Disclaimer: Candy Candy y sus personajes pertenecen a Mizuki e Igarashi respectivamente. La historia que están por leer es una versión libre para la continuación del libro "Enamorada de mi profesor" cuya autora es Susan Lawrence y la adaptación de la versión original a los personajes de Candy Candy pertenece a LUCYLUZ quien me ha dado el permiso de continuarla. Yo, Wendy Grandchester, estoy realizando una continuación de mi autoría con el propósito de entretener y no de lucrar, así como tampoco apropiarme del trabajo de ninguna de las dos personas mencionadas anteriormente.

Aviso: En esta historia, habrán frecuentes escenas de contenido sexual explícito, aunque no vulgar o con el propósito de ofender, se te extiende la advertencia en caso de que ésto sea un inconveniente para ti.


Novia de mi profesor

Capítulo 1 Un vistazo al pasado


El colchón ahí, junto al fuego, cada detalle era perfecto. Nada ni nadie habría podido opacar lo que estaría a punto de ocurrir ahí. Yo sería suya y él sería mío. Yo por fin sería de alguien, pertenecería a alguien y podría decir que alguien me pertenecía a mí.

—¿Te gusta?— Me preguntó con su voz de seda, cogiéndome por la cintura desde atrás, su aliento detrás de mi oreja.

—Me encanta, Terrence...— Respondí y me extremecí por el cosquilleo de su respiración en mi cuello.

Me giró de frente hacia él, en seguida, su beso desesperado me recibió, la forma en que me atrajo hacia sí no dejó ni un milímetro de distancia entre nuestros cuerpos. Siempre me impresionaba la magnitud de su excitación.

—Candy... ¿sabes lo que deseo, verdad?— Amé su voz entrecortada, su deseo, el mismo que me estaba asfixiando a mí en ese momento.

—Sí...— La voz me salió más nerviosa de lo que quise. Aunque no hay nada más que yo desee que hacer el amor con Terrence, pero sigo teniéndole algo de miedo al asunto. A penas he sabido lo que es besar gracias a él y ahora... estoy a punto de ser su mujer. Me excito y siento un sube y baja en el estómago de sólo pensarlo, me emociona tanto, pensar que me entregaré al hombre que amo es excitante, pero que él sea mi profesor... añade una buena dósis de morbo.

—Si no estás preparada, lo entiendo... y esperaré el tiempo...— Sé que está haciendo un esfuerzo enorme con el sólo hecho de darme esa opción, pero Martha me dijo alguna vez que las oportunidades eran calvas y que había que tomarlas por el pelo. A parte, si yo desaprovechaba la oportunidad de hacer el amor con Terrence, la misma Marta se saldría de su tumba para darme un buen porrazo. Sonreí al imaginar aquello.

—¿Por qué sonríes así?— Terrence me pilló sonriendo por mi ocurrencia, pero no le diría para nada lo que estaba pensando.

—Porque estoy preparada. Quiero que me hagas el amor.

No sé de dónde saqué el valor para pronunciar aquellas palabras, creo que el espíritu de Martha me poseyó y senti que caía un gran peso que siempre me había acompañado toda mi vida, la timidez.

—Esta noche será perfecta, mi amor.— La voz de Terrence era una melodía que yo podría escuchar todo el día. Bajó el cierre de mi vestido y éste poco a poco se deslizó hasta caer a mis pies, entonces, ahí estaba yo, frente a él, con una tanga de encaje y su sostén a juego, sintiéndome tan bella, tan mujer y tan nerviosa.

—Relájate, princesa. Vas a saber cuánto yo te amo.

Me colocó en el colchón y con paciencia, comenzó a desvestirse frente a mí, la respiración se me aceleró. Quedó ante mí sólo con sus calzoncillos negros. Terrence tenía un cuerpo de ensueño. Su torso duro, sus abdominales definidos, pero no exagerados y sus brazos musculosos, ahí de pie, alto, imponente. Todo un hombre de treinta y un años, nada que ver con los adolescentes flacuchos de mis compañeros.

Volvió a mí, que había perdido la cordura mirándolo. Se arrodilló en el colchón y me atrajo hacia él. Acariciaba mi piel, como si se maravillara, me comenzó a besar mientras que sus manos fuertes y cálidas me recorrían entera.

