Disclaimer: los personajes de Saint Seiya pertenecen a Masami Kurumada y Toei Animation. Historia escrita sin ánimo lucrativo.
Capítulo 1.
Un hermoso muchacho, alto, de largos cabellos rubios y ojos de un intenso azul celeste que normalmente permanecían cerrados y le daban la apariencia de un hermoso ángel, estaba sentado bajo unos árboles cerca de un arroyo cristalino cercano al monasterio donde normalmente vivía. Vestía una larga túnica blanca y calzaba unas sandalias del mismo color.
Sus párpados cerrados, respiración pausada y calmada apariencia daban a simple vista la impresión de que dormía, pero en realidad estaba reflexionando acerca de un tema muy importante.
Debemos remontarnos varios siglos para conocer su historia.
En un reino muy lejano llamado Sakya vivía una bella joven de cabellos largos y negros como la noche, su piel era del color de un melocotón maduro, sus labios eran finos y tenía hermosos ojos que a simple vista parecían negros como la noche, pero que en realidad eran de un azul intenso y oscuro.
La joven era muy infeliz pues había sido la única superviviente de una masacre que eliminó a toda su familia. Ella sólo se salvó porque aquella fatídica noche su aya la escondió en el bosque, en el que desde entonces había vivido pues no confiaba en nadie. Los atacantes fueron miembros de un clan rival, cuya envidia por las riquezas y bienes materiales que aquella familia poseía, causó su destrucción y la joven sabía que su vida no habría valido un ardite si aquellas personas se hubieran enterado de su existencia.
Tras la muerte de su aya aquella muchacha tenía a los animales del bosque por toda compañía; por la noche hablaba con la luna y rogaba fervientemente a los dioses que la sacaran de aquella situación y le proporcionaran una familia que la amara. Ese era su mayor anhelo y su fervor dio fruto de una forma inortodoxa.
Una noche en la que se encontraba particularmente triste y lloraba su suerte con amargura, la luna llena que brillaba a traves de los árboles dirigió hacia ella por unos instantes sus rayos y la envolvió en un haz de luz grisácea que ella sintió como una cálida caricia. Oyó una tierna voz que le hablaba suavemente y que le prometió que encontraría un esposo y la felicidad que tanto deseaba; no obstante, ese amor tendría su precio, puesto que debía entregar a los dioses al primer bebé que naciera de ella. La joven se sintió tan feliz que no pensó en las consecuencias que tal promesa podría acarrearle.
Unos días después un joven de una familia nobiliaria que estaba cazando en el bosque la vio y decidió en aquel instante hacerla su esposa pues nunca había visto una mujer tan bella anteriormente. Ella aceptó su propuesta de inmediato pues también se enamoró perdidamente de aquel hermoso hombre de piel del color de la canela y cabellos oscuros.
A pesar de la felicidad que los vasallos de aquel mancebo sentían al ver que su señor se había desposado con una joven tan hermosa y generosa, tal unión no fue bien vista por todos los invitados y familiares del novio. Estos últimos veían a la joven esposa como poco menos que una cazadotes, así que constantemente trataban de meter cizaña y destruir el amor puro que ambos sentían el uno por el otro, que se vio aumentado cuando anunciaron que iban a tener a su primer hijo.
Las hermanas, primas y tías de su esposo vieron una nueva oportunidad de envenenar su relación y fueron mermando poco a poco la confianza que el joven depositaba en su esposa.
El muchacho tenía muchas obligaciones y preocupaciones pues entonces existía la amenaza de guerra por parte de otro reino fronterizo, motivo por el cual en numerosas ocasiones debía ausentarse. Aunque le costaba creer que su esposa le fuera infiel, el joven empezó a vigilar sus movimientos mas de cerca y su corazón se empezó a llenar de dudas a medida que el embarazo avanzaba, pues había notado que ya no era el centro de atención de su mujer.
