Los personajes de Inuyasha pertenecen a la gran Rumiko, yo solo los tomó prestados para poder dar forma a la trama la cual si me pertenece. Todo sin lucro y solo con el afán de entretener.


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Un Final Feliz.

Primera Parte.

Kagome estaba sentada en el suelo del dormitorio que compartía con su novio, tenía la cara entre sus piernas mientras permanecía recargada en la cama. Ya hipeaba por el llanto, por más que lo intentaba no lograba dejar de llorar, pero en su defensa, estaba destrozada, su corazón le dolía, quería terminar con todo su sufrimiento, no quería sentir más dolor. No entendía cómo terminó viviendo lo mismo que sus padres y reviviendo aquellos malos recuerdos que le acompañaban desde niña.

Apretó su cabeza en un intento por no dejar salir a flote los gritos que había logrado acallar desde hace mucho. Sus padres gritando, insultándose, su madre agrediéndola y asiéndola sentir miserable.

Yo tenía sueños, los dejé por enamorarme y embarazarme estúpidamente, no solo una, ¡Dos veces!.

Nunca quisiste volver a terminar la universidad, yo te dije que te daba mi apoyo, que volvieras.

¿Y dejar a tus hijos solos en casa o con extraños?― preguntó con burla.

Han existido guarderías, y no has estado sola, yo he estado a tu lado.

¡Que gran consuelo! ¡Mis mejores años se fueron a la basura por esos dos!― gritó al señalar a sus hijos que estaban en la entrada a la sala.

Papá.― dijo en un susurró una Kagome de cinco años, quien cargaba a un bebé, se había despertado por el ruido.

Hola princesa, ve a dormir con Souta, todo está bien, los quiero.― pidió el hombre al darles una sonrisa.

Aquel día regresó a la recamara y fingió que no sabía nada, pero ya tenía suficiente edad para comprender muy bien lo que pasaba.

No puedes hacer nada bien, siguen sucios.― dijo la mujer mayor al mostrarle dos vasos que tenían chocolate en el fondo.

Perdón, lo haré mejor la próxima...― se disculpó Kagome intentando no llorar.

Lávalos de nuevo, los seguirás lavando hasta que aprendas a no ser una inútil.― puso en la tarja todos los vasos que se recurrían y los secos también.― Deja de llorar, con eso no arreglaras nada ¿Acaso no dijiste que querías ayudarme en la casa?

¡Si quiero!― dijo con determinación, quería ser útil.

Entonces has las cosas bien.

Sus esfuerzos no servían de nada, siempre hacía algo mal, desde llegar a casa con una mancha en la ropa, hasta no cumplir con las expectativas académicas.

¿Cómo pudiste sacar una nota tan baja? Solo tienes que estudiar y no puedes hacer ni eso bien ¿Acaso eres retrasada?

¡Deja de regañarla!― gritó Kenzo al ponerse entre Kagome y su esposa.

Tiene mala nota, debe mejorar y no ser una Estúpida Mediocre.― recalcó las últimas palabras.

Un ocho de promedio no está mal.

Eso no lo pensarás en secundaria o cuando deba entrar a una universidad, si es que la admiten en una.

Kenzo suspiró y se masajeo el puente de la nariz, no podía hacer entrar en razón a su esposa.

¿Por qué me tocó una hija tan tonta?

Voy a estudiar más, lo prometo.― interrumpió Kagome al no querer que pelearán más.

Tú lo haces bien.― dijo Kenzo al acariciarle la cabecita a su hija.

Perdóname papi.

No es tu culpa, eres una niña buena e inteligente.

Los problemas crecieron cuando Souta se empezó a dar cuenta de los problemas con sus padres. Cada que alcanzaba a escuchar los gritos, iba a su cama a dormir con ella.

Hermana, no dejan de gritar.

¿Quieres escuchar música?― Souta negó.― ¿Ver una película?

No podemos prender la tv.

Te mostraré algo, bajo la cama.― Kagome sacó de su escondite secreto una "caja" negra.― No le digas a mamá, es un DVD portátil.

Quiero ver "Toy Story".

Le puso la película y colocó los audífonos a su hermanito, prefería que él no escuchara los gritos.

