Los personajes que todos sabemos pertenecen a SM menos alguno que he añadido yo en esta historia.

CAPITULO 1: AMANDA

Luz cegadora. Luz que atravesaba mis párpados y me sacaba del profundo sopor en el que me encontraba. Mi cabeza estaba a punto de explotar del dolor y el malestar que me provocaba esta situación. Abrí los ojos con un gran esfuerzo para intentar descubrir donde me encontraba, lo cierto es que no me acordaba de nada ocurrido anteriormente, ni siquiera recordaba mi nombre. Estaba en medio de un bosque, la luz del alba atravesaba los recovecos de las hojas de los árboles, iluminando la zona de una forma tenebrosa y oscura, el silencio era sepulcral.

Intenté levantarme y poder orientarme mejor cuando me di cuenta de la poca ropa que llevaba puesta. Unos pantalones negros de cuero muy por encima de la rodilla bastante justos con unas botas hasta la rodilla del mismo color y de tacón de aguja, dejando mostrar gran parte de mis muslos. Cubriendo mi torso únicamente llevaba un corsé negro de encaje que dejaba mostrar el tatuaje que tenia en el nacimiento de mis pechos. Un desconocido colgante de ónice rodeaba mi cuello, y mi pelo castaño estaba recogido en un moño que dejaba caer por mi cara diversos mechones rizados que le daba a mi cara un toque sensual. Mis manos estaban cubiertas por unos largos guantes negros de cuero, que cubrían mi codo y dos palmos mas de mi brazo. Era una mañana de otoño y el suelo estaba totalmente cubierto por hojas secas.

Detrás de mí, donde hace unos minutos yacía profundamente dormida, había una gabardina negra y bastante larga que aunque estuvieses húmeda y empapada podría proporcionarme un poco de calor en esta fría mañana de octubre en el pequeño pueblo de Forks.

Intenté recordar como había llegado ahí o que fue lo último que hice antes de perder la conciencia pero como muchas otras veces decidí salir de ese bosque y conseguir llegar a mi hogar y esperar a que los recuerdos regresasen.

Esta no era la primera vez que me sucedía esto.

Desde que tenía siete años, recordaba que la mayoría de las tardes, cuando mis padres se fueron de viaje, mi niñera nos llevaba a mi hermana y a mi al parque mas cercano al bosque y éramos plenamente felices jugando las tres hasta que un día mi hermana mayor se paró en seco, con un extraño brillo en sus ojos, y desapareció entre la espesura del bosque dejándonos atrás, sin saber que hacer. Mi niñera corrió desesperada por el bosque buscando a mi desaparecida hermana mientras yo las esperaba en casa mirando la lluvia caer por mi ventana, confundiéndose con mis frías y saladas lagrimas, pidiendo al cielo que por favor regresaran pronto, las quería con toda mi alma, sentía por ellas lo mismo que ellas sentían por mi. Pasaron horas y horas hasta que mi niñera, desolada y con los ojos hinchados de tanto llorar, me abrazó y me tarareó una nana para que me tranquilizase, y así pudiese dormir en paz, aunque en lo mas profundo de mi corazón hiciese mella una gran pena.

Catherine llamó a la policía denunciando una desaparición con un tono de voz que siempre envidiaba de ella, reflejaba valentía y cariño y sobre todo un alma fuerte e insistente.

Esa noche no pude dormir, estuve esperando la llamada del inspector con buenas noticias, aunque a la vez temía esa llamada porque me asustaba saber que le podía haber pasado.

Sobre las cuatro de la mañana, el teléfono sonó, y Catherine, que hasta hacia pocos segundos intentaba conciliar el sueño en el sofá, se levantó de golpe y corrió para contestar el teléfono. Hablaban en susurros e incluso unas pocas veces note un toque de emoción en la voz de Catherine, no pude aguantarlo así que me apresuré y corrí hasta donde se encontraba mi querida niñera y esperé impaciente la importante noticia. Catherine colgó el teléfono, se acercó a mi, me abrazó y me dijo:

- Bella, vístete corriendo, ponte las botas y ven corriendo conmigo-.

- ¿Que ha pasado Cathy? ¿Donde está Amanda? Por favor... -pregunté emocionada.

- La han encontrado -me contestó besando mi frente- pero estaba dormidita en el bosque y la han tenido que llevar al hospital, pero tranquila, está bien-.

