Disclaimer: Ni Bleach ni sus personajes me pertenecen, pertenecen a Tite Kubo. Yo solo los uso para satisfacer mi imaginación. Disfruten.
One-Shot: La Reina
Kuchiki Rukia, Dark Rukia, Shiba Kaien, Aizen Sousuke, Kuchiki Byakuya / Necrofilia, Violación y Canibalismo.
No importa lo que realmente soy, no importa mi forma física, ni el color de mis ojos ni el color de mi piel, no importa nada porque en estos momentos ese es el lugar en donde estoy, en la nada, estúpidos placeres del amor que sirven como cadenas a lo que realmente soy, estúpida persona que se encargó de forjarlas para que no pudiera salir de esta absoluta oscuridad que compone la nada, pero para ganar a veces se tiene que perder, irme por voluntad propia fue la mejor idea que pude tener, pero se tenía que enamorar ¡Basura! Qué es el amor si no otra cosa más que una cadena que se ata por voluntad propia y llena de deseo. Deseo, el instinto primario de toda acción que se realiza, deseo es lo que yo represento. – Dark Rukia.
- señorita Kuchiki, se le transferirá al centro de atención de cuidados mentales Rukongai – fue lo que dijo aquel hombre calvo con una enorme barba blanca y una túnica negra, era el juez encargado del juicio de "El Estado" contra Rukia Kuchiki, se le había detenido después de encontrarla en la escena de uno de los crímenes más sangrientos de todos los conocidos en la ciudad de Karakura, había acabado con la vida de una familia de 4 personas en una sola noche, dos adultos y dos niños, los habían encontrado completamente desmembrados, sus restos estaban esparcidos por todo el lugar, incluso las paredes estaban salpicadas con enormes manchones producto de la sangre de las pobres personas; un vecino había llamado a la policía al escuchar los ruidos prevenientes de esa casa, cuando llegaron solo encontraron a la pelinegra bañada en sangre jugando con la mano de lo que parecía ser una de las niñas de esa casa.
Los alegatos que había dado el abogado de esta, que había sido el mejor que había podido conseguir su hermano usando todas las influencias que poseía el apellido Kuchiki, habían sido que ella estaba mal de la cabeza, expresado de la siguiente manera: "Mi cliente, la señorita Kuchiki aquí presente, se declara inocente del delito que se le acusa ya que ella no recuerda haber realizado tal acción, con base a las pruebas psicológicas realizadas a mi cliente se ha determinado un fuerte desorden de personalidad que ha sido confirmado por los registros médicos previos…" y así fue que evitó ir a la cárcel, de cierta manera fue la mejor opción y la única a la que le veían sentido, su hermano sabía que ella estaba loca, había presenciado la muerte y violación del cadáver de su hermana por aquel hombre desquiciado de cabellos cafés y lentes que se hacía llamar su tío, era cuestión de tiempo para que ella arrojara algún trauma, solo que este había sido demasiado.
La pelinegra se despidió de su hermano con lágrimas en los ojos, si la hubiese conocido bien habría notado que esas lagrimas eran tan falsas como una moneda de tres pesos, ella en verdad estaba desquiciada, no era la primera vez que lo hacía, era la primera vez que la atrapaban. Se había ido de Karakura unos años después de la muerte de su hermana, había estado con los mejores psicólogos que el dinero podía pagar y después de un tiempo la habían dejado ir, al principio ella decía que escuchaba un voz en su cabeza, pero sabía que si seguía diciendo eso jamás la dejarían libre, ella era una mujer inteligente y se guardó esa información para sí; con la venia de su hermano y un poco de su fortuna se había ido a dar la vuelta al mundo, la voz en su cabeza le decía a donde ir y que hacer, al parecer era una voz muy lista, se podría decir que probó todos los sabores del mundo, jamás la habían atrapado en ningún lugar, así como llegaba así desaparecía y su apellido ayudaba a moverse, ser una Kuchiki tenía sus ventajas.
