Llega la primera semana de vacaciones después de unos largos e interminables exámenes y yo solo quería un momento para escribir esto que me carcomía dentro de la cabeza. Una historia totalmente Altern-Univers con Hikari como protagonista y más de una sorpresa. Os presento "A través del bosque" una narración de fantasía producto de demasiados animes de éste género consumidos en poco tiempo.

Cuelgo dos primeros capítulos piloto, para ver que tal os parece la idea. Sé que quizás será muy típica, pero digamos que este género ha sido bombardeado por tantos lados que ser original se basa en introducir sorpresas alternas en una línea típica. Aunque empiece como muchas, espero que esto no se convierta en "otra más".

Nos leemos.


A TRAVÉS DEL BOSQUE.

1.

Hikari miraba por la ventana del autobús como las primeras hojas del otoño caían lentamente. Algunas golpeaban ligeramente las ventanas del vehículo, otras sólo se dejaban caer sin fuerza. El verano se estaba acabando, y eso era un hecho.

Respiró hondo mientras apoyaba su barbilla en una de sus manos. A su lado su maleta de viaje descansaba en el asiento vacío. Poca gente visitaba aquel pueblo al cual ella se estaba dirigiendo. Quizás una o dos personas estaban dentro de aquel pequeño autobús que saltaba con cada bache del suelo.

¿Y entonces, por qué estaba ella allí?

Hikari viajaba a casa de su abuela. Su padre había muerto el último mes, y su abuela le había pedido que fuera con ella, al menos una temporada. A los quince años Hikari era huérfana de ambos padres, su madre había fallecido cuando ella recién tenía siete años. Aunque su padre siempre le decía que se parecían de sobremanera, con el mismo cabello castaño y los ojos entre oscuros y rubíes. Hikari se peinaba igual que su madre, en las viajas fotos, intentando, de algún modo, estar más cerca de ella. Aunque fuera sólo una inútil ilusión.

Suspiró de nuevo. Se preguntaba si había hecho bien en aceptar la oferta de su abuela, la cual había insistido mucho. Entonces había abandonado el barullo de la ciudad, por la tranquilidad de un pueblo que había visitado hasta los ocho años. En realidad hacia siete años que no estaba allí, se podría decir que casi no reconocería a nadie. No sólo se había alejado de su hermano, quien había decidido quedarse en la ciudad y arreglar todo el tema burocrático, sino también de sus amigos y de su hogar.

Cuando el autobús llegó a la parada, la muchacha se levantó de su asiento. Apretó los puños alrededor de las asas de su maleta y se dirigió con pie firme a la salida. La parada del autobús no era más que un viejo banco carcomido por las lluvias junto a una señal medio torcida debido a la antigüedad. El camino por donde circulaba el autobús era peor de lo que Hikari habría imaginado, era un camino rural, ni tan siquiera de asfalto. Nadie más se bajó en aquella parada, y el vehículo que la había llevado hasta allí se perdió en la distancia.

Quizás hacía siete años que no estaba allí, pero aquel pueblo no había cambiado en nada. Hikari estaba segura de que conseguiría llegar al hogar de su abuela. Aún recordaba aquella casa, la más alejada del pueblo y la primera en la línea que creaban los árboles de las montañas. Empezó a caminar, mientras el sol ya descendía marcando el atardecer. Una racha de aire aún cálido hizo que los pliegues de su falda se levantaran ligeramente. Sabía que debía bordear el pueblo para llegar lo más rápido posible.

Mientras recorría el camino la chica no podía dejar de intentar recordar cosas de aquel lugar. Pero le era imposible, recordaba a su abuela y a su abuelo saludándola desde su hogar. Y ella de la mano de alguien, seguramente de su hermano, recorriendo los árboles. Recordaba que los veranos eran cálidos allí, aunque esa fuera la única estación del año que conoció en esa zona. Recordaba que no había muchos vecinos, que aquel pueblo parecía haber sido abandonado totalmente de la mano de la tecnología. A veces, incluso, la línea de teléfono se cortaba, haciéndolo parecer aún más un pueblo aparte del mundo. Pero si algo tenía que afirmar de verdad, era que resultaba un pueblo casi mágico. Las casas pequeñitas, las calles estrechas por casi donde no circulaban los vehículos. Los comercios simples, y las gentes que se conocían desde generaciones. Sólo algunos jóvenes abandonaban aquel pueblo para irse unos años a la ciudad, los demás seguían los comercios familiares o se dedicaban a cuidar el campo y los bosques.

