Hola, este es mi primer fic de supernatural. Se desarrolla en la temporada 7 al inicio, para después caer en un mundo alternativo.

Supernatural no me pertenece, tampoco gano dinero por escribir esto ;) sólo me divierto. Espero les agrade.

Nota: Esto es una fanfic, los personajes están basados en la serie buenaza de Supernatural, se nombra a Dios y ángeles, no están relacionados con ninguna religión o doctrina, pues son personajes, no se intenta herir suseptibilidades... xD un amigo me dijo que me faltó esto y creo que tiene razón. Gracias por su atención :D

Segundas oportunidades

Todo lo han perdido, su familia, la seguridad del mundo, sus vidas y a si mismos. Sam tiene las manos temblorosas, espera su primer café de la mañana. Espera a que su hermano llegue, le dejó una nota, diciéndole que volvería pronto. La mesera deja su pedido, toma la tasa, necesita pensar, saber qué se le escapa, no puede recordar qué pasó por la noche.

Estaba con Dean la mañana anterior, iban a ir por un fantasma, algo fácil, salieron del hotel y no recuerda más. Talla su rostro con ambas manos, se siente frustrado. La campanilla de la puerta suena, Dean entra, nota algo diferente en su andar, en su sonrisa a la hermosa mesera rubia. Observa una inusual felicidad en aquellos ojos verdes.

Dean se sienta, dice a su hermano como si se hubiera ganado la lotería:

— Lo tengo Sammy. — Sam cuestiona al seguir intentando recordar, cómo amaneció en el hotel.

— ¿Qué? — Dean rueda sus ojos al decirle:

— Ya sabes.

— No sé. — Dean respira al cuestionar:

— ¿Qué recuerdas Sammy?

— Ayer salimos del hotel por lo del fantasma.

— Era una trampa, casi nos matan los Leviatanes. — Sam talla su rostro nuevamente con sus manos:

— Lo dices tan tranquilo. — Dean mira a su hermano fijamente como si estuviera loco:

— Sí.

— Dime lo que pasó. — Dean rueda sus ojos, no está dispuesto. — Dean. — Sam insiste. — Dean dime qué está pasando.

— Si te pones a gritar como niña de nuevo te golpearé esta ocasión. —

Dean reafirma su amenaza al mostrar su puño a su hermano. Sam mira el puño, después a su hermano. Mira un instante por la ventana al decir:

— Es mejor que lo veas. — Dean pone su mano sobre la frente de Sam.

Sam siente una descarga, después se ve de nuevo en el hotel, Dean le da una sonrisa al decirle perra, él le responde al ir por el fantasma. Ambos sube a la Impala, la investigación arrojó que en el departamento trece de un complejo habitacional, cuatro personas se habían suicidado en un mes. En ese lugar se suicidó una mujer después de matar brutalmente a su esposo, ella sufría de un trastorno postraumático después de ser secuestrada.

Ambos fueron al panteón, extrañamente el comisario se puso en contacto con ellos y les dio permiso de exhumarla, al atardecer. No solían tener mucho apoyo judicial, pero el hombre parecía temer por su vida. La investigación de Sam arrojó que la mujer culpaba al comisario, por ser un incompetente que no evitó su tragedia, era de esperar que ella lo persiguiera para conseguir venganza.

Excavaron, el fantasma se presentó, Sam cubrió a su hermano cuando Dean lanzó el fuego a los restos. Creyeron que eso era todo, pero se equivocaron, estaban rodeados, el panteón sitiado, los leviatanes salieron de su escondite para ir por los hermanos. Uno de ellos roció a Dean algo oscuro en su rostro.

Dean cayó al suelo gritando, mientras Sam era agarrado por dos Leviatanes quienes querían que observara, cómo su hermano dejaba de ser su hermano. Los escuchó reír mientras él le gritaba a Dean.

Dean dejó de gritar y retorcerse, se levantó, caminó con una mirada animal y asesina hacia Sam. Sam pensó que era su fin, pero los brazos que lo aprisionaban lo dejaron libre, entonces escuchó el grito de los Leviatanes. Ellos se desplomaron al convertirse en cenizas después de arder.

