Hola a todoooooos! :333 Pues mirad, yo aquí feliz como una perdiz que he terminado la Selectividad por fin :''') A pesar de estar cabreada a partes iguales porque lo que nos han hecho en la Sele de Catalunya es denigrante, pero bueno ya nos estamos quejando y tal xDDD.

Y eso, que no os importa y lo sé, así que aquí tenéis la historia. Este capítulo lleva escrito como 2 meses, pero no quería ir colgando y tener que dejaros a medias (llevo hasta el 3).

Colgaré en función de la demanda, así que si no me acosáis no habrá nuevo capi HAHAHAHAHA Y este verano será movidito, así que espero poder escribir e ir colgando :33

Yyyyy no sé qué más decir, como siempre HAHA estoy escribiendo un OS interesante (y cuando digo interesante digo dramático). Ah, sí, y este fic también es triste, pero bueh, así la vida es mejor (?)

Y os quiero dedicar el fic a todas las que en el primer OS que colgué me dijisteis que valgo para escribir. Gracias :')

Hope you enjoooooy!

PD: la idea surgió viendo una película, aunque no tiene nada que ver, llamada "One Day". Os la recomiendo :)


30 de noviembre de 2003

Sumido en mis pensamientos, las horas iban pasando y la soledad iba haciendo mella en mí. En aquel parque, donde solía jugar con mi ausente padre, dejaba correr mi imaginación, pensando en un universo paralelo donde mi cumpleaños fuera un evento importante para algún ser humano aparte de mi madre y mi hermana, en el cual pudiera dar una fiesta de cumpleaños y todo fuera perfecto. Pero no. Nada era así.

Con la idea de distraerme de tan amargos pensamientos, enciendo mi Ipod y lo pongo en modo aleatorio. Seguidamente, una voz conocida inundaba mis oídos a la vez que se me estremecía el alma.

When the days are cold
And the cards all fold
And the saints we see
Are all made of gold

¿Os habéis sentido alguna vez como si alguien hubiera decidido escribir una canción para vosotros? Apuesto lo que sea a que sí. Entonces seguro que suponéis como me estaba sintiendo en esos momentos, embriagado por la suave melodía acompañada de una perfecta letra que, demasiadas veces y con mucha recurrencia, provocaba en mí sentimientos dispares: por un lado, me reconfortaba ser comprendido por otra persona y, en cambio, me hundía aún más en la miseria.

Y esto me hace preguntarme: ¿algún día llegaré a alcanzar la felicidad?

Intento dejar de pensar en ello para no romper a llorar, pero es imposible. Todos esos recuerdos dolorosos se agolpan una y otra vez en mi mente. Con más fuerza. Impidiéndome casi respirar.

When your dreams all fail
And the ones we hail
Are the worst of all
And the blood's run stale

Pero la canción prosigue, impidiéndome alejarme de todo. Podría pararla, es cierto, pero el sentimiento contrario de confort es poderoso, por lo que me mantiene quieto mirando hacia el infinito.

El parque donde me encuentro es uno de esos parques ingleses tan sumamente inmensos que para poder explorarlo necesitas ir en coche, ya que si no podrías estar horas y horas para alcanzar la otra punta. El lugar donde yo me encuentro de esa infinita ladera es el más hermoso que hay, en mi opinión, y está lo suficientemente cerca de la entrada como para no morir en el intento de ir caminando desde el inicio. Además, es tan solitario que nunca me he encontrado con nadie en esta región de tierra que he antojado como mía.

Con la mirada comienzo a recorrer el lugar. Desde mi posición, puedo ver árboles tan altos como gigantes que confluyen de manera que solo dejan ver una rendija de un cielo muy oscuro, que amenaza con descargar su furia sobre nosotros. Estos árboles, prácticamente deshojados, provocan en mí un sentimiento de protección y seguridad, además de nostalgia y desazón. En el suelo donde estoy sentado, debajo del cúmulo de hojas que los árboles han liberado, se encuentra una hierba verdísima.

Al volver a concentrar la mirada en un punto fijo, pienso en lo bonita y singular que es esta porción de parque. Además, unos metros delante de mí, nace un lago de aguas cristalinas que deja sin respiración a cualquiera.

