Prologo
Isabella
Decidimos mudarnos a Londres. Me encontraba viviendo en suiza con mi familia. A mi padre el Sr. Sigmound Friedman le ofrecieron un trabajo importante con los banqueros reconocidos de Inglaterra.
Para mi madre y mi hermana no hubo derecho de decisión. Tuvimos que mudarnos de inmediato a los suburbios de Londres. Una ciudad llamada East End.
La mansión, una de las tantas nuevas adquisiciones de mi padre, quedaba en un barrio pequeño llamado Whitechapel.
Mi familia ocupaba un lugar importante en la clase alta, éramos reconocidos entre todas la grandes familias de Europa.
La casa era bastante proporcionada, contaba con dos plantas. En la de abajo se encontraba una amplia cocina, el despacho de mi padre, la sala con dos juegos de sillones y un hermoso piano negro, unas puerta la conectaban con el jardín. La sala de estar estaba conectada con las escaleras.
La primera planta, contaba con ocho habitaciones, tome la habitación que tenía un balcón que daba para la calle, con un baño incluido en ella. La cama era muy confortante. Un closet que seguramente con el tiempo quedaría pequeño. Una mesa de luz se encontraba a lado de mi cama, con una lámpara que alumbraba apenas la habitación. Desempaque mis perfumes y mis cajas de joyas en la cómoda acompañada con un enorme espejo de marco de bronce.
Puse mi colección de libros seleccionados en un mueble al lado sur de la habitación. Mis cuadernos de notas junto con mi violín en la parte de abajo, junto con los álbumes de fotos.
En la mesa que se encontraba junto a las puertas del balcón, coloque un florero con rosas que compre de camino, con el cuadro con la foto de mi madre. Me sentía a gusto con mi nueva habitación.
Eran cerca del mediodía. En esta época de marzo el otoño era cálido por las tardes, y frío por las noches.
Tome un baño de agua caliente. El viaje y desempacar me habían agotado.
-Isabella ¿terminaste? – pregunto mi hermana mayor tocando la puerta.
-En un minuto bajo – grite desde el baño haciendo eco en el.
Mi hermana Elizabeth me llevaba 4 años, había estudiado en el exterior volvió cuando cumplió 21 años. Era la más seria y responsable de la familia, además de mi padre claro. A mí me habían educado en casa con los mejores profesores. Tocaba violín y piano desde los 7 años.
Guardaba cierto odio y rencor por mi padre, mi niñez no fue la mejor, su concepto sobre mí no era lo bastante bueno, era la rebelde, la caprichosa e inmadura. Todo lo contrario a Elizabeth, era la preferida de mi padre y yo la de mi madre.
Mi madre Monic Teseo de Friedman era una mujer con una bondad inexplicable e inocente. Era muy sumisa con mi padre, el daba órdenes todo el tiempo. Apenas pasaba tiempo con ella.
Mi madre era la única fuente de amor en casa, siempre me apoyaba para seguir adelante.
Me cambie rápido para bajar a almorzar y aparentar la "familia feliz" que no éramos. Supuse que Elizabeth haría la comida, le fascinada hacerme quedar mal.
Baje rápido por las amplias escaleras de madera que te delataban por el rechino que hacían, me dirigí al comedor. Al entrar, vi a todos esperándome para que sirvieran la comida, la mala actitud de mi padre me irritaba.
-Lo siento – dije tomando mi lugar en la mesa.
-¿hija te gusta la casa? – pregunto mi madre con su sonrisa habitual.
-Si madre. Más tarde saldré a ver los alrededores.
-Iras con tu hermana – interrumpió mi padre, con esa voz gruesa que tanto odiaba. Solo asentí e intente que no arruinara mi apetito.
-¿A qué hora te vas padre? – pregunto Elizabeth.
-Al terminar, volverle para la cena. Isabella mañana comenzaras el Instituto, iras al Westminster de arte y literatura – como lo detestaba. Debía obedecerlo no tenia elección – Te recogerán a las 8 y te traerán a las 5 de la tarde. A las 6 tendrás lecciones de música con un nuevo profesor el Sr Jekill.
-Si padre – respondí.
-Déjala que descanse querido – pidió mi madre.
-Tú no te metas – dijo mi padre fulminándola con la mirada.
