Hace algún tiempo no visitaba la página, pero ahora estoy devuelta y voy a subir una historia, que realmente es una adaptación de una novela que leí hace un buen tiempo, los personajes no me pertenecen y desgraciadamente la historia tampoco. Aclaro lo anterior para que no piensen que estoy haciendo un plagio. Comencemos.
Capítulo 1Seis de la tarde y el trabajo no podía ser mas agotador, entre selección de telas y futuros accesorios Kagome Higurashi se lamentaba rediseñando uno de sus mejores bosquejos para el cual, accidentalmente su entrañable amiga y costurera, Sango Makemoto estropeo las telas destinadas a ese exquisito modelo, siendo aparente que Kagome volviera a utilizar su creatividad para adaptar otro tipo de telas al diseño. Por si fuera poco, en las oficinas principales los distribuidores de la firma estaban exasperados por tal imprevisto.
Horas después la joven terminó su día de trabajo y volvió a su lujoso apartamento de Tokio, más cansada que nunca.
Con un aire de fastidio, entro a su departamento no sin antes saludar a su fiel gato multicolor Buyo echando sobre el sillón del recibidor su pequeño maletín. Ya un poco somnolienta se quitó sus botas de tacón alto y camino rumbo al amplio sofá color marfil recostándose tratando de disfrutar su minuto de tranquilidad.
No era la primera vez que terminaba exhausta luego de un día como esos, después de todo siempre había soñado con eso desde que ingreso a la academia de diseño en Osaka, parecía que todos sus sueños se habían hecho realidad, ahora era tan reconocida y admirada como una estrella de Hollywood y poseía una cuantiosa fortuna.
Con toda la fama y el renombre, en la tranquilidad de su "hogar" se sentía particularmente sola. Ignoraba qué era, tal vez la soledad y el frío invierno estaban haciendo sus estragos.
Kagome era delgada, alta y con un cuerpo estilizado, su cabello era negro como la noche y tan largo que llegaba a su cintura, su cara era todavía la de una joven adolescente con unos vivaces ojos chocolates portadores de una mirada alegre e inocente. Su piel era blanca como la nieve y sus labios eran perfectos y rosados. A sus veintiseis años, la joven lucía sofisticada y elegante en contraste con su llamativa y alegre esencia. Por lo menos, Inuyasha afirmaba que era así.
Inuyasha… Kagome suspiro evocando a su jefe sonriendo con tranquilidad. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que Inuyasha Tashio le había ofrecido la oportunidad de trabajar como diseñadora de su casa de modas? Ya hacía más de cinco años.
Aunque en ese entonces ella era joven e inexperta con tan solo veinte años estaba recién salida de la escuela de modas en Osaka egresada con el premio a la excelencia por terminar su licenciatura un año antes de lo previsto. No obstante con todo y su precipitada promoción, se sentía aterrada por ese hombre imponente dueño del imperio Textiles Tashio.
Luego de un tremendo esfuerzo logro aplicar para entrevistarse con él, y el día previsto para la cita ella se presento radiante y con una mirada de convicción que en cuanto cuando entro en la elegante oficina, se esfumo dejándola insegura y con los nervios de punta. Aun recordaba su primera impresión de aquel hombre refinado con mirada de oro y actitud indiferente.
—Y Bien, muéstreme lo que puede hacer, señorita — le dijo a Kagome en actitud atrevida y con una sonrisa cínica como si tratara de apabullarla — No muerdo.
Sin perder el tiempo, ella saco de su portafolio todos sus bosquejos sin mirar los ojos de aquel hombre, sintiendo un profundo temblor en todo su cuerpo. Pasaron varios minutos y Kagome no tuvo mas remedio que enfrentar la reacción del magnate, y tal fue su sorpresa al encontrarlo con la expresión impasible y mas vacía que jamás había visto. Luego de esto Tashio asintió sin alguna palabra de por medio, recostándose en su enorme silla como tratando de despacharla.
— ¿Experiencia? —preguntó monótonamente sin posar sus ojos en la chica.
— Pues yo… estudie en… en la escuela de diseño de esta ciudad — habló balbuceando tratando de controlar el temblor en su voz — He trabajado en… la hilandería para pagar mis estudios y pues… tengo un amplio conocimiento sobre los procesos que involucran la elaboración de diversas telas… - continúo con un poco mas de confianza - Mi padre trabajo en una textilera en mi pueblo.
— ¿Cuál es su pueblo? — preguntó Tashio.
— Kochi —respondió Kagome.