¿Cómo un lugar tan hermoso que contiene recuerdos tan bellos puede ser ahora una losa?

Cuando mi mente vuelve a conectar, me doy cuenta de que la canción ya ha avanzado un largo trecho y que el cantante está repitiendo por segunda vez la estrofa, aquella que me sé tan bien.

When you feel my heat
Look into my eyes
It's where my demons hide
It's where my demons hide
Don't get too close
It's dark inside
It's where my demons hide
It's where my demons hide

En este momento, no puedo evitar derramar una lágrima.

El mundo, cuando nació, creó una conspiración contra mi persona. A lo largo de mi existencia, he sido el ser más desgraciado conocido. ¿Y por qué no tengo amigos? No será por no intentarlo. Simplemente a nadie le importo, ni quieren hacerme un hueco en sus vidas. A pesar de los palos que me he ido llevando, no me rendía, y volvía a caer una y otra vez, tropezando con esa piedra puesta con tanta malicia en mi camino vital.

Antes de empezar a llorar en serio, apago el Ipod. No quiero amargarme la existencia, pero me resulta imposible.

Aún recuerdo el día en el que decidí que nadie más volvería a entrar en mi vida. Esquivaría esa piedra durante toda mi vida. Sería una sombra, tan prescindible que nadie notaría mi presencia ni se molestaría en hacerme daño, una y otra vez, como lleva pasando desde el minuto cero.

Mientras me estoy limpiando un poco las lágrimas con la manga de mi sudadera verde, un balón me golpea con fuerza en la cabeza, a la par que escucho un "Perdón" bastante lejano. Ese impacto hace que despierte del cúmulo de sensaciones que llevo experimentando desde hace horas. El dolor físico que me provoca me mantiene de nuevo con los pies en la tierra, cosa que, aunque ahora no pueda ni mover el cuello, acabo agradeciendo interiormente.

Me giro para ver el causante de mi caritativo dolor de cabeza. Es un chico alto, delgado, de facciones perfectas y moteadas por pecas. Tiene unos ojos tan azules como el océano, que me miran preocupados.

- ¿Te has hecho daño?- pregunta el chico, cada vez más preocupado al ver que no le insulto. Debe de pensar que soy tonto de remate o algo.

- No, estoy bien- respondo, con lo que él se queda pasmado, viendo que no lo he matado ya.

- Lo siento de verdad, nunca viene nadie por aquí y, sinceramente, no te había visto cuando he tirado la pelota…- empieza a balbucear, intentando encontrar vocablos con los que defenderse. Me parece tan mono que provoca en mí una sonrisa, de esas que hacía meses que no mostraba.

- Tranquilo, de verdad. Te entiendo. Soy casi invisible la mayor parte del tiempo- respondo, torciendo ahora la boca en un mohín, que provoca en él una mirada de… ¿comprensión?

Veo que me está mirando, cada vez más interesado. Me sonríe y entonces… Madre mía, qué sonrisa. Es tan grande que casi no le cabe en la cara, hace que se le frunza su pecosa nariz y, para qué engañarnos, también hace que el mundo se pare.

- Soy Danny. Danny Jones – dice Danny Don Sonrisa Jones, que me tiende una mano para ayudarme a levantarme.

- Dougie. Dougie Poynter – respondo mientras dejo que me levante.

Nos quedamos un rato sin saber que decir, sin soltarnos de la mano. Os juro que ahora mismo el tiempo pasa mucho más lento o algo, porque no lo entiendo. Parece que estamos en una película o algo. Decido que hay que empezar a moverse, porque se está volviendo un momento incómodo y porque me estoy poniendo más nervioso que el día que fui a ver a Blink por primera vez. A pesar de que, como ya os he aclarado, no quiero mantener contacto con nadie para no salir herido, no sé por qué decido romper el hielo, intentar entablar algún tipo de relación con él. Al verle sonreír, e incluso ese atisbo de comprensión de mi soledad asomando en sus ojos, ha creado en mí un sentimiento de alivio.

