[Aquí una bonita historia Midorima x Akashi. Son relatos cortos, disfrútenla~]
Parte 1
Buzón de sugerencias
Cualquiera que lo hubiese conocido de verdad, no hubiera esperado jamás ese tipo de desenlace tan penoso. O quizás sí, hubiera visto venir el fracaso sentimental: un divorcio: padre soltero; pero nadie hubiera predicho esa ahogada desesperación por tener de nuevo una pareja.
Ahí estaba Midorima Shintarō frente a su singular rubio amigo. ¿Qué mejor que pedirle ayuda a un Géminis para conseguir una cita rápida y espontánea? O también, una buena opción hubiera sido pedirle ayuda a un Leo, aunque su relación con Kagami —el único león al que le hablaba— no era muy buena, por lo que optó por Kise Ryōta: Chico regido por los hábiles y sociales gemelos.
Kise frotó sus manos en satisfacción, tenía en mente muchas opciones para su buen ex compañero Midorima. Un sinfín de citas, encuentros ocasionales sexuales, desfogues de una sola noche, personas igual de urgidas o el típico paso a paso con alguien que buscara una relación más pausada y seria. Tenía a elegir. Él era un experto en hacer funcionar, o presionar, las cosas. Todas las sexualidades, sea heterosexual u homosexual.
—Solo quiero una cita. —Shintarō se enojó de la constante palabrería—. Deja de tomártelo a broma en serio.
—Viniste por mi ayuda, así que te adecuarás a mi forma de ser. Ya no soy un mocoso de 15 años al que puedes gritonear, Midorimacchi —dijo y guiñó el ojo.
Midorima bufó, Kise había cambiado. Esperado si veía el ciclo de evolución y madurez de su signo, aunque no tenía tiempo para análisis innecesario.
Kise sacó su celular y buscó entre sus contactos opciones aceptables. Midorima no era feo, ni desarreglado, ni pobre. Fácilmente conseguiría a una persona de su mismo estándar social y de características físicas parecidas, porque jamás lo dejaría salir con una poca cosa; a tanta urgencia, no lo dejaría llegar.
—Dime por qué terminó tu matrimonio, Midorimacchi.
—Me fue infiel, era muy extrovertida —dijo seco y cortante, mientras arreglaba su montura por manía—, pero eso no es de importancia.
—Sí lo es, porque te tengo que buscar una mujer a fin. Hogareña como tú.
—Un…hombre… —masculló.
—¿Perdón? ¿Qué dijiste? —preguntó con una sonrisa extendiéndose cada vez más, entre que su amigo enrojecía al extremo—. Esto sí me toma por sorpresa.
Midorima se estaba tragando su vergüenza, nunca lo había querido admitir. Sin embargo, en ese momento de su vida, ya no tenía nada qué perder. Tenía una casa, estabilidad económica, una carrera exitosa como director de orquesta, independencia y una preciosa hija de 5 años. ¿Para qué seguir fingiendo testosterona muy sobrevaluada por su fachada? Alto, serio y de voz gruesa; aunque tampoco pensaba cambiar esos aspectos, eran parte de él.
Gracias a la aclaración, Kise redujo su lista a una sola persona que sabía, que hasta el momento, seguía sin compromisos formales. Siempre había creído que Akashi era la pareja perfecta para él. Igual de serios, igual de aburridos e igual de monótonos. Signo de agua con signo de fuego. ¿Qué más quería ese creyente de horóscopos y estrellas en el cielo?
—¿Qué estás pensando? Te has quedado en la luna —habló Midorima.
—Llamaré a Akashicchi. —Kise se paró de su asiento y fue a traer su directorio telefónico, ahí tenía apuntado el número de su ex amigo de secundaria.
Midorima se quedó en su mismo lugar hasta ver volver al rubio con un pequeño libro en la mano. Fue hacia él y le quitó esa libreta. Si hubiese querido salir con Akashi, no hubiera ido en primer lugar donde Kise. Él mismo tenía la facilidad de llamar a Seijūrō y decirle abiertamente Quiero salir contigo . Tenía la confianza suficiente como para explayarse de esa forma con el ególatra pelirrojo que, con los años, se había vuelto menos déspota.
—Bien… ¿Tu ex amigo? ¿Takao… Kazunari? —Kise no estaba tan seguro de su nombre.
—Él ya tiene pareja —informó.
Kazunari había sido su primera opción. Desde que se conocieron habían tenido una especie de rara química amical, pero cuando fue a visitarlo, le abrió la puerta un muchacho conocido. Lunar y, ahora, con los dos ojos descubiertos. Posibilidad completamente perdida.
