Continúo con mi visión particular del mundo de Castle. Espero que os guste.
Castle se removía nervioso en su cama por enésima vez aquella noche. Maldita sea. Aquellas pastillas que el doctor Burton le había recetado hacía unos meses empezaban a no hacerle ningún efecto. Su cuerpo se había acostumbrado a ellas y era lo mismo que si se tomase un caramelo. Nada de nada. Lo único que le hacía efecto eran las tremendas cogorzas que cogía los fines de semana. Pero esas eran exclusivamente para el viernes y el sábado por la noche. Si cierta compañera de trabajo se enterara de eso, seguramente acabaría con sus huesos en la morgue.
Hacía mes y medio que había vuelto a trabajar en la 12 y no veía el día para terminar aquel maldito castigo que se le había impuesto. Y eso que en aquellas seis semanas él y Kate habían batido prácticamente un record de casos resueltos en la comisaría. Parece que el trabajo a destajo era lo único que conseguía que no pensasen en otra cosa más que en el caso siguiente y eso había hecho disparar sus cifras de manera desorbitada. Incluso sabía que le habían puesto algún tipo de mote a los dos, pero como él seguía sin hablarse con casi nadie de la comisaría, ignoraba cual era.
Al menos las cosas con Alexis parecían ir mejor y en los pocos momentos que tenían en la semana para verse habían llegado a una especie de mutuo acuerdo para intentar disfrutar del mismo sin pensar en nada más. Lo de su madre era diferente. Prácticamente no se habían visto desde la sonora bronca que tuvieron el famoso día de la no presentación de su libro y en la última conversación con Alexis está había insinuado que deberían verse de nuevo. Era 22 de Diciembre y a su hija se le había despertado el espíritu navideño. Ese que él no tenía por ningún lado.
Y luego estaba el trabajo. No el de policía, el otro trabajo. No había escrito ni una sola línea prácticamente en meses y Karl Engels empezaba a apremiarle. Pero es que estaba bloqueado totalmente y no era capaz de escribir y transmitir nada. En ese momento Castle bostezo ruidosamente. Karl Engels le producía sueño. Seguramente era mejor que las pastillas. Cuando estaba a punto de conciliar por fin el sueño, el teléfono sonó ruidosamente.
"Maldita sea. Ahora no."
Con brusquedad se volvió hacia la mesilla de noche donde descansaba su móvil y gruño enfurruñado. Beckett.
"¡Castle!"
"Vale. Yo también te deseo buen día. Parque Battery. Junto a la atracción de la noria. No tardes."
Castle colgó malhumorado y se fue hacia la ducha. Maldita Kate. Ahora que parecía querer conciliar el sueño.
_o_
Kate caminaba despacio por el parque Battery mientras que se acercaba al lugar donde la esperaba Lanie con el caso nuevo. No había prácticamente dormido nada en toda la noche. Tenía pocas oportunidades para estudiar y aquella noche se había dedicado por completo a ello. Los exámenes parciales eran dentro de un mes y ya que había comenzado en esta aventura quería llevarla a buen término. Desde donde se encontraba pudo ver llegar a Castle en su coche. Éste se encamino hacia el parque a grandes zancadas con dos cafés en la mano y aspecto malhumorado. Otra noche sin dormir. A Kate le recordaba cada vez más a un gran oso polar, solitario y grande, que había conseguido ponerle tantas pieles a su gigantesco cuerpo que nadie, ni siquiera los más cercanos a él, conseguían traspasarlo. Al menos no tenía quejas con respecto a él en referencia al trabajo. Este era impecable, aunque a veces solía echar mucho de menos aquellas absurdas teorías a las que antes era tan aficionado. Cuando llego al lugar donde se encontraba Lanie, no pudo dejar de fijarse en la gran manta que cubría el cadáver.
"O es que nuestro cadáver esta en muchos pedacitos o es que no es un cuerpo humano."
Lanie miro hacia Kate y sonrió.
"A Castle le va a encantar. Bueno, al antiguo Castle le encantaría."
Castle llegó hasta ellas y le entregó a Kate su café sin decirle nada. Esta lo cogió y se volvió hacia Lanie.
"¿Y bien?"
Lanie miró a Kate y a Richard alternativamente con aire de misterio antes de destapar la manta que tapaba a la víctima.
