Hola, ¿Qué tal? Este es mi primer fic de vocaloid y será principalmente Rin/Len y Rinto/Lenka (Sólo para evitar mal entendidos). Espero y les guste:3


Disclaimer: Los personajes de Vocaloid no me pertenecen.

Love Dreamer

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"Esperando a mi príncipe"

Solo un poco más, unos minutos más y todo acabaría….

Todos lo esperaban con ansias desde al menos hace cinco días para ser exactos.

Y el ruidoso timbre al fin resonó por toda la escuela; en donde anteriormente había absoluto silencio ahora había gritos llenos de alegría y entusiasmo. Y sin esperar indicaciones, gran parte del instituto salió a toda prisa de aquel lugar, dejando a su paso papeles tirados por los corredores y pasillos.

No era el último día de clases, eso era seguro. Estaban a mediados de agosto y solo era un simple fin de semana. Pero eso no evitaba que se sintieran libres después de una larga semana de escuela, trabajos y deberes aburridos.

— ¡Al fin! —exclamó feliz y optimista una chica de no más de catorce años, rubia, de hermosos ojos verdes. Junto a otra chica de cabello extrañamente verdoso y ojos del mismo color.

— ¡Lo sé, es genial! — respondió risueña ante el comentario de su mejor amiga. — ¿Qué harás este fin de semana?

— La verdad es que no tengo nada planeado… — habló con su mirada pérdida en el cielo.

La peliverde sonrió ampliamente a punto de hacerle una propuesta a su amiga, hasta que diviso a cierto muchacho rubio recargado cerca del portón de la escuela.

— ¿Qué no es tu hermano? — señaló al chico que parecía estar concentrado leyendo el libro que traía entre sus manos.

La rubia lo buscó con la mirada y cuando lo halló llamó su atención. — ¡Hey, Rinto! , lo siento me tengo que ir—se disculpó con la ojiverde y después de una pequeña despedida se apresuró a ir con el rubio.

Gumi la observó llegar con el chico, quién le dirigió un saludo solo por cortesía. Y ella se lo devolvió de igual forma.

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— Hey, Rinto—lo llamó.

Este solo respondió un "Uhm" sin apartar su vista de la lectura.

Se molesto de cierta forma al ser ignorada pero de todas formas continuó hablando.

— Desde hace algunas semanas no dejan de llegar camiones a la casa de enfrente—mencionó divisando la propiedad inhabitada.

— Alguien debe estarse mudando—respondió sin ningún interés.

— ¡Tal vez llegue un chico lindo, con el que viviré una hermosa historia de amor! — habló con mucha ilusión imaginando sus fantasías.

— Solo espero que no sea una chica que me observe con unos binoculares toda la noche…— guardó su libro antes de dirigirle una mirada a su hermana.

— Oh sí, es cierto… la última estaba locamente obsesionada contigo— soltó una risita al recordar los incidentes de no hace más de cuatro meses.

— Ni lo menciones…

Al llegar a la entrada de su residencia le dedicaron una última mirada a la mansión que se encontraba cruzando la calle. Vivían en un vecindario en donde todos los habitantes tenían buena posición económica, y ellos no eran la excepción.

— ¡Tal vez podrías encontrar a tu princesa! — Rin retomó nuevamente la conversación con entusiasmo y optimismo.

Rinto solo desvió la mirada. — Creo que eso no está en mis planes. — declaró.

Rin lo miró haciendo un pequeño puchero. Sus esperanzas de tener una cuñada se fueron a la basura.

— ¿Sabes? Comienzo a cuestionarme tu sexualidad…— comentó casi molesta, recibiendo una mirada de incredulidad por parte del mayor.

—No bromees…

Y entró a su casa después de haber ignorado olímpicamente el último comentario de su querido hermano mayor.

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— Buen día, ¿Cómo les fue hoy? — saludó su madre desde la sala. Una mujer rubia, de ojos verdes, de aspecto casi idéntico a sus dos hijos.

Dejó la revista de espectáculos que hasta hace unos segundos hojeaba, en la mesa cristalina. Para después dirigirse al encuentro de ambos adolescentes.

— Bien—contestaron ambos al unísono. La pregunta era tan habitual y ordinaria que su respuesta era siempre la misma.

Justo en ese momento, el señor Kagamine salía de su oficina con un par de papeles en una mano y una humeante taza de café en la otra.

— Oh, chicos, que bueno que llegaron— saludó a sus primogénitos dejando ambas cosas en la mesa más cercana. Era el momento perfecto para su anuncio.

— Ya que estamos todos aquí…—comenzó su madre. —Queríamos informarles que, como seguramente habrán notado, alguien viene en camino— contó emocionada.

— ¡Un hermanito! —exclamó la más joven de los Kagamine con entusiasmo e ilusión.

Hubo un momento de silencio después de ese comentario en el que ambos adultos la miraron estupefactos, incluso su hermano mayor la miró desconcertado a ella y luego a sus padres.

