Hola a todos! Eh estado leyendo unos muy buenos fics de Narnia y me anime también, xDD. Pues, a mi como a muchos otros me desilusiono el final de los libros, y me dejo muy triste, por que mi personaje predilecto siempre han sido Susan, Caspian y Peter (no habrá triangulo amoroso, a menos que estén de acuerdo, xDD) pues me anime a escribirlo sobre luego de la Ultima Batalla. Y bien, aqui les va, espero que les guste, y que me dejen review, por fa.
PD: Ninguno de los personajes de Narnia me pertenecen, (excepto Peter y Caspian *babas*, xDD es broma) pertenecen a C.S Lewis y a Walt Disney Pictures y a Walden Media y a la 20th Century Fox.
Cap I La Benévola
Una suave ráfaga de viento hizo que el cabello negro y largo de la chica se esparciera, calleándole en el rostro. Los mechones de cabello se pegaron a sus mejillas pálidas, parecidas a la porcelana, cubiertas por las lagrimas que habían estado bajando por ella desde hacia una hora.
Sentada en la espesa hierba, la chica colocaba sus manos en la tierra, mientras más lágrimas bajaban por sus mejillas.
-¿Por qué?- susurro para sus adentros, mientras que las lágrimas aun continuaban su curso, y sentía como su alma y corazón eran desgarrados desde adentro, como si una espada la atravesara.
Incluso el ambiente podía percibir su tristeza, hasta el cielo comenzaba a llorar por el sufrimiento de la joven. Una a una las gotas comenzaron a empapar a la jovencilla, que mantenía su mirada fija en la lapida que estaba frente a ella.
Flashback
-Susan Pevensie, debe ir a la oficina del director- un hombre de mediana edad hizo ademan para que la hermosa joven pasara y se encaminara a la oficina del director, en la planta baja. Amaba verse bien, ser la envidia de las chicas de la Universidad, con un vestido azul oscuro, como el cielo en las noches sin estrella, sin mangas y con un cinturón blanco, la joven bajo a toda prisa las escaleras, sin perder la elegancia de llevar tacones. Con un suave "toc, toc" aguardo la respuesta que le permitiera pasar. Un "adelante" se escucho del otro lado de la puerta, lo que hizo que ella entrara, sin mucho interés.
El directo, un hombre bastante mayor, con densas arrugas en su frente y una barba muy bien arreglada, indico a la joven que tomara asiento. Su rostro mostraba preocupación, algo que hizo que la chica temiera un poco. Lo primero que llego a su mente fue el que sus padres no habían pagado la mensualidad de la Universidad. Si eso ocurría, era una vergüenza, una humillación para ella, ¿Cómo saldría a la calle si era eso cierto? Sus mejillas se sonrojaron.
-Srta. Pevensie, hemos recibido una muy mala noticia…- y así comenzaba, Susan esperaba a que el hombre le dijera que no podría continuar su curso en la Universidad, que debía tomar sus cosas e irse.- Ocurrió una desgracia, Srta., hace poco menos de dos horas… es muy difícil lo que tendré que comunicarle… - "hazlo ya de una maldita vez" pensó la chica. Sabía que le dirían que debía irse de la Universidad, pero si era así, sus padres la iban a tener que escuchar, muy seriamente. -… su familia ha perecido en un accidente de tren, yo… lo siento mucho Srta.- aquello fue como un baño de agua fría, muy confuso, una mentira. Mentira.
-Eso no es cierto- negó. No podía procesar bien lo que decía, no procesaba, no la digería. Se puso de pie automáticamente, obligando al director a hacer lo mismo. El rostro cubierto de arrugas mostro algo parecido a la lástima, algo que hizo que la chica estallara en enojo, en ira, en tristeza. Unas ganas de morir se apoderaban de ella. –Mentira, es mentira- rugió, sintiendo como la presión subía a su cabeza. Imposible, no, no podía ser, toda su familia, sus hermanos. Su pequeña Lucy, tan distanciadas que estaban en el último año, pero ella nunca la dejaba de amar. Su Edmund, al más que defendía de Peter, su hermanito del alma. Su Peter, siempre tan orgulloso, siempre peleando con ella, pero lo amaba, su hermano mayor, su protector, su fiel amigo. Amaba a sus hermanos, a sus padres, eso no podía ser cierto.