- Veo que te gusta el fútbol – digo. Muy bien, Doug, a eso se le llama agudeza. Vale, sí, ya debe de pensar que soy subnormal, pero no se me ocurre nada mejor con lo que empezar o, al menos, intentarlo.

- Bueno, en realidad… Dejémoslo en que sí – responde, con un semblante muy serio, demasiado. En este momento, con el dolor que transmiten sus ojos, me pierdo.

- ¿Podrías enseñarme a jugar? – le ruego, en parte porque me iría bien aprender y en parte porque quiero que vuelva a sonreír.

- Pues la verdad es que no sé mucho, así que…

- Danny, en serio, no tengo ni idea de cómo se juega al fútbol, así que no hace faltar ser Messi para enseñarme – le corto, provocando en él la sonrisa que ansiaba.

Las siguientes dos horas fueron todo risas, caídas por mi parte, más risas por la suya, y una cara de enfurruñado que provocaba en él ganas de escupir los pulmones. Qué manera de reírse, empezaba a no parecer humana.

Cuando yo ya estaba recubierto de barro hasta las cejas, empezó a sonar el móvil del pecoso. Ese hecho me entristeció. Seguro que alguien ya le estaba reclamando. Porque claro, una persona como él seguro que es popular, querida por todos. No como yo. Mientras Danny responde al teléfono, mi mente va por unos retorteros un tanto escabrosos que provoca que se me agüen los ojos.

- Doug… - comienza, captando mi atención, y haciendo que vuelva a pisar la faz de la tierra, hecho que le agradezco interiormente – en un rato me tengo que ir, pero me gustaría hablar contigo un rato más.

- Vale – respondo, totalmente aliviado. No quiero despedirme de él, aún no. Mi vida es insignificante, lo sé, pero por una vez he notado que a alguien le importo. Sí, sé que no es así, que le conozco de hace apenas unas horas, pero me hace eternamente feliz con cada sonrisa que propician mis bromas.

Minutos después, sentados en la hierba y mirando al infinito, no sabemos de qué hablar. Lo noto, el ambiente está tan tenso que se podría cortar con un cuchillo. Supongo que le pasa lo mismo que a mí, que no nos conocemos de nada y no sabemos qué tema fuera de peligro podríamos abordar. A pesar de eso, Danny reúne la valentía suficiente para empezar:

- ¿Dónde vives? – pregunta, sin ser muy original pero dando pie a una conversación decente y también fuera de peligro. Le miro, viendo como sus ojos suscitan interés en mi persona.

- Vivo en el barrio de aquí al lado, pero no soy de Manchester de nacimiento, sino de Essex – respondo, incrementando ese interés del que os hablaba. Yo no puedo evitar sonreír de medio lado. Hacía tiempo que no me salía una sonrisa de manera tan natural, tan… como si fuera lo más normal del mundo para mí.

- Vaya, de Essex… Yo soy de Bolton – interviene, hecho que provoca en mí una gran risotada.

- Es que tengo entendido que en Bolton son todos muy tontos – respondo ante su cara de pasmarote, que cambia al escuchar mi respuesta produciendo una mueca.

- Qué gracioso eres… - me río aún más al ver el cambio de su cara en cuestión de segundos.

- Tranquilo, que tú eres muy listo – y le guiño un ojo, con lo que se sonroja.

Danny decide desviar la mirada de nuevo al infinito, al parecer un poco molesto. No entiendo por qué. ¿Será por mis palabras? No iban con mala intención. En serio. Solo me he dejado llevar por lo que he escuchado, nada más.

Además, ¿qué acabo de hacer? ¿Le he guiñado el ojo a una persona? ¿Dougie Poynter, el rey de los antisociales? Este hombre me estaba trastornando, y mucho. No me hacía ser yo, y me asustaba. Bueno, miento, me hace extraer de mi interior mi verdadero yo, ese que está tapado con hormigón en lo hondo de mi corazón. ¿Cómo ha conseguido en unas horas derribar un muro que me ha costado años crear? Mientras mi mente divaga, otra parte de mí reza para que no me vuelva a aplastar el corazón, una vez más, como lleva pasando desde que tengo uso de memoria.

Él vuelve a sacarme de mis pensamientos con un:

- ¿Vienes mucho por aquí?