—Eres preciosa, Candy. Perfecta.— Murmuró y con maestría, desabrochaba mi sostén, perdiéndose éste en algún rincón entre las sábanas. Sentí la necesidad de cubrir mis pechos. Su mirada ardiente me intimidaba, aunque no podía negar que me excitaba mucho saber que yo era la dueña de ese deseo que se erguía tan orgulloso.

—No te cubras, amor. Tus complejos no caben en ésta habitación.— Ni siquiera dije nada, él dibujaba círculos en mi ombligo con su dedo índice, esa simple caricia encendía me recién descubierta morbo. Se me fue el aire cuando comenzó a besar mis pechos. Se llevó uno a la boca, lo succionó muy suave y mirándome a los ojos, mientras que jugaba con el pezón del otro. Mi expresión debió valer una fortuna porque me sonrió con malicia al soltar el pecho que me succionaba para hacer lo mismo con el otro.

—Terrence...— Se me escapó su nombre involuntariamente, él me brindó una sonrisa torcida, amaba esa diablura tan suya, sobre todo, si me estaba provocando esas tormentas eléctricas con sus manos y con su boca.

—¿Te gusta?— Se atrevió a preguntarme besándome el cuello mientras su mano se colaba dentro de mis bragas.

—Mucho...— Admití sintiendo mis mejillas arder, pero también tuve la necesidad de tocarlo. De sentir ese torso que me robaba el aliento.

Lo acaricié, dibujando el contorno de sus pectorales y pasé mi luengua por su oreja, era el único punto débil que hasta ahora le conocía, pero funcionaba. Se extremeció y gimió, hinchando mi orgullo. Creo que no soy tan mala aprendiz.

Me acostó de espaldas en el colchón y me apretó el trasero que sobresalía al llevar una tanga. Me excitaba que sus manos fuertes abarcaran cada una de mis nalgas de esa forma posesiva.

—Quiero besar cada rincón de ti.— Se deslizó hacia abajo y entonces sentí la humedad del camino de besos que él fue dejando desde mis pantorrillas hasta mi trasero, luego fue subiendo por la curva de mi espalda, cubriéndome de besos hasta llegar a mi cuello. Fue conciente de que me había dejando una marca en él.

—Te amo.— Lo dije suave, pero claro, quería que supiera que yo lo amaba, que me estaba entregando a él por amor y que nada me haría retroceder.

—Yo te amo más. Eres toda mi vida, Candy.

Me volteó y se colocó sobre mí, me sacó las bragas y se quitó el calzoncillo. Se me secó la boca al ver su miembro por primera vez. Era enorme, imponente, una gota transparente le brillaba en la punta. Entrelazó sus manos con las mías. Sentir su peso sobre mí era divino, era un tipo de deseo primitivo, un instinto por ser poseída se había despertando en mí para no volver a dormir jamás.

Me fue tranquilizando con sus besos y sus dulces caricias, yo ya estaba lista para él. Tanto, que pude mantener la calma cuando sentí su primer empuje dentro de mí, trajo consigo un dolor agudo que me hizo morderme los labios, pero también el saber que le estaba entregando algo tan preciado, me excitaba mucho, olvidándome del dolor.

—Si te estoy lastimando, dímelo y me detengo...— Se detuvo para mirarme y decírmelo, su semblante se mostraba un poco preocupado.

—Estoy bien...— Le susurré sonriendo y lo abracé por la cintura, para retenerlo sobre mí y que continuara.

Me aprisionó los labios con un beso fuerte, ahogándome los gemidos y un grito tras sus siguientes embestidas hasta que por fin, mi himen se rompió, haciendo que fuera más suave y placentera la penetración. Sentí que algo en mí se había liberado, algo que era emocional y no físico. Estaba dejando a la niña atrás para darle paso a la mujer en que Terrence me estaba convirtiendo.

—Te amo, Candy.— Me brillaba el mundo cada vez que me lo decía. El ritmo suave y firme que iba tomando con cada embestida, el hombre que amo, haciéndome suya, mi profesor, era excitante por demás, ni el dolor que sentía impedían que me excitara y me humedeciera.

