una empresa tan importante como esta... Ya verás como dentro de un tiempo todo se acaba destensando.

—Eso espero... —dijo Hermione, suspirando y cerrando los ojos.

—Bueno... ¿Y?

—¿Qué? —preguntó Hermione abriendo los ojos extrañada.

—Que si quieres comer con nosotros —repitió sin perder su sonrisa.

—¡Ah! Sí, claro... Estoy deseando que me contéis todo...

—¡Fue un viaje increíble! Tienes que ver Rom... —Una llamada a la puerta lo interrumpió.

—Adelante —dijo Hermione, suspirando. Por la puerta entró una muchacha con un montón de cartas—. ¿Sí, Pansy?

—El correo, señorita Granger... ¡Ah! Y su madre ha llamado mientras estaba reunida. Dijo que cuando acabara la llamara, que era un asunto urgente —informó y, tras dejar las cartas sobre la bandejita que había para ello en el escritorio de la castaña, se retiró.

—¿Y ahora qué querrá mi madre? ¿Te importa? —le dijo a Harry señalando al teléfono.

—¡Por favor! Como si estuvieras en tu despacho... —La sonrisa de Harry seguía inmaculada en su rostro. Hermione lo miró con cara de reproche, pero sin poder evitar sonreír. Puso el manos libres, pues no tenía problemas en que Harry escuchara la conversación.

—¡Hola, mamá! Me han dicho que habías llamado...

—¡Hola, cariño! Sí, era para la reunión familiar de todos los años, esta vez es en la casa rural... Quería saber si vendrás acompañada este año... Podrías llevar a Harry, es un gran chico... no sé por qué no sales con él... Con lo que él te quiere...

—¡Mamá! Harry está con Astoria. —Ahora se arrepentía de haber puesto el manos libres. Harry la miraba sonriente, viendo como su amiga se ponía cada vez más roja.

—¡Vaya! ¿Todavía siguen juntos? —La sonrisa de Harry vaciló y miró al teléfono extrañado.

—Por favor, mamá... Eso no es asunto nuestro... Además, Harry no puede faltar y Astoria tampoco —aseguró para destensar la situación en la que la había puesto su madre.

—Supongo... ¿Entonces tengo que reservarte una habitación para dos o duermes con tu prima? —preguntó su madre. Hermione iba a contestar pero una voz proveniente del lado de su madre se lo impidió.

—Por supuesto que irá sola... No hay quien aguante a una estirada como ella... —Hermione se estremeció al oír esa voz chillona y Harry puso cara de desagrado.

—¿La... Lavender? —preguntó dubitativa.

—¡Hola, primita! —saludó desde el otro lado del teléfono.

—Bueno... entonces ¿vienes sola? —presionó su madre.

—No, iré con mi novio —soltó Hermione rápidamente. Su prima siempre la sacaba de quicio y conseguía que hiciera locuras como esa. Al darse cuenta de lo que había dicho se puso pálida.

—¡¿Qué? —exclamaron las otras dos mujeres.

—¿Quién es?

—¿Dónde lo conociste?

—¿Cómo es?

Las preguntas se sucedieron y Hermione miró a Harry pidiéndole ayuda con la mirada.

—Hermione —exclamó el moreno—, Snape te está buscando…

—Tengo que dejaros... Ya os hablaré de él en otra ocasión —dijo y, sin dejar que su madre o su prima dijeran algo más, colgó.

—¿Se puede saber por qué diablos les has dicho que tienes novio? —le preguntó Harry, pasmado.

—Yo... —Hermione estaba tan sorprendida como él—. Ya sabes la facilidad con la que mi madre y mi prima me sacan de quicio... Conoces a Lavender... es tan... —No supo cómo definirla.

—Lo sé... ¿pero qué vas a hacer ahora? ¿De dónde vas a sacar un novio?

—No lo sé... ¡Anda, vámonos a comer! Menudo día llevo... El atasco, la multa, llegué tarde a la reunión... ¡y ahora esto! —decía mientras salía del despacho seguida por Harry.

—¡No, no y no! —Se negaba el pelirrojo mirando airadamente al moreno, alejándose de él—. Acepté lo de la corbata porque no tengo más remedio, pero no pienso usar pajarita.

—Ron, ya hemos hablado de esto... Es parte del trabajo...

—¡Ah! No sabía que tenía que disfrazarme de camarero —respondió con sorna, arrancándole la pajarita de las manos al moreno y encerrándose en el probador.

—No sé por qué dices eso... Las pajaritas no hacen que los hombres parezcan camareros —dijo mientras la cortina del probador se descorría— lo hace el porte... Y el tuyo es muy bueno —reconoció, mientras miraba sonriente a la dependienta que se había quedado observando al pelirrojo pasmada, pues el traje que llevaba puesto y complementado con la pajarita le quedaba muy bien.

—¡Bah! Odio las pajaritas —dijo el pelirrojo mientras se giraba para observarse en el espejo—. Ya sólo falta que quieras repeinarme el pelo con gomina.

—Hombre... pues ahora que lo dices… —Ron se giró a mirarle horrorizado y vio como Viktor lo miraba conteniendo la risa ante su cara de horror.

—Idiota —sentenció mientras volvía a meterse en el probador.

—¡Hey, Hermione! Tierra llamando a Hermione —dijo Harry pasando la mano ante la cara de la castaña, quien pegó un bote en su asiento saliendo de sus pensamientos.