Regresar a Karakura fue la peor idea que se le pudo ocurrir a ella, la voz en su cabeza no estaba de acuerdo pero ella por esa vez no la escuchó, y fue entonces que se lo encontró a él, un tipo de cabello café y lentes, muy parecido a su amado tío, en verdad apreciaba a su tío Aizen, por él nunca estaba sola aunque no podía darle las gracias por tan magnifico regalo ya que estaba tres metros bajo tierra; a él lo habían metido a la cárcel la misma noche que mató a la hermana de Rukia, todo el peso de la ley aplicada a él, cuando llegó a la famosísima cárcel Inuzuri la cálida bienvenida no se hizo esperar, todo se filtraba en ese lugar, uno por uno los reos de ahí lo violaron durante la primera semana, sus gritos eran ahogados por las risotadas de esos hombres que solo veían como era introducido el miembro erecto del violador en turno, intentó defenderse cuando uno le introdujo su miembro en la boca para que le diera un poco de sexo oral mientras otro se lo tiraba haciéndolo sangrar, mala decisión por parte de Aizen morder el miembro del hombre, eso le costó que uno de los violadores al que le apodaban "el dentista" la hiciera honor a su nombre, esa vez lo ataron a una silla y entre todos le abrieron la boca tan grande como les fue posible, uno a uno fue perdiendo los dientes hasta quedar sin uno solo; la razón del porque nadie hacía nada era simple, era una cueva de perros que jamás iban a estar en libertad, todos condenados a pudrirse en ese lugar, hacer eso era lo único que los mantenía ligeramente calmados porque cuerdos, era algo que nunca estarían ni lo estuvieron. No aguantó mucho en ese lugar, murió al poco tiempo después de haber entrado, los despojos que quedaban de ese hombre fueron sacados como si de un trapo sucio se tratara, nada más que piel y huesos era lo único que quedó después de tanta tortura sexual y física.
Pero ese hombre en Karakura le parecía tan feliz y tan vivo, se parecía tanto a ese amado tío que no lo pensó dos veces, algo que la voz en su cabeza tampoco apoyó; lo investigó y descubrió que era el hijo bastardo de su amado tío, cuando hubo encontrado el lugar procedió a realizar su misión, primero a los niños, se infiltró en el cuarto lentamente y les rebanó el cuello de parte a parte amordazándolos con la mano que tenía libre, la sangre de sus pequeñas victimas le mancho la cara y parte de la ropa que cargaba esa noche, salió de esa habitación y se metió en la de ese hombre, estaba acostado dándole la espalda a la mujer que dormía con él, no había mejor escenario que ese, lentamente se acercó a la mujer y de un solo movimiento le rebano el cuello de parte a parte, demasiado sencillo…
- Reina… - habló la voz en su cabeza – vámonos de este lugar – estaba enojada esa voz, tan parecida a la suya pero tan diferente a la vez.
- No. – fue lo único que dijo Rukia en voz alta, no se iría de ese lugar hasta saciar su deseo de deshacerse de ese hombre que llevaba la misma sangre que su amado tío y todo lo que tuviera que ver con él, exterminar la sombra de ese hombre era lo que estaba buscando desde que regresó a esa ciudad. El sonido de su respuesta fue lo que hizo que el hombre se removiera de su sitio y sin darle tiempo al tiempo le arrancó la vida tan rápido como un suspiro. Estaba hecho, había terminado con esa sombra.
- Deshazte de ellos – le volvió a hablar la voz en su cabeza – hazlo rápido y vámonos de aquí. - La carne humana siempre es la más dura, era algo que ella sabía de primera mano, le costó desmembrar a los cuatro cuerpos, fue entonces cuando la encontraron y la detuvieron.
El camino al psiquiátrico se le hizo eterno, tanto que se puso a platicar con su amada voz interna, básicamente consistía en un regaño por parte de esta hacia la pelinegra.