De todas maneras, se quedó a cenar, comprobando lo bien que le había ido a Takao en la vida. ¿Por qué intervenir ahí? El par de azabaches se veían felices en sus preocupaciones banales y en su amor mutuo por probar el Kama Sutra entero. Digno de dos Escorpios. Esa relación de placer, deseo y lujuria era imposible de romper, así quisiera.
… Te deseo lo mejor y ven a visitar más seguido~. A Tatsuya le has caído bien, ex Shin-chan~ , con esa frase lo despidió su amigo de ese hogar. En ese momento, se arrepintió de nunca haberle tomado tanta importancia a los sentimientos de Takao. Después de tantos años, era un hecho que el azabache los había eliminado por completo.
—Ok- ok- ¿Kasamatsu-san? Mi ex superior en prepa, está soltero, Midorimacchi.
Kasamatsu Yukio de signo Leo. Fue un NO rotundo, no compartiría el resto de su vida con un chico nacido bajo ese signo. Su ego y su afán de ser importante sobre todo, con el pasar de los años, lo aburriría.
El rubio suspiró pesadamente, Midorima no colaboraba con nada. Se cruzó de brazos y caminó sobre su sitio, mientras se exprimía el cráneo para encontrar a alguien perfecto, que no sea Akashi Seijūrō. Estaba claro que Shintarō no lo tomaba como opción al pelirrojo.
—¡Sakurai-kun! —dijo de repente—; Trabaja con Aominecchi, es virgo —se adelantó a decir antes de que le preguntara.
—Don perfectos, yo en serio no tuve la culpa —remedó—. No, Kise.
—Sonaste idéntico a Aominecchi —susurró riendo un poco. Ryōta alzó la mirada y señaló a Midorima desafiante— ¡Mibuchi-san!
—Olvídalo en serio, no me gustan los travestis.
—¡Hayama-san!
—¡Demasiado hiperactivo!
—¡Fukui-san!
—¡Muy renegón!
—¡Murasakibaracchi!
—¡¿Me estás tomando el pelo?!
Kise cayó derrotado al sillón, con Midorima no negociaría sin renegar él mismo. A ese paso, nombraría a todos sus contactos sin tener éxito en lo absoluto. Su única salida era planificar citas a ciegas, si no Midorima se predispondría en cada nombre. Sería un largo camino… y se apiadaba de las víctimas.
Parte 2
Cita a ciegas
La tarde con ese nada productivo Géminis había sido desgastante, Midorima tenía un dolor insoportable de cabeza que se convertiría en migraña si no se tomaba una aspirina. Llegó a su casa cerca de las once de la noche, poco preocupado por su hija porque la había dejado en buenas manos. Su mejor amigo estaba con ella viendo televisión, aunque la pequeña ya se encontraba en sueños.
—Tienes una hija muy bien educada. —Akashi se levantó del sillón y cargó con cuidado a la niña para llevarla a su habitación—. Tienes suerte de tenerla.
—Hago todo lo humanamente posible para mantenerlo así, no se la entregaría a Misa con tanta facilidad en serio—dijo. Hacía referencia a su ex esposa.
—Ya veo.
La poca plática de Akashi y su falta de interés por querer seguirle la conversación eran las razones por las cuales pensaba que era mejor para ellos mantenerse muy lejos del tema llamado amor. No creía llegar a amar a ese excéntrico Sagitario.
Seijūrō tomó su maletín, había sido una grata tarde con la pequeña Shiori. Después de tantos meses tratándola, había llegado a encariñarse mucho con ella. También influenciaba su deseo de ser padre, tenía 32 años como Midorima. No sería descabellado pensar en querer tener un hijo por quien velar.
—Tengo entradas para una función infantil —dijo recordando aquello.
Akashi las sacó de su bolsillo y se las entregó para que fuera con la niña, Shiori le había comentado la semana pasada que quería ir a verla; era bastante permisivo con ella.
—Puedes invitar a tu ex esposa también.
—No hay forma en serio. —Midorima se arregló los lentes, prefería comer tierra a salir con su ex mujer como si fueran la familia feliz—. ¿Tienes tiempo?
—Vendré a las ocho a tu casa. Me tengo que ir, nos vemos. —El pelirrojo se despidió de Shintarō con una suave sonrisa.
Midorima se quedó mirando la puerta ya cerrada, otro día más que se olvidó de darle las gracias por haberle hecho un enorme favor; lo recordaría para la siguiente ocasión. Apagó la luz de la sala y llenó un vaso de agua en la cocina, lo necesitaría para su aspirina.