¡Me tienes harta! ¡Ojalá te largaras pronto!

¡No me iré, no dejaré a mis hijos solos contigo!

¡Eso ya lo veremos!

Y desde ese día las cosas empeoraron, el único momento en que había paz era en la tarde cuando se quedaban solos, porque desde temprano las discusiones nacían.

La camioneta ya llega, cuídense.― despedía Kenzo a sus hijos en la entrada.

¿Vas a ir por nosotros?― preguntó Souta.

Como siempre.

Por ellos si vas ¿Y yo qué? Ya no me recoges.

Ya no quieres que pase por ti.― se defendió el hombre.

¡Me hechas la culpa cuando los culpables son esos niños!

Ya váyanse.― Kenzo les abrió la puerta y sacó a sus hijos.

¡Ojalá no vuelvan!

¡Cállate! ¿Cómo les puedes decir eso? ¡Son tus hijos!

¡Te ponen en mi contra!

Ambos hermanos se sujetaron de las manos y fueron a la parada. Siempre eran los últimos en subir a la camioneta y como todas las mañanas, la conductora les daba una barra de chocolate, todos los que les conocían les tenían lastima, no era un secreto lo que pasaba en la casa Higurashi.

Kagome se limpió las lágrimas, ni cuando estaban enfermos su madre les ponía atención.

Mamá, a Souta no se le baja la fiebre.― dijo la pequeña azabache desde afuera del baño donde su madre se arreglaba.

Tienen que dejar actuar la medicina, voy a salir, cuídalo, es tu responsabilidad.

Con once años Kagome se ocupaba de su hermanito de seis años. Pasaron dos horas, su hermano no mejoraba y ella se comenzaba a sentir mal. Tomó el teléfono y llamó a su papá, no quería hacerlo para no darle problemas en el trabajo, pero tenía miedo. Su padre llegó en menos de veinte minutos, los llevó al médico y cuido de ambos, les estaba dando varicela.

¿Qué haces en su recámara y despierto a las dos de la mañana?― preguntó Haruko quien llegaba oliendo a alcohol.

No, ¿Tú qué haces fuera con tus hijos enfermos?

Ellos estaban bien, sabías que era cumpleaños de una amiga y fui a su fiesta.

Los llevé al médico y dijo que les está dando varicela.

Que exagerados.

Desde entonces cada que enfermaba sentía miedo, no quería darle una razón más a sus padres para pelear. Y al estar en la escuela media, su autoestima se vio destruida de varias formas.

Tu primo consiguió saltarse un grado y tú haciendo extras.― se burló su madre al encontrarla estudiando la tabla periódica.

Es que no entiendo de química.

Eres una estupida, jamás vas a ser alguien importante.

¡No es verdad!― gritó con su alma herida.

Recuerda esto "Eres una mediocre y vas a terminar peor que yo".

Ahogó un grito en la almohada y lloró con mayor intensidad. ¡Odiaba que tuviese razón!... El reloj sonó anunciando las ocho de la noche y llevó una mano a su nuca.

¿Por qué a estas horas?― regañó Haruko a su hija que llegaba después de las ocho de la noche.

Me quede platicando con mis amigas y...

¡Eres una zorra!― la interrumpió abofeteándola.― ¿Con quienes te revuelcas?

Con nadie.― dijo intentando contener las lágrimas.

Y por nada tienes este moretón.― la jaló del brazo y le señaló la parte que ya estaba verde, Kagome no la miró, sabía bien porque lo tenía, su madre se lo había hecho.

Me pegue con...― intentó dar una excusa que no la inculpara, pero fue interrumpida.

¡No me hables con esa boca de ramera!― le tiró del cabello y la llevó a la cocina.

¡Te juró que no he hecho nada malo! ¿Qué vas a hacer?― preguntó con miedo al verla tomar las tijeras.

Te crees muy bonita ¿Verdad? Con esa piel suave, tu largo cabello y tu linda sonrisa, pues ya no más.

Kagome luchó para liberarse, pero al notar que con eso la ira de su madre se incrementaba, dejó de moverse y cerró sus ojos.

¡Déjala!― gritó Kenzo al llegar, Souta le había ido a buscar a la parada y le explicó a duras penas lo que pasaba.

