Disclaimer: Avatar: La leyenda de Aang pertenece a sus creadores Michael DiMartino y Bryan Konietzko, los derechos audiovisuales son de Nickelodeon.
Este fic participa en el reto "Una estación inspiradora" del foro ¡El Cometa de Sozin!
Extraño conocido desde siempre
Por Daenerys Black.
Estación: Otoño.
Este fic va dedicado a Patty (aka Nochedeinvierno13), obviously, porque la quiero mucho y es una persona muy especial e importante para mí. Nunca pensé que podría entablar una amistad como la que tengo con ella en un lugar como Fanfiction. Love ya!
Se conocieron en una cálida tarde de principios de otoño. El sol brillaba bañando las tierras de luz dorada. La brisa que traía la frescura de las tierras más frías mecía los árboles y la tenue melodía de las hojas al mecerse daban una satisfactoria paz. Algunas hojas, ornamentadas de oro anaranjado, caían frágiles en el pasto de la montaña. Nadie pensaría que aquella tierra tan bella, dotada de las más hermosas colinas y valles, los ríos con agua cristalina que surcaban las montañas, estuviera sufriendo los estragos de una guerra.
Desde hace años que la rivalidad entre las dos tribus que estaban en guerra se iba gestando. La relación era tensa y uno de los dos necesitaba una excusa, aunque fuese algo insignificante e irrelevante, para atacar. De acuerdo a las leyes de antaño, ambas tribus no podían simplemente atacarse entre sí sin ningún motivo concreto, así que esperaron y esperaron. Hasta que finalmente sucedió lo que muchos temían y auguraban. Pronto los verdes prados se tiñeron de rojo con la sangre de los guerreros caídos. Las claras aguas que sustanciaban a ambas tribus se mancillaron con los cadáveres de los guerreros caídos arrojados en ellas. Los niños iban a la guerra, trémulos y asustadizos, para no regresar a la protección y calidez de sus hogares.
Oma, con el corazón afligido por el sufrimiento de su pueblo y con impotencia por no poder hacer nada, se alejaba de la guerra. Iba cada mañana al asomarse el sol a la cima de una montaña que no aun no sufría los terrores de la guerra. Tenía que estar con cuidado, ya que aquella montaña, tan imponente como bella, era el límite de ambas tribus. Si alguien del bando enemigo la veía por esos lugares, pensaría que era una espía y nunca más volvería a su amado pueblo. Cuando ese día subió como todos los otros a la montaña, no pensó que su vida daría un giro inesperado.
Con temor vio que bajo la sombra del único árbol que habitaba la montaña había un hombre tomando una siesta. Oma al verlo ataviado con el uniforme de los guerreros de la otra tribu sofocó un grito. El joven parecía tener buen oído porque se despertó de inmediato, escaneando su alrededor buscando la fuente del ruido. La joven chica trató de esconderse, pero sus esfuerzos fueron en vano porque él ya se acercaba a ella, escudriñando su rostro preguntándose si era una posible amenaza.
—Señor —dijo Oma, a pesar de que él parecía tener su misma edad. Irguió su cuerpo y miró desafiante al extraño—, no se acerque. No le tengo miedo y… y lo atacaré si intenta hacerme algo.
El joven guerrero soltó una risa que enojó a Oma. Estaba tratando de ser valiente, mantenerse firme frente a un enemigo de su tribu y él se reía en su cara.
—Buenos días, señorita —saludó. Oma no percibió maldad en su mirar, por lo que se relajó un poco—. No se preocupe, nunca podría dañar a una joven tan hermosa como usted.
La guerra y el tener que madurar rápido hicieron de Oma una persona suspicaz, por lo que no se dejó engañar por unas tiernas palabras.
—¿Viene aquí a menudo? —preguntó sentándose nuevamente bajo la sombra del árbol. Oma decidió no dar ninguna información concreta al extraño.
—Puede ser. Quién sabe.
—Ah, ya veo —dijo él, pillando el juego que jugaba Oma—. Es usted muy inteligente.
