Aquel primer beso parte I


Quizás la vida nos separe cada día más

Quizás la vida nos aleje de la realidad

Quizás tú buscas un desierto y yo busco un mar

Quizás que gracias la vida hoy te quiero más...


Los aplausos eran casi ensordecedores, el público estaba de pie y Kurt resplandecía. Un éxito más en Broadway, una noche más brillando como la gran estrella que era. Los años de lucha habían dado sus frutos. Cuando llegó a Nueva York, Kurt tuvo que luchar con lágrimas para encontrar su lugar y después de graduarse fue haciéndose poco a poco una presencia definitiva en la escena del teatro musical. Había dejado de lado a su familia, a sus amigos, a tener una pareja estable y a todo lo que la gente llamaba hogar. Pero eso poco le importaba cuando miles de personas aplaudían su esfuerzo, su actuación, y lo reconocían como la maravillosa figura que era. Kurt había alcanzado su sueño y lo vivía.

Había abandonado Lima, Ohio, quince años atrás y no le dolía en lo más mínimo. Burt lo entendió e iba a visitarlo con frecuencia junto con Carol y, aunque Kurt sabía que su padre no estaba del todo tranquilo al verlo sin sentar cabeza, le apoyaba y se alegraba por sus triunfos. Kurt no estaba más que feliz; en ningún lugar podía sentirse más completo que en aquel escenario que se había entregado a él como ningún otro amor.

Bajó del escenario recibiendo los halagos de sus compañeros y los coqueteos de uno de los jóvenes valores de la compañía. Probablemente terminaría en la cama con él; no podía negar que el chico era atractivo y Kurt no se limitaba los placeres, simplemente no le gustaba estar atado a nada ni echar raíces. Claro que un chico como ése, que estaba deslumbrado con su talento, tampoco era un buen material de pareja. Kurt se encogió en hombros mentalmente; no sería ni el primero ni el último.

Entró a su fabuloso camerino lleno de flores y regalos de admiradores y productores. Se estaba quitando el maquillaje cuando escuchó unos golpes suaves en la puerta.

—Adelante, Heidi. —Su agente abrió la puerta.

—Kurt… —La mujer tenía un semblante extrañamente serio.

—¿Qué pasa, muñeca? —Heidi entró al camerino y cerró lentamente la puerta.

—Han llamado de Lima. —Kurt la miró por el espejo sintiéndose preocupado de pronto—. Es tu padre…

El mundo se detuvo para Kurt.


Miró a Carol abrazada a Finn mientras lloraba desconsolada. Kurt ya no podía llorar más; desde la noche en que se había enterado no había podido parar y en ese instante, mientras veía el féretro siendo sepultado, ya no podían fluir más lágrimas. Sólo le quedaba el inmenso dolor de haber pedido al hombre más importante de su vida. Sintió el delgado brazo de Heidi envolviéndole el brazo izquierdo. Kurt se permitió sollozar un poco. Cuando todo terminó por fin, se acercó un poco más a la sepultura de su padre.

—Los productores han decidido darte el tiempo que necesites, Kurt. Saben lo que Burt significaba para ti. —Kurt asintió—.Y también tendrás que quedarte a arreglar las cosas de tu padre: el taller, la casa, sus posesiones en general… —Kurt levantó la mirada para observar a Carol, que seguía devastada en los brazos de Finn.

—Creo que me tomaré un par de semanas, Heidi. Mi madrastra no está en condiciones de hacerse cargo de nada. —El infarto de Burt había sido fulminante y había tomado a Carol por sorpresa. Ella no podía concebir su vida sin Burt, eso era obvio.

Kurt regresó esa noche a su antigua casa. Estaba solo. Le había pedido a Finn que se llevara a Carol. En ese momento la pobre mujer no podía convivir con tantos buenos recuerdos en esa casa. Kurt estaba seguro de que lo mejor para Carol sería irse una temporada de Lima y Finn parecía pensar lo mismo porque le había sugerido irse una temporada con él y con su esposa.

Miró la casa, que estaba tal y como la recordaba. Una ola de nostalgia se apoderó de todo su ser y empezó a llorar de nuevo. Sabía que esas iban a ser unas semanas muy duras.


