Un estruendo. Golpes sordos. Gritos llenos de horror. Otro estruendo. Llantos. Súplicas. Lamentos. ¿Y qué más sigue? Disculpas. Patético.
Aprieto con fuerza los puños. Un nudo se forma en mi pecho. Una rabia llena de frustración me sofoca. Quiero gritar. Golpear. Destrozar. Reprochar. Pero, sobre todo, quiero huir.
Poner un basta.
Un silencio desgarrador invade el lugar. Lo ignoro. Ya conozco la monotonía de las secuencias a seguir. Me pongo los cascos. Subo el volumen de la música. Pongo cualquier sonido que pueda distraerme. La melodía inunda mis oídos. Melancólica y suave. No me llega. Solo es distracción. Jalo mi mochila que había dejado arrumbada en la orilla de la cama. Saco mis cuadernos y comienzo a hacer mi tarea. No porque sea una estudiante aplicada; no, solo quiero distraerme. Ignorar lo que acaba de pasar. Como siempre. Es la monotonía de mi vida.
Termino a la media hora. Estoy aburrida. Es de noche. Las estrellas brillan con fuerza. La luna no. Su color el pálido y soso. Vacía. No es hermosa. No tiene nada de especial. Solo esta ahí. Un simple adorno.
Los toques a mi puerta me distraen de mi letargo. Mi madre entra. Como siempre... patético.
— Lamento si te interrumpí —Se sienta en la orilla de la cama. Incluso con la luz apagada, puedo ver los enormes moretones que su actual marido le acaba de hacer hace media hora. Ya ni me da lástima.
— ¿Qué es lo que necesitas? —Mi voz es gangosa. Sin vida y monótona. Mi rostro no expresa nada. Soy como un libro vacío. Sin contenido.
Mi madre sonríe melancólicamente. Su sonrisa ya no me llega. Me resulta sosa y patética. Trata de mantenerse calmada. No me quiere demostrar que tanto está destruida. Lo entiendo.
— Decidí... —Comienza— que sería mejor que te fueras con tu padre por un tiempo. Mientras las cosas se... —Busca la palabra.
— Se calman —Completo. Mi madre asiente. Suspiro. No me parece mala idea. Pero...
— Solo mientras Thomas consigue trabajo.
— Si, claro —Ruedo los ojos. La ironía en mi voz delata mi escepticismo—. Por cuánto tiempo. ¿Para siempre?
— Hinata —Advierte sin ganas de discutir.
— No importa. No sirve de nada. Como siempre —La ignoro. Concentro mi mente en cualquier recuerdo que se me venga en la mente. Es mi manera de ignorar mis problemas.
— Escucha —Me toma de las manos. Son frías y ásperas. No tienen vida. Es como si fuera un cadáver viviente—. Por favor. Te juro, que esta vez... lo remediare todo. Pero no quiero que estés aquí mientras pasa. Así que, por favor mientras pasa, vete con tu padre.
No le creo. Ya no le creo. Pero, aún así, asiento. Ir con mi padre me da igual. Es lo mismo. Un padre con un nuevo matrimonio y nueva familia. Una hija que solo ve una vez al año y una esposa que me odia a muerte solo por ser la hija de la mujer que mi padre amo como loco y que sigue haciendo. Una familia destrozada desde la raíz. Todo me da igual. Ya estoy acostumbrada. Solo soy conformista.
— Lo hable con tu padre —Eso me sorprende. Si mi madre tuvo el coraje de hablar con mi padre eso quiere decir que va en serio. Pero aún así no digo nada—. Y estuvo de acuerdo. Mañana enviará a alguien para recogerte.
— La escuela —Me da igual.
— Irás a una nueva.
— Mis amigos —No tengo.
— Harás nuevos —Habla con positivismo.
— Mi vida —No me importa.
— Tendrás una nueva y mejor.
— Esta bien —Acepto. No me interesa en donde vivo y con quién. Hace años que me conforme con mi vida de mierda.
— ¡Genial! —Su rostro se ilumina. Hay esperanza en su rostro. Esperanza que poco a poco se borra para luego ser inundada de lágrimas—. Lo siento... de verdad... lo siento —Llora. Es la primera vez que la veo llorar a causa de sus decisiones y no por los golpes de Thomas—. Trate de darte una vida mejor, pero solo lo empeore —No importa. Ya no me importa—. Trate de sacarte adelante por mi cuenta, reparar nuestra vida sin la ayuda de tu padre, pero todo solo fue por mi orgullo —Lo sé, y créeme, no me importa— De verdad... lo sient...
