Los Patakis: Día de San Valentín.
Capitulo 1. El día de San Valentín de Helga, seis años después.
¡Oye Arnold!
¿Ya tienes novia?
Apuesto a que sí. Tú siempre fuiste un enamorado cabeza de balón. Siempre te fijabas en las caras bonitas. Aún recuerdo tu expresión cuando veías a la tal Ruth.
Mira Arnold, la verdad te estoy escribiendo para sincerarme contigo. Se que esto es un poco extraño. Bueno, es muy extraño. No he hablado contigo una palabra desde hace más de seis años. No tenemos un pacto secreto, no somos novios ni nada por el estilo. Sin embargo, hasta ayer hubiera considerado una traición saber que tu tenías novia allá en San Lorenzo.
Y encima, todas las cosas extrañas que han pasado esta semana: eso del espía y el regalo y todo lo demás se me ha complicado mucho. He tenido varios disgustos aquí, y lo menos que hubiera aceptado es siguiera pensar que tenias novia, sin embargo, veo que es injusto para ti esperar que te la pases sin nadie especial.
Se que eres un chico listo, adorable, simpático, aunque no tengas ningún concepto de la realidad y seas tan ingenuo y manipulable, bueno, eso algunas chicas lo vemos como admirable. Tal vez a esta hora estas celebrando el día de San Valentín con alguna chica de Ojos Verdes.
Y si tu algún día leyeras esto (que no lo leerás, cabeza de balón) te preguntarías¿Por qué el cambio? Bueno, mira… la verdad, ahora se que es muy difícil estar solo, y que si tienes oportunidad de estar con una chica a la cual quieras amar y ella te corresponda, pues lo harás, y estará bien… es decir, estamos separados por miles de kilómetros, vivimos en países diferentes, y el amor de lejos, es un amor de pensarlo muy bien porque es difícil.
El punto es, cabezón, que aunque yo estoy segura de que soy la única chica que te ama como tú te lo mereces, pues, no voy a estar… muy… es decir… bueno, a escribirlo: no voy a considerar una traición tuya que tu tengas una novia por allá.
Y es que mira, yo sé que nuestro destino es estar juntos… pero se que es muy difícil estar solo… y bueno, mira, la verdad, aquí yo tengo un problema similar… bueno no problema… bueno me lo voy a sacar del pecho de una vez… ¡Alguien me besó hace unos minutos".
Mira, no fue algo que yo hubiera planeado… no sé como paso… pero lo que si se es que no voy a continuar con esto… y estoy seguro que el también lo sabe, por como lo dejé tirado en el suelo… pero eso no cambia que yo haya sentido algo¿Sabes? No amor, no lo que siento por ti, pero de todos modos, pues sentí algo… y es por eso que te escribo…
Y justo cuando él me besó, sentí algo muy… bueno, no fue feo, te lo aseguro… no sentí lo mismo que cuando te bese en la playa o en la obra… pero siempre recordare la pasión, el cariño, la felicidad, el aroma a limón y…
Justo en el momento de escribir esas líneas, la chica alta y delgada, enfundada en un vestido rosa con accesorios, guantes largos blancos, y un imperceptible lazo rosa que sostenía su peinado, abandonó el lápiz y levantó la cabeza. Su única ceja se alzó en un gesto increíblemente divertido, mientras sus ojos se abrían cuan grandes eran, impulsados por la sorpresa. Como de rayo, se levanto de la cama y sus pies descalzos ni siquiera notaron el frío suelo.
Se acercó a la ventana de su habitación, la abrió rápidamente y miró hacia abajo, pero no había nadie en la entrada de su casa. Lanzó una mirada a la joya que había sobre su cama, después, a los zapatos que estaban al lado de su cama. Apresuradamente se los puso, abrió la puerta de su habitación y se lanzó escaleras abajo.
Mientras bajaba las escaleras, recordaba los principales acontecimientos del día: el descubrimiento, la joya, la pelea con Phoebe, la deducción, el acto terrorista, la disculpa, el extraño comportamiento de la tal Siobhan, el baile, la competencia con Rhonda y Curly, los bocadillos de pastrami…
Helga abrió la puerta emitiendo un sonido tan fuerte, que atrajo la atención de Olga y de Miriam, ambas sentadas en la mesa de la cocina. Pero no tan fuerte como para atraer la atención de Bob, ocupado en ver "La Rueda" en la televisión de la sala.
Helga salió a la fría noche, camino unos pasos frente a su entrada, pero no vio a nadie en toda la calle. Estaba completamente sola, mirando de un lado a otro con sus ojos abiertos cuan largos eran, mientras la revelación se abría paso en su alma: Todo había sido una trampa, y ella había caído en ella como un corderito.
Helga¿Qué sucede? – dijo la siempre dulce y bien modulada voz de Olga.
Y Helga se sintió derrotada. Porque para explicar bien que sucedía, de una manera que todos pudieran entenderlo, debía de remontarse no solo a los sucesos de hacía seis años, cuando todos viajaron a San Lorenzo, sino también a las extrañas cosas que habían sucedido hacía más de una semana…
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Una semana atrás:
El teléfono sonaba una y otra y otra vez. Bob estaba viendo el fútbol en la televisión, Miriam estaba recostada en la mesa de la cocina, luchando contra el sueño, y Olga estaba fuera de la casa. Así que Helga debería contestarlo.
