Prólogo.
Sueños de cristal.
Es media noche, una media noche cualquiera, para muchos lo es, pero para mí no es la media noche que yo quisiera; entre estas cuatro paredes no hay nada, solo yo y un silencio que me rodea. Mi corazón late como normalmente lo hace, mis ojos parpadean constantemente, como siempre; mi respiración hace descender y ascender mi pecho, igual que de costumbre; todo es cotidiano, sin ningún percance o peligro. Mi vida cursa y yo me detengo en el tiempo a apreciar mi soledad.
Hoy me siento confundido, mis sentimientos se entretejen y no logro destruir las telarañas de mi mente. Espero a quién siempre me comprende, que me conoce realmente, que me ha acompañado en la risa y en el llorar, quien me ha hecho sentir lo que valgo realmente, que sabe de mis frustraciones y entiende mis penas, quien me consuela y me brinda ganas de vivir, quien me ha enseñado a confiar y me ilumina con su mirada, aquel que dispersa mi soledad con su sola presencia. Y abrazo su ausencia, entre sombras que se asemejan a su fantasma.
Sin darme cuenta, estaba cediendo poco a poco a lo que sentía, a lo que nunca creí que fuera capaz de suceder, pues si tan solo supiera que mi respiración se detiene cuando lo veo, que a veces lloro porque no lo tengo, y que mi cara tiene surcos de dolor y desvelo, debido a su causa.
Y ahí me encontraba, sentado en la estancia de mi departamento, ansioso y angustiado por él, esperando mirarle a la cara y gritarle todo lo que estaba sintiendo en ese instante. Pero no, apareció luego de tres horas de interminables segundos llenos de enloquecedor silencio, pasó de mí sin pronunciar ni una sola palabra, abrí la boca, pero no pude articular ni media sílaba, me quedé congelado y no pude asimilar su fría acción.
Apestó a alcohol, tabaco y perfume barato de prostitutas. Entró al baño y se duchó rápidamente, porque no tardó ni diez minutos en irse hasta su habitación y encerrarse en ella. Y yo como un completo idiota, me quedé petrificado, en la misma posición, siguiéndole con la mirada hasta que desapareció detrás de esa puerta de madera.
Que difícil era tenerlo sin poder tocarle, y amarlo sin poder besarlo. Mi paciencia ya se queja porque no me siento suyo, y con la imprudencia nublando mi juicio, apreté el control de la televisión y lo lancé contra el piso, haciendo que se rompiera debido al impacto.
Y sabiendo lo que vendría a continuación, vi su imagen en el marco de la puerta, me miraba confuso, y vestía apenas unos pantalones cortos.
-¿Qué te pasa?- Me cuestionó ligeramente molesto. -HongKi, ¿Qué carajos?- Se cruzó de brazos, y emitió palabrotas ante mi mudez que parecía no querer romperse. -¿No me vas a hablar?-
Mi silencio parecía dolerle más que un grito, fue como una daga mortal, que lo hirió y no lo mató, pero lo hizo sangrar.
-¡HongKi, demonios!- Con su rostro oscuro y callado, tuve miedo del odio que podría estar sintiendo hacia mí en ese instante, me aterré y no quise reconocerlo.
-¡Sólo cállate e ignórame como haces siempre!- Grité como un loco desquiciado, algo que no quería gritar.
-¿Qué?- No me comprendió y cuando tuvo la iniciativa de tocarme para calmar mi exaltación, me alejé y lo evité. -HongKi…-
Mordí mi labio inferior impotente, y sin encontrar otra salida, me dirigí casi corriendo hasta mi pieza y me metí en ella dando un portazo. Luego de poner seguro me recargué en la puerta y me deslicé por ella hasta chocar contra la alfombra.
Si solo por unos segundos pudiera cerrar los ojos y viajar en el tiempo, si sólo por unos segundos hubiera desaparecido mi corazón necio, no habría tirado por tierra mis principios. Habría corrido en la dirección que marcaba mi cabeza para no perderme a mí mismo.
Fruncí mi boca, y sin poder evitarlo, lágrimas comenzaron a correr por mis mejillas. Estaba completa e indudablemente enamorado de mi mejor amigo.
Lo había escondido muy profundo dentro de mí ser durante todos estos años, creyendo que mi cariño hacia su persona solo se trataba de una amistad sólida, que iba reforzándose con el pasar del tiempo. Completo error.