— Madre... —Alza la mirada. Me mira. Se da cuenta de que sus errores ya no importan, porque ya me lastimaron—. No importa...
A la mañana siguiente ya estaba preparada con todas mis cosas. Solo tenía una maleta pequeña junto con un par de cajas en donde había guardado un poco de mis pertenencias personales. Nada sin importancia. Estaba en el porche, esperando a que el chofer terminara de meter todas mis cosas en la cajuela. Estaba aburrida.
— Ya es hora Señorita Hinata —Tendría que acostumbrarme a que me llamaran de esa forma de ahora en adelante. Genial.
Me levanto de las escaleras de la entrada. Mi madre me mira con pesar y dolor. No me quiere dejar ir. Es la primera vez que me separare por mucho tiempo de mi madre. No me importa. Thomas no se encuentra. Lo más seguro es que se fue a beber a una cantina o con sus amigos. No me interesa. Aún no lo sabe. Supongo que se molestara saber que ya no estaré. Ya no tendrá con qué divertirse. Que asco me da.
— Hinata —Me detiene mi madre. Me gira hacia ella y por primera vez en años, me abraza, con mucha fuerza. Siento que me romperá en dos. No importa—. Cuídate mucho. Promete que me llamaras.
— Lo prometo —No devuelvo el abrazo. No hay necesidad.
Me suelta. Su rostro está inundado de lágrimas. Sé que no es fácil para ella. Por mi parte, me da igual vivir con quién sea. Le regalo una sonrisa. Que falsa puedo llegar a ser. Ella me la devuelve. Esta bien. Mentir esta bien. Es una bella forma de no lastimar a las personas.
Entro en el auto. El chofer me cierra la puerta. Es su trabajo. Miro a mi madre por la ventanilla del auto. Se aprieta el pecho. Le duele. Le duele el orgullo. Mi padre; hace más de cinco meses que no lo veo. No porque no quiera él o yo, sino porque simplemente no puede. Todo el tiempo se encuentra ocupado y, por mi parte, su presencia me es irrelevante. El auto avanza. El rostro de mi madre se desfigura en dolor. Me despido. Ella se despide. Ya no la veo. De aquí en adelante, mi vida será otra tragedia sin libro.
Una enorme mansión se alza ante nosotros. El auto se aproxima a su destino. Pasamos el portón. El trabajador me da la bienvenida como "Señorita". Un bello jardín barroco me saluda con orgullo. Estructuras de mármol me ignoran. Una enorme mansión de tres pisos se ríe de mí con mofa. ¿Qué hago aquí? Ah, es verdad. Mi madre me mandó. Como sea.
Bajo del auto. Varios trabajadores me dan la bienvenida. Nunca antes había estado aquí a pesar de las constantes insistencias de mi padre en venir. Nunca me interesó venir para ser sincera.
— Señorita Hinata, por aquí por favor —Me insiste en caminar un hombre de aspecto añoso. Lo sigo. Parece ser el cabeza de los empleados.
Las puertas se abren ante mí. Un bello decorado estilo clásico se alza con imponencia. Me abruma. Columnas por allá y por aquí. Cuadros. Estatuas. Floreros. Ventanales. Cortinas. Muebles. No hay ni un espacio mal estilizado. Simplemente bello.
— Desea recorrer las instalaciones —Ofrece el hombre de aspecto añoso.
— No, gracias —Rechazo. No estoy muy interesada. Viviré aquí por sepa cuánto tiempo, ya tendré tiempo de sobra para descubrirla.
— Entonces por aquí. Le mostraremos su habitación.
Comenzamos a caminar. Hay al menos tres personas detrás de nosotros que nos siguen. Uno cargando mi maleta y los otros dos cargando las pocas cajas que traje. Subimos las largas escaleras. Perdí el aliento. Son muchas. Giramos por varios pasillos y nos detuvimos en una de las tantas puertas. Necesitare un mapa para encontrar mi habitación.
— Su habitación Señorita Hinata —Me abre la puerta.
Es enorme. Es casi como si fuera una casa. Una cama enorme en el fondo. Varios muebles esparcidos por el lugar. Varias ventanas. Un balcón que dejaba ver la majestuosidad de la casa. Y una sala con varios sillones. Un televisor de 85 pulgadas y varias consolas de videojuegos. Al menos no estaré aburrida. Las personas que traían mis cosas ingresan primero que yo y dejan mis pertenencias acomodadas en un punto del lugar. Le doy las gracias. Todos salen después de despedirme y darme la bienvenida de nuevo. Me quedo a solas. No hay ruido. Me pregunto si habrá alguien en esta mansión con aire desolador.