No estaba perdiendo la virginidad con ningún otro adolescente inexperto, tenía a un hombre diestro que sabía lo que hacía, qué puntos tocar y cómo hacer que me volviera loca.

—Oh...— No pude evitar gemir, no entiendo bien lo que sucede, pero es una sensación riquísima, me debilita, me nubla y sólo soy capaz de sentir. Terrence se está moviendo sobre mí más rápido y eso aumenta la sensación irresistible que estoy experimentando hasta que se hizo muy fuerte y grité sin proponérmelo, sintiendo como aquello me doblaba, mi sexo contraído, latiendo y luego relajándose mientras yo aún temblaba. Terrence me explicó más tarde que eso, no era otra cosa que mi orgasmo.

Segundos después, vi que Terrence apretaba fuerte mis pechos y se quedaba contraído, haciendo una fuerza y sus ojos desviados de placer, fue en ese momento que lo sentí derramarse en mí.

Me besó y se retiró de mí poco a poco, retirando luego el preservativo que había utilizado. Miré todo con curiosidad, todo era nuevo para mí. Vi que lo amarró y luego se deshizo de él.

Regresó a mí, los segundos en que se había apartado me hicieron sentir abandonada.

—¿Cómo te sientes?— Su sonrisa satisfecha lo iluminaba todo.

— Dolorida.— Le confesé y traté de cubrirme con la sábana, entonces descubrí mi entrepierna y muslos manchados de sangre y me avergoncé.

—¿Te hice daño? ¿Por qué no me pediste detenerme?

—Porque te amo. Y porque no quise. Y porque ha sido maravilloso.— Le respondí con una sonrisa radiante y lo besé.

—Te amo. Y ahora más, ahora que eres todita mía.— Fue él quien me besó esa vez.

—Ven.— Me anunció, extendiéndome la mano.

—¿A... a dónde?— Le pregunté preocupada, pues no podía ni moverme del dolor.

—Al baño, linda. Tenemos que asearnos.— Me constestó sonriendo y con su mano aún extendida.

—No... ve tú primero y luego yo.— Le pedí porque a parte del dolor, me daba mucha vergüenza que él me viera en esas condiciones.

—Vamos, Candy, quiero que disfrutemos juntos de éste primer baño.— Insistió, la emoción en su voz era palpable.

—Es que...

—¿Qué pasa?— Se me acercó, sentándose a mi lado.

Me descubrí la sábana y le mostré mis muslos y entrepierna, incluso las sábanas estaban echadas a perder.

—Ah... es eso...

—Entiendo que te resulte asqueroso, no sabía que...

—Candy... ¿cómo puede ser asqueroso? Es lo más hermoso que he hecho jamás.

—Pero...— Con los ojos aguados, intenté cubrirme nuevamente.

—Nunca había estado con una chica virgen, o sea, nunca había sido el primero en la vida de ninguna mujer, tú me has dado un regalo muy grande. Ahora, confía en mí, yo no te fallaría nunca.

Luego de eso, me llevó cargada hasta el baño, no le importó que mi sangre virginal manchara su pecho. Amo a éste hombre, es único y sé que jamás en la vida podré amar a otro.

...

Esa noche fue sin duda la mejor de mi vida, excepto por el episiodio de la mañana siguiente cuando se aparecieron los padres de Terry y su ex.

—¿Lista para el despegue?— Me preguntó Terrence emocionado. Después de tanto, ahora estábamos a bordo de un avión, Irlanda nos espera.

Continuará...


¡Hola!

He realizado éste trabajo a petición popular, como dije, es una versión libre sobre esa historia tan maravillosa que nos dejó con ganas de más. Mi única intención es entretenerlas y que podamos disfrutar más de esa historia de manera más detallada, la estoy realizando dejándome llevar de la historia orginal y de mi propia imaginación, espero que haya sido de su agrado.

Bueno, trataré mantener no sólo la narración en primera persona, como en la adaptación anterior de mi colega LUCYLUZ, sino que puedan seguir ésta continuación percibiendo la misma esencia de los personajes.

Me despido, chicas, deseando de corazón que acepten este pedacito de mi imaginación hacia una obra tan maravillosa, esas que nos dejan con ganas de más y gracias a LUCYLUZ por adaptarla y brindarme la oportunidad de continuarla.

Su amiga,

Wendy Grandchester