UN ÁNGEL NEGRO.
(Capítulo 1)
Se despertó temprano. No podía continuar durmiendo, y por la noche no logró conciliar el sueño. Conclusión: había dormido tan sólo 3 horas. Pero no se encontraba tan mal como creía o hubiera pensado si eso se lo hubieran contado días antes.
Se vistió y salió cuando aún el sol estaba oculto tras las montañas que adornaban su mansión. Le escocían ligeramente los ojos, por lo que se los restregó creyendo que así el escozor pasaría.
Casi sin darse cuenta, se había aparecido en una calle que no había visto nunca. Tal vez en sueños. Quién sabía.
Se deslizó torpemente entre la multitud. A pesar de ser temprano, el sol ya había salido en el cielo de aquel lugar.
«¿Dónde estoy?... »
Pensó aguzando los ojos aún por el escozor. Continuó caminando sin rumbo, guiándose por algo en su interior que no tenía siquiera nombre. Echó un rápido vistazo alzando la cabeza por encima de todo aquel gentilicio y observó que no muy lejos de ella, había una pequeña callejuela que daba a una salida. Se abrió paso casi a codazos y entró por fin en la soledad y la quietud. No había ni un alma, pero aún se escuchaban tras ella las voces, los pasos, y los tacones de algunas mujeres. Se dio la vuelta mientras se alejaba de todo aquel barullo y se adentraba en el silencio un poco más.
La calle era estrecha, pero al final se apreciaba una luz, y tras esa luz, el exterior. Continuó hasta estar justo al final del callejón, y al salir, se encontró con un gran campo y una especie de banco enganchado a unos altos barrotes que parecían proteger del sol al banco.
De pronto algo pasó justo por delante suya.
Una melena larga de cabellos ensortijados de un color castaño con trazos de avellana. Frunció el ceño molesta, ya que la que había chocado con su hombro, no se había siquiera girado a disculparse.
—¡A ver si tenemos más educación la próxima vez! —gritó ella enojada, pero un olor a limpio y a algo que no logró descifrar se enredó en su 4º sentido. Cerró los ojos disfrutando de aquel aroma por unos instantes.
La muchacha se giró hacia ella y se quitó unos artefactos que llevaba sobre la cabeza hasta las orejas.
—¡Lo siento! —dijo sin dejar de caminar, sin detenerse.
«Esa voz... »
Una voz angelical se desprendió de las cuerdas vocales de la chica. La desarmó por completo, dejándola débil y adormecida.
Parpadeó lentamente, negó con la cabeza y la mano restándole importancia y se quedó mirando cómo aquella silueta se alejaba, paralizada, inmóvil, y nada más.
