El presente fic participa en el reto especial: Un toque de miedo para el foro: "Yo Amo Hetalia, ¿y tú? Y como regalo de cumpleaños para Jinx Némesis.

Los personajes de Hetalia y la portada corresponden a sus autores, a excepción de Catalunya (Jinx) y México.

Elenco: Maleny López Fernández (Nyo México), Artur Fernández Vidal y Puig (2p España / Catalunya), Isabel Fernández y Antonio Fernández Carriedo (NyoEspaña y 1p España), kiku Honda (Japón), Ludwig Bieldsmith (Alemania), Feliciana Vargas (Nyo Italia)


El rostro de la muerte

Prólogo

Ésta historia tiene su origen desde el día en que el señor de la muerte Yum Kimil apareció en batalla decapitando al líder del Señorío de Toniná: Estaba ataviado cómo un guerrero de alto rango entre los mayas, podía apreciarse la carne putrefacta sonriendo de forma maquiavélica; caminando con paso firme, atemorizando a los guerreros y civiles. Ríos de sangre corrían por la selva virgen como un presagio de nuestra extinción.

El señor Yum Kimil era una de las deidades respetadas en el mundo Maya, conducía a las almas según su comportamiento si al paraíso o al lugar de castigo. Algunos aseguraban que él era la oscuridad total y hay de aquellas almas que fuesen recibidas cuando no estuviera de buen humor. Nadie comprendía a ésta deidad o al menos eso indicaba, sin embargo; él observaba al firmamento y le sonreía a la diosa de la luna, Ixchel; quien era lo opuesto a él. Ambos lograban escaparse de la vista de sus familiares para entregarse mutuamente en cuerpo y alma.

Todas las deidades vivían en la memoria colectiva, lo cual era del agrado de todos ellos.

Continuando con nuestro relato, la muerte caminó de forma orgullosa en aquel sitio hasta que se apareció la imagen de una hermosa mujer ataviada con colores rojizos y tocado en Jade, su cabellera al igual que su mirada oscura, contemplaba con tristeza lo que había ocurrido.

-Ixchel– Expresó el guerrero mientras colocaba la cabeza decapitada a un lado.

Aquella deidad se arrodilló y empezó a llorar.

-Se ha cerrado un ciclo… ¡no quiero desaparecer, no quiero ser olvidada! –Mencionó aquella mujer con sentimiento.

El guerrero se compadeció de ella y por un instante transfiguró su abominable figura en un hombre de fisonomía extraordinaria cuya cabellera negra se agitaba con el viento.

-Tampoco quiero ser olvidado. – Tomó su mentón con afecto. – Nosotros estaremos con ellos, difícilmente nos verán pero… nuestros descendientes serán quienes continúen.

Yum Kimil se inclinó junto a ella y en medio de un ambiente desolador decidió hacerle el amor por última vez, y aquella mujer dejó que su amante le tuviera… sabía que pasaría mucho tiempo antes de volverse a reunir.

La diosa concibió un hijo quien tomó apariencia humana: fue conocido como Kits an Bak. Quienes vivieron en aquel tiempo, algunos lo describían como un ser lleno de luz y otros como un ser sombrío capaz de despojarse de su piel y caminar siendo un esqueleto. Algunos mencionan que, usando las fuerzas ocultas, podrían corromper la esencia de éste ser extraordinario. Se hacen acompañar de animales como búhos y perros, aunque tienen influencia en otros.

Nadie conocía quien era él, creció entre nosotros hasta que… su leyenda quedó dormida.

Santander España (época actual)

La luna iluminaba la bahía de Santander mientras los navíos permanecían durmiendo bajo el arrullo de las olas. La capitanía del puerto y su faro inagotable iluminaba constantemente el camino de los navegantes nocturnos. Sin embargo, en uno de sus muelles se escuchaba el gritar aterrado de un hombre de aproximadamente veinte años quien corría como si hubiese visto algún espectro.

-¡Aléjate! – Gritó desesperado

Sólo se escuchaba el crujir de los huesos que le seguían a su víctima.