-Srta. Pevencie, no sabe cuánto lo lamento, pero debe ser fu…- no lo dejo continuar, salió de la oficina. Las lágrimas comenzaban a surcar su rostro. Unas chicas pasaron por su lado, dándose cuenta del estado de la joven.
-Susan, ¿estás bien?- pregunto la más alta y delgada. Su cabello rojo estaba amarrado en una trenza francesa. Se detuvo junto a las otras jóvenes, esperando la respuesta de Susan. Su rostro cubierto de pecas, se volvió preocupado, nunca había visto a su amiga así.
-Estoy bien, bien- grito Susan, un grito desgarrador, mientras caía violentamente al suelo, y las lágrimas comenzaban a brotar de sus ojos, y un dolor horrible se presentaba en su pecho, dejándola sin respiración. ¡Quería morir, morir! Se había preocupado por el pago de la Universidad, mientras que sus padres y hermanos fallecían en el tren. ¿Habían sentido dolor? Sus cuerpos… ¿Dónde estaban sus cuerpos? Un grupo de profesores salió a la ayuda de la chica, que decía cosas que no se podían entender. El director abrió su oficina, las chicas entraron junto a Susan y al profesor que la cargaba en brazos. Nadie podía hacerla parar, no dejaba de llorar, pensando en sus hermanos.
••••
Aun estaba en el cementerio, mientras la lluvia le mojaba el cabello, y borraba los rastros de las lágrimas. Su corazón latía lentamente, jamás se recuperaría, jamás lo haría. Se coloco de pie como pudo, para tambalearse y volver a caer en el lodo, cortándose con una piedra que no había visto. Maldijo por lo bajo, que más le pasaría, ¿Qué más? ¿Un rayo, morir quemada? Si era lo que faltaba, que avanzara, porque no podría seguir soportando cosas malas en su vida, no podría. Volvió a colocarse de pie, observando su corte en su mano, le dolía, pero no más que la muerte de sus hermanos. Era solo una pequeña cosquilla, nada grave, su verdadero dolor era mental, no físico.
Los cuerpos de su familia no habían sido encontrados, el tren había explotado, causando un fuego horrible, que consumió todo a su paso, incluyendo a los cuerpos y algunos bomberos que trataban de apagarlo. Susan decidió que compraría una sola lapida, que serviría para colocar los nombres de su familia, aunque estuviera vacía. "Familia Pevensie" leía.
-Hay no estoy yo- se dijo, tristemente, como deseaba estar allí, que su cuerpo fuera quemado por el fuego, pero hubiera sido feliz, porque estaba con su familia, no sola en el mundo como estaba en ese momento. La familia de su primo Eustace, con el dolor de la partida de su hijo, decidieron mudarse a Norte América para comenzar de nuevo. ¿Cómo comenzaría ella? No había forma de conocerlo. Por el momento había dejado de asistir a la Universidad, solo dos meses de la partida de su amada familia, y sentía como si hubiera sido ayer. Aun con las manos llenas de lodo, se seco las lágrimas. Se dirigió al taxi que la esperaba, el hombre leía una revista, mientras esperaba a la joven Pevensie, para regresarla a su casa. –Adiós- lanzo un beso a la tumba, y con pasos torpes subió al taxi.
•••
Llego a su casa, lanzando el abrigo al mueble donde siempre Peter descansaba. "Dios, ¿por qué tiene que ser tan difícil, porque todo me los recuerda?" pensó, mientras una lagrima recorría su mejilla. Subió las escaleras, una casa tan grande, producto de la herencia que les había quedado, solo a ella, porque no tenía con quien compartirla.