— Creo que tengo suficiente con ella— señaló a Rin rompiendo el silencio. De paso haciendo énfasis en su estatura, en la cual se llevaban por mucho a pesar de tener solo un año de diferencia en su edad. Momento en el que la rubia hizo un puchero.

— ¡C-Claro que no! — habló su madre casi aturdida de tan solo pensarlo. Seguía en píe su lema de "La fábrica se ha cerrado". Con dos era más que suficiente.

Su padre respingó e inmediatamente recobró su compostura, tratando de ignorar el comentario de su hija, aunque ella le mirara casi decepcionada.

— No, Rin. Ya tienes a Rinto. — le indicó y continuó. — Hablaba de los vecinos de enfrente, son un par de amigos que no hemos visto en muchos años—sonrió con nostalgia recordándolo.

— Llegarán hoy por la noche, y queremos visitarlos mañana por la mañana— explicó la rubia de largo cabello.

— Oh, está bien, diviértanse— Rin les sonrió a pesar de que le habían asegurado que no tendría un nuevo hermanito, ni ahora, ni nunca.

Se había quedado sin cuñada definitivamente, todo por el egoísta de su hermano.

Ambos hermanos se encaminaron a las escaleras; dispuestos a subir a sus respectivas habitaciones, pero una voz los detuvo.

— Ustedes también vendrán— Lily sonrió burlona mientras observaba los rostros de sus hijos. El de Rinto no era muy expresivo, pero el de Rin denotaba completa inconformidad.

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— ¡Mamá! — le habló exaltada para llamar la atención de la mayor que se paseaba de un lado a otro por toda la casa.

— ¿Qué sucede cariño? —contestó pasivamente sin detenerse.

— Yo…bueno, no quiero ir…— musitó en voz baja tratando de parecer lo más convincente posible. — No conozco a esas personas, además no tendremos nada que hacer y…

— Ya lo habíamos hablado. — dejó claro con un tono más elevado.

— Pero solo serán un par de señores viejos como ustedes, que pellizcaran nuestras mejillas y nos regalarán dulces podridos— le reprochó inocentemente comenzando a agudizar más su voz tratando de lograr un efecto infantil.

Lily por fin se detuvo y la miró molesta con ambas manos en las caderas.

— Ya basta, Rin. No discutiré contigo. — Y siguió su camino hacia la cocina, lugar al que también la siguió la menor de los Kagamine.

Al notar que su hija no se rendiría tan fácilmente dio un gran suspiro antes de terminar de atar un gran moño a una canasta llena de comida.

— Creo que tienen hijos.

— ¿Crees?

— No lo sé, no los he visto en mucho tiempo. Pero sería lo normal. — Y se apresuró a salir de la cocina. — Ya no me sigas, ya no sé más. — Advirtió saliendo del lugar por completo.

Rin se quedó inmóvil por un tiempo más, mirando de reojo la canasta de bienvenida que había preparado su madre.

Su optimismo volvió e inmediatamente se apresuró a subir a su habitación por un par de cosas que podría obsequiarle a su nueva amiga. Se llenó de alegría de solo imaginarlo.

Al llegar a la planta de arriba abrió entusiasta la puerta sin darse la tarea de cerrarla tras ella.

Comenzó a imaginar infinidad de regalos que podría llevar. No podía comprar nada, tampoco hacer algún presente hecho a mano. No contaba con dinero ni tiempo.

Su falta de imaginación la llevo a hacer un puchero, tirándose infantilmente en la alfombra y comenzando a rodar por esta con tal de calmar su coraje.

— ¿Qué estás haciendo?

Escuchó una voz serena y un tanto extrañada hablarle desde la puerta, la cual había olvidado cerrar…

— Nada— respondió incorporándose nuevamente en la alfombra, sin dirigirle la mirada.

Rinto la miró de tal manera que Rin bajo la mirada y frunció el ceño. El chico no le creía nada.

— Trato de pensar en un regalo. —Le soltó sin más. No valía la pena ocultárselo.

— ¿Para quién?

— Para la hija de los vecinos…— agregó con algo de vergüenza.

— ¿Tienen hijos?

— Probablemente…

— ¿No lo sabes?

— ¡No hagas tantas preguntas!—hizo un pequeño puchero de nuevo. Tendría que dejar su orgullo de lado y recurrir a su hermano. — ¿Solo ayúdame, sí?

Él embozó una sonrisa apenas perceptible.

— ¿Qué tipo de obsequio le darás?

— No sé. Lo que generalmente se le da a una chica.

Su hermano le miró arqueando una ceja. "Si claro, como yo sé de chicas"

— ¡Deberías regalarle algo también! — se le dio la maravillosa idea a la rubia. — Tal vez una flor— comentó pensativa.

— Para que al final termine siendo un chico. —respondió con algo de molestia al imaginarlo. — Ni hablar.

Rin comenzó a carcajearse por el último comentario de su hermano. Eso más su semblante súper serio, lo hacían parecer aún más gracioso.