- Reina – volvió a hablar la voz en su cabeza antes de que cruzaran la reja, se habían callado después de un rato – hay un tiempo para sanar y un tiempo para matar – una frase que no entendió la pelinegra – mientras sanan mis heridas no mataré a nadie – y la voz desapareció, se sentía diferente, más tranquila, más relajada, como si una parte de ella hubiese regresado a la normalidad, entonces entendió lo que había estado haciendo durante los últimos años de su vida y empezó a llorar por eso, cuando llegaron por fin al lugar ella seguía atada con la camisa de fuerza, solo sus sollozos eran audibles y sus lágrimas visibles, no como las que había derramado con su hermano, estas eran reales.
- Kuchiki Rukia – dijo la voz de un hombre que estaba parado frente a ella, la aludida volteó a verlo y este le sonrió – yo seré tu médico, mi nombre es Shiba Kaien.
Terapias, terapias y más terapias, en eso se basaron los primeros dos años de su vida en ese lugar, terapias; ella no había vuelto a escuchar a esa voz desde que llegó a ese lugar y estaba feliz por eso, entre tanta terapia llegó a entender que era el reflejo de su trauma y estaba feliz por haber logrado sobrevivir a eso, pero no fue lo único que encontró en ese lugar, después de un tiempo con el doctor empezó a sentir algo por él, básicamente se enamoró del hombre aunque este nunca le diera motivos para hacerlo, la relación por parte de él era tan profesional como toda relación médico-paciente pero Rukia no lo vio como tal, ella podría jurar y perjurar que el trato que le daba el doctor Shiba era diferente al que le daba a sus demás pacientes, que sus miradas estaban cargadas de sentimientos y que la forma en que eran las sesiones eran hasta cierto punto románticas, todo producto de su imaginación. Lo que Rukia no sabía era que la voz en su cabeza nunca se había ido, solo se había quedado callada todo ese tiempo, esperando a que ella saliera de ese lugar para poder volver a dominar sus sentidos, con lo que no contaba esa voz era que Rukia se enamoraría de ese hombre, el amor por él y su afán de mantenerse cuerda para que se fijara en ella hizo que se empezara a formar una cadena que retenía en su sitio a esa voz.
Cuatro años, cuatro bellos años más pasaron después de eso, su condena de 6 años había sido cumplida, el doctor la había dado de alta, solo tenía que regresar a terapia una vez a la semana para monitorear su progreso en la vida, nada difícil de hacer. La voz en su cabeza no estaba para nada feliz, llevaba cuatro años atada con una cadena en el subconsciente de Rukia y parecía que se iba a quedar ahí, mientras ella siguiera enamorada de ese hombre no podría salir.
Esa noche el doctor Kaien se encontraba inquieto, habían pasado seis meses desde que había dejado en libertad a Rukia, seis meses en donde ella iba a terapia todas las semanas, seis meses monitoreando el avance de ella sin encontrar nada extraño, sin embargo esa última sesión lo había dejado inquieto, ella le había confesado sus sentimientos hacia él, cosa que lo había tomado por sorpresa y él como todo un caballero la rechazó alegando que eran médico-paciente, que estaba prohibido tener ese tipo de relaciones y que él estaba comprometido; pudo notar un extraño brillo en sus ojos después de ese rechazo pero la terapia siguió con naturalidad después de que ella se disculpara por su atrevimiento.
Se acostó a dormir alejando ese extraño sentimiento de su pecho, el viento frio que se colaba por su ventana hizo que se despertara, aun así no hizo nada por cerrarla y solo se dedicó a cubrirse con la gruesa sabana que tenía, no podía conciliar el sueño después de ese viento frio, había tanto silencio en esa habitación que se podía escuchar el ruido que hacia un alfiler al caer; un extraño silbido como si una espada estuviera cortando a la nada y unos pasos que se detenían frente a su ventana se escucharon en la calle de afuera, en ese momento el doctor pensó que cerrar la ventana era la mejor idea del mundo, se levantó de su cama y se dispuso a cerrarla no sin antes observar a la calle, no había nadie.