Inuyasha asintió nuevamente, esperando a que ella continuara, tal vez algo le había interesado en esa extraña conversación.
— Como puede ver, no tengo mucha experiencia en el ramo del diseño, al menos no laboralmente. — murmuró Kagome — Siempre he querido diseñar. Señor Tashio, si tan solo me diera una oportunidad, se daría cuenta que puedo hacerlo mejor que nadie.
Los ojos de la muchacha se encendieron, recuperando la convicción que recientemente había perdido.
— Se que será difícil, porque hay demasiada competencia y yo soy una simple egresada pero yo se que puedo, le prometo que no lo defraudaré. Mi pasión es diseñar y lo haré lo mejor que pueda, diseñaré la ropa más original y de alta calidad por el precio mas bajo, es mas, trabajare…
—Un mes — dijo Tashio interrumpiéndola. En seguida clavo la mirada en Kagome echándose hacia adelante — Solamente tiene un mes para demostrarme que merece estar aquí sin importar el ritmo de trabajo ni las horas que ello conlleve. – puntualizo sin decir mas.
Inuyasha mencionó un sueldo increíble, y luego despidió a la joven con un leve gesto fijando la atención en sus papeles. En ese tiempo Tashio era un hombre casado, con el paso de diez años su esposa falleció a causa de una enfermedad pulmonar. Como era de esperarse fuertes rumores rondaron acerca de la trágica noticia, pero Kagome los ignoraba. Ella no creía que la falta de atención hacia su esposa hubiera empeorado su salud y eso fue lo único que opino al respecto alegando que él no parecía ser esa clase de hombre, con todo y su ajetreada vida, no creía que él hubiera permitido tal situación, además el aun conservaba una fotografía de su esposa en su escritorio.
De alguna manera ese comentario llegó a oídos de Inuyasha y a la semana siguiente, la buscó en la cafetería de la empresa con el supuesto de informarse sobre cómo iban las cosas con su actual cargo.
— Creo que lo voy a hacerlo inmensamente rico — afirmo a Tashio con una amplia sonrisa mientras bebía un sorbo de café.
— Ya soy inmensamente rico —respondió Inuyasha.
— Si es así, entonces ya no lo haré rico… - bromeo muy tranquilamente como si su respuesta pudiera ser cierta.
Inuyasha sonrió apenas escucho el comentario. Increíblemente era la primera vez que Kagome lo veía sonreír desde la muerte de su esposa. La señora Tashio era una mujer muy bella, distinguida y amable, lo cual hacia el perfecto contraste para ese hombre bronceado e increíblemente bien parecido. Desde que Kikyo Tashio falleció, Inuyasha se dedico a multiplicar su fortuna y su genio se hizo legendario. Pasaba más tiempo en la planta que en su oficina, y se dedico a la tarea de agregar unas cuantas plantas más a la nómina de Textiles Tashio. Sin embargo, todo ese empeño termino por desgastarlo no solo física sino psicológicamente. A pesar de que su melena plateada lucía impecable, eran evidentes las sombras que enmarcaban sus ojos. Inclusive lucía más imponente e indiferente que nunca. Algunos decían que el señor Tashio estaba a punto de hacerse multimillonario y no era de esperarse, ya que Inuyasha perseguía apoderarse de todo el mercado de la moda, desfalcando a cuanto competidor tratara de superarle.
Sólo Kagome parecía darse cuenta de la realidad en la que aquel hombre estaba sumido. Su carácter fuerte y huraño denotaban lo solitario y triste en que realmente se a había convertido. Eventualmente él y Kagome intercambiaban comentarios cuando coincidían en el ascensor o en la cafetería. La muchacha recordaba una ocasión en particular cuando los ojos de Inuyasha la buscaron hasta encontrarla. Con paso firme y una humeante taza de café en manos, se acercó a la mesa de Kagome y se sentó junto a ella y su amiga Ayame, parecía como si los tres fueran simples trabajadores de la empresa, más que aquel hombre fuera dueño de la misma.
— ¿Cómo va todo, señorita Futura Diseñadora Famosa? —le preguntó a Kagome con una sonrisa divertida.
Kagome rió y le dijo que todo estaba perfecto, que próximamente la revista Fashion Success publicaría un artículo sobre Textiles Tashio. Al mismo tiempo, Ayame se fue tan pronto como terminó su café sin decir ni una sola palabra.
— ¿Dije algo inapropiado? —preguntó Inuyasha mientras miraba hacia donde Ayame se había ido.