Y al final, no hubo regalo…

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— ¿Por qué tanta formalidad? Son solo los vecinos de enfrente—comentó sencillamente el primogénito de los Kagamine, mientras trataba de acomodarse la corbata para respirar mejor.

Su padre suspiró pero comprendió, Rin ya se había quejado al menos diez veces tan solo cruzar la calle, era de esperarse que el rubio se quejara una vez.

Leo y Lily se miraron de reojo entendiéndose con la mirada, más no musitaron palabra. Optaron por lo simple.

Ignorarlos.

Al fin y al cabo ya estaban frente al portón.

— ¿Inoue? — cuestionó Rin al ver el apellido tallado junto al timbre de la puerta. Vestía un bonito vestido amarillo, con zapatos cerrados del mismo color y en lo alto de su cabeza, su distintivo moño blanco.

— Así es, cariño. — respondió su madre igual de formal que ella. Raro para un día sábado a las diez de la mañana.

Leo, su padre, tocó el timbre un par de veces hasta que recibió respuesta por parte del aparato comunicador en la entrada.

— Residencia Inoue, ¿Quién es? — escucharon la voz de probablemente una señora de edad avanzada.

— Leo Kagamine.

— Oh, por supuesto. — se escuchó una pequeña risilla algo enternecedora. — Pase por favor, los señores lo esperan.

Y con esto último el portón se abrió dejando ver un hermoso jardín, no muy grande pero tampoco pequeño. Leo y Lily caminaron por el corto y pequeño camino de piedras, muy dispuestos, seguidos de Rinto y Rin quienes iban revisando los alrededores con curiosidad.

El caminito no duró más de cinco metros para llegar a la puerta principal. Era una casa muy grande y bonita.

— Buen día, por favor pasen. —les abrió la puerta una señora mayor. Probablemente la misma que les habló por el comunicador.

— Gracias—agradecieron los mayores entrando seguidos de sus hijos quienes también agradecieron el gesto.

— Tomen asiento, los señores vendrán en seguida, traeré té— la señora sonrió amablemente y se encaminó hacia lo que parecía, la cocina.

— Gracias.

Agradecieron por última vez y tomaron asiento, todos excepto Rinto quien se recargó en la pared más cercana, con la esperanza de que el asunto no demorara.

Los Kagamine inspeccionaban curiosos la mansión, que siendo sinceros, era aún más espaciosa por dentro. Hasta que el cerrar de una puerta captó la atención de los cuatro.

— ¡Leo!

— ¡Rei!

— ¡Lily!

— ¡Yuki!

Aparecieron dos personas saliendo de una habitación. La primera fue un hombre rubio de ojos verdes, y la segunda una mujer de hermoso cabello café y bonitos ojos azules.

Los cuatro se saludaron como si de mejores amigos se tratara, y si era algo como eso.

— Me siento excluida por alguna razón— le susurró Rin a su hermano. El cual asintió desde la pared dándole la razón. Ambos viendo como los adultos disfrutaban de su reencuentro hasta que detuvieron lo abrazos.

— No puede ser, ¿Son tus hijos Lily? — cuestionó la mujer castaña.

— ¡Claro! Son Rinto y Rin. — su madre sonrió y los acercó para que los conocieran. — Rinto, Rin, ella es Yuki— señaló a la castaña ojiazul. — Y él es Rei—esta vez señaló al hombre rubio ojiverde.

Ambos saludaron cordialmente, Rin con algo de timidez. No todos los días conoces a los amigos de tus padres que creías antisociales.

— ¡Se parecen tanto a ti, Lily! —continuó comentando la ojiazul.

— ¿Estás seguro de que son tus hijos, Leo? — cuestionó con gracia el hombre rubio. Causando risas entre todos, exceptuando a Rinto quien únicamente cubrió su boca tratando de ocultar su risa y Leo, quien hacía gestos dejando en claro que sí eran sus hijos.

Después de un momento de silencio en el cual dejaron de lado las risas, se escuchó un estruendo en el segundo piso, seguido de algunos pasos y susurros incomprensibles.

Los Kagamine vieron a Yuki darse un manotazo en la cara y a Rei agarrándose el puente de la nariz.

— ¿Eso fue…?— preguntó Lily esperando que completaran la frase.

— Mis hijos, quién sabe ahora que hicieron. — comentó Yuki con algo de gracia.

Los ojos de Rin brillaron por lo que escuchaba, ¡Tenían hijos! Mientras que Rinto sólo veía como Rin comenzaba a fantasear.

Rei subió media escalera y los llamó para que bajaran a saludar.

— ¡Hey ustedes, hay invitados, bajen!

Luego de eso pisadas y murmullos se escucharon en el segundo piso, y luego de unos minutos había dos personas mirándolos indecisos desde media escalera.

Una chica y un chico.

— ¡Len, Lenka, apresúrense! — alentó la castaña ojiazul.

De un momento a otro miradas verdes y azules se encontraron, dando lugar a un silencio casi interminable.


Continuará...

¿Y bien? ¿Merece reviews?xD

By:Lenka387