El hombre sacó un arma de fuego tipo escuadra, un sudor frío se veía escapar por su frente mientras estaba a punto de jalar el gatillo.

-¡¿Dónde estás?! – Expresó.

Sus ojos se oscurecieron y la sangre empezó a emanar de su boca mientras su cuerpo sin vida había caído en el agua.

Al amanecer, el cuerpo del hombre se encontraba flotando por el muelle.

I

Artur Fernández se encontraba junto con su hermano Antonio patrullando la bahía, ambos portaban el uniforme de la legión española (una camisa celeste con un pantalón color verde olivo cuya boina militar y hombros adornan la bandera y colores de España respectivamente), podrían distinguirse uno del otro debido a que el primero poseía la tez más clara que el segundo y por el color de su cabello rubio.

Caminaban llevando sus armas acompañándose de una de las mascotas de la legión, Víctor; una cabra de pelaje níveo que llevaba un uniforme similar según la tradición del agrupamiento, cuando fueron notificados de un incidente ocurrido en el muelle, en el cuál solicitaba discreción al público.

-¡Fue algún ebrio! – Dijo Antonio quien sacaba conclusiones a la ligera.

-Probablemente – Respondió con voz neutra. – Pero no pedirían que se cerrara el acceso.

-En eso tienes razón, vayamos a averiguar. – Dijo mientras avanzaban, aunque el ibérico se dio la vuelta y notó que su hermano mandaba un mensaje por vía celular. - ¡Hey, Joder! – Le dijo con intención.

-Lo siento – Dijo un poco sonrojado. – Es que…

-Sí ya sé, vendrá a pasar sus vacaciones en éste sitio. Es increíble que van para tres años de relación – Expresó mientras le empujaba para que continuaran. – El viaje que hiciste a México te ayudó mucho pero por favor…

-El deber es primero. – Respondió con marcialidad.

Ambos hermanos se dirigieron al muelle para cumplir con su deber.

Mientras, en otro sitio, en la terminal de autobuses, una mujer de facciones mexicanas había llegado observando con asombro las instalaciones propias de un país de primer mundo: podía contemplarse el sol bañando a los automóviles, los asientos limpios, las paredes en mármol y la voz del anunciante indicando las próximas salidas. Portaba una blusa de manta con bordados en flor y unos jeans de mezclilla junto a unos zapatos de piso. Llevaba arrastrando su maleta mientras buscaba con la mirada a alguien.

Repentinamente apareció alguien conocido por ella.

-¡Maleny, por aquí! – Expresó el hombre alzando la diestra.

La susodicha quien dejaba apreciar su larga cabellera negra y sus ojos verdes se acercó a un chico de facciones asiáticas quien estaba vestido totalmente en negro.

-Kiku, ¿pasó algo malo? – Preguntó mientras lo abrazaba.

-Lamento que no fuera la bienvenida que esperabas pero en estos momentos Feliciana nos necesita. – Le ayudó con su maleta. – En el camino te lo explicaré.

Maleny no se atrevió a preguntar pero en su mente había aparecido un nombre: Ludwig.

II

Se habían subido a un automóvil de la línea volvo en color arena, la mexicana le hubiese gustado disfrutar del recorrido y apreciar con más detalle el mar al igual que los edificios modernos, pero no pudo hacerlo y en su lugar fue llevada una parte al oeste en donde se encontraba una residencia de carácter antiguo ubicado en la zona residencial.

Cuando bajaron al lugar, Maleny no pudo evitar sentirse impresionada en dónde le tocaría quedarse y un poco intimidada porque la arquitectura conservaba un toque colonial. Descendió junto con el japonés cuando notó el llanto de la italiana quien permanecía con el corazón destrozado.

-¡Ludwig, mi amor! – Gritó con todo el dolor de su alma.

De inmediato, siguiendo a Kiku, llegaron a la sala en donde estaba la susodicha y encontró a varias personas que ella no conocía del todo, pero encontró a sus amistades conocidas. La italiana apenas había alzado el rostro cuando ella corrió hacia la mexicana y le abrazó.

