Ésta historia se basa en un headcanon que leí hace tiempo en el que se hablaba de Saga y sus ganas de ser padre. No puedo ahondar más en esa premisa pues estaría echando por la borda el fic entero. Espero que lean y les guste. Dejen review.

Como siempre, Saint Seiya y los personajes aquí mencionados le pertenecen a Masami Kurumada y a Shiori Teshirogi (los que sean de mi autoría serán mencionados). Solamente los utilizo para mi entretenimiento.

1. Nueva vida

La vida de Saga era sumamente tranquila. Hacía ya varios años que la paz reinaba en la Tierra. Atenea, en su infinita bondad, había permitido a los Santos abandonar el Santuario pues no veía necesario que se quedasen ahí en época de paz. Varios Caballeros de Oro tomaron la decisión de permanecer en sus respectivos templos pues la vida de civiles no les llamaba en lo mínimo la atención; era comprensible, sus cuerpos estaban ya acostumbrados a la rutina de ser guardianes de la diosa de la guerra. Otros más lo vieron como la oportunidad perfecta para recuperar los años perdidos, saliendo del Santuario apenas tuvieron la oportunidad. Obviamente, en esa época y por orden expresa de Atenea, si una guerra estallaba, tendrían que dejar todo lo que estuvieran haciendo para hacer válidos sus votos de devoción y protección para con ella y el resto del mundo.

El Caballero de Géminis había decidido, luego de mucho meditarlo, abandonar el Santuario. Tenía una relación estable con Yuzuriha de Grulla y le apetecía viajar un poco con ella sin la presión de solamente hacerlo porque debía completar una misión. Defteros de Géminis y Marin de Águila habían abandonado también el Santuario y vivían con su familia a las afueras de Esparta luego de una larga temporada en la tierra del Sol Naciente. Era probable que después de un par de años, la monotonía los hiciera volver a todos a Atenas pero la verdad era que no había sucedido; todos ellos, jóvenes guerreros que tuvieron que crecer y madurar a pasos agigantados veían en ese periodo de paz el momento que necesitaban para recuperar parte de sus vidas. Yuzuriha y Saga decidieron que irse a Jamir sería la mejor opción para ambos. No solamente estarían aún en contacto más o menos cercano con el Santuario, si no que podrían viajar, entrenar y otras cosas sin tener que dejar del todo sus títulos.

Saga recordaba bien aquella tarde en la que su hermano, Defteros y él se despidieron justo en la entrada de las Doce Casas. Kanon había tomado la decisión de irse a vivir al Caribe, amaba el mar y se había enamorado de las paradisíacas playas, paisajes y ambiente festivo que los envolvía. Defteros y su esposa se irían una temporada a Japón por petición de él. Le llamaba la atención conocer un poco de la cultura y los orígenes de su mujer, además, moría por volver a Okinawa pues se había enamorado de aquella ciudad que visitaron durante su luna de miel. Por último, Saga iría directo a la Torre de Jamir por su novia para comenzar su viaje por el Tíbet. No se verían en bastante tiempo (aunque con el manejo de dimensiones de los tres geminianos, la posibilidad de pasar más de seis meses sin verse era nula).

-Promete que no vas a desaparecer como siempre –Saga observó a su hermano menor con algo de preocupación. No lo admitiría jamás pero que su hermano se perdiera del radar durante largos periodos de tiempo lo ponía sumamente nervioso.

-Sabes que no puedo prometerte eso –respondió el menor ya enfundado con sandalias, bermudas, gafas de sol y una camisa roja con motivos tropicales –Te haré saber cuándo llegue y después iré avisándote periódicamente cuando lo crea conveniente.

-Ustedes cabrones, tienen que avisarle a su querido maestro si hay algún acontecimiento importante en sus vidas –el moreno los observó de pies a cabeza –Si me entero que pasó algo en sus vidas y no me lo hicieron saber… Me los como –agregó con tono amenazador para luego sonreír bonachonamente enseñando los colmillos.

A raíz de su matrimonio con el caballero femenino de Águila, Defteros se había vuelto un poco más sociable y bromista, aunque no perdía su temperamento irascible. El legendario Santo de Géminis aún guardaba sus dudas acerca del Santuario y, aunque nadie le había discriminado aún, fue de los primeros en tomar la palabra de la diosa Atenea para dejar ese lugar que guardaba recuerdos amargos. Marin, por su parte, había pasado gran parte de sus años "en activo" fuera de Atenas, usualmente en misiones de espionaje pues ella era buena para andar en las sombras. Luego de dar a luz a sus gemelos, Saga siempre se ofrecía a cuidarlos cuando, por azares del destino, tanto el demonio de la isla Kanon como la pelirroja se iban de misión. Por obvias razones nunca se quedaba solo con ellos por petición específica de Marin que recordaba las atrocidades que el griego había hecho cuando su personalidad maligna había surgido. Por supuesto, tampoco Kanon estaba autorizado para ayudar ya que él había sido causante de la debacle de su hermano, por ende, Yuzuriha siempre tenía que estar ahí. Defteros solía darles el beneficio de la duda pero no se atrevía a contradecir las palabras de la ardiente pelirroja que había desposado.

