La sonrisa de Hikari y el brillo en sus ojos, las dos cosas que Takeru más extrañaba en ella desde que Taichi se había marchado a estudiar. Su melancólica mirada era capaz de opacar el día entero y su falsa sonrisa era capaz de nublar el cielo cada vez que la esbosaba.

A él le hubiera encantado ser capaz de hacer algo por ella, pero esta se rehusaba a salir o hacer cualquier cosa...

Pero no, ya habían pasado dos semanas y era suficiente, por lo que aquel martes en la tarde se vio obligado a tomar medidas desesperadas:

—Hikari, ¿qué tal si hacemos algo hoy?—preguntó Takeru intentando animar a su amiga.

—No lo sé, no tengo ganas...

El rubio mantuvo su mirada fija en ella, ¿de verdad pensaba que iba a ceder tan fácilmente?

—¿Segura?—insistió rehusándose a dejarla así— Encontré un lugar ideal para tomar unas fotografías, creí que te gustaría...

Ella negó con la cabeza sin dejar su actitud sombría, haciendo que el rubio se sintiera aún más preocupado.

—Además—podía ser difícil, pero Hikari y él habían afrontado situaciones aún más complejas. Takeru lo intentaría cuantas veces fuera necesario, de cuantas formas se le ocurrieran; no importaba nada, él conseguiría que Hikari volviera a ser como antes—, me sobró dinero de las compras, tal vez podríamos comprar un poco de helado...

El leve cambio en la expresión de Hikari le indicó que tenía una oportunidad, que había dado en el clavo. Al fin y al cabo, ¿qué era lo que siempre lograba animarla?

—Compraré tu favorito—agregó.

—¿En serio?—preguntó con ojos brillantes. Podía ser que su bolsillo lo lamentara por semanas (el helado que había prometido era el más caro del local), podía que tuviera que sacrificar aquel álbum que de verdad quería comprar pero, ¿qué importaba? Era Hikari de quién hablaba, ¿había algo que no daría para hacerla sonreír?

La castaña se quedó en silencio, pensativa. Takeru sabía que lo había logrado: si había algo que podía animar a Hikari era un helado.

—Está bien—accedió con alegría—, pero lo quiero con extra salsa.

Y por primera vez desde que Taichi si marchó, Hikari sonrió como siempre.