Camino hacía mis cosas. Tomo mi maleta y la abro. No tengo tanta ropa, pero no es como si me vistiera más de dos veces al día. Abro el closet. Hay ropa. Mucha ropa. Supongo que mi padre me preparó todo esto. Aún así acomodo la ropa que ya tengo.
— Así que tu eres la famosa Hinata —Una voz fría y melosa me interrumpe en mi tarea. Supongo que ella es Arlene. La actual esposa de mi padre. Me doy la vuelta. Envuelta en glamour, me ve con frialdad desde su lugar. No me importa—. Tu padre me comentó que vendrías hoy —Camina hacia mí—. Esperaba algo más —Lo sé. Mucha gente se espera que la hija primogénita del gran Hiashi Hyuga sea... más, pero no. Lo siento.
— Todos lo esperan —La ignoro. Me giro y retomo mi tarea.
— Me ignoras. Que chica más corriente —Exclama con desagrado.
— Tú fuiste la primera en ser descortés. Generalmente cuando alguien entra a la habitación de alguien más debe tocar. Nunca escuche que tocaras —Ni siquiera la veo. No vale la pena.
— ¡Ingrata!
— Lo sé. No hay nada nuevo que no haya escuchado —Ni me molesto en hacerle caso. Solo continúo acomodando la ropa.
— Cuando Hiashi me dijo que vendrías sabía que iba a entrar a la casa una corriente sin clase. ¡Serás una humillación para la familia Hyuga!
— Tal vez porque los demás son unos estirados. Además... —La miro de reojo. Una frialdad glacial emana de mí. Ella lo siente. Retrocede un paso. Asustada e intimidada—. Solo es un préstamo —Me mira sin entender. Inmediatamente continúo—. Tu apellido es Lombardi, no Hyuga. Es solo un préstamo. En cambio, yo nací con el apellido. No te compares conmigo.
Dolió. Más que dolor, solo punza. Suspiro. No le doy importancia. Toco mi mejilla. Esta roja y palpita. Alzo la mirada. No muestro dolor. No muestro nada.
— ¡Cuida tus palabras! ¡Yo soy la señora de esta casa!
— Si, lo sé.
— Estúpida corriente de barrio. Esto es inaudito. No lo puedo creer. Sin duda alguna no dejare que permanezcas mucho tiempo aquí. No te pongas cómoda que de inmediato te largaras de aquí —Camina hacia la salida con pasos apresurados.
— No me importa estar aquí o allá —Se detiene y me voltea a ver—. Sin embargo... me pregunto, ¿a quién preferirá mi padre? ¿a ti? La mujer con la que se casó por obligación... o ¿a mí? Su hija.
El rechinar de sus dientes me produce asco. Es molesto y grotesco. Su rostro está rojo de la rabia. Le di en un punto demasiado bajo, pero no me importa. Sale azotando la puerta. Suspiro. Varios empleados se acercan a preguntar si hubo un problema al escuchar el estruendo. Lo niego. No quiero problemas.
Hola a mi nueva vida, adiós a mi vieja vida.
Mi padre no llegó. Y por lo que me dijeron los empleados no llegará dentro de dos días. Tal parece que se atrasó su estadía en España. Genial. El chofer se detiene. Llegamos. Me abre la puerta y yo bajo. Varios jóvenes se me quedan viendo mientras ingresan en el edificio. Los ignoro.
— Que tenga un maravilloso día Señorita Hinata —Se despide de mí mientras me entrega mi mochila. Asiento y continúo caminando.
Ayer desde mi llegada todo fue fácil. No había nadie en la casa, además de la esposa de mi padre y los empleados, y eso lo facilito. Recorrí superficialmente la casa. Tratando de memorizar los lugares que frecuentaría más. Como la cocina. Después, tome bastante comida de la alacena y de los refrigeradores para ya no salir de mi cuarto en bastante tiempo. Con el dinero que mi padre me dejó tal vez incluso podría comprar una pequeña nevera. De ese modo ya no tendría que salir por más. La idea es tentativa.