Todas esas aventuras de niñeros sucedieron en el Santuario. La pareja había escogido un mal momento –o uno bueno, dependiendo el cristal con el que se viera– para procrear y contraer nupcias. Estaban en medio de una guerra cruel que ya había cobrado varias vidas, por lo que ambos se habían visto obligados (por orden de Atenea misma) a retirarse del campo de batalla y quedarse en el Templo de Géminis. Afortunadamente para los dos, el resto de los Caballeros Dorados habían logrado acabar con el enemigo. Todo ese incidente levantó sospechas y desató rumores acerca de la razón por la que ambos Santos se habían retirado, especialmente Defteros quien, al lado de Saga y Kanon, habría podido terminar con la guerra en un dos por tres. A Marin tampoco le fue bien. Varios caballeros femeninos y aprendices comenzaron a especular sobre sus razones para quedar embarazada, así como poner en tela de juicio su lealtad, algo totalmente absurdo tomando en cuenta la dedicación que la pelirroja había puesto en ese lugar desde el día uno. Claro, cuando la propia Atenea tuvo que decir a todos la razón por la cual se le ordenó a la pareja mantenerse dentro de las Doce Casas, todo mundo guardó silencio.

Pero entre todas esas cosas, Yuzuriha había notado algo peculiar en Saga. A él nunca pareció disgustarle estar cerca de aprendices adolescentes ni de niños, a diferencia de otros cuántos Santos que apenas veían a un niño, corrían horrorizados al lado contrario (como Afrodita, por ejemplo). Cuando tenía tiempo libre, siempre iba al Coliseo a ver los entrenamientos. No lo hacía con frecuencia ya que su mera presencia lograba desconcentrar a aprendices y maestros, cosa que resultaba totalmente contraproducente pero cuando conseguía mantenerse fuera de su vista, disfrutaba inmensamente viendo a esos jóvenes trabajar tan duro para convertirse en guerreros fuertes y bondadosos que los reemplazarían cuando llegase el momento. En ocasiones, los aprendices más jóvenes que lo veían, se acercaban a él sin temor –contrario a los adolescentes que mantenían su distancia o incluso se escondían de él– algo que a Saga le llenaba de gusto. Pasaba horas conversando con los pequeños y pequeñas, con algún joven que se tragaba el temor, los aconsejaba, les contaba pequeñas anécdotas de sus días como aprendiz, respondía a sus preguntas y, si la ocasión lo ameritaba, entraba con ellos. La Grulla sabía cuándo eso sucedía pues el Géminis solía llegar con una gran sonrisa, de buen humor; se sentía bien consigo mismo y se notaba. Mu, Aldebarán, Aioria, Aioros y Saga eran los que más en confianza se sentían con niños, tal vez porque encontraban cierta satisfacción en ayudarles. Por lo general, Kanon también se acercaba a ver los entrenamientos pero le fastidiaba que un 90% de las veces, lo confundieran con su hermano mayor.

La rubia no era la única que se había percatado de aquello, también Defteros y obviamente Aioros. El primero no dejaba de imaginar la felicidad de su alumno cuando le dieran la noticia de que sería padre, también se emocionaba al pensar que tendría "nietos" y podría entrenarlos a todos. El arquero, por su parte, sabía la ilusión que le causaría a su mejor amigo el convertirse en papá pero también entendía que tal vez no sería tan fácil. Poco a poco, vio como Saga iba cada vez menos al Coliseo pues ya no resultaba necesario tener a tantos niños por ahí si ahora reinaba la paz. Muchos se quedaron pero varios más ingresaron a hogares adoptivos o incluso se quedaron al cuidado de uno que otro Santo de Plata que prometió hacerse cargo de algún infante. Así que ahora, el gemelo mayor desquitaba todo su afecto en sus "sobrinos", los hijos de Defteros, más en el momento en el que anunciaron que se marcharían a Japón una temporada, Saga tomó la decisión de marcharse a Jamir. Estar en Atenas sin sus sobrinos, el no ver crecer a los otros niños, le dolía y mucho, así que aprovecharía la oportunidad para pasar tiempo a solas con Yuzuriha: olvidaría sus penas y estaría ocupado disfrutando de la compañía de la mujer que amaba.

Entonces, más o menos después de un par de años de paz, al volver del pueblo con los víveres para la semana, recogió también el correo; su corazón dio un salto de alegría con la noticia: Kanon se casaba.