-¡Ludwig, Ludwig está muerto! – Mencionó la mujer del cabello rojizo quien vestía con un coordinado oscuro.

Ella le abrazó fuertemente mientras trataba de confortarla.

-Ya, ya, debes ser fuerte y calmarte. – Apareció la imagen de una española quien tomaba a Feliciana de los hombros. La mirada de ella la enfocó hacia Maleny. – Lamento mucho que tu llegada se vea opacada por esto.

-No te preocupes Isabel. – Expresó en voz neutra. – Pero ¿Cómo ocurrió?

-Apareció flotando en el muelle. – Intervino la Ibérica. – Dicen que se trató de un asalto, porque fue herido con arma blanca.

-¡No fue asaltado, fue la "muerte negra" quien lo hizo! – Expresó con rabia la italiana. - ¡Dile Isabel, dile a Maleny que la muerte ha aparecido en éste sitio asesinando a quien se cruce en su camino!

La mexicana palideció por un momento.

-¡Por favor, traigan un poco de té a la señorita, anda delirando! – Dijo la Española. – No te preocupes Maleny, ya sabes cómo se pone con esto.

Kiku llevó a Maleny a un sillón mientras ella pidió ver a Ludwig quien yacía su féretro rodeado de cuatro cirios.

Su mirada se entristeció por completo, cuando sintió que alguien había tomado su hombro y giró levemente hasta que finalmente dejó salir su sentimiento.

-¡Artur! – Susurró mientras se apoyaba en el catalán.

III

Pasó una semana en que se realizó los funerales de Ludwig, sin embargo Feliciana se veía demacrada; Isabel cuidaba de ella en todo momento y procuraba que descansara. Cuando por fin logró su cometido, abandonaba la habitación porque había dejado con la inquietud a la mexicana.

-¿A qué se refería Feliciana con "la muerte negra"? – Preguntó Maleny con interés.

Ambas mujeres se encontraban en el estudio cuyo interior estaba amueblado de una forma que indicaba que alguna vez, esos muebles estuvieron parte dentro de la realeza española, con armarios rodeados de libros en primeras ediciones, habían varios objetos de diferentes partes del mundo.

-Verás querida – Expresó la mujer mientras bebía un poco de café. – Tú sabes que en cada país tiene sus propios espectros y por ahora, en algunos sitios de la ciudad ha empezado a difundirse que un esqueleto de color oscuro camina por Santander cuando llegan las altas horas de la noche asesinando a quienes se encuentren vagando por las calles.

Maleny escuchaba con atención.

-Por supuesto que la gente es supersticiosa. – Indició la ibérica.

-A parte de Ludwig, ¿existen más gente asesinada por "La muerte negra"? – Preguntó con interés.

-No con arma blanca, sino estranguladas; en su mayoría son indigentes.

-Y esto causa más revuelo debido a que se trató de un turista Alemán.

-Por desgracia y, ya sabes cómo son las leyes cuando los extranjeros fallecen fueran de su patria. – Expresó. – Mañana viajaremos a Cueva, un lugar con clima de montaña para que no extrañes tu hogar.

La mexicana observaba con detenimiento, había muñecos vudús, fetiches africanos y una que otra osamenta.

-No sabía que coleccionabas ese tipo de cosas Isabel.

-Ya sabes, papá y sus viajes exóticos por el mundo.

Así había transcurrido parte del día mientras ella salía a dar una vuelta por los alrededores, cuando se encontró con Artur y a Víctor quienes la esperaban.

-Sobreviviste a Isabel. – Mencionó con una sonrisa mientras balaba la cabra.

-¿De verdad no la toleras? – Preguntó Maleny con intención.

-Por eso prefiero estar en la legión, aunque ayer fue mi último día en servicio, pedí vacaciones para poder ser tu guía de turistas.

-¡Aww, cosita! – Mencionó con ternura robándole un dulce beso, mientras el catalán se sonrojaba.

-Cierra los ojos. – Expresó Arthur mientras ella con toda la confianza del mundo obedecía.