La racionalidad la eché por la borda, cuando todo pasaba en mí, y en él no pasaba nada. No me importa que no me ame, entiendo que tendré que llevar mi sentimiento a un lugar lejano, pero sobrevivirá, por muy maltratado y débil que parezca. Él no sabe la tortura que es querer reflejarme en sus ojos y besar sus labios. No sabe lo que es dormir con su nombre pegado a mi boca, y saber que cuando despierto, incluso lo siento.
Apreté mis puños tan fuerte que los nudillos se volvieron blancos, y por primera vez en la vida, odié ser su amigo, odié conocerlo tan bien, que sabía que estaría al otro lado de la puerta, pensando en si tocarla o no, tratando de adivinar el porqué de mi comportamiento, embrollado y enfurecido, por tener que lidiar con mis tan rutinarios cambios de humor.
Ya había pasado un par de meses en los que no podíamos entablar una conversación sin terminar discutiendo por cualquier tontería. Todo se reducía a mí y mis estúpidas emociones volubles que me hacían sentir vulnerable e idiota. Entonces no entendía a que se debía, y creí que mi amistad con él se estaba deteriorando, pero no, el culpable siempre fui yo, pues trataba de empujarlo fuera de mi vida desesperadamente.
Y en medio de mis pensamientos, escuché un débil "HongKi".
No se entera, de que muero lentamente por amor, supone que estoy harto de él y entonces trata de alejarse, creyendo que me hace un favor.
Volví a escuchar otro llamado y solté un suspiro profundo.
Nunca llegará a escucharlo de mi boca, sé que no me atreveré a decírselo, tiene un corazón herido y la incredulidad se ha apoderado de él. Aunque muchas veces desee alguna caricia, algún beso, o tan solo un gesto amable de su parte, el simple hecho de saber que está bien me hace inmensamente feliz. Pero sé con certeza que siempre estará en mi vida como lo más grande, valioso y dichoso, aunque tal vez nunca lo sepa.
Es asqueroso.
Soy un hombre, y él lo es también. No soy homosexual, o eso he creído durante mucho tiempo, he tenido incontables novias, y me he enamorado, sufrí, fui feliz, y continué, debido a esas mujeres. Esto solo me pasa con él, con quién no debería pasar. Había entregado mi amor al hombre equivocado.
Mis ojos dejaron de derramar lágrimas de dolor, en ese instante, solo escuché el latir de mi corazón compungido, y su acelerada respiración al otro lado de la puerta. Sé que estuvo ahí durante una hora, porque después alcancé a oír sus pasos alejándose.
Con mis penas oscurecidas, me levanté desganado, tomé la primera chaqueta que tuve a mi alcance y cogiendo las llaves de mi auto, salí de ese asfixiante lugar, en el que me habría ahogado de no haber salido.
Conduje sin destino durante un buen tiempo, no sabía a donde ir, ni a quién llamar, no tenía ni una pequeña idea de lo que haría o estaba haciendo. Entonces vi un bar en servicio, no lo pensé ni un segundo, apegué el auto y bajé de él para adentrarme en ese singular y solitario lugar.
-Un trago doble de Martini- Coloqué un billete sobre la barra y saqué mi celular, esperando porque el bar-tender llegara con mi bebida.
Recibí un mensaje de mi antigua novia, una actriz mayor que me enamoró como a un imbécil, y me destruyó de la peor forma que se le ocurrió. Ahora después de tanto tiempo me mandaba mensajes, para hacerme sentir más patético y humillado, pero fue un alivio, porque debido a mi coraje pude olvidarme del pesar que sentía a causa de él.
Mi vaso llegó y bebí de tirón, luego me comí un par de aceitunas para volver a pedir otro.
Esa noche me emborracharía hasta no saber ni mi nombre.
Necesitaba su amistad, me sentía perdido, sin encontrar una salida. Hoy he tropezado con la misma piedra, y no está para curar mis heridas. Estoy desanimado, triste y sin ganas de luchar. Tengo ganas de llorar, pero no quiero hacerlo. No tengo voluntad, no tengo valor, no puedo enfrentar el mal que me atormenta. Necesito su amistad, que me tienda su mano y me brinde su confianza, que me dé un abrazo sincero y me diga que nunca va a defraudarme, que no me lastimará, que me quiere y jamás me dejará solo. Lo necesito, porque ella estaba llegando ya, caminando hacia mí, con sus tacones rezumbando en mis oídos, con sus hermosos ojos oscuros mirándome, tratando de ver a través de mí, esperando comprender lo que realmente estaba pasando conmigo.