¡No te metas! ¡El día que llegue con su sorpresa será tu culpa!

¡Suelta a mi hija!― demandó al quitarle las tijeras y apartar a Kagome.

Tú te la follas, por eso la defiendes.― dijo con horror.

Estas diciendo estupideces.

¡Eres una puta!― Kagome cerró los ojos al recibir aquel insulto, no quería seguir allí, quería irse.

Souta, salgan de la casa.― ordenó Kenzo y Souta se llevó a su hermana fuera de la casa.

Aquel fue el día que su madre le corto el cabello hasta arriba de los hombros y le dejó una cicatriz en la nuca. Fue el primer día en que su hermano de once años se encargó de curar sus heridas. Y fue el día que comenzó a vestir con ropa de hombre.

¿Verdad que saben buenas?― preguntó Souta al morder la mitad de su hamburguesa.

Te prometo que un día te compraré una.― dijo feliz, su hermanito le compartió de aquella mega hamburguesa que le invitó uno de sus compañeros.― Las papas deliciosas.― hace mucho que no comía algo tan bueno.

Por eso estas gorda.― Kagome bajo la mirada al escuchar a su madre.

Mi hermana no...― no siguió al sentir la mirada suplicante de su hermana.

Sigue tragando.― dijo al tomar lo que quedaba de alimento y restregárselo en la cara a su hija.― ¡Trágatelo!― gritó al Kagome ladear la cara.

¡Ya déjala!― pidió Souta en medio de lágrimas, quería ser más grande para protegerla.

Por eso la ropa te aprieta.― las lágrimas fluían de los ojos de Kagome, la ropa le apretaba porque era la que le donó una prima. Hace mucho que su madre no quería gastar en ropa para ella.

Por esos comentarios estuvo por volverse anoréxica, pero la vida quiso que conociese a Inuyasha y él le hizo olvidar todos los insultos. Ayudó a que sus años de preparatoria fuesen más fáciles. Era el amigo del novio de su mejor amiga, un chico que cursaba su tercer año de la universidad y esporádicamente apoyaba al equipo de kendo de la preparatoria en sus entrenamientos. Aparentaba ser rudo, pero en realidad tenía buen corazón. Nunca le había preguntado la razón por la que le habló ese día en la biblioteca.

De no ser por su padre e Inuyasha, tal vez se hubiese suicidado.

Extrañaba a su padre, ojalá lo tuviera para pedirle consejo, estaba desesperada por ayuda y no molestaría a Souta, su hermano tenía sus problemas con su boda, al menos, él era feliz con Hitomi.

Papá no puede comer eso.― dijo Kagome al ver la comida con extra grasa que había.

Eso me pasa por casarme con alguien mucho mayor que yo.― Kenzo y Haruko se sacaban diez años.― Tú jamás lo hagas o terminaras cuidando a un viejo inútil.

¡Mi papá no es inútil!

Ya no puede comer nada, le duele todo, sus pies se hinchan, camina lento, le cuelgan los pellejos.

Eso no lo hace inútil, es normal en la vida.

¡Es un asco de hombre!

¡Deja de decir eso!

Kagome, no le hagas caso.― pidió con dificultad Kenzo al llegar al comedor, en los últimos dos años había enfermando y su salud decaía con cada día.

¿Vas a comer lo que hice o prefieres que tu "princesa" te haga de comer?

Voy a comer lo tuyo.

Papá...― habló preocupado Souta.

Siéntense, comamos.― pidió con calma Kenzo.

La comida transcurrió en silencio y cuando Haruko dejó la mesa, Souta y Kagome se terminaron lo que su padre no pudo comer.

Los meses pasaron y su padre necesitaba ayuda para caminar, abotonarse, atarse los zapatos, ponerse crema. Souta y Kagome le ayudaban, cosa que no le agradaba a Haruko y un día, gritó lo más cruel que pudieron escuchar.

¡El viejo inútil de Kenzo no se puede vestir solo! ¡Deberías hacernos el favor y morirte! ¡Ya líbranos de tu asquerosa presencia!