Se acomodó en su cama y se volvió a cubrir con su sabana, la temperatura del cuarto había bajado demasiado en el poco tiempo que la ventana estuvo abierta, esa extraña sensación había vuelto a aparecer en su pecho y evitaba que conciliara el sueño nuevamente, volvió a escuchar los pasos pero esta vez escuchaba que provenían de su casa, entonces se preguntó que otra ventana había dejado abierta, el ruido de un vaso de cristal rompiéndose le confirmó que había alguien en su casa, solo esperaba que fuera un ladrón, que se llevara lo que quisiera y se fuera de ahí, los pasos seguían avanzando, podía escuchar claramente que se dirigían a su habitación, escuchó como se abrió la puerta de golpe y eso hizo que su corazón empezara a latir de tal manera que pareciera que hacía eco en el lugar, a esas alturas solo pedía que si lo iban a matar lo hicieran rápido, cerró los ojos con temor y esperó a que pasara algo pero no pasó, estuvo un rato en ese estado y nada, con todo el valor que podía juntar abrió los ojos y los enfocó en la puerta, nada, estaba cerrada, enfocó su vista en la ventana y esta estaba abierta con las cortinas ondeando al compás de la briza nocturna que se colaba en su habitación, se levantó de la cama y notó que había un cuadro roto tirado en el piso, también notó que la sabana con la que él creía cubrirse estaba perfectamente bien acomodada en su cabecera.
- Solo ha sido un sueño – dijo para sí ya más calmado, terminó de levantarse y se fue a cerrar la ventana para poder dormirse nuevamente, se estaba volviendo paranoico de tanto trabajar con locos.
Los ojos violeta de Rukia lo observaban desde una de las sombras que se proyectaban en la habitación esperando a que él se durmiera, cuando notó que su respiración era suave y acompasada salió de su escondite y le tapó la nariz con un pañuelo bañado en cloroformo, cortesía de él mismo y su botiquín en el baño, el doctor forcejeo cuando sintió la presión sobre su rostro pero después quedó inconsciente bajo los efectos del líquido.
El constante repiqueo de unas pesadas gotas cayendo en el piso era el sonido que llenaba la habitación que era acompañado por el crujir de la carne al ser desgarrada por los dientes y el tronar de los huesos al ser desprendidos de las articulaciones, el conjunto formaba una sinfonía macabra iluminada por la luz de la luna llena que se filtraba entre las cortinas.
Cuando el hambre de Rukia se había calmado una aguda punzada de dolor se instaló en su cabeza, trató de enfocar los ojos pero no reconocía el lugar, estaba sentada en el piso cubierta de sangre siendo observada por una mujer idéntica a ella, era su reflejo, tenía pánico, habían pasado seis años sin haber visto esa expresión en su cara, seis años sin haber asesinado a personas, seis años de tranquilidad…
- Seis años sin mi… - le dijo la voz de manera burlona - ¿me extrañaste reina?
- ¡se supone que me había deshecho de ti! – le contestó a esa voz en su cabeza.
- ¿acaso creías que un montón de basura psicológica iba a hacer que me fuera? ¡Jaja por Dios! ¡No me hagas reír tonta niña ingenua!
- ¿Qué? ¿A que te refieres con eso?
- ¿Recuerdas lo último que te dije?
- "...mientras sanan mis heridas no matare a nadie..."
- Estaban por encerrarte en el psiquiátrico – el tono de burla tan propio de esa voz que no había vuelto a escuchar en seis años no le gustaba – si te encerraban ya no íbamos a poder divertirnos ¿o sí?
- ¡Pero... pero... la terapia, te deje de escuchar... tu habías desaparecido!
- ¡Bah! ¡Me voy un tiempo y lo hechas todo a perder! Pero debo de agradecerle a tu médico el que pudiera salir esta noche y me sienta tan fuerte.
- ¿Qué?