- ¡Menos mal, estaba muy asustada! Vamos corriendo-.

Catherine era una persona maravillosa, expresaba un cariño en cada gesto y en cada palabra que mucha gente se moría de envidia por ser como ella. Ella siempre estaba ahí para cualquier situación, ya fuese buena o mala, y tenía la facilidad de sacarle una sonrisa a cualquiera. Era bastante joven y se crió con sus abuelos ya que sus padres murieron en un accidente de avión quince años atrás, teniendo Cathy cinco años. Se dedicaba a los niños, es decir, los cuidaba, les enseñaba, moría por ellos. Amaba los niños y tenía un gran don con ellos, trabajaba en una guardería que le llenaba la vida. Era como una madre para mí, solo que mucho mas joven pero era guapísima, tenía unos ojos azules claros y profundos como el mar, en ellos se podía ver toda su vida. Su pelo ondulado caía acariciando su espalda rozando su cintura, era bajita y le disgustaba que se metieran con su altura por eso siempre llevaba zapatos de tacón. Nunca entenderé cómo podía estar tan sola, sin la compañía del príncipe azul de nuestros sueños y nuestros cuentos de cuna. Ella se merecía eso y más.

Me alegré demasiado al oír esas palabras de su boca, temía tanto que mi hermana y al vez mi mejor amiga estuviese herida o perdida, era mi mayor temor, que las personas a las que quería sufriesen.

Estaba feliz, contenta y aliviada de que mi hermana estuviese bien, pero me juré a mí misma que de ésta no se libraba, después del susto que nos dio.

Esta situación se repitió durante mucho tiempo, mi hermana desaparecía de la nada, y cuando la encontraban no se acordaba de nada. Mis padres regresaron de su viaje y preocupados la llevaron a un especialista para buscar una solución a su problema. Desgraciadamente la llevaron a un médico corrupto al que tan solo le importaba el dinero y no salud de sus pacientes. Después de tantas pruebas, como nunca llegó a saber cual era el problema, ni su enfermedad, aconsejó a mis padres que su mejor cura era internarla en el manicomio para niños, ya que era un problema neuronal que podía ser semejante a la esquizofrenia, aunque incluso yo sabía que no era cierto. Mis padres, desesperados sin saber que hacer decidieron internarla durante unos meses para ver si su problema cesaba y conseguían curarla, pero ella cada vez se veía más débil. A veces iba a visitarla, y me rompía el corazón verla de esa manera, con el pelo enmarañado envolviendo su cara y con un camisón roto y sucio que dejaba ver los restos de pinchazos en su piel de tranquilizantes y alguna que otra droga. Ella era una niña hermosa, de rasgos finos y carita de ángel. Su cara era redonda y sus ojos eran dos granos de café penetrantes que la hacían más agradable. Su pelo era sedoso y corto, parecía una faraona egipcia. Era mi mejor amiga y la vez mi guardaespaldas, ya que cuando me tropezaba o los problemas venían a mí ella siempre estaba a mi lado para ayudarme y protegerme.

Un día se cansó y rechazó la visita de mis padres, y mis padres me prohibían ir sola, así que dejamos de visitarla durante unos meses.

A la edad de ocho años, después de salir del cole, le dije a mis padres que me quedaría en casa de mi amiga Ángela Weber a merendar y me marché al manicomio de Santa Sofía para ver a

Amanda a escondidas. El manicomio se encontraba a las afueras de Forks, pero no tenía perdida. Al entrar busqué con la mirada a un joven amigo de la familia que me debía un favor, cuando encontré a Eric le pedí que me colase durante un tiempo en el internado para ver a mi hermana y con mucho gusto me condujo a la habitación 232 y me dejó a solas con ella.

Estaba ansiosa por verla y saber como le fue este tiempo, yo sabía que ella no tenía ningún problema porque era la niña de doce años más cuerda que había conocido. Ella cuando me vio empezó a llorar de alegría y a abrazarme fuertemente anhelando la vida que le habían arrebatado. Estuvimos durante media hora charlando sobre cosas banales, cuando quise sacar el tema que había deseado hablar con ella desde hacía mucho tiempo.

Me acerque sigilosamente y acariciándole el pelo intenté sonsacarle la verdad.