Su deseo se cumplió tres meses después, su padre falleció. Justo antes, Kenzo le dijo que Inuyasha era el indicado y les dio su bendición a pesar de solo haberlo conocido muy poco en dos meses.

Kagome, es noche y no puedes ir sola.― insistió Inuyasha al cruzar por el parque.

Sí mama te ve se enojará.

Iré detrás, si nos la topamos fingiré no conocerte.

Aun así, el otro día un chico iba corriendo y solo porque lo vio muy cerca de mí se enfureció.

Te prometo que no me vera.― no se perdonaría nunca que algo malo le pasara a la chica.

Voy a estar bien, adiós.

Hija.― llamó un hombre que se notaba cansado.

Papá, ya debías estar en casa.― dijo al saber que ese día tuvo consulta.― ¿Por qué no llamaste para ir por ti?

Estoy bien, necesitaba aire fresco y me quede en el parque viendo la ciudad. ¿Quién es?― preguntó al notar al joven que iba con su hija.

Takahashi Inuyasha, amigo de su hija.― contestó de inmediato el ojimiel.

Su padre no dijo nada, inclusive le cubría para que ella se viera con Inuyasha. Y sabiendo que solo quería lo mejor para ella, aceptó vivir con Inuyasha un mes después del entierro.

Ven conmigo.― suplicó Inuyasha el día del entierro.

No puedo.

Kagome, Souta se va a la universidad en un mes, no te quedes sola con ella.

Pero...

¿Qué hubiera querido tu padre?

Mamá se enfadará, no me dejará irme.

Te sacaré un día que no este y sí va a buscarte yo te protegeré.― prometió al tomarla de las manos.

No quiero que te haga algo malo, ella es capaz de muchas cosas.

Y yo no voy a dejar que algo malo te pase, siempre te voy a proteger y amar.

Está bien, pero no antes de que Souta se marche.

Hasta ese día creyó que su padre tuvo razón con su relación, pero se equivocó, todo estaba yendo mal. Los doce años de relación ―ocho de conocerse y cuatro de vivir juntos― fueron geniales pero ya no más.

Una tierna voz la trajo a la realidad, su pequeño Tadashi de un año estaba junto a ella y le miraba con atención. Se limpió las lágrimas y cargó a su hijo.

―¿A qué hora despertaste? ¿Por qué te bajaste de la cama? Pudiste lastimarte.― le hablaba con ternura, ese pequeño era lo único bueno que quedaba de su relación.― ¿Tienes hambre?― preguntó, pero él solo la abrazó, era como si supiera por lo que su mamá pasaba.― Estoy bien, no tienes de que preocuparte.― ¿Quieres comer puré de frutas? Claro que quieres, ya son las 8:30 y no has comido desde el mediodía.

...

Miraba embelesada comer a su hijo, ya estaba todo lleno de dulce, pero para ella era lo más bonito que podía ver en esos momentos.

Fue al refrigerador y sacó algunas cosas para preparar la comida, mejor dicho cena, ya no estaba segura si a Inuyasha le gustaría, últimamente no comía en casa y no le tenía a gusto con nada.

¿No te gustó?― preguntó al ver que apenas probó la carne.

Tiene mucho picante.

Hay más sin hacen en el refrigerador, puedo cocinar otra.

Voy a terminar el trabajo.― se levantó y fue directo a su estudio.

¿Quieres que te la llevé cuando...― ofreció Kagome al intentar seguirlo.

No quiero nada y no me molestes.― la chica asintió en silencio, regresó a la mesa e intentó comer.

Al día siguiente se esmeró en hacer el platillo favorito de Inuyasha, le recompensaría por la carne del día anterior.

Hice Ramen ¿Quieres que lo caliente?― preguntaba cuando le vio llegar.

No, voy a bañarme y a dormir.

Debiste tener un día... Muy malo.― terminó de decir, Inuyasha ya había entrado al baño.

En los siguientes días, Inuyasha llegaba muy tarde o traía comida para llevar. A duras penas recordaba la última vez que comieron juntos.

Y la vez que se levantó a media noche y le vio despierto, se le ocurrió llevarle café, se arrepintió enormemente.

Traje café.― dijo al mostrarle la cafetera de vidrio.

No lo quiero.

No cenaste y...