Subió un poco el volumen del reproductor y empezó a tararear Mr. Cellophane y a recordar las veces que había escuchado en vivo esa voz tan privilegiada. Sabía de la muerte de Burt; había pensado en enviar flores y asistir pero cuando le informaron de que el funeral sólo sería para la familia lo entendió perfectamente. Kurt debía de estar devastado. Escuchó unos suaves golpes en la puerta. Indicó a los visitantes que pasaran y bajó un poco al volumen para dejar de fondo la voz de Kurt.

—Señor Karofsky, necesitamos consultarle algo. —Dave apoyó las manos sobre el escritorio y miró a los dos chicos frente a él.

—Tomen asiento, Linda, John. —En cuanto los chicos se sentaron, Linda empezó a hablarle de lo que ella clasificaba como problemas de pareja. John se limitaba a negar o confirmar algunas de las cosas que decía su novia. Dave esperó paciente; conocía a esos dos chicos y sabía lo ridículamente presionados estaban por mantener su estatus de pareja ejemplar de McKinley—. Bien, Linda, creo que John podría entrenar primero y verte más tarde siempre y cuando tú pongas un poco de tu parte y dejes el entrenamiento extra con las porristas.

—Pero, señor Karofsky, eso es imposible…

—Bueno, ése es mi consejo. Claro que también debería recordarles que soy consejero escolar y no consejero matrimonial. —Linda asintió un poco sonrojada—. Ahora vayan a clase. —Dave se puso de pie para abrirles la puerta. Antes de que John saliera lo retuvo un momento—. John, tus calificaciones han bajado mucho. —El chico boqueó.

—No sé qué me pasa últimamente, señor Karofsky. Lo intento, de verdad que lo hago. —Dave palmeó la espalda del muchacho.

—Te voy a conseguir algunos tutores. Es indispensable que subas tus calificaciones, John, lo necesitas para la beca y para que los cazatalentos se fijen en ti. —John asintió distraído—. Si no subes esas calificaciones me veré obligado a hablar con la entrenadora Beiste para que te suspenda del equipo.

—¡No, señor! Por favor. —John parecía preocupado.

—Bien, pero quiero ver una gran mejoría para el mes que viene. ¿Estamos? —Le tendió la mano al chico y éste la aceptó de inmediato. Dave cerró la puerta y volvió a ajustar el volumen antes de sentarse en su silla.


Lima, Ohio, seguía siendo el mismo pozo sin fondo de desolación y tristeza. Kurt estaba seguro de eso, de que Lima sólo le ofrecía desesperación y de que ese patético lugar le ahogaba. Sin embargo, no podía irse sin que los asuntos pendientes de su padre quedaran resueltos. Había trabajadores que dependían de ello, familias enteras que tenían como único sustento su trabajo en el taller de Burt. Kurt aún no tenía ni idea de qué hacer con los dos talleres de su padre. Era evidente que él no podía manejarlos y eso sólo le dejaba la opción de cerrarlos dejando sin empleo a esas personas. Pero era muy complicado decidirse y lo estaba posponiendo. Primero había decidido liquidar cualquier deuda que su padre hubiese tenido antes de morir y para eso tenía que hacer un balance general, lo que le dejaba en Lima durante una semana más, cosa que no disfrutaba pero que era inevitable. Aunque estar sólo en casa lo estaba volviendo loco.

Era viernes y quería divertirse, despejar su mente de todos los problemas, pero eso no era nada sencillo en ese espantoso pueblo. Sólo había un lugar en el que podía conseguir la clase de adoración que necesitaba en ese momento: nada como un bar gay de pueblo para que adorasen a una rutilante estrella de los musicales. Los años parecían no haber pasado por el Scandals y por fuera tenía la misma pinta de bar de pueblo y seguía igual de deprimente. El tipo de la entrada el pidió su identificación y Kurt sonrió satisfecho; eso quería decir que por lo menos se veía tan joven como se sentía. El hombre de la entrada lo miró de arriba a abajo pero no dijo nada; Kurt lo entendió, no todos los días podía ver a una estrella tan de cerca. Caminó por el lugar dándose cuenta de que al menos el interior lucia más moderno y hasta parecía amigable. Pidió un vodka y esperó; sabía que todo mundo lo observaba. Pero nadie venía a él y eso era extraño.