— Creo que se fue en busca protección. No es común que el dueño de la empresa donde eres subordinado se dirija tan amenamente a sus empleados —explicó Kagome con cierta gracia.
— Tú no te has ido — observó Inuyasha.
— Claro — siguió diciendo — Yo no me siento desprotegida. Además aquí trabajo.
Inuyasha rió entre dientes y después dio un sorbo a su café.
— Por cierto, las diseñadoras principales te elogia. Me han comentado que tus bocetos son magníficos y originales, además de que añades descripciones sobre las telas y el color que los diseños pueden tener.
— Me elogian demasiado… pero ya que es así, espero recibir un aumento de diez mil dólares por año como incentivo para mantenerlas de buen humor —le dijo a Inuyasha con una sonrisa. Realmente no entendía de donde habían salido esas palabras, algo le decía que tanta confianza no era buena.
— Atrevida, ¿eh? — preguntó Inuyasha.
— Solo un poco… — respondió sonrojada y desviando la mirada.
Tashio negó con la cabeza en medio de una nueva risa, hasta entonces desconocida para ella
—Incorregible – sentenció el apuesto hombre mientras terminaba su café.
Kagome lo miró, parecía tan formal y sombrío que se vio forzada a bajar la mirada inmediatamente, pensando que tal vez si debió de haberse escabullido junto con Ayame en busca de protección ante tan imponente hombre.
Después de ese día Inuyasha se propuso tomar café con Kagome de vez en cuando. Posteriormente salieron a comer y hablaron bastante. En una de tantas pláticas ella le pregunto si tenía familia. Por supuesto Inuyasha contesto educadamente pero con acentuada dureza que ese tema no le agradaba.
— Los Recuerdos duelen, ¿no es así? — le preguntó ella tranquilamente.
Inuyasha la miró desconcertado y preguntó:
— Perdón, ¿cómo dices?
Kagome lo miro con compasión y respondió:
— La extraña, ¿verdad?
Inuyasha pareció leer la mente de la muchacha durante el largo minuto, luego la arrogancia se disipó lentamente.
— La extraño muchísimo — admitió Inuyasha con una leve y fugaz sonrisa—. Era la criatura más adorable que he conocido, por dentro y por fuera. Generosa, tímida – Inuyasha suspiró profundamente a la vez que su cara se ensombrecía—. Algunas mujeres pueden destruir a un hombre con cada palabra. Pero Kikyo me hacía sentir enteramente hombre cada vez que me miraba. Nos casamos porque era necesario conservar los negocios de la familia. Pero con el tiempo comenzamos a amarnos con desesperación —Inuyasha miró a Kagome — Sí, la echo de menos.
Kagome le sonrió.
— Usted tuvo suerte – contesto sin mirarlo.
Inuyasha frunció el ceño.
— ¿Suerte?
— Algunas personas viven sin siquiera conmover o ser conmovidos emocionalmente por otro ser humano. Amar y ser amado a cambio debe ser maravilloso. Y usted ha vivido así durante diez años – respondió tranquilamente transmitiendo algo que Inuyasha no tuvo palabras para describir.
Los ojos de Inuyasha buscaron los de Kagome. Luego el hombre bajó la mirada.
— No lo había visto de ese modo — dijo pensativamente
Mientras Tashio todavía pensaba en lo que ella le había dicho, Kagome cambió por completo de tema, y le habló acerca de cierta confusión ridícula que había tenido lugar en la sección de corte esa misma tarde.
Era lamentable que él y Kikyo no hubieran podido tener hijos, tal vez eso lo hubiera ayudado a sentirse menos solo. Sin embargo Kagome sabía que ella tal vez podría aligerar ese pesar; tenían un mundo de cosas en común, desde el amor por el ballet y el teatro hasta la música clásica y el arte. Kagome veía en él a un mentor, pero también a un amigo, tutor y protector. Inuyasha nunca intentó seducirla. Él simplemente estudió a los pocos pretendientes que tuvo Kagome durante todos esos años y le dio su consejo, con respecto a los hombres con los que salía.
Si Kagome debía trabajar hasta tarde, Inuyasha la acompañaba a su casa. Y cuando consideró que la joven ya estaba lista para algo grande, le encontró un empleo como diseñadora principal en una de las más importantes casas de modas de Tokio.
Inuyasha le ayudo de diversas maneras, dándole iniciativa, regaños y lecciones que contribuyeron a que Kagome llegara a la cima más pronto de lo esperado. Fue todo tan rápido como su decisión de estudiar Diseño de modas y graduarse todo al mismo tiempo en que encontró trabajo al lado de un líder nato, como lo era Inuyasha Tashio.