Se encontraban en un restaurante cercano a las oficinas de la empresa de Hermione y los acompañaba Astoria, una joven simpática y para nada estirada, que tenía el cabello tan rubio, fino y rizado en sus terminaciones, que le daba un aire de princesa irreal de un cuento de hadas. Era la fantástica novia de Harry, que a Hermione le caía muy bien, pero que sentía que no eran el uno para el otro aunque llevaran saliendo más de un año. Además, antes de empezar a salir, Astoria había sido por muchos años amiga de ambos.

—¿Hermione, estás bien? —preguntó Astoria, preocupada.

—No —reconoció—, es que me he metido en un problema. —Le contó a Astoria el problema con su madre y su supuesto novio y la muchacha no pudo evitar reírse.

—¡Ay, Hermione! La verdad es que tu prima puede ser muy… molesta… pero tampoco era como para inventarte algo así... Será aún peor cuando se enteren de la verdad…

—No, no pueden enterarse. ¡Lavender se burlaría de mí hasta el día de mi muerte! —La pareja no pudo evitar reírse ante lo dicho por la castaña.

—De verdad... eres demasiado dramática, Hermione —dijo Harry, que tenía su mano unida a la de Astoria.

—Yo creo que no va muy desencaminada... Lavender puede ser persistente —dijo Astoria recordando las veces que se habían topado con la rubia—. Podrías buscarte un novio postizo —sugirió.

—Al único que le podría pedir algo así sería a Harry y ya no puedo hacerlo porque saben que estáis juntos —denegó Hermione.

—Bueno... quizás no tengas por qué pedírselo a alguien que conozcas —dejó caer Astoria.

—¿Qué quieres decir? ¿Qué se lo pida al primero que me cruce por la calle?

—Sería una opción pero estaba pensando en que contrataras a alguien para echarte una mano.

—¿Qué? —preguntaron Harry y Hermione extrañados.

—Bueno... Hay sitios donde puedes contratar a personas para que te acompañen a ciertos eventos...

—¿Te refieres a un gigoló? —preguntó la castaña.

—¿Cuándo has contratado tú a un gigoló? —preguntó Harry a su vez, mirando a su novia con recelo.

En ese momento se acercó el camarero con la cuenta de la cual se encargó Hermione en esta ocasión, tras mucho discutir con Harry. Después se levantaron y se dirigieron a la puerta.

—Bueno... ¿cuándo requeriste la ayuda de un gigoló? —volvió a preguntar Harry mientras salían.

—No me refiero a un gigoló sino a un acompañante. Cariño, ya sabes cómo son mis padres con eso de conseguir una pareja con dinero y casarse lo más pronto posible. Me hablaron de una agencia de acompañantes y contraté a uno para la boda de mi prima. Son muy profesionales, se adaptan a todo lo que le quieras pedir... siempre que no incluya una relación más... íntima —les explicó con una sonrisa, ante la cara de pasmados de su amiga y su novio—. Es una buena solución para tu problema.

—¿Te has vuelto loca? Me moriría de la vergüenza —mientras Hermione decía esto, rebuscaba en el bolso, pues le había vibrado. Al mirar el mensaje de texto que le había llegado su cara se desencajó—. Es Lavender. Tomándome el pelo diciendo que sabe que lo del novio es mentira... ¡Bruja! —dijo con desprecio guardando el móvil en el bolso otra vez—, cuando se lo propone es una auténtica bruja. Supongo que no tengo más remedio... ¿Y dónde dices que está la agencia de acompañantes?

—¡Oh! Está cerca de la oficina... Si quieres vamos ahora mismo...

—¡No, no! Hoy no... Ha sido un día muy duro. Esto es lo último que necesito ahora —dijo parándose ante el coche de Harry—. Ya iré mañana...

—De acuerdo —concedió Astoria.

Hermione se despidió de sus amigos y se dirigió a su coche. Como iba buscando las llaves en su gran bolso no se dio cuenta de que se iba a chocar con dos chicos que iban hablando entre ellos sin mirar al frente, hasta que se vio en el suelo con todo lo que llevaba en el bolso desparramado a su alrededor.

—¡Oh, cuánto lo siento! —se disculpó uno de los chicos. Cuando Hermione alzó la cabeza pudo ver a un chico pelirrojo de ojos claros, que le tendía la mano amistosamente. Sin embargo, la muchacha se limitó a recoger las cosas para guardarlas en su bolso y una vez hecho esto se puso en pie sin apoyarse en el muchacho que la miraba con cara de desconcierto.

—¿¡Se puede saber qué vais mirando! ¿No veis por donde vais o qué? —Al levantarse la castaña notó que detrás del pelirrojo había otro muchacho que la miraba tan desconcertado como su amigo. Hermione sabía que su reacción era exagerada pero había tenido un mal día y ese suceso había sido la gota que había colmado el vaso.

—¡Ya te hemos pedido disculpas! Si no las aceptas es asunto tuyo —sentenció el moreno, que analizaba a la muchacha con su negra mirada.

Hermione pasó entre los dos muchachos pensando en que ese día le habría sido mucho más gratificante si se hubiera quedado en la cama, mientras ellos la seguían con la vista evidentemente pasmados.

—¿Se puede saber qué mosca le ha picado? —preguntó el pelirrojo mirando a su amigo sin encontrar una explicación a ese suceso tan desconcertante.

—No lo sé, Ron, no lo sé.


Este capítulo lo escribió Nay R-HR.

Gracias por leer,
a ver qué opinan!