Tomó la diestra de la mexicana y colocó una pulsera tejida con los colores de España mientras colgaba un dije de latón con la insignia de la legión española.

-¡Está muy bonita! – Expresó emocionada.

-Consérvalo. – Expresó mientras le guiaba.

IV

A dos horas de distancia de aquella ciudad, los Fernández llegaron a Cueva; un pueblo ubicado en medio de montañas cuya niebla da el efecto que fuese un lugar navideño. Las circunstancias habían hecho que se alejaran de la ciudad para que Feliciana pudiera recuperarse de aquella amarga impresión.

El rostro de la italiana reflejaba una desconexión con el mundo, Isabel de forma cuidadosa guiaba a su compañera por el camino de los senderos.

-Yo quiero estar con Ludwig. – Le expresó con melancolía.

-Lo sé querida – Expresó de forma comprensiva. –Pero el médico menciona que necesitas estar en paz.

Maleny caminaba junto a Arthur aunque, por respeto a la italiana, no pronunciaba palabras de amor o tenía gestos tiernos. El catalán comprendía el motivo.

Kiku y Antonio se habían quedado atrás cerciorándose que todo estuviera en orden aunque conversaban en voz baja.

-El forense mencionó - dijo el ibérico – que la herida de Ludwig no corresponde a un cuchillo.

El asiático rodó los ojos, el ibérico sabía que su amigo portaba una katana y en una ocasión, cuando fueron a una taberna, el asiático no dudo en usarla como intimidación porque estaban provocándolos.

-Has considerado a Feliciana como tu amiga, ¿verdad?

-Si insinúas que pude haberlo hecho, Ludwig siempre fue mi amigo. – Habló en un tono frío – Entregué

-Pero tú no estabas de acuerdo con que él y ella…

-Feliciana es alguien muy dulce y él era demasiado formal, nunca le oculté lo que pensaba sobre esto, dando mi opinión respetuosa; sin embargo últimamente Ludwig estaba….

-Por favor- Expresó Artur en tono neutro – no es el momento de buscar culpables, lo que en estos momentos se pide es un poco de tranquilidad.

Caminaban por los senderos cuyos caminos habían sido trazados por tierra, recorriendo el lugar, se observaban casas de madera en la parte superior y con piedra sus muros y cimientos. Maleny esperaba que le sirviera a su amiga italiana para despejar su mente.

Había un hombre de escasos 40 años que había salido al corredor para observar a los caminantes. Su tez era nívea aunque su mirada en color miel se posaron en la ibérica, portaba un abrigo oscuro y una boina en el mismo color, aunque se apreciaba que su brazo diestro había sido amputado.

-Buenas tardes general Mondragón. – Expresó con una sonrisa la ibérica mientras éste sólo levantaba la zurda en señal de despedida mientras dejaba a Maleny con una extraña expresión.

-¿No es muy sociable, verdad? – Preguntó la mexicana.

-No lo es – Respondió el catalán con un gesto de tristeza. – El hombre estuvo encargado de uno de los destacamentos de la legión pero se menciona que en una batalla perdió su extremidad. Isabel le tiene mucho cariño.

-Aunque dio la impresión que es lo contrario. – murmuró por lo bajo mientras la cabra caminaba a un lado de ella como su "escolta".

Siguieron el recorrido hasta llegar a una cabaña de grandes dimensiones, por su estilo de construcción combinaba la fachada de madera y piedra, en la parte frontal había un diseño cilíndrico en donde había una ventana para observar el exterior.

Los viajeros habían llegado a la casa, en el cuál Isabel había dado las indicaciones.

-Voy a descansar con Feliciana – Habló la ibérica con cortesía mientras tomaba de la zurda a la italiana. – Antonio, ¿podrías guiarlos a sus habitaciones?

El español asintió mientras les guiaba por las escaleras de la vivienda en dónde podrían descansar.

-Maleny, te corresponde la habitación del fondo, Kiku se quedará en la de en medio mientras que Artur y yo nos quedaremos en ésta. – Señalaba hacia la habitación cercana a las escaleras.