Los otros intentaron escapar, pero en un segundo estaban acompañando a sus compañeros, desintegrados, lanzados de nuevo al purgatorio tal vez. Entre la destrucción estaba Dean sosteniendo una espada, la espada más luminosa que jamás hubiera visto.

Sam se levantó, le reclamó a su hermano sobre si le había dicho sí a Miguel, no podía creer que esto estuviera pasando, que Dean hubiera accedido. Después pensó un poco, Miguel estaba en la jaula, dio un paso atrás cayendo en la tumba que habían abierto, escuchó a su hermano gritarle antes de que todo fuera oscuro, entonces despertó.

Sam mira a su hermano, hay algo diferente en él una sutil diferencia, aún no logra saber qué es. Pregunta lo más calmado posible:

— ¿Eres Miguel? — Dean suspira profundo con cansancio, luego habla con Sam, como cuando hablaba cuando eran niños.

— ¿Te acuerdas de Anna? — Sam asiente. — Era un ángel caído. — Sam vuelve a asentir, necesita procesar todo esto. — Dios, separó el alma de Miguel y su gracia, puso una prueba a sus ángeles, para que pudieran regresar a él sin la ayuda de ninguno de sus hermanos mayores. — Sam no puede creer lo que está escuchando, le da una mirada a su hermano, como si pensara que ha enloquecido. Dean se inclina hacia delante al asegurar. — No estoy loco amigo. — Sam pregunta:

— ¿Cuál es el punto?

— Cuando el Leviatán intentó poseerme, entonces algo en mí hizo clic, y me hizo darme cuenta por qué Miguel estaba tan interesado en mí, porqué siempre decía que era la espada del cielo y su recipiente verdadero. — Se señala. — Tengo su alma.

— ¿Cómo reencarnación? — Cuestiona Sam con escepticismo. Dan asiente, sonríe, lo señala al saber que su hermano acertó.

— Algo así. — Sam va poniendo las piezas juntas.

— La gracia de Miguel te necesitaba para ser completo de nuevo. — Dean aplaude:

— Eres muy inteligente Sammy. — Aclara. — Lo digo en serio.

— Supongamos que te creo, ¿sigues siendo mi hermano?

— La pregunta me ofende amigo. Sigo siendo Dean. — Sam recuerda que su hermano dijo que consiguió algo, Dean sigue siendo su hermano, pero hay algo diferente, tal vez sea la gracia o alguna cosa de ángel que se le metió dentro.

— ¿Qué conseguiste Dean? — Dean señala a su hermano con mucha felicidad, incluso podría abrazarlo.

— Un pase para ti, para que tengas la vida normal que siempre has querido. — Ahora sí, Dean se ha vuelto loco se dice Sam.

— ¿Qué? Los leviatanes nos tienen en la mira, Bobby… entiendes, no puedes llegar con una tontería a estas alturas. — Dean pone sobre la mesa un billete dorado.

— Lo creas o no, hablé con Dios. Después de exponerle las cosas, me dijo que te daría una segunda oportunidad, sin Apocalipsis, sin Leviatanes, no más mierda sobrenatural. — Sam ríe de manera histérica, no puede creerlo. — No más Lucifer en tu cabeza jamás. — Sam guarda silencio, cuestiona con seriedad:

— ¿Cuánto? — Dean mira a su hermano. — ¿Cuál es la trampa?

— No más cosas sobrenaturales a tu alrededor, no demonios no ángeles.

— Suena muy bien para ser real. — Sam para en seco. — Si tú tienes el alma de un ángel y sólo es un pase, ¿y tú? — Dean niega al mirar a otro lado.

— No iré contigo. —

Sam se levanta, pone sus manos sobre la mesa, está por enfrentarse a su hermano, no le importan las miradas de las pocas personas de la cafetería, alza su voz.

— ¡QUÉ MIERDA DEAN! — Dean le da una mirada. Sam ve por un momento algo brillante, símbolos se mueven en los iris verdes de los ojos de su hermano, se sienta al sentir un escalofrío recorrerlo.