Busco con la mirada el camino que tengo que recorrer hacia la dirección. Generalmente se encuentra apenas entrando, pero como esta escuela es inmensa, supongo que tendrá un edificio solo para eso. Evado a personas que pasan aceleradas a un costado de mí. Trato de encontrar el camino correcto hasta que después de 15 minutos logro encontrar la recepción.
— Buenos días —Saludo a una mujer de aspecto joven. Viste demasiado formal para mi gusto. Ella deja de teclear en la computadora y me ve con amabilidad—. Soy nueva y me informaron que tenía que buscar mis horarios.
— Nombre.
— Hinata Hyuga.
Teclea mi nombre en la computadora y a los pocos segundos se levanta apresurada. Vaya, hizo efecto más rápido de lo que pensaba el apellido Hyuga.
— Por aquí por favor —Me señala y la sigo.
Salimos del edificio y entramos a otro. Subimos al segundo piso y nos detenemos en la tercera puerta de la izquierda. Toca y después entra.
— Lamento la interrupción, pero le tengo a una nueva alumna —Se gira hacia mí—. Entra —Se hace a un lado para dejarme pasar.
Entro y todos se me quedan viendo.
— Mucho gusto. Soy Hinata Hyuga.
— Se la encargo mucho profesor —Se despide y después desaparece.
— Hinata, siéntate donde desees —Me ofrece amablemente el profesor.
Camino hacia el fondo. Me siento mientras siento todas las miradas sobre mí. Genial. Amo ser la nueva.
La campana suena después de dos horas de clases. Todos salen apresurados. Yo también me apresuro. No sé en dónde se encuentra la cafetería así que los tengo que seguir. Todos bajan y siguen de largo hasta llegar a otro edificio repleto de ventanales. Desde fuera se puede ver el interior. Una cafetería abarrotada de gente. Varias mesas. Máquinas expendedoras. Una papelería. ¿Qué no tiene esta escuela?
Entro. Me siento fuera de lugar. Evado a toda la gente. Me cuelo en la fila. No se ni por donde empieza. Llego a la caja después de unos cinco minutos. Pido lo más simple que hay en está cafetería. Una botella de agua y un baguette de jamón. Salgo de la fila y busco un lugar donde sentarme sin llamar la atención. Todos me miran. Es normal. Soy la nueva. Mejor salgo. Busco un lugar tranquilo. A los pocos minutos me pierdo. No sé dónde estoy. Genial.
Llego a un campo de futbol americano. Me siento en las gradas. No hay nadie aquí. Es tan grande la escuela que ni llenan este lugar que es inmenso. Me siento. Abro la botella y le doy un trago. Hace frío. El uniforme me protege. No quiero saber cuánto costó. De hecho, me sorprende que en tan solo dos días ya tuvieran todo preparado. Desde mi habitación, la ropa, hasta mis cosas para la escuela. Un buen comienzo. Pensé que iba a batallar más.
— ¡Oye, tú!
Doy un respingo. Casi se me cae la botella. Tengo que maniobrar para impedir que se vaya de mis manos. Busco con la mirada al origen de mi susto. Lo encuentro. Hasta abajo, un chico de pelo alborotado y piel trigueña me ve con desinterés. ¿Quién es?
— Podrías hacerme un favor.
Levanto una ceja. ¿Qué clase de favor?
— Podrías hacerme pasadas, por favor —Alza la pelota de futbol americano, ofreciéndomela.
— ¿Eh?
.
Siento que merezco morir. No sé ni cómo disculparme. No tengo excusa que no haya dicho. Lo mismo de siempre. Falta de inspiración.
¡ME CAGO EN MI EXISTENCIA!
Pero no voy a entrar en detalles. Si, una nueva historia. Pero no se preocupen. Ahora si voy a actualizar las demás historias. Hice esta historia porque normalmente de este modo consigo inspirarme. No sé por qué :v
Será una historia corta. No planeo alargarla. Bueno, eso espero.
Tendrá un contexto algo crudo y realista. Me inspire un poco en lo que he vivido y lo que he visto. Para ser sincera, creo que será la historia a la que más cariño le tendré. Prometo que no me desviare como con las otras. Sera como me la imagine desde un principio. Así que no esperen a una Hinata dulce y torpe. Habrá Ooc. Al menos en Hinata.
Sin más ni menos, nos leemos pronto con, tal vez, Padre Soltero.
PD: Lamento cualquier error y/o incoherencia.
PD2: Está historia no estará siempre disponible. Planeo adaptarla a personajes inventados por mí. Primero la terminaré y después de poco tiempo será borrada.