De buena manera, los huéspedes se dirigieron a sus habitaciones.

-Antes que lo olvide – Expresó Antonio – Isabel está trabajando con unos documentos importantes y me pidió que no utilicemos su estudio que está en la parte de afuera. – Llevó la zurda para señalar a una pequeña habitación de madera cuyas cortinas eran oscuras. – Es muy delicada con su trabajo de "bienes raíces".

-Lo tomaremos en cuenta. – Respondieron Kiku y Maleny.

El sol se empezaba a ocultar cuando la noche empezó a cubrir con su manto estrellado el firmamento.

V

A las once de la noche, se escuchaba el aullido de los perros, algunos tienen la superstición que ellos ven cosas que el ojo humano no percibe. Feliciana se despertó por el sonido cuando se acercó a la ventana para contemplar el paisaje.

Se llevó la mano hacia su corazón y cerró los ojos dejando que su pensamiento lo ocupara Ludwig, cuando los abrió, la italiana lanzó un grito de terror: había contemplado la imagen de su amado y cómo su mirada sin vida le observaba.

Isabel se encontraba en el baño cuando llegó a la habitación, lo mismo que Kiku y Antonio.

La italiana apenas lograba articular palabra explicando lo ocurrido, Artur había salido de la cabaña, abrigándose completamente y llevando una escopeta consigo para realizar la vigilancia. Los perros seguían aullando lastimeramente cuando notó que un crujido de huesos estaba muy cerca de él.

El viento empezaba a realizar murmullos lúgubres cuando las nubes ocultaron a las estrellas dejando al catalán en la oscuridad. Tomó una linterna para iluminar cuando la dirigió hacia la dirección del sonido y tuvo que ahogar un grito para no caer en el terror: Un esqueleto en color negro caminaba hacia él.

Soltó la linterna para poder disparar mientras aquella osamenta corría en dirección hacia Artur para atacarle. El disparo había salido del fusil aunque logró romper algunos huesos de las costillas del lado izquierdo. Aquel ser enfurecido se acercó dispuesto a matar al legionario cuando de la nada un segundo esqueleto apareció y derribó al primero.

Artur tomó el fusil dispuesto a todo.

Cuando la luna apareció en el firmamento para iluminar el campo de batalla, se distinguió a las osamentas: la segunda era más pequeña y esta imitaba al color de la luna quien se había puesto en medio para evitar que su rival lo atacara. El catalán guardó silencio y su rostro expresaba un rostro de sorpresa….

-¡Artur! – gritó Antonio.

Las dos osamentas se habían marchado cuando notó que el español había llegado en su apoyo.

-¡¿Artur, estás bien?!

El hombre tenía los ojos cubiertos de lágrimas y no pudo responder en ese momento.

VI

A la mañana siguiente, Maleny había despertado; su sueño había sido muy pesado. Sin embargo al bajar las escaleras notó que la mayoría había terminado de desayunar y ella se disculpó por no haber estado presente el día de ayer.

Sin embargo, habían llamado a la puerta y Artur se dirigió a atenderles.

-¿Te sientes mejor, Feliciana? – Comentó la mexicana

-Si te refieres tener una visión sepulcral de Ludwig como sentirse mejor, no lo sé. – Dijo mientras bebía un poco de jugo.

-Debemos arreglarnos – Llegó interrumpiendo el catalán. – Uno de nuestros vecinos ha fallecido.

Maleny se entristeció por ello, de forma educada levantó los trastes y se arregló con vestuario de luto.

-No deberías ir Feliciana. – Dijo Isabel quien intentó tomarla de la mano cuando la italiana la rechazó.

-Agradezco tus cuidados, pero debo ser valiente para asumir la realidad. – Respondió la italiana.

Nadie se había percibido de la molestia de la Ibérica. Salieron de la cabaña para asistir al funeral. Feliciana se acompañaba del asiático, mientras Antonio esperaba a Isabel para salir.

Maleny avanzó detrás de la pareja, aunque Artur no le dirigió la palabra. En su mirada se dibujaba la tristeza.