Al ingenioso Géminis, no se le ocurrió mejor idea que planear una cita a ciegas en un lugar que Midorima detestaba. ¿Dónde había quedado su alguien a fin a ti ? Una discoteca de ambiente no era el mejor sitio para empezar una interacción seria como él quería. Había ido vestido formal, recién salido de su trabajo: corbata y el primer botón de su camisa ajustado; estaba seguro que eso terminaría en desgracia.
Se sentó cerca de la barra a esperar a su cita, al igual que Kise que veía todo desde su lugar estratégico en el segundo piso. Himuro caminó hacia él y se apoyó en los soportes de metal para observar lo mismo que el rubio; después de todo, esos dos habían conseguido entrar a ese lugar gracias al azabache.
—Se puede saber, ¿qué es lo que estás tramando, Kise? —preguntó al ver a Midorima con un cuba libre virgen en la mano—; ¿Él es la cita de...?
Un chico de cabello miel pasó por la entrada principal, no entendía por qué diantres se dejó convencer por ese escandaloso rubio. De todas maneras, quería un buen polvo para esa noche, esa era la única motivación de esa noche. Metió las manos a los bolsillos y fue hacia la barra sentándose a unas sillas de Midorima.
—Esto se está poniendo interesante —susurró entre dientes Ryōta.
—Kise… ¿Estás seguro de lo que estás haciendo? —A Himuro le daba una mala espina—. No creo que a Midorima le guste la idea.
—Himuro-san, no seas aguafiestas. Anda a servir tragos —dijo empujándolo para que volviera a su puesto de bar ténder.
El castaño tamborileó con los dedos sobre la mesa, empezaba a impacientarse. Según lo acordado, su cita llegaría a las nueve y eran las nueves con quince. Miró a los alrededores percatándose de la existencia de Midorima, se sorprendió de verlo en un lugar tan ameno.
Shintarō también volteó y se descolocó presintiendo a qué se debía esa coincidencia. Iba a matar a Kise apenas lo viera, eso le pasaba por confiar en ese cerebro poco desarrollado.
—¿Y qué haces aquí? ¿Estás esperando a alguien?
—¡No! —gritó de inmediato—. Solo estaba tomándome un trago. Ha sido un mal día, ya me tengo que ir —dijo tomando su saco del asiento—. Nos vemos, Miyaji-san.
Kise apretó el soporte al ver al de gafas huir. No entendía qué había pasado, un par de palabras le bastó para irse despavorido. Tatsuya se le volvió a acercar, mientras que Kiyoshi buscaba con la mirada a su cita, aunque sea a un alma mirándole.
—Miyaji-san fue compañero en Shūtoku de Midorima, Kise.
—¡¿Qué?! —Ryōta se exaltó atrayendo miradas, entre ellas la de Miyaji—. Con razón Midorimacchi huyó de aquí. Qué vergüenza…
—¿Tú crees, Kise? Pero ahora, ve qué inventas, te está mirando. Me voy a repartir tragos. —Tatsuya lo dejó solo.
El rubio no supo qué cara poner. No le abriría la puerta a Midorima, por lo menos, en una semana a que se le pasara el malhumor. De seguro lo querría golpear y sus puños dolían, aunque admitía, que esa vez, había sido enteramente su culpa y que se lo merecía por ser poco previsor.
Midorima azotó la puerta de su casa, Kise no era más estúpido porque sería un pecado mortal para la raza humana. Dos horas invertidas tiradas completamente a la basura. Akashi salió del cuarto de Shiori y le pidió a Shintarō que guardara silencio, la acababa de dormir. El mayor lo jaló del brazo para salir, tocó la puerta del vecino y le dio veinte dólares a ese adolescente. El muchacho entendió la indirecta, cerró la puerta de su departamento metiéndose al número del frente; le cuidaría a la niña un par de horas.
—Shintarō, ¿a dónde estamos yendo?
—A un hotel —le dijo bajando las escaleras.
Sus hormonas demandaban atención, ese día se había esperanzando en vano. Hace más de siete meses que no tenía relaciones sexuales y él no era partidario de la masturbación; iba a entrar en crisis, tenía las pelotas hinchadas de todo el esperma retenido en su interior.
—¿Estás bien, Shintarō? —Akashi lo seguía sin oponerse—. Estás actuando extraño hoy.
—Estoy bien, solo quiero tener un encuentro ocasional —le dijo en resumen—. Hoy ha sido un pésimo día para los Cáncer, necesito recargarme en serio.
