La nueva raza C.1 (El Manuscrito)

Te siento pálida, fría... triste.

Fuiste nación de Dioses, morada de paz.
De tus balcones colgaban las risas,
en tus rincones sonaban los cantares,
Aguas cristalinas bajaban por tus calles,
arrastrando los deseos de tu gente.
Tan apacible, tan perfecta, tan bella.
¡Oh hermosa guardiana de fuertes murallas!
Aguantaste tormentas de llantos, muerte y desolación.
No te duermas en el valle oscuro de tus lamentaciones,
¿Dónde estás amante protectora¿Dónde tus cítaras y flautas?
¿Dónde están los hijos de tus hijos?
Aquellos que depositaron en ti su Alma.

No llores, mi dulce amada,
resurgirás del fango, de las cenizas resucitarás de lo mas profundo de tus cimientos,
nacerá de nuevo el Árbol Blanco de la vida.
Tu templo se alzará esplendoroso y tus pilares serán,
diez columnas de fuego.

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...Por fin llegó la calma. El viento ya no transportaba la suave risa de los niños, ni el cantar de sus madres. Ya no se oía el mágico murmullo de los árboles. En aquel día, la vida debería haber sido motivo de alegría, y sin embargo, todo se torno en sufrimiento, en gritos de dolor y desesperación. El día del cumpleaños de la futura Señora de Gondor, la muerte se hizo dueña de la noche...

...ya no se escuchaba nada.

Aún sabiendo lo que encontraría, una fuerza misteriosa la impulsó a observar el trágico paisaje. El dolor que despertaba en ella esa imagen era tal que se quedó paralizada: la escena era realmente desoladora.
Rios de sangre bajaban por sus calles, tiñendo la blanca piedra de sus murallas.
Caminó lentamente entre los cuerpos sin vida de su gente. Había un silencio absoluto. Solo se escuchaba el crujir de los huesos a cada paso que daba, pero ni siquiera el sentir la muerte bajo sus pies, detuvo su marcha hacia el patio. Despacio y con paso firme se fue acercando a lo que antes fue la morada de los Señores de Gondor, morada de paz.

Finalmente, se detuvo delante del árbol que protegía el patio. Sus ramas acariciaban los cuerpos que yacían en el suelo, queriéndolos abrazar, agotando la poca vida que le quedaba. Se estaba muriendo de tristeza.
...Y entonces, lloró. Lloró hasta que sus lágrimas se mezclaron con la sangre, hasta que sintió en su interior todo el pánico y la impotencia de aquellos que lucharon por defender la vida de sus seres queridos...

De pronto, aquella voz, aquella terrible voz, volvió a sonar en su mente:

"¿Dónde están los hijos de tus hijos? Aquellos que depositaron en ti su Alma."

Una y otra vez, se repetían incansables aquellas palabras, atormentando su mente, mientras sentía, como el mal se extendía, sin dejar ni un solo rastro de vida. De repente, algo la hizo parar de llorar. Una fuerza inmensa, la hizo estremecerse. Y dejándose llevar, cerró los ojos, sintiendo como sus pies se elevaban en el aire, sintiendo una presión en su espalda que hacía que, lentamente, se elevase. Sintió como su cuerpo se curvaba, extendiendo los brazos y las piernas de forma inconsciente.
Algo la hizo mirar hacia el horizonte, girando la cabeza bruscamente, y observó que frente a ella, se alzaban incandescentes diez columnas de fuego.
Las sentía muy cerca, tan cerca que podía percibir el calor que desprendían, eran diez enormes columnas en forma de espiral, que formaban filas de: cuatro, tres, dos y una, siendo la del centro la mas grande, y giraban. Giraban a una velocidad descomunal, lo cual hacía mas difícil ver su forma. Era un espectáculo fascinante y al mismo tiempo tenebroso, pero a su vez daba una inexplicable sensación de protección.
Las diez, formando un triángulo perfecto se detuvieron justo encima de la fortaleza, cubriéndola en su plenitud con una luz penetrante.
...Y entonces cayó. Cayó deslizándose por el aire lentamente.
Su respiración se aceleró rápidamente y sus latidos eran tan fuertes que despertaron a su esposo.
-¡Otra vez no por Dios!- Gritó desesperada Eowyn.
-¿Qué¿¡que te ocurre?- Dijo Faramir, alterado.
- Las malditas pesadillas, han vuelto.- Respondió Eowyn.
-¿ Otra vez lo mismo, las diez columnas, los muertos, la ciudad destruida...?- Preguntó Faramir, asombrado.
- Si, pero esta vez ha sido mucho mas real, como si no me fuera a despertar.-Susurró eowyn, secándose las lágrimas.
- Duérmete cariño, todavía no ha amanecido.-Dijo Faramir cariñosamente.
- No puedo.- Dijo Eowyn volviendo la cara.- Me ahoga la angustia, algo va ha pasar, lo siento en el alma, es tan grande el dolor.
- Anda duerme cariño, yo te abrazaré, tienes que descansar, te quiero.- Dijo Faramir dulcemente.
- Yo también te quiero, pero lo que percibo es horrible, ese hedor, ese olor a muerte, tengo que hablar con Aragorn, tengo que avisarle.- Dijo Eowyn.
- No cariño, deja que Aragorn descanse. Desde que le informé sobre los nuevos avistamientos de orcos, ha estado muy preocupado y necesita descanso.
-Lo se Faramir, pero este tema me tiene muy preocupada...- confesó, incorporándose- Siento como si todo el mal de Mordor se estuviese concentrando en un mismo lugar, aumentando su poder. Siento como ese mismo mal se esta extendiendo, lentamente, por toda la Tierra Media. Siento como si la historia se estuviese repitiendo.
-Ya, estate tranquila -le susurró, abrazándola por detrás- Escúchame, descansa esta noche y olvida lo que te perturba. Mañana temprano, hablaré con Aragorn y se lo contaré todo... ya veras como todo se soluciona¿de acuerdo?

Ella asintió, nerviosa, volviendo a su postura inicial, abrazándose a su esposo... Sabía que Faramir tenía razón, que no era justo preocupar a Aragorn más de lo que debía, pero no podía evitarlo. Llevaba meses teniendo esas pesadillas y siempre ocurría lo mismo en ellas: La destrucción de Minas Tirith...

Nuevamente, los ojos se le llenaron de lágrimas. Trataba de mantener la mente fría, pero le resultaba imposible. Sencillamente no podía imaginar lo que haría si algo le ocurría a Aragorn, Arwen o a su esposo. Y sabía que era una tontería por su parte, darle tanta importancia a un mal sueño, pero no podía evitarlo, no podía evitar que, cada vez que cerrara los ojos, esa voz volviese a resonar en su cabeza y que esa imagen volviera a aparecer en su mente. Estaba viviendo una pesadilla.
Y así, pasó la noche, con millones de dudas y temores, torturándola sin descanso. Preguntándose una y otra vez, cuanto faltaba para que cayera la Ciudad Blanca y si lograrían sobrevivir a esa masacre.
...Esa noche, no volvió a conciliar el sueño.

NOTAS DE LOS AUTORES: BUENAS, ESPERAMOS QUE LES HALLA GUSTADO EL PROLOGO DE LA NUEVA RAZA , ESTE ES NUESTRO PRIMER FIC CONJUNTO Y AUNQUE NO SEA GRAN COSA, ESPERAMOS QUE LES HALLA DEJADO CON LA INTRIGA.
los autores de esta historia son:

LEKIM MAJERE KRISSEL MAJERE

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