- No, solo una vez al año. Hoy – respondo, claramente aliviado de que vuelva a ser el Danny de siempre (vale, ni que le conociera de toda la vida). Empiezo a tener un problema con este chico, en serio.

- ¿Puedo preguntar por qué? – vuelve a insistir, visto que no soy dado a dar mucha información. Ahora sus ojos son dos estelas de un interés tan grande que provoca en mí un estremecimiento. Empiezo a no entender mis propios sentimientos, y no sé si eso es bueno.

- Emmm… bueno, es que hoy es mi cumpleaños. Hago 15.

- ¿¡Y qué haces aquí sin celebrarlo!? – me interrumpe atropelladamente, con sus hermosos ojos azules abiertos desmesuradamente, lo cual hace que el mar en calma se transforme en… Dougie, ¿en qué diablos estás pensando?

- Ya lo he celebrado con mi familia, y siempre vengo aquí a pensar – le respondo, como si fuera lo más normal del mundo para mí venir cada año a pensar el día de mi cumpleaños. Bueno, nada más lejos de la realidad.

- ¿Y tus amigos qué?

Decido no contestarle. ¿Para qué? ¿Para decirle que soy un marginado y que no he tenido un amigo en toda mi vida? Prefiero que no lo sepa, no vaya a ser que se asuste de mí y huya. Como hacen todos.

- Vale, no contestes si no quieres – dice al ver mi voto de silencio – y felicidades – añade con esa gran sonrisa que tiene, la cual provoca de nuevo una dilatación temporal. Como Danny no deje de sonreír, juro que me da un paro cardíaco, y lo peor es que no sé ni el motivo.

- Gracias – respondo con alegría, notable en mi cara. Es la primera vez que alguien aparte de mi familia me felicita el cumpleaños, y se siente demasiado bien como para ser real.

- Oye, Dougie, tengo que irme ya, pero me gustaría que, si puedes, vengas mañana aquí, a esta hora. Quiero enseñarte algo – en este momento su mirada es tan dulce que de verdad llego a pensar en él como un amigo. Y me hace sentir alguien, además de muy intrigado por esa sorpresa que me va a mostrar.

- ¿Qué es? – no puedo evitar preguntarlo, no me gusta nada el suspense, me gusta enterarme de todo… No soy cotilla, ¿eh? Solo observador…

- Lo verás si vienes – responde, insuflándole misterio al asunto, lo cual provoca en mí unas ganas terribles de tirarme de los pelos de la impaciencia. ¿Por qué a la gente le gustan tanto las sorpresas?

- De acuerdo, vendré – le confirmo, provocando en él otra nueva sonrisa, esta vez una que hace que sus ojos brillen de pura felicidad. ¿Por qué con verle me cuesta respirar? No me gusta sentirme así, pero no lo puedo remediar. Danny Jones me descoloca. Mucho. Demasiado. Y repito: no sé si eso es bueno.

- Adiós Doug, me alegro de haberte conocido. Mucho – susurra mientras me da un abrazo.

Yo no puedo hacer más que sonreír. Es la primera vez en mi vida que alguien me valora. O al menos se alegra de haberme conocido. ¿De verdad alguien se está alegrando de saber que existo? Me deberían dar una medalla o algo. O se la deberían dar a Danny, por ver en mí algo, cuando todos sabemos que no valgo un penique.

- Adiós Danny. Hasta mañana. Y lo mismo digo.

Veo como Danny recoge su pelota de fútbol del suelo y, con una sonrisa de oreja a oreja, procede a marcharse.

Vuelvo a sentarme en el suelo, a pensar de nuevo. Aún no me creo que haya hecho un amigo o algo similar. Y que mañana le vaya a ver. Y que me vaya a enseñar algo. Esto es increíble. Todas las palabras buenas del mundo se quedan cortas.

Y es que creo que la vida empieza a valer la pena.


Y esto es todo por hoy :) Hacedme saber vuestras opiniones vía Twitter, reviews o lo que sea. Y si queréis que os avise, pasadme vuestro nombre de Twitter y solucionado :33

Acosadme muchooooo JAJAJA

*se va a escribir emails de queja contra las PAU*