"Esperaba que mi visita fuese especial pero, sólo he visto tristeza a mi alrededor… No esperaba la muerte repentina de Ludwig; sin embargo, no culpo a Artur de lo que está sintiendo en estos momentos. Quiero ser útil, pero no sé cómo hacerlo"

Estaba pensativa cuando no se percató que habían llegado al sitio de duelo, encontrándose a una mujer de aproximadamente sesenta años quien por el comentario de Artur, era la viuda.

Feliciana se acercó para dar las condolencias al igual que la mexicana, Kiku fue el último en abrazar

-Si gusta, puede desahogarse y platicar con nosotros. – Ofreció el asiático con voz cortés.

-Muy amable joven pero – Respondió la mujer con una voz que mostraba resignación en ello – Mi esposo murió tranquilo y en paz.

-¿Podría explicarse mejor?

-Verá - Expresó – Hace mucho tiempo, mi marido tuvo un infarto al corazón pero a raíz de ello, el médico le pidió que moderara las actividades en su momento, a él lo entristeció mucho. Sin embargo con mucho amor y paciencia le cuidé. Algunos días, comentó que la imagen de un esqueleto de color oscuro, no le dejaba descansar y amenazaba con llevar su alma en donde los demonios tienen su morada.

Feliciana estaba a punto de gritar de coraje cuando se limitó a hacerlo al escuchar la siguiente parte del relato.

-No había medicamento que pudiera controlar ese delirio – Continuó la mujer – Llegué a escuchar en la noche el tronar de unos huesos, sin embargo. – Hizo una pausa. – Mi esposo estaba tranquilo y estuvo sonriéndome, tomó fuerzas y me dijo: "Querida, no debes preocuparte; allá afuera hay alguien que está esperándome y me ayudará a cruzar. No permitirá que mi alma se pierda. Me permitió despedirme y quería que supieras que he sido el hombre más feliz de éste mundo, no estés triste, cuidaré de ti en donde me encuentre".

Sin embargo aquel momento es interrumpido cuando dentro de los acompañantes muchos empezaron a gritar mientras se abrazaban el vientre. Feliciana se asustó y quería ayudarlos cuando notó que Kiku había palidecido y gritaba de dolor.

-¡Kiku! – Gritó la italiana cuando éste se abrazaba fuertemente y de la nada él devolvió cera negra y plumas de gallina.

Maleny ayudaba a quienes podía sin embargo notó la presencia de Víctor quien había seguido al catalán. Quedó observandole detenidamente.

-Por favor, ayúdame.

Esto se lo había dicho al animal en maya mientras éste empezó a balar y una especie de paz empezó a inundar de nuevo el recinto, a pesar de ello, los enfermos fueron trasladados a una clínica para ser atendidos.

-Maleny – Dijo Artur como si diera una orden a su subordinado. – Víctor se quedará contigo, Feliciana y yo acompañaremos a Kiku.

Maleny había distinguido en medio de la confusión al militar Mondragón que había salido de aquel lugar, buscaba con la mirada a Isabel y Antonio quienes no había visto cuando salió de la cabaña Se dedicó a acompañar a la familia hasta el cementerio junto con la cabra.

Tenía un mal presentimiento.

VII

Cuando llegaron a la clínica, Kiku y los demás afectados estaban presentando los síntomas tan escalofriantes.

Feliciana cuidaba de su amigo, cuando éste hizo un esfuerzo en hablar.

-¡Por favor, Kiku no te esfuerces! – Mencionó la italiana con tristeza.

El asiático de forma débil indicó que le pasara su saco. A la chica le pareció extraño que pidiera eso, sin embargo notó que, cuando él tenía su prenda, con cuidado quitó las costuras del forro y de él sacó unas hojas totalmente arrugadas.

-¿Qué es esto? – Preguntó confundida.

-No permitas que Isabel encuentre éste papel. Prométemelo….

Nuevamente el asiático continuó devolviendo el estómago.