-¿Lo único que llegué a conocer por completo fue tu rostro?-
Me enseñó la pantalla de su celular, al mismo tiempo en que mencionaba la frase en voz alta, esa que le había mandado en mi último mensaje, el mismo que tal vez la había hecho venir hasta acá.
-¿Cómo supiste que estaba aquí?- Pregunté con una irónica sonrisa adornando mis labios, luego de haber tomado mí ya sexto trago.
-Fue fácil, cuando es de los pocos bares abiertos-
-¿Me has estado buscando?-
No dijo nada y se sentó a mi lado, agitó un billete y su margarita llegó.
-No quiero beber contigo, me hace sentir realmente mal- Balbuceé con un tono chistoso.
-HongKi, dime…-
Sin dirigirme la mirada mencionó, y yo no comprendí lo que quería que hablara.
-¿De qué hablas?-
-¿Por qué te rendiste conmigo?-
-¿Qué?- Me reí, obviamente me reí de la tontería que estaba soltando en ese preciso momento, cuando ni siquiera se tomaba la molestia de verme a los ojos.
-Aunque te causaba dolor, aunque tu corazón te pedía lo contrario, aunque seguías creyendo que todavía había esperanzas, te rendiste, como un cobarde-
La mirada que me mostró evocaba el pasado, los recuerdos que se iban despejando, ese pasado que yo vivía añorando. Traté de pasar saliva, pero el nudo que se había formado en mi garganta no me lo permitió.
Me estaba culpando, de que todo terminara entre nosotros, lo hizo, estaba dejando caer toda la responsabilidad de nuestra ruptura sobre mí.
-Tú me dejaste a mí, ¿Y quería que fuera a rogarte cuando me despreciaste como a un perro?-
Me sentí furioso, con ganas de abofetearla y pegarle hasta hacerla sangrar, por seguir haciéndome sentir lamentable después de tanto tiempo.
-Yo creí que vendrías detrás de mí porque me amabas, pero elegiste tú orgullo sobre mí-
-Tú siempre elegiste muchas cosas sobre mí-
Las lágrimas de sus memorias opacaron su belleza, cuando no me respondió y tomó su margarita entre sollozos. No pude apartar mi mirada de su extrañamente patética figura, de la que alguna vez estuve perdidamente enamorado.
Consumí tantas aceitunas como pude, después de mi décimo trago de Martini.
Enloqueció mi vida, enloqueció mi tristeza. Los días que pasaba con la mirada pérdida, y me suplicaban que no me diera por vencido, y el tiempo no perdonaba, pues seguía confundido. Había vivido un infierno gracias a la mujer que ahora se encontraba mi lado, y solo podía carcajearme de la ironía, de la locura que estaba sucediendo en ese preciso instante, cuando ya no me importaba absolutamente nada.
-¿No tienes que trabajar mañana?-
Su llanto había cesado, y con un hilo de voz me interrogó, viéndome con sus ojos aguados.
-Tengo grabación en tres horas- Dije entre risotadas descontroladas, esperando que entendiera a mi voz que ya se arrastraba.
-¿Por qué estás así, HongKi?-
-No tengo porque decirte a ti, entre todas las personas-
-No veo a nadie más, tienes muchos amigos y amigas, pero ninguno de ellos están aquí contigo, estás solo, y das lástima-
Su presencia me carcomía el alma con dientes afilados, sus palabras traspasaban una y otra vez mi frágil resistencia. No había forma de gritar, pero me hería.
-Tal vez deba llamar a JongHun, él sabrá que hacer-
Sacó su aparato y comenzó a teclear, pero yo detuve su mano de la muñeca asustado.
-¿Sabes que ese siempre fue el problema? Asumías que todas las personas de mi alrededor eran mejores para entenderme que tú, y preferías dejar a otro con la carga, porque Lee HongKi siempre fue una carga para ti-
-Eso no es cierto HongKi, sabes que no-
Mis pensamientos se ataban, los porqués, los hubiera, todo era inútil ya, no podía sacarle palabras, excusas, pretextos, que jamás serían ciertos.
-Creí que ambos cumpliríamos nuestra promesa, de amor incondicional-
Agaché la cabeza, aún con mi mano sofocando su muñeca. Y es que me daba vergüenza que me viera al rostro en ese instante, cuando había hecho una declaración, que juré jamás decir, por dignidad.