Media hora después de esperar ya no le resultó extraño sino terriblemente molesto. ¿Por qué nadie quería hablar con él? Estúpida mentalidad de pueblo, pensó para sí mismo. Pidió su cuarta y última copa. Después de bebérsela se marcharía… O tal vez no.

—Hola. —Kurt escuchó la voz y no pudo evitar observarle de abajo hacia arriba. Zapatos impecables, unos vaqueros que sentaban de maravilla a esas piernas musculosas y fuertes, cinturón a juego, camisa verde oscuro que le quedaba muy bien ese torso de pecho amplio y fuerte junto con esos magníficos brazos, con todo ese vello negro en los antebrazos, y las manos largas y masculinas… A Kurt le encantaban los hombres con ese tipo de manos. Barba de medio día, sonrisa terriblemente contagiosa que extrañamente le parecía familiar y unos expresivos ojos verdes que brillaban y… Un momento, él conocía esos ojos.

—¿David? —La sonrisa del hombre se ensanchó—. ¿David Karofsky?

—¿Te sientes en la dimensión desconocida? —Dave se sentó al lado Kurt y pidió una cerveza.

—Es que… hace años que no… Desde…

—¿El suicidio? —La sonrisa de Dave no vaciló.

Kurt había intentado mantener el contacto pero unos días después de ser dado de alta Dave dejó de responderle los mensajes. Intentó llamarle pero su número ya no existía. Y cuando fue a su casa se dio cuenta de que estaba abandonada. Dave se había ido de Lima, se había marchado. Kurt lo entendió; era más fácil empezar de nuevo en otro lado.

—Me dejaste colgado. —Dave asintió.

—Lo lamento. Papá decidió que lo mejor era mudarnos. Cerró su negocio y nos fuimos a San Diego para empezar de nuevo. —Kurt bebió un poco de vodka admirando lo que los años habían hecho con Dave. Se veía mucho mejor, más fuerte, mejor constituido y con un corte de pelo muy favorecedor. Para nada era el treintón calvo y gordo que alguna vez imaginó—. También lamento lo de Burt, era un gran hombre. Pensé en enviar flores pero me dijeron que era un servicio…

—Privado, sólo para la familia. Lo preferimos así. Te agradezco mucho la intención. —Kurt le dio un tragó más a su vodka—. Pensé que la gente se sentiría curiosa conmigo por aquí pero no le intereso a nadie. La gente de Lima no cambia, y ni siquiera este lugar es la excepción. Vine aquí pensando en que pasaría un gran momento pero lo único que he obtenido han sido miradas suspicaces. —Dave rió profundamente.

—Todos aquí se mueren por pedirte un autógrafo, hablar contigo, decirte la gran admiración que te tienen… —Kurt no se lo podía creer.

—¿Y entonces?

—Te tienen miedo, les impones respeto y no quieren molestarte. Por eso me han enviado a hablar contigo. Tenemos una historia, mala pero al final de cuentas es una historia. —Dave le guiñó y Kurt rió con ganas por primera vez en esas dos semana en Lima.

—Yo no diría que fue mala… Sólo fue complicada. —Dave le sonrió dulcemente y Kurt de pronto se dio cuenta de que estaba mordiéndose ligeramente el labio inferior. ¿Estaba coqueteando con David Karofsky? Oh, Kurt sabía la respuesta.

—¿Preparado? —Kurt lo miró extrañado—. Aquí viene la primera comitiva en busca de autógrafos y fotografías.

Kurt miró a tres hombres un poco mayores que él que le sonreían tímidamente y que con cautela le pidieron unos autógrafos. Al poco tiempo, Kurt estaba rodeado de hombres y chicas preguntándole sobre sus obras y sus compañeros actores. También hubo pésames y palabras de aliento. Secretamente agradecía tener a Dave allí porque una cara familiar siempre ayudaba y a él le incomodaba un poco hablar de su padre frente a personas desconocidas.

—Parece que tenías razón. —Dave se encogió de hombros y sonrió cuando escuchó las primeras notas de I'm gonna live forever—. ¿Fama? ¿En serio?

—Es para ti. —Dave se puso de pie y le tendió la mano a Kurt—. Vamos a bailar. —Kurt cogió su mano y se fueron al centro de la pista.