Feliciana ocultó el papel cuando escuchó unos pasos agitados, mientras notó la presencia de la ibérica y sus hermanos.

-¡Santo Dios chaval! – Dijo Isabel mientras auxiliaba a Kiku .

Artur había llegado a la habitación colocando una imagen correspondiente al Cristo de la Buena Muerte.

La ibérica hizo un gesto con la mirada al catalán cuestionándole en qué le ayudaría una imagen en estos momentos mientras ésta se alejaba.

-Tengo fe en ello. –Respondió el legionario. – No puedo quedarme y dejar sola a Maleny, vendremos más tarde. – Expresó mientras se marchaba.

-Resiste Kiku – dijo Antonio – Eres fuerte.

-Me quedaré a cuidar de Kiku. – Dijo la italiana.

-De acuerdo, yo me quedaré en el pasillo. – Habló Isabel.

Por ahora los médicos habían indicado que debían retirarse porque necesitaban atender al asiático.

VIII

La mexicana había llegado a descansar en compañía del catalán y Víctor, sin embargo, la cabra se acomodó en un rincón de la casa mientras la pareja se dirigía hacia sus respectivas habitaciones cuando el hombre de la piel nívea sujeto de la cintura a Maleny.

-¿Sabes lo que está pasando, verdad? – Expresó el catalán de forma seria.

-Lo sé – Respondió de la misma forma – De antemano sabías que tarde o temprano tendrías que presenciarlo con tus propios ojos.

-Tampoco deseo que te lastimen, ¡Déjame luchar a tu lado!

-Artur, Debo detenerlo, es inevitable lo que sucederá: Necesito ponerle un fin a esto, no quiero que mueras….

Sin embargo aquella mujer no puede concluir con sus palabras debido a que el catalán le ha callado con un beso apasionado. Aquella mujer cede ante su amado dejando que él devore sus labios, sintiendo como sus manos recorren su cuerpo. Sin preguntarle, la atrae consigo y le lleva a su habitación en donde continúan expresando aquel sentimiento de una manera más atrevida, rodeado de erotismo, lujuria, deseo y entrega.

Lentamente, fue despojándola de su ropa mientras sus labios recorría cada parte de su ser mientras ella gemía y respiraba agitadamente. Maleny no dudó en desnudarlo para ella y cuando ambos estuvieron de esa manera, sucumbieron ante aquella sensación única y grata, dejando que él le dominara para fundirse en un vaivén lento al inicio y violento conforme avanzaba el tiempo, el placer les embriagaba, perteneciéndose mutuamente. Todo esto sucedió cuando empezaba a morir el sol.

En otro lugar, la oscuridad nuevamente había llegado. Antonio permaneció cuidando a Kiku junto a Feliciana, mientras Isabel se quedaba en el pasillo. La italiana se despertó y se dirigió al baño que se encontraba afuera de la habitación. Ella pudo percibir que la ibérica permanecía dormida, sin embargo con cautela pasó a su lado caminando en aquella dirección.

Cuando por fin se sintió segura, sacó de entre su ropa aquellos papeles que el asiático le había entregado y notó que éstos estaban escritos con la letra de Ludwig.

Sus ojos se esforzaron por no llorar.

Algo dentro de ella le alertó, volviéndolos a esconder. Abrió la puerta encontrándose a Isabel quien le esperaba en la parte de afuera.

La italiana titubeó un poco al verla.

-¿Te asusté? – Preguntó la ibérica preocupada.

Feliciana se soltó a llorar y abrazó a la mujer.

-¡Tengo miedo Isabel… tengo… miedo! – Mencionó temerosa.

-¡Verás que pronto terminará esto! – Dijo consolándola mientras le acariciaba de forma maternal el cabello.

Repentinamente, las luces empezaron a parpadear y súbitamente quedó todo a oscuras, el tronar de los huesos se escuchó por los pasillos mientras los gritos de terror se apoderaban del nosocomio.

La italiana iba a gritar cuando la española le tapó la boca.

-¡No grites Feliciana! – Le dijo en un susurro tranquilizándola - ¡Estarás a salvo confía en mí!