-Padre terminemos en paz – dijo Elizabeth. Así fue.
No podía discutir, mi padre nos daba lo mejor, estábamos rodeadas de lujos, educadas por los mejores. No nos hacia faltar nada. Pero el era un hombre frívolo y sin escrúpulos. Apenas nos tuteábamos y nos preguntábamos como nos encontrábamos uno al otro. su único objetivo era el dinero y la posición social.
Mi vida no fue la que soñé y la que espere, me crio a su manera sin cariño y comprensión.
Al terminar el almuerzo ayude a levantar la mesa. Subí a mi cuarto a tocar el violín era lo único que me tranquilizaba. Tocaba melodías por lo general tristes que carecían de amor. Era como si el violín lloraba conmigo.
Mi mirada siempre estaba llena de dolor y odio. Pero nadie miraba através de ellos, ya que estaba rodeada de gente falsa y superficial.
Nadie notaba mi sufrimiento que transmitía con mis mejores amigos. El piano y el violín. Al tocarlos lo hacía con una delicada furia y pasión por las ganas de vivir que anhelaba.
Toc toc toc la puerta sonó – Esta abierto – conteste. Fije mi mirada en el reloj y eran cerca de las 5 del a tarde.
-Hola hija, vine a decirte que descanses mañana te espero un largo día – dijo mi madre acariciando mi cabello.
-Madre ¿te sientes a gusto en ese lugar? – quise saber.
-No te preocupes aquí podremos pasar más tiempo juntas – me beso mi mejilla.
-Bajemos a compartir una taza de té con galletas – dije entusiasmada, con mi mirada que me delataba.
Mi hermana acompaño a mi padre a terminar con los papeleos de la mudanza, por suerte ambos se encontraban fuera de casa.
Disfrutando la taza de té con mi madre, me contaba que estaba haciendo unos vestidos para la fiesta de bienvenida que sería el viernes. Era en honor a mi padre por su ascenso.
Mi madre era mi único apoyo que tenía en casa. Nuestra familia había sido consumida por la oscuridad del corazón de mi padre.
La noche cayó sobre las calles de Londres, los faroles apenas se estaban encendiendo. Faltaba poco para ellos llegaran. Subí a mi cuarto mientras mi madre preparaba la cena.
Estuve contemplando la oscura noche desde mi balcón. Vi llegar a mi padre y a Elizabeth baje rápido para su encuentro.
Cenamos con un silencio sepulcral apenas mi padre dijo que mañana vendría una señora para que hiciera las tareas de la casa. Ya que estaba confirmada la fiesta del viernes por la noche.
Terminamos de cenar y pedí lugar para irme a mi habitación, deseaba darme un baño e irme a la cama.
Puse a llenar la tina con agua caliente, me sumergí en ella. Tomándome mi tiempo, ya que mañana me esperaba un día sumamente complicado.
Habré pasado una hora en la tina. Salí me puse mi ropa de dormir, me senté frente al espejo a cepillar mi cabello, recordé como mi hermana lo hacía cuando era pequeña.
Salte del susto cuando de repente sentí un grito que disminuyo, me asome al balcón, en el callejón llegando a la esquina. Visualice a una figura oscura golpeando el abdomen de una mujer con un cuchillo que alcance a distinguir por la niebla de esa noche. Pude contar 6 puñaladas en el estomago de la pobre mujer. En la sexta puñalada se detuvo agitada y miro hacia mi balcón. Tape mi boca para no gritar, mis piernas no me respondían. El podía verme por la luz que alumbraba desde mi habitación. Entre torpemente cerrando con fuerza las puertas y las cortinas del balcón. Caí arrodillada por el miedo y el pánico.
No podía quitarme esa imagen de mi cabeza. Un hombre masacrando a esa mujer. Pude sentí el odio de su mirada cuando volteo ¿vendría por mi? ¿Qué pasara conmigo? Estaba estupefacta por lo que mis ojos habían presenciado.
Tome mi violín y comencé a tocar para poder olvidar, toque tan fuerte que mis dedos comenzaron a sangrar, aun así no me detuve. Una cuerda se rompió e hizo un tajo cerca de mi ojo. Me detuve arrodillada en el suelo lleve mi rostro hasta mis rodillas tarareaba la "melodía del diablo".