Dave le sujetó las caderas con ambas manos y empezaron a balancearse al ritmo de la música. Dave ya no era un cachorro, era un oso en toda la extensión del estereotipo, y Kurt se lo estaba comiendo con los ojos. Le encantaba sentir todo ese cuerpo macizo frotándose con el suyo y notar lo bien que movía la cadera mientras bailaban. Kurt pegó más sus cuerpos y enredó las manos en el pelo de Dave atrayendo su rostro más cerca. Dave lo sujetó y sacudió la cadera ganándose un gemido por parte de Kurt.

Cuando la canción terminó Kurt no separó ni un poco del cuerpo de Dave. Lo miró a los labios y lo besó suavemente. Kurt jaló a Dave de entre la multitud. Estaba seguro de que no encontraría un cuarto oscuro en el Scandals pero los baños le servían igual. Después de entrar, Dave lo levantó del suelo y giró sus cuerpos apoyando la espalda de Kurt contra la puerta mientras lo besaba con ferocidad. Kurt gimió mientras llevaba las manos al pelo de Dave, revolviéndolo, jalándole y frotando su cuerpo en busca de liberación.

—Joder —suspiró entrecortado. Dave le besaba la mandíbula y bajaba lentamente los labios hacia el cuello—. ¿Por qué nunca me besaste así en la escuela?

—No me diste la oportunidad. —Dave sofocaba sus palabras besándole el cuello. Descendió hasta quedar de rodillas y frotó el rostro en la erección de Kurt—. ¿Puedo? —Hummel asintió frenético.

Kurt no podía pensar en otra cosa que no fuera la boca de Dave, sus labios, su saliva, sus gemidos hambrientos. Ese imponente hombre estaba de rodillas chupándole la polla con un fervor embriagante. Gimió al verlo con la boca abierta, recorriendo su glande con la lengua y para luego comérsela de nuevo. Kurt colocó las manos sobre el cabello de Dave obligándole a parar un poco, se tomó la polla y se la acarició dándole un pequeño espectáculo. Golpeó los labios de Dave con la punta y después entró en su boca para follársela. Dave se dejaba hacer. Kurt sabía que lo estaba disfrutando porque notaba cómo le estrujaba las nalgas con sus grandes y fuertes manos para incitarle. Casi no se podía creer todo el placer que Dave le estaba dando en una simple mamada pero así era: David Karofsky le hizo correrse con un gruñido de puro éxtasis. Inmediatamente, Dave se puso de pie de un salto para besar a Kurt, que aún estaba intentado recuperar el aliento. En cuanto sintió la polla de Dave presionándose sobre su muslo recuperó todo el interés; necesitaba ver si eso era tan grande como lo estaba imaginando.

—Llévame a tu hotel —le dijo Kurt mientras le mordía el labio inferior.

—¿Hotel? —Dave enredó la lengua con la de Kurt impidiéndole contestar.

—Bueno, donde sea que te estés quedando mientras estás en Lima. —Kurt colocó la palma de la mano derecha sobre la polla de Dave y gimió con lo que notó.

—A mi casa será.

Kurt empezó a desabotonar la camisa de Dave y entre la bruma de la excitación le preguntó—: ¿Tienes casa en Lima? —Karofsky soltó un gemido gutural cuando Kurt le pellizcó uno de los pezones.

—Sería difícil no tener casa, vivo aquí. —En ese momento todo el cuerpo de Kurt se congeló.

—¿Cómo que vives aquí? —Dave sonrió entre dientes.

—Vivió aquí, en Lima, desde hace varios años. —Kurt boqueó, se separó de él y rehízo su ropa de inmediato—. ¿Qué pasa? —Kurt negó.

—Me tengo que ir.


El último Kurtofsky del verano. Lo escribí poco después de OMW, se canon, bueno… un poco. Soy mala para seguir el canon y más cuando está horrible como el de Glee, sin embargo aquí lo intenté. En el fic Kurt logra entrar irse a Nueva York a la primera oportunidad porque termine la historia antes del asqueroso final de temporada. Espero que les guste, por favor, no duden en hacérmelo saber.

El fic consta de tres partes, que serán publicadas los lunes. Así que si todo sale como debe ser, me tendrán publicando los lunes Aquel primer beso y los viernes Algo en común.

Mil gracias a mi querida beta, Winter. La verdad no sé que serían mis historias sin pasar por sus mágicas manos.

Un abrazote, nos vemos el viernes con Algo en común