Entro al cuarto de baño, encendiendo la luz. Su rostro estaba mugriento, repleto de lodo y rastros de lágrimas. Debajo de sus ojos, dos pequeñas y bien marcadas ojeras, producto de las noches en vela, llorando, sin conciliar el sueño. Su cabello estaba enmarañado, en otro tiempo le hubiera dado vergüenza el salir así, como ya lo había hecho, pero en esta ocasión no le importaba. Se baño y se coloco un camisón, había perdido varios kilos desde ese día donde recibió la peor noticia de su vida.
Se encamino a su cama, mientras que un gran dolor empezaba a surgir, el dolor de estar sola en aquella casa, para siempre. No habrían buenas noches por parte de Peter y Edmund, tampoco platicas hasta media noche con Lu, tampoco los regaños de sus padres para que se durmieran. No habría otra forma de cómo describirlo, se sentía morir. Abrió la habitación de sus hermanos, todo estaba como lo habían dejado, por el miedo de corromperse, no la había abierto, pero necesitaba verla. Las dos camas estaban arregladas, sobre la de Ed, estaba un libro de geometría, y en el de Peter, uno de historia.
Camino hasta la cama de Peter, y se sentó en ella, tomo el libro entre sus manos y comenzó a ojearlo, una página sobre salida le llamo su atención, era un sobre, que leía: "Para Peter, De Lucy". Dudo un instante en si debía leerlo, lo dudo, realmente lo dudo. ¿Podría soportarlo? Si había soportado su perdida, también podría hacerlo con la carta o fuera lo que fuese aquello. Saco el sobre del libro, dejando caer este ultimo al suelo, cayendo en sus pies.
-Maldición- grito por el dolor. Un libro de más de setecientas páginas, estaba segura que le había roto el pie, dolía una barbaridad. Se pincho la lengua para no seguir maldiciendo. Tomo el sobre, y lo abrió con calma, a pesar de que sus manos temblaban como gelatinas y su corazón estaba acelerado. Solo un dibujo, un dibujo que hizo que su dolor en el alma aumentara mas. Aslan, el gran león, al que había negado miles de veces, diciéndose a sí misma que nunca existió, que era un juego de niños. Con él, surgió el pensamiento del joven rey que le había robado el corazón, pero que era imposible, porque él se iba a casar con una estrella. Pero ella no tenía la culpa, Aslan le había dicho que viviera en su mundo, y ella lo había cumplido, ¡ella le cumplió! Hizo lo que él le pidió, aunque era injusto, por que ella lo amaba, amaba su tierra, amaba al gran león, amaba al joven rey. ¡Una injusticia! Y ella era la mala, la frívola para sus hermanos, la malagradecida que había olvidado todo, ¡pero si se lo pidieron! Tal vez eso era una prueba, pero ahora qué más da, sus hermanos están muertos, ella está sola, jamás regresaría a Narnia, jamás, porque lo había negado, había negado al león que tenía enfrente de ella, el dibujo que Lucy le hizo a Peter. Pero un momento, ella también le había entregado un sobre a ella, pero ella nunca lo abrió.
Se puso de pie, y comenzó a correr, casi cojeando por el dolor en su pierna, y a oscuras, abrió la puerta de su habitación y busco su cama.
Flashback
-Su, quiero darte algo- la pequeña Pevensie, ya no tan pequeña, lucía un hermoso vestido de flores, irían a una fiesta. Susan se miraba en el espejo, estaba hermosa, radiante, como una reina, como la reina que había sido. Negó la cabeza, eso solo habían sido juegos de niños.
-Sí, Lu- dijo sin interés, pintaba sus labios con el rojo carmín que le había regalado su madre. Paso seguido, tomo unas perlas y se las coloco. Sería la envidia de la fiesta, la más hermosa. Ninguna de sus amigas tenía ese vestido tan fabuloso. ¿Y el peinado? Ninguna de las amigas podría conseguirlo. Sencillamente hermosa, hermosa.