—Ya veo… ¿Y piensas que te voy a decir que sí?
—Sé que en serio no me vas a decir que no.
—Interesante. —Akashi sonrió ladino.
Cruzaron la avenida y entraron a un hotel conocido por ambos; no era la primera vez que tendrían intimidad, pero Akashi lo tomó por sorpresa —grata— que se lo propusiera después de varios años.
Ya en el cuarto, Seijūrō hizo lo suyo: se desnudó como si fuera su juguete de placer sexual, aunque él también necesitaba de Midorima. Lo empujó desde el pecho para que se echara en la cama, no le gustaba gemir desde abajo. Shintarō lo esperó impaciente y acarició sus piernas apenas lo tuvo montado. Akashi era muy envolvente, su cuerpo muchas veces lo había cautivado.
Parte 3
Capricornio
Gozó de verlo saltando para él y disfrutó de cada una de las veces que lo penetró. Después de conocerlo como un tipo déspota y autoritario, verlo en esa faceta le excitaba mucho. Akashi era estrecho y forzaba las piernas para serlo aún más. El dolor alrededor de su miembro seguía y al eyacular Seijūrō paró resbalando por su pecho para echarse. El pelirrojo ya se había corrido minutos atrás; eso admiraba de Midorima, su gran capacidad de retener el esperma por más tiempo haciéndolo esforzarse.
Akashi tiró sus cabellos rojos hacia atrás y se acomodó en la cama alzando la cadera primero para separarse de Midorima. Había sido una buena noche. A pesar del tiempo muerto, continuaba acostumbrado al cuerpo y a los besos de Shintarō, aunque pocas veces tocaba sus labios. Ambos sabían que continuos besos provocaban sentimientos no convenientes por lo que los evitaban en los encuentros.
—Disculpa por el arrebato en serio —dijo para romper el silencio. La calentura poco a poco se iba y pensaba con la cabeza fría.
—El motivo es irrelevante, Shintarō. De todas maneras, ambos lo necesitábamos —susurró mientras arreglaba las frazadas.
—… En serio tengo que volver.
Midorima se sentó en la cama y limpió sus lentes que se habían empañado, les había tomado menos de veinte minutos ese momento de placer. Akashi suspiró y le avisó que pasaría lo que restaba de horas ahí. A las once de la noche después de haber tenido sexo frío, le daba cansancio manejar hasta su casa.
A Kise no le bastó con hacerlo pasar un momento incómodo en la discoteca la semana pesada, sino que ahora esa vez lo mandaba a un cine como si fuera un chiquillo de 15 años en una salida con su pareja de turno. Solo bufó. La cita de ese día sería un Capricornio, pero más le valía a ese Géminis no andar de espía por algún rincón.
Miró la hora desde su móvil, eran las siete en punto. Recibió un mensaje en ese instante: era su niña, pero desde el celular de Akashi. Eso le dio más tranquilidad, eso significaba que el pelirrojo ya había llegado al departamento.
Akashi: Papá, ¡Sei-chan y yo haremos gelatina! ¿Qué color quieres? ¿Rojo o verde? .
Seijūrō la consentía demasiado o esa era su percepción, pero le daba las gracias por ser su salvación las veces que no la entendía él personalmente. El trabajo de Akashi era más ligero y sin horarios de oficina, si no por horas. Respondió rápido antes de que se ocupara. Verde, ten cuidado y sé obediente. Estaré ocupado, nos vemos en unas horas , contestó con ese simple mensaje.
Despegó la vista del privado al sentir una presencia muy cerca de él. Alzó la mirada y se dio cuenta que había llegado su cita. Se había predispuesto, porque tenía el presentimiento que sería ese chico de melena oscura: Hanamiya Makoto, con una cara menos apática, pero igual de aburrida y, en parte, de falsa inocencia.
—¿Tú vienes de parte del rubio? —preguntó el azabache con un poco de gracia—. Me toma por sorpresa que seas divorciado.
Ahí paró Makoto, porque lo siguiente no era tan amigable: Ni siquiera esperaba que una mujer fuera tan ciega como para casarse contigo , pero esas simples palabras se quedaron en su mente.
Midorima no saldría huyendo como la anterior vez. Makoto no era santo de su devoción, pero después de años, cualquier cambiaba algunos aspectos por mínimos que sean y así fue para su buena suerte.
Hanamiya había estudiado contabilidad y estaba trabajando en la industria de su familia hace ya varios años. Un trabajo estable y bien remunerado, de su misma condición social. Midorima comenzaba a retractarse de la mala cara que le había hecho a la elección de Kise por el lugar.