Desde la colina que bordeaba el pueblo, Hikari pudo contemplarlo. En realidad era bonito. Pero… ¿qué haría ella allí?

Miró delante suyo para continuar con su carrera cuando descubrió a lo lejos a un joven. Un muchacho que le pareció de su edad, con una expresión que no pudo entender. El joven tenía el cabello de color castaño con reflejos rojizos por el atardecer. Él la vio a ella mirándole, y simplemente torció ligeramente el rostro. Tras eso el chico medio sonrió, para poner después las manos detrás de su cabeza y girarse, dándole la espalda. Hikari frunció el entrecejo y continuó su camino, detrás del chico.

-O… oye- intentó llamarlo ella. Aceleró su paso para alcanzarlo, pero unos instantes después el joven desapareció de su campo de visión. Hikari se paró, sorprendida, y rápidamente intentó buscarlo por los alrededores, sin conseguir encontrar nada. ¿Quizás lo había imaginado?

La joven se mordió el labio. Quizás eran demasiadas horas de viaje, además aquel chico le recordaba ligeramente a su hermano. Debía haberlo imaginado, ya le echaba de menos. Por suerte el hogar de su abuela ya podía verse en la distancia. Si atravesaba un campo de arroz llegaría hacia la casa. Descendió rápidamente de la colina y empezó a caminar por el sendero que acariciaba el bosque. Su paso era cada vez más acelerado. Sólo deseaba llegar para tomar un baño caliente y olvidar aquel largo viaje a ningún sitio.

-¿Señorita Hikari? – oyó una voz justo delante de ella. Hikari levantó la mirada para encontrarse con una joven, de más o menos su edad. La chica era de complexión delgada, con el cabello de un color violáceo y los ojos escondidos detrás de unas gafas redondas. Al primer instante Hikari no reconoció a la chica, pero luego una imagen de una niña con dos coletas y gafas redondas viajó a su mente.

-¡Miyako!- casi gritó de la sorpresa. Su compañera sonrió anchamente al ser reconocida. Hikari recorrió los metros que las separaban ensanchando aún más su sonrisa. Nunca se imaginó que su amiga de la infancia, de aquellos veranos, aún estuviera en aquel pueblo. Se situó en frente de ella y le sonrió. –Me alegra verte- dijo sinceramente.

-Lo mismo digo- añadió Miyako. Entonces la chica miró el reloj que llevaba en su muñeca. Hikari se fijó entonces que en la otra mano llevaba una cesta con diferentes verduras. –Su abuela estaba un poco preocupada ya que se estaba retardando. Así que he salido a recogerla- informó Miyako. Hikari asintió.

-Sí, la verdad es que el autobús llegaba un poco tarde- tras decir eso ambas chicas empezaron a andar. Hikari movía nerviosamente sus manos, jamás le había gustado estar en silencio con una persona que no conocía mucho. Así que empezó a hacer preguntar a Miyako sobre el tiempo que habían pasado separadas. Supo entonces que Miyako vivía ahora en casa de su abuela, y que la ayudaba con las tareas del campo y con la escritura. La abuela de Hikari había vivido siempre en aquel pueblo, así como todas las generaciones anteriores, pero había sido una famosa escritora de poemas y relatos cortos. Aún si eran pocas las personas que habían tenido contacto con ella, gozaba de gran fama como escritora, por la cual había amasado una pequeña fortuna. Ahora, a los setenta años y con menos visión, era Miyako la que escribía los relatos que la mujer iba contando.

-¡Abuela!- gritó Hikari al ver a una mujer mayor esperándolas en la verja que separaba el huerto del camino. La mujer de setenta años se había encogido con el tiempo. Llevaba un simple vestido de color granate y sus manos arrugadas se aferraban con fuerza a la verja. Sus ojos, apagados, eran antaño del mismo color de los de su nieta. Su cabello, largo y plateado, lo llevaba en un sencillo moño. Cuando Hikari llegó a sus brazos ambas se abrazaron.