¿No me escuchaste?― preguntó molesto sin apartar la vista del ordenador.

Lo siento, ya no te molesto.

Intentaba hacer las cosas bien, procuraba no hacerlo enojar. ¿Cuándo compartieron cama por última vez? Tal vez fue el día que Tadashi no podía dormir.

¿Por qué sigue llorando?― preguntó de malas al entrar a la sala, Kagome lo había sacado de la recámara para que no despertará a Inuyasha.

No lo sé.

¿Ya le diste de comer?

No tiene hambre.

¿Lo limpiaste?

Esta limpio.

Entonces no lo cargas bien.

¡Si lo hago!

¡¿Y por qué sigue llorando?!

Tal vez se siente mal.― ya estaba desesperaba Tadashi lloraba más fuerte.

¿Qué le diste de comer?

¿Insinúas que se enfermó por mi culpa?

Dámelo.― demando al quitárselo y él comenzar a arrullarlo, pero su hijo no dejó de llorar.

¿Lo ves? No soy yo.

Las cuatro de la mañana.― dijo al ver el reloj.― Voy a dormir al coche, tengo que salir temprano a trabajar.― le devolvió a su hijo y tomó sus llaves.

No eres el único que va a trabajar.

Lo mío es más difícil, tú solo tienes que "decorar casitas" ¡Casas que yo diseñé y ayudé a construir!

¡Tarado!― le lanzó un cojín que no alcanzó a golpearlo, se estrelló en la puerta.

Tadashi llamó su atención al tirar su tazón, fue a limpiar y no paró hasta ver que todo relucía, no quería que Inuyasha se enfadara por no saber limpiar. Luego fue al dormitorio y mientras su hijo jugaba sobre el tapete, acomodó la ropa limpia.

¿Dónde está mi camisa lila?― preguntó Inuyasha con tono seco.

Colgada.

¿Y mi suéter vino?

Colgado, desde aquí lo veo.

Ese no, el que te pedí recoger de la tintorería.

Yo...― ¡Maldición! ¡Lo olvidó!

Lo olvidaste.

Ya iba a llover e iba con Tadashi, además todavía tenía que pasar por su leche y...

Esa no es excusa.

¡Yo tengo cosas que hacer!

Solo tenías que pasar por el, no te tomaría mucho tiempo.

Ya te dije que fue porque...

Para la próxima dime que no irás.

Hoy voy, no se me olvida.― ¿Por qué no la entendía?

Olvídalo, iré yo mismo, no te vuelvo a confiar nada.

Cuando terminó y miró a su hijo, lo encontró dormitando sobre uno de sus peluches. Lo cargó y se acostó junto a su pequeño, estaba muy cansada y verlo dormir la relajó. Pero sin proponérselo, recordó lo ocurrido hace unas horas.

En mi camisa dejé un número ¿Dónde está?― preguntó Inuyasha al entrar a la cocina.

No encontré nada.― respondió Kagome al seguir preparando la papilla de su hijo.

No mientas.

No lo hago.

¡Es importante! ¡¿Dónde está?!― exigió al golpear la barra de la cocina y asustar a Kagome.

Baja la voz, Tadashi va llorar.

¿Dónde lo dejaste?― volvió a preguntar con más enfado.

Ya te dije que no había nada.― no le mentía.

¿Lo tiraste?

Era de una mujer ¿Verdad? Tu camisa tenía labial.― dijo al encararlo, ya no le dejaría hacerla menos.

Eso no te da derecho a tirarlo.

Ya te dije que no había nada.― repitió intentando no llorar, Inuyasha tenía una amante.

¡Me largo! ¡Y no me esperes!― salió de la cocina y Kagome le siguió.

¡Claro, vete con ella!― soltó dolida, su corazón estaba destrozado.

¡Y si lo hago a ti no te importa!― golpeó la pared y algo cayó, ni le importó que había sido.

Entonces si tienes una amante.

¡Sí la tengo es por tu culpa!― dio un portazo y salió de la casa.

Cerró los ojos y se quedó dormida, esperaba no tener pesadillas, solo quería dormir tranquilamente, sentirse en paz.


Aquí este pequeño drama, espero no fuese mucho para sus corazones.

04/07/2016