Shiori abrazó fuerte a Akashi después de terminar de preparar el postre, hace unos minutos lo habían puesto en la refrigeradora para que agarrara consistencia. Seijūrō la cargó para ir al estudio. Él tenía trabajo pendiente qué hacer en el ordenador y la niña aprovecharía también en hacer sus deberes del nido, para que luego su padre postizo —de cariño— se los revisara.
—¿Desde cuándo son amigos? —preguntó dejando de colorear la pera.
—Desde secundaria, es una amistad retrospectiva.
La niña soltó el crayón, Akashi estaba esperando por su pregunta que apareció segundos después. No entendía la palabra "retrospectiva". Seijūrō sonrió y le explicó con ejemplos qué significaba. Shiori lo miró interesada; para ella Akashi era como un padre.
Midorima y Hanamiya coincidieron en la misma película: una de ciencia ficción. La comedia les aburría en vez de divertirlos y las partes románticas les parecían absurdas para esa situación. Los gustos en común iban acumulándose. En las dos horas no intercambiaron muchas palabras, pero al salir de la sala del cine, ambos debatieron sus perspectivas sobre lo visto. El estilo futurista y los huecos dentro del argumento principal.
—Hubiera preferido un más ángulo científico que ficción pura —criticó Makoto—. Ahora está muy comercializada la "ciencia ficción", cuando lo que incluyen en las películas son puras teorías sin fundamento. Ni pies ni cabeza.
—En serio se debería cambiar el término. —Midorima terminó por decir.
Ambos coincidieron en lo mismo. Shintarō le invitó un café, aunque el azabache se pidió una taza de chocolate negro cargado. Amante del cacao.
—¿También eres divorciado? —Midorima preguntó ya estando en la mesa.
—No, simplemente he pasado por una relación, por decirlo así, tormentosa. —Makoto se recostó en el respaldar del sillón—. Siempre pensé que salías con Akashi.
—¿Akashi? No, él es un amigo de mi familia. No hay otra relación entre nosotros en serio.
—El embustero niño rico —dijo divertido.
Midorima no opinó, aunque no le agradó su comentario; estimaba a Akashi, por algo era su mejor amigo. Se lo recalcó a Hanamiya para no tener roces por cosas como esas. Makoto le contó que, hace un par de años, había tenía un altercado bastante fuerte con el pelirrojo. Pelea de contratos y robo de clientes: razón por la cual lo detestaba.
Akashi cayó rendido al piso jadeando del cansancio. Shiori lo había hecho correr por todo el edificio, era una niña muy traviesa. Agradecía que no se haya caído de las escaleras, le había hecho pasar varios sustos. La pequeña asomó su cabeza por el filo del sillón, tenía en la mano una hoja que Seijūrō quería desde hace rato. El pelirrojo se impulsó tomándola desprevenida, ya no quería seguir teniendo pequeños ataques cardiacos.
—Vas a comer una ración menos de gelatina —dijo al alzar el papel alto para que no lo volviera a tomar—. Me estás haciendo atrasar en mi trabajo, Shiori.
—Solo quería jugar, Sei-chan~.
La puerta los sorprendió a ambos, estimaban que Shintarō llegaría pasada las diez. Akashi lo saludó al igual que la niña que se le abalanzó como siempre hacía. Midorima se puso de cuclillas y le acomodó sus cabellos, estaba toda despeinada por el trajín anterior. Sin contar el alboroto que había hecho por andar escondiéndose.
Seijūrō pasó a la cocina y sacó los dos envases grandes de gelatina. Uno de color verde, otro rojo. Al final, había decidido hacer las dos bolsas que había en la alacena. Shiori lo alcanzó a los minutos y se trepó a la silla para comenzar a cortar en cuadraditos el postre.
—No cojas el cuchillo, déjalo a Akashi hacerlo —le dijo a su niña entre que cerraba la puerta y dejaba su maletín en el sillón.
Shiori obedeció y se quedó mirando cómo el pelirrojo cortaba, ella le alcanzaba los vasos anchos para que pusiera los pedazos.
Shintarō los observó desde la sala, quizás Hanamiya tenía el carácter y los gustos similares desde cierto punto, pero no lo sobrepondría sobre la tranquilidad de su hogar; ni siquiera sobre el pelirrojo que se había ganado un lugar. No volvería a salir con alguien que odiara a Akashi Seijūrō, eso le recalcaría a Kise para la próxima cita a ciegas.
Gracias por leer~