-Me alegro que ya estés aquí, Hikari- dijo sencillamente la abuela. –Has tardado mucho- afirmó. Y eso era cierto, se fijo Hikari que el sol ya había caído completamente. La luna empezaba a brillar con fuerza en el cielo. Las luces de la casa eran las únicas que seguían iluminando el sendero.

Hikari volteó sobre si misma para observar la luna. Entonces oyó ligeramente un sonido parecido al aullido de un lobo. Frunció el entrecejo, intentando escuchar con más atención. Era el aullido suave de un lobo lo que se oía. Sobresaltada se giró hacia su abuela, quien ya daba pasos dentro de la casa.

-¿Hay lobos en el bosque, abuela?- preguntó. La mujer se giró hacia ella, pero Hikari vio como miraba de reojo a Miyako, gesto que le extrañó.

-¿Por qué lo dices Hikari?- preguntó.

-¿No lo habéis oído?- preguntó ella. Aunque luego pensó que seguramente el oído de su abuela debería estar un poco atrofiado. Se encogió de hombros. -Bueno, da igual. ¡Tengo muchísima hambre!- afirmó después con una sonrisa. La abuela asintió, y Hikari vio como Miyako se adelantaba hacia lo que suponía la cocina, con aquella cesta llena de verduras. Su boca hacía agua solo de pensar la deliciosa comida que probaría en poco rato. Aunque fuera una chica delgada, recordaba haber tenido siempre mucho apetito.

Empezó a andar hacia dentro de la casa cuando de repente se detuvo. Involuntariamente todos los músculos de Hikari se tensaron, algo había notado, algo había cambiado en el ambiente. La muchacha se giró lentamente hacia la puerta, la cual seguía entreabierta. Tragó saliva unos instantes y después oyó una fuerte explosión.

Hikari abrió completamente la puerta y el espectáculo que vio la dejó impresionada. Por el sendero de donde ellas venían había dos figuras luchando entre ellas. La primera era una forma desconocida, un monstruo que parecía hecho de barro. De ese monstruo algunas ramas parecían salirle de diferentes zonas de su cuerpo, y dentro del barro parecía haber piedras, raíces y hojas muertas. Detrás de la figura, el bosque parecía un espejismo roto. En medio de los árboles había un boquete que lucía igual que una ventana roto, con afilados bordos.

-¡Maldita sea!- oyó una voz. Tras aquello la muchacha se fijó en la otra figura que luchaba contra aquel monstruo de barro. ¡Era aquel chico que había visto antes! Le vio levantarse de un salto increíble del suelo e intentar golpear con sus manos desnudas al monstruo, sin conseguir absolutamente nada. Uno de los brazos del joven sangraba ligeramente. Le oyó volver a maldecir, para después ver como juntaba sus manos delante de él y al separarlas unas chispas de color azulado empezaron a cobrar vida. El chico separó aun más sus manos, incrementando la longitud de aquellas chispas, creando con ellas una magnífica red azulada. Tras aquello el joven lanzó su ataque contra aquel monstruo de barro, que nada más tocar las chispas todo su cuerpo se vio en vuelto en lo que parecía una fuerte corriente eléctrica. Tras eso el monstruo pareció derretirse hasta convertirse en nada.

Tras aquel momento, todo quedó en silencio. La luz que habían formado aquellas chispas se apagó, y ya solo se veía aquello que iluminaban las luces del hogar de su abuela y la luna en el cielo. Hikari vio como el joven se giraba hacia ella y empezaba a andar.

-Buen trabajo… Daisuke- oyó la voz de su abuela detrás de ella. Hikari se giró sobresaltada hacia ella, sin haberse dado cuenta de que estaba a su lado todo el rato. Miyako se encontraba detrás de ambas con la mirada perdida en la distancia.

-Abuela- saludó el joven. Hikari vio como se tomaba el brazo, por el cual unas ligeras gotas de sangre se deslizaban. Ella apretó la mandíbula sin quererlo. El joven la miró de arriba abajo y sonrió anchamente. –Ya imaginaba que tú serías Hikari- afirmó él. A lo que la joven no pudo más que sorprenderse.

-Así es- confirmó la abuela. –Ella es mi nieta, Hikari- tras eso la abuela respiró hondo. –Y la chica que vas a proteger de ahora en adelante.

Continuará…


¿Qué os aparecido? ¿Hay ganas del cap 2?

Kyo*4.