Aun cuando Kagome no quería recordar su niñez, Inuyasha era la única persona a quien le había hablado de ello. Él era especial y el único amigo verdadero que Kagome tenía desde que había dejado Kochi. Poco tiempo después de llegar a Tokio, se sintió tranquila al saber que Inuyasha tenía un apartamento en la ciudad.
Kagome estaba tan sumergida evocando recuerdos, que apenas logro despertar a la realidad gracias al tercer timbre del teléfono. Se acercó a la negra mesa de centro y levantó el auricular.
— ¿Hola? — murmuró mientras bostezaba.
— Vaya, ¿Qué clase de día has tenido? — dijo Inuyasha un tanto divertido — Ponte algo bonito y ven a cenar conmigo al Shikon.
Kagome sintió que revivía.
— ¡No hemos ido allí desde hace meses! Me muero de ganas de probar el mousse de chocolate – contesto alegremente, saboreando como niña chiquita el suculento postre.
— ¿Paso por ti dentro de media hora? — preguntó Inuyasha con impaciencia—. Tengo que tomar el vuelo de las once para París, y no tendremos mucho tiempo.
— ¿Alguien te ha dicho alguna vez que el estrés y el trabajo excesivo pueden provocar úlceras gástricas? — le preguntó Kagome exasperada.
— Si, doctora. De cualquier manera, esas úlceras tendrán que esperar — le contestó Inuyasha — Media hora.
— No puedo creerlo — murmuró la joven mientras se ponía un vestido de encajes purpura con un profundo escote en V y una abertura lateral. Inuyasha Tashio era un poderoso ejecutivo y además millonario, pero no acostumbraba a delegar responsabilidades. Si un trato debía cerrarse, él se encargaba de cerrarlo. Si existía un problema de relaciones laborales en una de sus plantas, él era el encargado de negociar. Si se realizaban innovaciones, él las veía personalmente. Se obligaba a trabajar forzosamente, una costumbre que había conservado desde aquellas primeras y horribles semanas después de la muerte de Kikyo. No se detenía un solo instante; no descansaba nunca. Parecía como si temiera detenerse, porque si lo hiciera, tendría que pensar y eso no le agradaría. Era mucho lo que debía olvidar.
Kagome estaba vestida cuando el timbre de la puerta sonó. La joven atendió al llamado y contuvo el aliento al ver a Inuyasha vestido de etiqueta, realmente nunca se acostumbraría a verlo tan elegante.
Inuyasha podía ser el hombre de los sueños de cualquier mujer, con su cabello platinado y sus ojos dorados, piel bronceada, y un físico musculoso envidiable por cualquier modelo. Quizá si Kagome fuera una libertina de lo peor, si no hubiera tenido pésimas experiencias con los hombres, y si no tuviera que recordar su primer amor de la adolescencia, se hubiese enamorado de Inuyasha Tashio. Como siempre, ella sabía el efecto que Inuyasha causaba en todas las mujeres que tenían la fortuna de mirarlo. Ya había visto caer rendidas ante los encantos del magnate, a miles de señoritas que terminaban rechazadas por imponente caballero. Realmente ella no quería unirse a la fila de las rechazadas en la enorme lista de infortunadas damas. Inuyasha se mantenía como el viudo mas codiciado de todo el país y parecía que no quería correr el riesgo de un compromiso emocional al que lo llevaría su relación con una sola mujer. Kagome prefería mil veces su estatus de amiga y confidente.
Los ojos de Inuyasha estaban ocupadísimos examinando el bello cuerpo de la muchacha.
— Encantadora —dijo sonriente —. ¿Nos vamos?
— Por favor, muero de hambre — le dijo Kagome mientras entraban en el ascensor e Inuyasha presionaba el botón hacia la planta baja — Hace mucho que no ansiaba probar bocado como ahora.
— Eso parece — le dijo con desaprobación mientras la miraba escuetamente, apoyado contra la barandilla — ¿Por qué demonios no dejas esa dieta y haces que la carne retorne a tus huesos?
— ¡Mira quién lo dice! — le dijo Kagome repentinamente enfadada —. ¡Se necesitaría sólo un silbido para que vayas como perro directo al gimnasio!
Inuyasha se acercó a la joven con una mirada intensa y particular.
— Crees que no estoy en forma, ¿no? — preguntó sarcásticamente tomando las manos de Kagome y posicionándolas en sus anchos hombros — Dime si no estoy en forma. Dímelo.