-¿Aún me amas, HongKi?-
-No- Solté su mano, y levanté mi barbilla, dibujando una palurda sonrisa en mi cara.
-Entonces, ¿Por qué estás tan dañado? ¿Quién es la persona responsable?-
En ese momento sentí que se contestaban todas mis preguntas y mis dudas.
Soy un ser que solo siente, me entrego y me enamoro perdidamente, sin darme cuenta que no soy correspondido. Siento partirme en mil pedazos de dolor tan grande que siento. Pero también soy fuerte, y logro olvidar con facilidad. Pude olvidar a esta fémina que me mira preocupada, pude olvidar a tantas que me amaban y amé, pude hacerlo, y debería sentirme capaz de lograrlo esta vez.
Negué con la cabeza e intenté no reírme.
Con él aprendí que la vida se puede ver de muchos colores, e incluso llegar a tener mil amores, pero con él aprendí que no se necesita un amor para amar, suficiente con que yo pueda llamarle amigo. El pasado deja de contar, cuando comparto el presente con él. Mis lágrimas las toma con sus hermosas manos y con ellas me fortalece para no caer. Siempre está como una sombra a mi lado, siempre está él en mis pensamientos como en mi corazón. Y lo único que espero, es que esa amistad perdure para siempre. Entonces, ¿Cómo podría olvidarlo, si a dónde quiera que vaya está conmigo? Pues nunca pensé que fuera a quererlo tanto.
No es lo mismo, no es un enamoramiento imprudente, no tomo la misma actitud impulsiva e inmadura, es algo que he estado sintiendo desde siempre, y no puedo tirarlo de un momento a otro. No sabré como ser su amigo después de esto, no sé cómo podré mirarlo a la cara y mentirle sobre lo que realmente sucede.
-HongKi-
No me di cuenta de que tanto había pasado, me sumí en mi propio mundo, y ni siquiera me percaté de lo mojado que se encontraba mi rostro. Ella me vio y sonrió, entonces mareado traté de incorporarme, mi mejilla se encontraba pegada a la barra y mi cabeza parecía estar desprendida del cuello. No podía ni siquiera enderezarme de lo ebrio que estaba.
Al parecer daba bastante gracia, porque mi ex novia no paraba de reír, era eso, o ella estaba lo suficiente embriagada.
-¡Oh, por fin llegas!- Exclamó con demasiada alegría, y comprobé que sí, estaba borracha ya.
-¿Qué ha pasado?- La voz de alguien que recién llegaba se escuchaba demasiado lejana, mi vista se nublaba y las lágrimas no dejaban de salir.
Quise levantarme, pero mis esfuerzos fueron vanos, no estaba seguro de lo que veía, y unas tremendas ganas de vomitar me invadieron.
Unos fuertes brazos me sostuvieron como a un muñeco de trapo, prácticamente me arrastraron y solo pude dejarme llevar.
No sabía lo que estaba sucediendo, escuché gritos al fondo, como si fuese una pelea, porque incluso sentí como un pequeño vidrio hirió mi mejilla cuando la persona que me cargaba, me dejó caer abruptamente.
¿Qué carajos pasaba?
No tuve tiempo ni de tratar de ver, porque vomité, eché mi cuerpo pesado de lado y seguí vomitando, sin detenerme ni un segundo, expulsando todo el alcohol desmedido que había consumido esa noche. Y cuando dejé de hacerlo, los mismos brazos rodearon mi cintura me elevaron, me sentí como en lo alto de una torre, el viento me golpeaba y mi cabello volaba hacia atrás.
Me permití sonreír un segundo, por el ameno sentimiento que me embargó de pronto.
Y de pronto todo se detuvo, me puso sobre algo y trató de hacerme reaccionar abofeteando mis mejillas constantemente. ¿Quién era ese alguien que me golpeaba?
Pasaron segundos largos, y sentí un dulce murmullo sobre mis labios, como licor de ciprés, como una gasolina envuelta en una ilusión. Me acarició la piel en cámara lenta, y mis temores del corazón se perdieron cuando cerré los ojos.
¿Qué estaba haciendo? No sabía, no quería saber, pero, ¿Qué importaba?, estaba inconsciente de mis acciones, perdido entre el Martini y el dolor, ¿Por qué habría de importarme que estaba sucediendo? Solo me entregué al momento, y a lo que fuese. Era un riesgo que quise tomar esa noche, ¿Me arrepentiría? No quise pensar en ello, no quise pensar en las consecuencias, ni en nada, simplemente en ese presente, en el contacto que se sentía tan bien, en ese beso atrevido que despertó los anhelos locos de mi corazón.