"¡Tachan!"
"¡Pero que…!"
Castle estuvo a punto de atragantarse con el café que estaba bebiendo en esos momentos y tuvo que retirarse de la escena para intentar volver a coger aire.
"¿Pero que diablos es esto?"
Nuestra victima presentaba una peluca amarilla chillona bastante estridente. Su cara, en una sonrisa eterna, estaba toda pintada de blanco. Sus ojos estaban maquillados de un color verde pistacho en forma de estrella y su boca registraba una extraña sonrisa que Kate no podía dejar de mirar. Su traje era una especie de armonía de colores de todo el maldito arco iris y sus zapatos y sus guantes eran gigantescos, de un rojo fuerte que hacía daños a los ojos de cualquier mortal. Un gran orificio en el pecho confirmaba que nuestra victima había dejado de sonreír para siempre. Al menos en esta vida.
·"Un payaso, Kate. Es un payaso."
Castle había vuelto a la escena del crimen con mirada indescifrable y se quedo mirando un rato en silencio al cadáver.
"¿Sabemos ya quien es?"
Su gracia volvió a hacerle empezar a toser de nuevo y volver a retirarse.
"¡Castle!"
"Perdón… es que no he podido reprimirme. Yo…"
Castle volvió a marcharse, mientras Kate miraba a Lanie con una triste sonrisa.
"Al menos… ha sonreído."
"Es la primera vez que lo hace desde hace mucho tiempo."
"Ya. Pero podía haber buscado otro momento."
"En cuanto le quite toda la pintura y la parafernalia que lleva intentaré deciros algo. No lleva documentación ninguna y así que por ahora no hay nada mejor que hacer aquí. ¿Alguna teoría?"
Castle había vuelto a situarse detrás de ellas y se mantuvo un buen rato en silencio con aire distraído. Cuando Kate empezó a andar de nuevo hacia su coche, Castle suspiró ruidosamente.
"Niños cabreados por una mala actuación."
"¡Castle!"
_o_
Castle miraba la pizarra de trabajo donde las pocas pistas que había descubierto sobre el nuevo caso colgaban como mudo testigo de su frustración. Llevaban prácticamente todo el día trabajando en el caso y estaban como al principio. Una vez quitadas todas las capas de pintura de la víctima y sacadas las huellas dactilares no habían encontrado nada en ninguno de los archivos de la policía. Nuestro payaso seguía siendo un total desconocido. Después de cambiar el peso de su cuerpo a la otra pierna, Castle suspiró fastidiado.
Desde que había vuelto a la comisaría y vio su silla en la otra punta de la misma, ahí se había quedado. Así que practicaba se pasaba todo el día de pie mientras trabajaba y cuando necesitaba sentarse un rato había conseguido encontrar un pequeño y viejo sillón en uno de los archivos olvidados del departamento y solía ir allí a descansar. Suponía que era otro castigo más. Vaya. Ahí viene la castigadora.
"Ryan y Expósito han estado revisando todos los anuncios de payasos para fiestas y cumpleaños de toda la maldita ciudad de Nueva York y no han encontrado nada. Llevan tres horas viendo caras de payaso sin ningún resultado."
"¿Entonces nos queda…?"
"Circos y ferias."
"¿Sigue habiendo ferias en Nueva York?"
"Parece ser que sí. Al menos cinco que nosotros hayamos descubierto. Ryan y Expósito se dedicarán al par de circos que hay en la zona."
"¿Qué quieres decir?"
"Que nosotros nos dedicaremos a las ferias."
"¿Me estás diciendo que nuestra mejor opción es dar una vuelta por las cinco ferias que aún existen en esta ciudad para ver si descubrimos algo de nuestro payaso?"
"¿Tienes alguna cosa mejor que hacer para un viernes por la noche?"
"Se me ocurren algunas."
"No mejor que está."
Kate se levanto de su silla y se fue hacia el ascensor. Antes de irse volvió la mirada hacia Castle, que se había quedado apoyado en la mesa sin saber muy bien que pensar de todo aquello.
"Y mi teoría de los niños cabreados. Es buena."
"Dentro de dos horas en la zona Oeste del Bronx. ¡Ah! Y vístete para la ocasión. Nos vamos de viernes por la noche."
Mierda. Al menos lo había intentado.