-¡¿Y el resto?!

-Algunos deben sacrificarse para que otros puedan salvarse, ¿es lo que hizo Cristo, cierto? – Dijo con cierta ironía.

La italiana estaba por replicar cuando escuchó disparos de arma de fuego como el grito desgarrador del asiático.

-¡Kiku, Antonio! – Gritó Feliciana mientras Isabel la sacaba a rastras.

IX

El esqueleto oscuro apareció en la clínica, extendía la zurda para arañar las paredes violentamente, quienes le veían gritaban aterrizados y procuraban salvarse. Kiku se levantó con dificultad cuando notó que aquella figura tenía huesos rotos.

Antonio no dudó en disparar cuando lo tuvo frente a ellos, aunque percibió que aquella figura no se acercaba a la habitación debido a la imagen que el catalán había colocado con anterioridad.

Sin embargo un segundo grito terrorífico se escuchó con fuerza y otro tronar de huesos se escuchó, la "muerte blanca" había aparecido nuevamente para luchar contra él y en ésta ocasión no estaban dispuestos a huir.

Ambas osamentas decidieron atacarse, en ésta ocasión la osamenta oscura se lanzó al ataque golpeando de puño cerrado a su contraparte luminosa mientras golpeó en donde su rival estaba herido.

Aquellos oponentes emitían un aura totalmente opuesta y llevaron su batalla hacia un lugar más lejano, se dispusieron a levitar en el aire para poderse atacar mientras ante la mirada aterrada de algunos quienes permanecían despiertos en sus casas decidieron apagar las luces. Sin embargo, como la oscuridad era mayor, la muerte oscura tenía la ventaja, golpeaba violentamente tratándole de quitarle un hueso. Lo que prolongó la batalla.

Sin embargo, la otra osamenta luchaba constantemente hasta que logó romper uno de los huesos, aquella muerte proyectó violentamente a la causante de su dolor y ésta fue a caer en la parte trasera de la casa de Isabel.

Ella trató de levantarse pero notó que a su alrededor había un círculo y en medio de éste una estrella de cinco picos, todos éstos formados trazados con sangre.

-No te levantes, querida, es inútil que lo intentes. – Expresó una voz femenina con matiz irónico.

La osamenta giró la cabeza y pudo divisar a la dueña de esa voz.

-¡¿Por qué, lo hiciste?! – Se escuchó de forma espectral la voz de la osamenta blanca.

Su contraparte oscura había llegado y se inclinó de forma respetuosa ante la mujer.

Poco a poco se pudo distinguir a aquella figura quien portaba una antorcha: Había aparecido Isabel con una capa oscura.

-Verás. – Expresó de forma sarcástica. – He sido amante de lo oculto por mucho tiempo, no te creas que eres importante, kits' an bak – Dibujando una sonrisa. – Mi padre los conocía y se ganó su amistad, sin embargo… Necesitaba poder quitar a estorbos en mi camino y para poder lograrlo, debía doblegar a uno de ellos y vualá.

De forma burlona con la mano libre tomaba una extremidad correspondiente al brazo derecho.

-¿Creíste que eras la única de tu especie, Maleny? – Soltó una carcajada siniestra. – ¡No lo eres!

Maleny hacia el esfuerzo por ponerse de pie cuando sentía que empezaba a dolerle lo que le hizo gritar.

-Ahora. – Sonrío aquella mujer – Serás mía, al igual que mi amada Feliciana, ella no se merecía a un ser frío como Ludwig, no conocía lo que a ella le gustaba… ¡Siempre fue formal para todo!

La osamenta seguía esforzándose por levantarse…

-¡Artur! – gritó la osamenta.

La española dibujó una sonrisa totalmente desquiciada…

-Sigue durmiendo. – Expresó irónicamente. – Mi hermano no merece a alguien como tú. – Acercó la antorcha hacia aquel círculo.

Un grito desgarrador hizo eco en medio de la noche mientras la antorcha caía en el suelo y las llamas empezaban a iluminar aquel acto macabro.


Continuará.