— Tú no me necesitas, tú no me necesitarás. — Sam intenta refutar eso, pero Dean le hace una señal para que guarde silencio. — Me borraste de tu cielo, incluso cuando el genio me mostró esa vida color de rosa tú eras feliz lejos de mí. Sammy, tu felicidad está lejos de mí. — Decir todo aquello hace dolor mucho al corazón de Dean. Sam parece que se romperá y comenzará a llorar. — No necesitarás a un hermano sobre-protector, el cual es un dolor de cabeza la mayor parte del tiempo, no necesitarás a un hermano que mire tu espalda, el cual te de ordenes ni te proteja de lo sobrenatural. Si yo te acompaño, entonces los demonios y esa mierda es posible que te alcance en algún momento. Tendrás una mamá y un papá Sammy. — Dean sonríe con tristeza. — Una casa y una vida rutinaria, sin tener que correr, no más. —

Sam hace un esfuerzo sobrehumano para tragar el nudo pesado en su garganta, para no gritar por el nudo de su estómago y no llorar. Vuelve escuchar la voz de su hermano.

— Tómalo. — Dean desliza el boleto. — Tendrás un hermano, tendrás a Dean Winchester, habrá un hermano mayor, pero no tendrá mi alma. — Sam susurra.

— No serás tú entonces. — Dean asiente. — ¿Qué pasará contigo?

— Me enfrentaré a los Leviatanes, abriré la puerta de la Jaula, salvaré a Adam, recuperaré mi gracia, le patearé el trasero a Luci. Aún no decido qué hacer primero. — Dean sonríe. — Abandona esta mierda Sammy… —

Sam se levanta, manotea la mesa, sale volando su taza de café y a su palma se adhiere el boleto dorado. Mira con perplejidad a Dean, quien le da una mirada de aprobación, escucha la voz de su hermano decirle:

— Te amo Sammy y estoy orgulloso de ti hermano. Adiós Bitch, cuídate… —

Sam abre los ojos, lo que ve no le gusta, un techo blanco, un móvil, barrotes a su alrededor. Escucha unos pasos, se pone tenso, quiere gritar, pero recuerda que si alguien entra a la habitación, si su madre entra morirá. El sujeto de ojos amarillos se inclina sobre la cuna, sonríe. Sam le dirige una mirada de muerte, que para un bebé de seis meses no es amenazante.

El demonio sonríe, abre la boca para decir algo, cuando Sam escucha una voz muy familiar:

— Hijo de puta aléjate de él. —

Sam siente que su corazón da un vuelco dentro de su pequeño pecho, se trata de su hermano, es Dean. Levanta los brazos, mueve sus piernas, quiere sentarse, ver, pero le es imposible, intenta hablarle pero sólo emergen balbuceos de su boca. El demonio de ojos amarillos ríe al decir:

— No eres a quien esperaba. Esperaba a la buenaza de Mary. —

El demonio abre sus ojos, no logra esquivar el golpe que asesta en su mandíbula lanzándolo lejos de la cuna. Se recarga en la pared, talla su boca con el dorso de su mano, asegura:

— No eres humano muchacho… —

El demonio no tiene tiempo de decir algo más, cuando es atravesado por una espada brillante. Dean le dice al jalar su arma:

— Adivina feo. — Los ojos amarillos se abre sin mesura, mira un momento, después el rostro de Dean, deja escapar un gutural grito al iluminarse por dentro y después apagarse.

Mary sube las escaleras, ve la escena, tapa su boca para evitar gritar. Dean voltea a verla, la sorpresa inunda su rostro, quiere correr a abrazarla, decirle mamá, llorar en su regazo, pero no puede, le dice:

— Toma a tu esposo e hijos, debemos salir de aquí. —

Dean regresa a la habitación de Sam, lo toma de la cuna al sacarlo de ahí antes de que la habitación comience a incendiarse. Mary toma al pequeño Dean al bajar corriendo las escaleras.

John se despierta por los gritos, por un momento no sabe si ha salido del limbo para regresar al infierno. Sin embargo esa voz le pertenece a su Mary, su amada esposa. Abre sus ojos, está sentado en el sofá, en su sala, frente al televisor, es su casa, se levanta con un salto, mira a su alrededor de nuevo, entonces ve a Mary bajar las escaleras con Dean en brazos.

