HJola, hace mucho tiempo que no escribia un fic, peor em apetecía escribir algo de yaoi de estos muchachos. Espeor tener la misma aceptación que en asfixiante mi ( xanxus x squalo)
Declaimer: KHR no me pertenece si no seria toooodo yaoi.
Disfrutad.
Eran las cuatro de la mañana ya largas, cuando aquel muchacho salía de aquella casa llena de luces de neón, terciopelo rojo y litros y litro de perfume disipado en el ambiente, mezclado con el olor del maquillaje en polvo, desodorante de hombre, tabaco, puros rancio y alcohol del más caro. Caminó unos escasos metros y se apoyó en la pared del oscuro callejón, se sentó en lo que parecía ser la caja de una nevera que estaba tirada de forma horizontal en medio del paso y parecía limpia, se sacó la chaqueta buscando refrescarse un poco más y la puso un momento sobre sus rodillas, después se dispuso a sacar su teléfono, marcó un número que conocía de sobras. Esperó mientras sonaban un par de tonos:
¿ Si?... – respondió una voz de un timbre algo aniñado aún que ya era mayor, ahora sonaba algo adormilado, era de suponer que dormía por las horas que eran.
Soy yo…- dijo solamente- el trabajo está terminado. Vuelvo a la base... ¿ o quieres que te lo lleve mañana?.
Ahn … - la voz titubeó un momento- no es nada vuelve a dormir… si… si está bien…- parecía hablar con alguien a su lado- tráelo ahora si puedes… vuelve cuanto antes - comentó.
Gottcha…- parafraseó el muchacho.
Simplemente avanzó unos metros y entro en su auto un Mercedes de un color azul muy oscuro casi negro, con los detalles en plateado, un poco empolvado pero no demasiado, tampoco es que tuviera mucho tiempo para ponerse a lavarlo últimamente, si casi no tenía tiempo ni para lavarse el. Los interiores eran de una tela negra bastante suave, estaba claro que el cuero no pegaba mucho con él. Se sentó y condujo fuera de ese callejón adentrándose en el mundo de luciérnagas fosforitas y luces de neón del barrio rojo de la ciudad. Enseguida tomó la primera salida hacía la autovía que en aquel momento no había nadie, así que decidió quemar rueda y llegar pronto a casa, conduciendo como si fuera un especialista, cabía decir que disfrutaba de esos momentos porque hacía alejarse a su mente del fastidioso día a día.
En poco menos de una hora llegó a la base, donde le esperaba un Tsunayoshi en pijama verde y bata del mismo color pero tonos más oscuros, despeinado y ansioso de volver al lecho conyugal con su pareja, después claro, de leer el informe que le traía su guardián el cual tomó con premura.
No quiso quedarse a escuchar lo que aquella pelusa le tuviera que decir, solo bajó al sótano, a su parte privada en aquella base tan enorme. Nada más entrar, se sacó los zapatos. Y los dejó en su lado del zapatero. Pasó por delante de un de las puertas, la habitación de Kusakabe, podía oírle roncar cual hipopótamo en celo, así que estaba dormido ya profundamente. Caminó un poco más por el pasillo hasta llegar a su propia habitación, donde un gran futón. Más grande que el de una cama de matrimonio, estaba listo para que él durmiese al llegar. Se aflojó la corbata dejándolo sobre el cesto que le había preparado Kusakabe para la opa sucia, una vez entró en el baño privado. Entonces, empezó a sacarse la ropa, comenzó por la casaca, la cual venía salpicada de sangre de su víctima. Era una pena, no sabía si le podrían sacar la mancha y esta era nueva. Suspiró por eso, ahora tocaban los pantalones, que venían mojados hasta las rodillas del mismo líquido. Y lo mismo ocurrió con su camisa y la ropa interior, se metió en la ducha de seguida, quería sacarse ese olor a herbívoro de encima lo más pronto posible, también los rastros de carmín, de aquella furcia barata y también la litrona que usaba de perfume, casi vomita al entrar. Poco a poco el agua caliente, fue calentando sus fríos músculos, haciéndole suspirar largamente, levantó s rostro para notar como el agua le pegaba en el rostro. Su mente rápidamente se llenaba de imágenes. Todo iluminado, una sala de terciopelo rojo llena de cojines, el taconeo de unos zapatos aproximándose, una risa melodiosa "Hibari-sama… ¿volvió?", las manos de aquella mujer acariciando su rostro " Hibari-sama nunca se deja barbita… es como tocar a un bebé". Ese comentario le había molestado. Esos labios rojos carmín, más que el atardecer de un día lluvioso, acariciando la piel de su cuello, pringándolo y las manos de la muchacha, calientes y pequeñas, viajando a ciertas zonas de bastante pudor para el moreno. " Hibari-sama hoy ¿ quiere que yo haga todo el trabajo verdad?" acompañado de un leve empujón, pero lo suficientemente fuerte como para hacerle caer en la pila de cojines. La muchacha arrodillándose frente a él, besando entre sus muslos. " Cierra los ojos…" … " Hibari-sama… ¿ va a darme un regalo?" decían sus labios mientras sus mejillas se ponían coloradas y ella hacía caso sumisa. " No es nada personal, es el regalo que te mereces pro traicionar a la familia"… Silencio.
Suspiró. Con el paso de los años ese tipo de acciones, se habían vuelto una rutina, él era el que limpiaba los zapatos de Sawada.
Salió de la ducha, Hibird y Rol dormían sobre un cojín mulidito al lado de su futón. Se dirigió entonces a por algo que tenia muy viene escondido, un paquete de tabaco. No era que fumase habitualmente, solo en los momentos en que se le hacían pesadas las cosas, momentos como ese, tomó la cajetilla saliendo al balcón, vio que le faltaba un cigarro.
Las cosas de los demás, se piden antes de cogerlas…- dij en s habitual tono neutro.
…- no hubo más respuesta, solo una sonrisa ladeada y una llama encendiendo el cigarro en la esquina más oscura de la habitación, que luego se acercaba a él a paso firme-… no te molestes sem-pa-i… - dijo de forma alegre su interlocutor.
No me molestes… Takeshi Yamamoto… - dijo serio, girándose hacía él con el cigarro sostenido entre sus dedos.
Oe… perdóname Hibari Kyoya…- dijo aun con esa estúpida sonrisa, acercándose al mayor, con el cigarrillo encendido entre los labios, para darle fuego con este al del contrario.
Sus miradas se cruzaron. A caso… ¿hacía falta más?.