Fue como descubrir un buen vino donde ella esperaba encontrar sólo agua. La joven nunca había notado la amplitud y firmeza de ese pecho y esos hombros, tampoco se había dado cuenta del atrayente aroma de tabaco mezclado con loción. Mucho menos había fisgoneado en la perfección de su boca, o en lo penetrante que lucía su mirada. Tal vez había sido mejor no averiguarlo, y sin quererlo las manos de Kagome se mantuvieron como autómatas sobre la fina tela del traje tratando de traspasar hasta sus definidos músculos.
— ¿Y bien? — preguntó Inuyasha con una voz desconocida e intrigante para la joven.
— Yo... nunca dude de tu físico — logró articular castigándose mentalmente por haberlo dudado.
Lo miró directo a los ojos sintiendo que el tiempo se detenía mientras sus miradas parecían indagar en lo mas profundo de sus almas, descubriendo rasgos y nuevas emociones tan intimidantes que parecían irreales.
Les llevó varios segundos reaccionar y caer en cuenta de que el ascensor estaba en la planta baja y con la puerta abierta de par en par.
Mas incomoda que nunca, Kagome logró salir del ascensor completamente turbada para así dirigirse fuera del edificio donde esperaba el Mercedez C63 AMG blanco de su acompañante; Myoga, el chofer, aguardaba pacientemente frente al volante.
— ¿Acaso Myoga nunca tiene vacaciones? — preguntó tratando de disipar la presión mientras subían al automóvil.
— Hace tiempo que no. Mi horario de trabajo es 24/7 los 365 días del año —respondió Inuyasha mientras miraba su fino reloj.
— Nunca me acostumbraré a este coche — dijo Kagome suspirando, mientras reclinaba la cabeza contra el cómodo asiento de cuero.
— ¿Pasa algo? — preguntó Inuyasha brevemente.
— ¡No! , bueno… muy pocas personas están acostumbradas a viajar en un carro como este... blanco además — contestó mientras reía nerviosamente.
Inuyasha se volvió hacia la joven, colocando el brazo detrás del asiento, sus ojos brillaban enigmáticamente y en su rostro apareció una sonrisa.
— ¿Tiene algo de malo? —preguntó Inuyasha con extrema lentitud.
Kagome percibió ese brillo peculiar en la mirada de Tashio. ¿Por qué de pronto Inuyasha se mostraba tan intrigante? Cómo si aquella pregunta tuviera un doble sentido
—Nada... creo. Excepto que me siento como en exhibición cada vez que subo en él. Eso es todo.
—Deberías estar en exhibición, Kagome – comento intensificando su mirada leonina, como si se tratara de cazar una presa.
Algo en la manera en que Inuyasha pronunció su nombre hizo que sintiera un delicioso hormigueo en la espalda.
— ¿Lo dices porque soy rica y famosa ahora, quieres decir? – rió brevemente burlándose de sus propias palabras.
La respuesta de la joven pareció no satisfacer a Inuyasha. Algo en su cara y en su mirada había cambiado.
— No, de ninguna manera, aunque no necesitas usar ese tono de pequeña Señorita Nadie de Kochi conmigo. Sabes perfectamente lo que eres y lo que has logrado. Además que eres una mujer muy hermosa — le dijo con ese tono duro y sincero, característico en él.
Kagome se sintió agradecida por estar en la oscuridad de la noche, de lo contrario sería muy evidente su sonrojo y la manera en que su cuerpo temblaba a causa de la intensa mirada que Inuyasha le otorgaba.
— Maldito tráfico de ciudad — vociferó Inuyasha ante la impaciencia. Nuevamente se dirigió hacia la joven con una actitud de sorpresa digna de un Oscar — No me digas que ningún hombre te ha dicho eso antes, temo que no soy el único – agrego mientras examinaba el cuerpo de Kagome, recorriendo cada centímetro del mismo con aprobación, tomándola desprevenida, al sentirse ¿seducida?
— ¿Por qué me miras de esa manera? — preguntó ella en un murmullo deseando llegar pronto al restaurante.
Los ojos oscuros de Inuyasha se encontraron con los de Kagome.
— Me estaba preguntando cómo sería hacerte el amor.
Listo, capitulo uno terminado. Espero que haya sido de su agrado.
Realmente no quisiera tener problemas con esto de que la historia no es mía. Como ya comente al inicio aunque la historia ni los personajes son míos quisiera terminar de hacer esta adaptación. Claro de ustedes depende eso. Si están interesados en saber quién escribió esta maravillosa historia con gusto les diré.
Nos vemos pronto.