¡Olga, contesta el teléfono!
¡Soy Helga Bob, ya voy!
Helga se levantó de su cama y de la apasionante tarea de álgebra lineal, para ir a contestar el teléfono que había en la parte baja de las escaleras de su casa. Con una voz en donde se advertía el fastidio, contestó:
Casa de la familia Pataki¿Con quién desea hablar?
¡Helga¿Qué crees, que crees¡Al fin sucedió!
Solo había una voz en el teléfono capaz de hacer que el ceño fruncido de Helga se cambiara a una discreta, pero sincera sonrisa.
¡Phoebe, permíteme solo un minuto…
Y ante la indiferencia general de sus padres, Helga tomó el auricular inalámbrico, corrió escaleras arriba hacia su cuarto, el cual cerró con llave. Se lanzó a su cama y una vez cómodamente instalada, dijo:
Ahora si Phoebe, saca la sopa¿Qué paso?
Helga¡Gerald me invitó a la fiesta de San Valentín de Rhonda!
Lo que siguió fue una serie de pequeños gritos de emoción de parte de ambas, una declaración de los hechos de Phoebe que fue seguida, interrumpida y analizada inmediatamente por Helga, y el reconocimiento de ambas de lo excitante de la noticia.
Gerald siempre había demostrado un interés en Phoebe, era su pareja de baile en todas las fiestas a las que asistia, pero nunca se había "animado" a algo más serio, para desesperación de Phoebe. Helga pensaba que Phoebe era mucha pieza para el "cabello de borrego", pero debía admitir que Gerald era el tipo más popular de la escuela y que Phoebe estaba realmente emocionado con esto.
El baile del día de San Valentín, ofrecido por la señorita Rhonda Wellington Lloyd, era casi una declaración oficial de amor. Ir ahí en pareja significaba un acercamiento a un compromiso oficial ante la sociedad escolar. Por lo menos, ese era el ferviente deseo de su anfitriona, y para ello no escatimaba ningún esfuerzo.
Phoebe le pidió a Helga que la fuera a ver a su casa. Helga accedió, se despidió de su mejor amiga y apago el teléfono, y entonces se felicitó por la mejor actuación de su vida.
Porque para cuando Helga fue a colgar el teléfono, tenía todo el aspecto de alguien que siente que su vida ha terminado: la cabeza agachada, la mirada perdida en el piso, la actitud de alguien muy triste en verdad.
"La fiesta de San Valentín" – pensó Helga – "La fiesta más romántica del año. Y la única persona con la que quisiera ir se encuentra muy lejos de aquí".
Helga hubiera tomado tiempo para seguir en su fase deprimida, pero de pronto, Olga entró por la puerta principal.
Hola hermanita¿Cómo estas? – dijo Olga con su voz siempre dulce.
Bien Olga – dijo Helga, cuyo gesto de tristeza fue reemplazado inmediatamente con uno de fastidio.
Oye Helga¿te gustaría que cocinaramos algo juntas?
Aaaay, lo siento Olga, pero justo ahora voy a salir a ver a Phoebe, será para otro día¿Sí?
Claro, como quieras – contestó Olga, quien no pudo disimular el desencanto en su voz.
En honor a la verdad, una de las cosas que había que reconocerle a Olga era que nunca se rendía en su lucha por tener una mejor relación con Helga. No importaba cuantos desaires le hacía Helga, Olga siempre la invitaba a hacer cosas juntas.
Pero claro, esto a Helga la sacaba de quicio… ¿Qué Olga no podía entender las continuas indirectas de que Helga no quería tener nada que ver con ella?
Bueno, ya me voy – Gritó Helga a su madre dormida en la cocina y a su padre viendo la televisión, y de inmediato salió a la casa de Phoebe.
Al llegar ahí, saludó a la señora Heyerdal, quien la introdujo al cuarto de Phoebe, el cual tenía aún su estilo japonés característico. De inmediato iniciaron un concíabulo en donde ambas analizaron, detalle por detalle, lo que había dicho Gerald, como lo había dicho, que significaban sus gestos a la luz de la relación "de amigos" a lo largo de mas de seis años que ambos mantenían, etc.
Al final de una deliberación de tres horas, concluyeron que lo mejor era esperar a ver que tenía que decir Gerald.
Feliz por su amiga, pero sintiendo una enorme pena por si misma, Helga se encaminó a la casa de la familia Pataki, donde la esperaba la misma soledad de siempre, la monótona rutina de aquel que sabe que esta de más en la familia.
O al menos eso fue lo que Helga pensaba, porque justo al cruzar el umbral de su casa, vio un paquete en la sala del comedor junto a la correspondencia del día. Sin interés, Helga lo vio mientras pasaba camino de su cuarto.
Lo cual hizo mucho más chistoso el gesto de estirar el cuello hacia atrás mientras iba caminando.
Y es que Helga había encontrado algo que llamó poderosamente su atención. Al pasar, había alcanzado a ver un timbre postal con un ave muy colorida y hermosa, y solo una línea de las varias escritas en el paquete:
"Desde: República de San Lorenzo".
El paquete solo podía venir de una persona.
Arnold.
Nota:
Saludos a todos, les pido una disculpa por no terminar mis fics e iniciar otro mas, pero este es un fic muy "especial". Esta ambientado con Helga adolescente y espero que les guste.