Una ráfaga de viento hizo que las hojas cayeran brillantes como el oro sobre la cabeza del guerrero. Oma se mordió el labio para no reír.
—Si la montaña hablase, ¿qué cree que diría? —Oma cerró los ojos y dejó que el viento acariciara su rostro— ¿Pediría que la guerra cesase? ¿Preguntaría por qué dos tribus vecinas pelean entre sí en vez de motivar la paz?
—No lo sé. Preguntaría por qué una joven se cuestiona sobre aquellas cosas tan horribles.
Oma abrió los ojos y se dio cuenta que el joven la miraba atentamente, con un destello de diversión y admiración en sus ojos. Sin siquiera darse cuenta, ambos se zambulleron en una larga conversación. Hablaron sobre la guerra, sobre cosas triviales que no tenían importancia pero que dieron a conocer a Oma que el extraño joven no era una amenaza para ella. Tenían varias cosas en común; ambos disfrutaban estar al aire libre y que el viento ondease las hebras de sus cabellos, sentir el gélido viento contra la piel los hacía sentir vivos. Él le comentó que añoraba escuchar música y que no podía tocar por la guerra ya que requería todo su tiempo. Describió a Oma como una dulce melodía de primavera pero con la fiereza del invierno, la calidez del verano y la belleza cambiante del otoño. Dijo que escuchar su voz era como si la nota musical más hermosa estuviese tocándose. Ella no sabía cómo responder a tales elogios, por lo que ocultaba su rostro sonrojado con los mechones sueltos del rápido moño que se hizo al salir. Él tomaba su cabello y lo ordenaba detrás de la oreja diciendo que no quería ver oculto su hermoso rostro. Oma se sonrojaba más.
El cielo pintado de rosa advirtió a Oma que ya era momento de irse. Aun se podía observar un poco de luz desde el oeste. Por el este, en cambio, era todo oscuridad y el firmamento parecía estar encendido por miles de pequeñas luciérnagas.
—Debo irme —Oma, que en algún momento de la conversación se había sentado en el pasto junto al joven extraño, se levantó y emprendió camino hacia casa. Algo la detuvo, sin embargo, a quedarse—. Me he dado cuenta que no sé su nombre, señor.
—Shu. Mi nombre es Shu —Oma sonrió pensando que nunca podría olvidar aquél nombre, como aquella montaña y aquellas hojas junto a sus pies que crujían al tocarlas.
—Mucho gusto, Shu. Ya no es un perfecto extraño —estrechó su mano como si recién se hubieran conocido—. Yo soy Oma.
Una sonrisa comenzó a formarse en los labios de Shu cuando Oma dijo su nombre. Ella sin darse cuenta también sonrió.
—Podría… ¿mañana puedes venir, Oma, a la misma hora? —su razón le decía a gritos que no, que aquél hombre era el causante de los males de su pueblo, pero su corazón acallaba a la razón con las más tiernas palabras. ¿Cómo puede ser el causante de tantas desgracias un hombre tan bueno y agradable como Shu? Imposible. Él no era su tribu. El único pecado de Shu era haber enamorado a Oma.
¿Enamorado? ¿Podían las personas enamorarse tan rápido? Era un extraño que sentía lo conocía desde siempre. En cambio solo había sido una tarde de otoño…
—Claro.
Y, sin siquiera pensarlo, se colocó de puntillas y besó la mejilla de Shu para luego salir corriendo y de ese modo él no sería capaz de ver el llamativo sonrojo que nacía en las mejillas tiernas de Oma.
Nada le hacía sonreír más que la perspectiva de volver a Shu junto a la montaña al día siguiente. Ni la guerra ni nada podría borrar aquella sonrisa en el rostro de Oma.
¡Hola!
Pues decidió hacer este fic sobre esta pareja porque siento que es muy bonita e importante para la serie. I mean, si Oma no se hubiera enojado mucho porque le mataron al novio no hubiera existido Omashu XD Y también porque quería usar una pareja no tan común dentro del fandom.
Espero que les haya gustado and give it a thumbs up. Nah, pero un review estaría lindo :3
See ya!