John no puede creer lo que ve, menos cuando ve a Dean, su hijo, el cazador adulto bajar por las escaleras con el bebé Sammy y arrastrando un hombre. Sale de su estupor cuando Mary le jala la mano, la ve, la escucha decir:

— ¡Debemos salir de aquí! —

John corre a la puerta, la abre para ver una horda de demonios esperando, la casa está rodeada. Escucha a Dean recitar un exorcismo, los cuerpos humanos se iluminan antes de caer inconcientes al piso sin resplandor dentro. Escucha la voz de su hijo decir:

— ¡FUERA! —

Salen corriendo de la casa, la cual arde en llamas. Llegan junto al Impala. Dean entrega a Sam a su padre al decirle:

— Cuídalo bien, porque yo no podré cuidarlo más. — John siente que el corazón se le encoge, esto suena a una despedida. Mira a Dean, quien le sonríe. — Procuren no matarse el uno al otro… —

Sam comienza a llorar, extiende sus bracitos hacia Dean, no quiere que su hermano lo deje. Dean sale de su rango de visión, por lo cual llora con mayor fuerza, no le importa comportarse como chica si Dean se queda.

John y Mary suben al coche, en el asiento de atrás, mientras Dean toma su lugar frente al volante. Les dice a sus padres, los cuales no han salido de la impresión:

— No iré despacio, agárrense bien. —

Enciende el motor al reiniciar su marcha a toda velocidad. Mary exige saber qué está pasando, mientras John lleva su mirada de un lado al otro, necesita poner todo en su lugar.

— Lo que estaba dentro de tu casa, era el demonio con el que hiciste un trato para salvar a tu esposo. Venía por su pago.

— ¿Quién eres tú?

— No importa, no nos volveremos a ver después de esto.

— ¿Eres un cazador?, ¿mis padres te enviaron?

— Sí, soy un cazador. No, no me enviaron tus padres. — Suena el celular de Dean, él lo toma al responder. — Castiel… Sí… voy hacia allá. ¿Ya se encargaron de las personas fuera de la casa Winchester?… Bien. No, voy en camino. — Dean sonríe. — Sí. — Cuelga. Mary sigue esperando una explicación. — Un amigo que me ayuda con estos trabajos.

— ¿Cómo lo supiste?, ¿cómo sabias qué pasaría?

— Mi padre, él persiguió a ese desgraciado porque mató a mi madre y le jodió la vida a mi hermano. —

Aquellas palabras caen como un chorro de agua fría sobre John, quien conduce es su Dean, es su hijo mayor. Mira a Sam, quien sigue llorando a todo pulmón. Sonríe, cree que se está volviendo loco.

Dean pone música a todo volumen, no quiere seguir siendo interrogado por su madre, no escuchar las protestas del pequeño Dean nuevo hermano de Sam, ni los gritos de Sammy, tampoco mirar a los ojos a su padre, tampoco que ellos escuchen que va murmurando exorcismos al desalojar los demonios de la ciudad. Varias horas después se detiene frente a una cafetería.

Mary baja con Dean en brazos para llevarlo al baño. John, Sammy y Dean se quedan en el auto. Dean quita la música, Sam deja de llorar y John habla:

— ¿Qué diablos significa esto Dean? — Dean voltea a ver a su padre al decirle:

— También me da gusto verte.

— No es un juego, ¿hiciste un trato con un demonio?

— No esta vez señor. Hablé con Dios, él dijo que si volvía al cielo les daría una segunda oportunidad a ti, a mamá, a Sammy… — John sabe que esto no le gusta, no quiere saber, realmente no quiere saber:

— ¿Qué quieres decir con volver?

— Si aceptaba tomar mi lugar, como ángel…

— ¡Maldición!, Me estás mintiendo Dean, quiero la verdad. — Dean traga saliva:

— Tengo el alma del arcángel Miguel. Dios me hizo nacer en tu familia, como tu hijo para cuidar de ti y de Sammy, como humano, sin gracia, sin poderes, pasando lo mismo que ustedes… Ahora debo volver… — John cuestiona:

— ¿Y Sammy y el niño que está con Mary?