-Amanda, papa y mama dicen que te tienes que curar aquí pero yo se que tu estás peor, eres mi hermana y puedes confiar en mí, ¿por qué desaparecías? ¿Qué es lo que te pasa?-.

-No lo sé pequeña-me dijo con lagrimas en los ojos-pero ya no me ocurre, ya no desaparezco, no tengo fuerzas ni para soñar...-.

-Pero, ¿qué sentías? ¿Te hacía daño? ¿Estás malita?-le dije entre sollozos-cuéntamelo todo...-.

-Verás, todas esas veces en las que me sucedía, recuerdo que me encontraba con vosotras jugando, y después me paralizaba y...empezaba a soñar...-me respondía con la mirada perdida- además eran unos sueños muy extraños, parecían tan reales y conocía mucha gente extraña, y luego de repente me despertaba en el bosque y no recordaba nada...por favor Bella sácame de aquí-.

No podía soportar verla así, era tan extraño lo que le sucedía pero yo siempre confiaba en ella, era muy sincera y no tenía motivos para no creer en ella. Ella lloraba suplicándome que hiciese lo posible para sacarla de ahí. Según me decía era tan hermosa que abusaban de ella, y si no daba muestras de cura y seguía afirmando su historia en las típicas revisiones de mes, esa noche era la peor de su vida. Para que no pudiera gritar ni llorar la drogaban, y poco a poco su cuerpo se llenaba de cicatrices que le dejaría marcada para toda su vida.

Ya no sería la misma. Me juré a mí misma que haría todo lo posible por devolverle a su antigua vida, ella no se lo merecía y todos aquellos médicos de pacotilla iban a pagarla algún día. Me tuve que despedir de ella con mucho pesar, aunque me doliese tanto saber lo que pudiesen hacer con ella, desde ese día no he vuelto a dormir bien sin tener una pesadilla de mi hermana y sus verdugos que poco a poco iban acercándola a la muerte.

Pasó un año y luché con mis padres, incluso con la policía y el gobierno para que la sacasen de ahí, pero, ¿qué persona en su sano juicio iba a creerse una historia de fantasía en boca de unas niñas de ocho y doce años? El 28 de diciembre mi hermana quedó en libertad como una deficiente que no tenía cura, estuvo cinco meses sin hablar. Llegó a casa y no hablaba con nadie, parecía como si le hubiesen arrebatada la capacidad para expresarse. Su cara era como una fría losa de mármol no sentía, no vivía. Las numerosas cicatrices de su cuerpo se acentuaban más que la última vez que la vi, pero los estúpidos médicos encontraron una estúpida excusa para no hacer sospechar a mis padres, y mis padres, tan ingenuos, se fiaron de ellos hasta el final. Mi corazón se rompía cada vez más cuando me enteré de que hacía pocos meses se intentó suicidar con un cubierto durante la comida, y desde ese día era un cuerpo sin vida.

No volvió a escaparse porque no volvió a soñar, y me juré ese día investigar su causa aunque ya no tuviese cura.

El 1 de marzo de 1996 Amanda se suicidó tirándose de un quinto piso.

Tres meses después empecé a tener sueños raros.

Al día siguiente aparecí en medio de un bosque sin recordar nada.

(9 años después)

Volviendo al principio...

Llegué a casa atravesando la silenciosa ciudad de Forks mientras poco a poco la gente iba despertándose de su gran letargo. Los hombres desayunaban tranquilos con sus mujeres preparándose para comenzar su día de trabajo, besaban en la frente a sus hijos mientras deseaban un buen día a sus mujeres.

Entré en casa sigilosamente desprendiéndome de esas dolorosas botas de tacón para no hacer demasiado ruido mientras subía peldaño a peldaño la escalera que conducía a mi habitación.

Me desprendí de la gabardina empapada y esa extraña indumentaria y la almacenaba junto a las demás en una maleta que escondía debajo de la cama. Mis noches nunca han vuelto a ser iguales desde hacía nueve años y nadie nunca se enteró de mi pequeño problema.

Si os ha gustado me gustaría que me dejasen algunos reviews, estoy abierta a cualquier tipo de propuestas como a cualquier tipo de comentarios.

Si veo que esta historia da juego la continuare sino tardare mas (tengo k tirarme todo el verano studiando...)

Y saben, los reviews me alegran el día.

pfiss dadle al go!