Capítulo 1: Las tierras del antaño
Ésta es la historia de un joven llamado Zerk, que había sido mandado a tierras lejanas por sus padres, porque su país estaba en épocas de guerra. Pero el lugar a donde iba no era un paraíso. Se trataba de Terraria, unas tierras míticas que no habían sido pisadas en años, y lo único que quedaba eran ruinas de lo que antes fue una gran civilización.
¿Cómo surgió el problema? Milenios atrás, existían seis reinos en Terraria, el de los humanos, los corruptos, los sangrientos, los benditos, los demonios y los legahrtoz. El resto eran especies no-civilizadas.
Terraria era una creación de Cthulhu, un dios que sólo buscaba sufrimiento ajeno, su simple mirada era responsable de la guerra eterna entre cada reino. Menos los humanos. Ellos se resistían a su control mental.
Los humanos se escondieron de los corruptos durante años, las dríadas decían que los bendecidos eran amigos, pero en realidad eran igual de mortales. Construyeron una enorme mazmorra, donde guardaron toda su sabiduría por partes: arriba iba la legión de alta tecnología, un poco más profundo estaba la legión harapienta, y en los abismos más profundos estaba la legión endemoniada, humanos malditos que ardían en llamas. Ahí se desarrollaron por muchos años guerreros, francotiradores y hechiceros, a salvo de los otros reinos, pero Cthulhu no estaba contento, y lanzó una maldición sobre la mazmorra y sus habitantes, invocando calaveras que atormentaron a los humanos. Unos no resistieron y, de acuerdo al plan de Cthulhu, huyeron de vuelta a la superficie. Pero otros se resistieron, con el tiempo las calaveras consumieron sus cerebros y los convirtieron en esclavos descorazonados, hambrientos de libertad.
El resto de los humanos exploraba el subterráneo en busca de minerales con los cuales defender su reino hace años habían encontraron un mineral muy común llamado cobalto, el cual aleado con el oro, tenía con unas propiedades magníficas que usaron en la creación de armas y hechizos, ahora atrapadas en los confines de la mazmorra. Encontraron, después de siglos de búsqueda, un metal grisáceo al cual llamaron mithril. Era aún más poderoso que el cobalto, pero más raro y difícil de minar.