- Te enamoraste como una idiota del médico, eso no me dejaba salir. Te aferraste a esa estúpida idea del amor y me encadenaste. Pero mírame ahora, aquí estoy platicando contigo como siempre.
- ¡Tu solo estas en mi cabeza, no eres real! ¡Esto es un sueño, si! Un sueño del que despertaré en cualquier momento.
- ¡jajaja tonta! El que este en tu cabeza no significa que no sea real. Míralo ahí tirado, lo que queda de él, lo que dejaste. ¡Y no te atrevas a negar que no te gustara porque yo sé bien que lo disfrutaste, recuerda que estoy en tu cabeza! ¡Yo lo sé todo!
Nerviosismo, eso era lo que sentía en ese momento, aquella voz en su cabeza había vuelto y el aroma a sangre fresca no ayudaba a su concentración.
- Sé que te gusto, no lo niegues reina. Matarlo y comerte su carne fue lo mejor de esta relación – Miserable y burlona voz, pero era cierto, lo había disfrutado, lo mejor de esa relación – Su desprecio fue lo que me libero – le respondió a una pregunta jamás formulada. ¿Siempre tenía que tener la razón? Maldita sea, pero sí, todo el desprecio reflejado en sus palabra derrumbo las cadenas mentales, tenía tanto odio hacia él, tanta ira.
Levanto una de sus manos frente a sus propios ojos y observo la sangre, era tan hermosa, sus ojos habituados a la oscuridad le hacían contemplar un extraño brillo en ella, quería mas, quería saborearla una vez más. Tomo su mano y la llevo a su boca, limpio uno de sus dedos con la lengua.
- ¿Verdad que sabe bien? – le preguntó con satisfacción esa voz en su cabeza. Sabía dulce, pero estaba fría y un ligero sabor metálico se empezaba a hacer presente, se estaba dejando llevar por aquella voz, de verdad se sentía tan bien.
- ¿Qué demonios voy a hacer con el cuerpo? – esa pregunta la invadió después de saciar ese deseo que la recorría.
- lo que tú quieras...
- ¡maldita! tú fuiste la responsable, al menos ayuda en algo.
- yo soy tú, yo solo estoy en tu mente.
- ¡no me salgas con eso ahora y ponte a pensar en algo que ya va a amanecer!
- entiérralo...
- ¡aja! ¡Sí! ¿En dónde? ¿En la maceta del pacillo? ¡Por dios! ¡Es tu maldita culpa!
- no, no, no – parecía que podía ver a su reflejo moviendo la cabeza en negativa – La culpa es de él. Si no te hubiese roto el corazón aun seguiría vivo.
- ¡maldita! – siempre tenía razón.
- ¡yo también te quiero!
- vamos a ponerlo en una bolsa y nos lo llevamos, ya después veo que hago – fue lo primero que pensó, no tenía más opción, había matado al médico que la atendía.
- ¡esa es la actitud! – felicitó la voz porque ella estuviera regresando al juego.
- después de todo tienes razón. Se lo merecía el muy maldito.
Prendió la televisión antes de meterse a bañar esa mañana, la noticia del asesinato de un prominente psiquiatra era el tema de última hora, ella solo la escuchaba lejana, el agua tibia cayendo en su cuerpo se sentía tan bien, el recorrido de las gotas de agua en su cuerpo trazaba caprichosos caminos sobre la sangre y el lodo que cubría su cuerpo, se había deshecho del cadáver en tiempo record.
- El cementerio fue una buena idea reina – felicitó la voz cuando esta estaba bajo la regadera – le ahorraste los gastos funerarios a su familia – la burla era su marca personal, por decirlo de alguna manera.
- ¡Deja ese tema en paz y ponte a pensar en algo bueno! – habló en voz alta mientras miraba su reflejo en el espejo – supongo que estas aburrida de estar encerrada tanto tiempo.
- La verdad reina, tengo a unos cuantos en mente… empezando por tu hermano…