Sus manos comenzaron a acariciar mi piel por debajo de la playera que traía, sus roces incendiaban cada parte que tocaban, y yo solo podía permitirme gemir y expresar libremente mi deseo. Era una emoción salvaje con un desconocido, era simple y húmedo el contacto de nuestras bocas. Sea lo que sea, nos dimos miradas a distancia, y mi imaginación loca hizo de las suyas, porque vi claramente el hermoso rostro de Choi JongHun a escasos centímetros del mío, lleno de pasión y hambre, mirándome solo a mí, y acariciándome, solo a mí.
Sin miedo hurgaba en mi cuerpo, se saciaba en mí, su sed de placer. Bajaba despacio, a veces, demasiado rápido, y mojaba mi piel. Descubrió mi sensibilidad sin mucho buscar, me besó con locura, y me miró a los ojos. Se parecía tanto a él, mi cerebro estaba haciendo un buen trabajo al imaginarlo en lugar del hombre que se estaba aprovechando de mi estado.
Entonces quitó la tela que me cubría del frío, y sentí una fuerte corriente de aire. ¿Dónde estaba exactamente? Porque comencé a temblar, y él me cubrió con el calor de su cuerpo, en un estrecho lugar me recostó, y no podía moverme libremente.
Me acarició lentamente y rodeo mi cintura, haciéndome delirar. Probé esos sabores desconocidos de su lengua una vez más, eran exquisitos sabores, que comenzaban por hacerme un adicto a ellos.
Sus manos se deslizaron hasta mis muslos, y con delicadeza los palpó. Luego se recorrieron hasta mi trasero, y con sus dedos, separó mi culo.
Tragué duro, y mareado me sentí de nuevo. Estaba a punto de perder mi virginidad trasera, con alguien de identidad que jamás conoceré, estaba a punto de hacerlo y comencé a temblar.
Me besó, sus besos eran sencillamente sinceros, expresaban ternura y despertaban sentimientos en lo profundo de mí, no había nada más hermoso que un beso suyo. Y con ello, logró apaciguar mi miedo.
Me dejó sentir su firmeza primero, que me provocó jadeos y suspiros. Y acariciando mi ingle, me abrazó con fuerza y me penetró profundamente, hasta que quedó extasiado. Navegó dentro de mí sin recelos, sin frenos ni esperas. Lo sentí dentro de mí y me dolió tanto que me hizo llorar. Limpió mis lágrimas, y como una caída a un pozo de delicias, me lleno de besos en el cuello, lamió su extensión y mordió sin reparo. Sentía su cuerpo fundido al mío, y el dolor se había ido ya, solo hay placer y eternos gemidos. Las pasiones invadían mis sentidos, y me hacían desear más y más.
Me ahogué en excitación, y él lo hizo también. Cuando todo pasaba tan rápido, ese momento pareció infinito, pues se corrió dentro de mí, y pude sentir por primera vez lo que era un orgasmo completo, ese que tanto había buscado, y ahora sin estar en mis cinco sentidos, lo pude experimentar. Me estremecí y me entregué a él, me enredé a su cuerpo con mis labios adormecidos.
Me dio un pequeño beso en los labios, y yo le rogué con los ojos que me diera más, que tan solo me besara, me besara mucho.
Y ese había sido el último recuerdo vago, antes de que cayera dormido en sus brazos.
No me acuerdo de su rostro, no sé su nombre, ni siquiera tengo la certeza de que haya sucedido realmente. Pero este dolor en mis caderas no puede ser una fantasía, es real, y la jaqueca que me ocasionaron los tragos no ayuda mucho a mi estado el día de hoy.
La noche fue una locura, pero a la vez mágica. Me di cuenta de que tal vez, probablemente, un poco quizás, podría ser que me gustan los hombres.
Cuando amaneció, yo estaba sobre mi cama arropado, y aún escuchaba sus latidos, aún percibía su silueta, me quedaron marcados sus dedos en toda mi piel, y aún saboreaba sus labios.
¿Quién habría sido?
No sabía, pero estaba seguro de que esa noche, había hecho el amor con JongHun, porque fue a él quien miré, y fue a él a quién me entregué, a pesar de que sé que realmente no fue él.
Continuará.
Don't Love (Me) – FT Island.