— Sammy es el bebé Sammy. — Dean sonríe. — ¿Quién pensaría que algo tan pequeño llegaría a ser un gigante? — John no puede evitar dejar escapar una sonrisa. — El niño es tu hijo papá, nació en tu familia, tiene un alma humana. Ya no necesitas a alguien como yo, un soldado, no habrá más demonios, ángeles, criaturas, nada sobrenatural. No necesitan que los cuide. Lamento no haberlo hecho mejor, realmente lo siento. — John se siente terrible, su hijo se disculpa, cuando quien debería de hacerlo es él. Abre su boca, para decir algo pero Dean sigue. — Dios tiene una condición para ambos, no deben buscar a ningún cazador, criatura sobrenatural, nada. Deben hacer una vida normal, hagan buenas decisiones esta vez. Mientras no se aproximen a lo sobrenatural, lo sobrenatural no vendrá a ustedes y si llegara intentar trastocar su vida, alguien vendrá a evitarlo, ya no es su guerra así que manténganse fuera y lejos de esto. —

John mira a su bebé el cual llora en silencio, un llanto tan triste que le rompe el corazón. Escucha la voz de Dean, mientras comienza a llover:

— Tienen nociones de su vida anterior, pero no hay detalles. No intenten recordar, les será imposible, todo será borroso. — Sonríe a su familia. — Sólo deben mirar hacia delante y hacer un futuro de cercas blancas, podar el pasto y esa mierda. —

John intenta hablar, pero la puerta se abre, Mary entra, le regala una hermosa sonrisa al cuestionar:

— ¿Qué pasa querido?

— Nada… —

Mary cierra la puerta, le da un beso a su esposo, otro al pequeño Sammy, uno más para Dean que descansa en sus brazos. El cazador regresa su vista al frente al reiniciar la marcha y la música. Al amanecer llegan a una gasolinera, donde Dean aparca, baja del vehículo, es seguido por John y Mary.

Gabriel y Castiel están ahí, esperando. Gabriel con una paleta en la boca, mientras Castiel parece imperturbable. John mira a ambos, le parecen sospechosos. Dean parece muy familiar con ellos. Castiel se aproxima, mira al bebé, ladea su cabeza, le habla al pequeño Sam:

— Eres muy pequeño. — Gabriel y Dean se ríen sin poder evitarlo. — Me alegra verte bien Sam. — Dean le habla a Castiel:

— Cas, has algo por el pequeño Dean, para que no sufra con un trauma por esta noche. — Gabriel comenta:

— Parecía como si las puertas del inframundo se hubieran abierto. — Dean cuestiona:

— ¿Se cargaron a todos? — Gabriel asiente.

Mary da un paso atrás, aleja a su hijo del sujeto de gabardina. Dean le dice a Mary:

— Es un ángel, no le hará daño. — Mary mira a su esposo, el cuál le hace una señal positiva, ella deja a Castiel poner sus dedos sobre la frente del pequeño.

Gabriel le habla al cazador:

— ¿Vas a ir por él?

— Debo hacerlo Gabriel.

— Te he dicho que podemos correr, no sé, irnos.

— No más. Esto debe terminar.

— ¡Terminará contigo! — Dean le da una mirada dura a Gabriel:

— Tú estarás a cargo, evita que se maten y que no hagan una guerra civil. No sé si podré regresar. Cuida a Castiel, que no habrá el purgatorio, hay cosas muy feas ahí. — Castiel ladea su cabeza sin entender. Dean le sonríe. — Cuídate, no hagas cosas estúpidas y no sigas el consejo de ningún demonio. Hasta luego. — Dean da una última mirada a su familia al decirles. — Adiós… —

Dean se aleja caminando por la carretera. Castiel se aproxima a John, saca de su gabardina unos papeles doblados, los entrega al decir sin comprender:

— Dean dijo que con esto podrá levantar de nuevo su casa, un nuevo comienzo. —

John toma los papeles, los ve, se trata de un seguro por la casa por una suma elevada de dinero. Regresa su vista para agradecer, pero los ángeles ya no están, Dean desapareció también. Ahora tiene a Mary, el pequeño Sammy y su hijo Dean que no es su hijo soldado, quien dio todo y más para mantenerlos bien. Siente como si hubiera perdido una parte importante de su familia.