-Eh, te parecerá tonto, pero, pero quiero que tengas esto- la joven castaña le alargo su mano a su hermana, que terminaba de colocarse sus pantallas de perlas. Sin mucha importancia, Susan lo tomo y lo miro por encima, estaba sellado, y olía a lavanda. Lucy se sonrojo. –Es que estaba sobre el tocado de mamá y le cayó algo de colonia de lavanda.- se lamento, profundamente avergonzada. Susan sonrió, amaba el perfume de su madre, era tan delicioso, le hacía recordar… negó la cabeza.
-No es nada, me agrada la colonia de mamá- se veía mayor, no parecía una chica de 18, sino una mujer de unos veintitantos, pero aun así, Lucy la encontraba como la mujer más hermosa, como lo había sido en Narnia.
-Chicas deseen prisa- llamo Peter, vestido con etiqueta. No siempre se iba a fiestas, mucho menos cuando se estaba en guerra, pero había que aprovechar las pocas oportunidades. Lucy fue la primera en salir, bromeaba con Edmund. Susan escucho los pasos de sus hermanos por las escaleras. Se tentó en abrir el sobre, pero el llamado de su padre la hizo colocarse de pie. Lo guardo entre su ropa y cerro su habitación.
No lo llego a abrir, lo había olvidado, estaba molesta, su hermano la había celado de un chico que le pidió que bailara. Con un "Y dices que lo extrañas" refiriéndose a Caspian, Susan dejo de bailar, para irse molesta, rabiosa. ¿Qué sabia el de lo que ella sentía? Si Caspian la había olvidado, se había casado. Ella tenía el mismo derecho que él en olvidarlo.
•••
Abrió las gavetas donde estaba su ropa, buscando entre sus blusas y faldas, hasta dar con el sobre, aun sellado, como si estuviera esperando por ella. Lo saco, dejando caer la ropa al suelo. Dando tumbos se dirigió de nuevo a la habitación de Peter y Edmund, y volvió a sentarse. Tomo el sobre entre sus manos, mirándolo fijamente, ¿Y si tenía escrito algo que ella no deseaba ver? Busco la valentía en su corazón, y rompió suevamente el sello, pudiendo percibir nuevamente el aroma a Lavanda, unas lagrimas cayeron en el sobre. El aroma de su madre, aun estaba impreso en el.
Dejo el sobre a un lado, y con manos temblorosas, abrió el papel. Otro dibujo, el más hermoso que había visto, un prado, un prado narniano, a las afueras de Cair Paravel, donde cazaba con sus hermanos. Las lagrimas, de felicidad mezclada con dolor, caían agresivamente en el dibujo, despintándolo. Enjuago sus lágrimas, para que no destruyeran su dibujo, el dibujo que Lucy le había realizado. Abajo leía: "No lo olvides nunca, siempre fue verdad, siempre estuvimos ahí, nuestro verdadero hogar" comenzó a llorar en voz alta. ¿Cómo había podido ser tan estúpida? ¿Cómo? Se había podido olvidar de eso, si eran los momentos más felices que había tenido en su vida.
-Aslan, perdón, perdón- comenzó a llorar, mientras tomaba en sus manos el dibujo de Aslan y lo abrazaba, mientras que su mano derecha caí sobre el otro dibujo, dañando la pintura de este. –Noo- se dijo, quitando sus manos del dibujo. Una gran parte se había despegado por las lágrimas, la pintura estaba en sus manos. –Noo, por favor, eres lo único que me queda, por favor- suplico, tratando de reparar el dibujo, que ya estaba desecho. –Aslan por favor, perdóname, por favor. Lucy, Peter, Edmund los amo. Por favor, por favor- cerró sus ojos, como si el fin del mundo estuviera cerca y no quisiera verlo. –Por favor, perdóname Aslan, te amo, amo a Narnia, creo y tengo fe en ti y en Narnia, por favor, perdóname- rogo. Un rugido hizo que abriera los ojos.
Los dibujos se consolidaban en uno, haciendo que una hermosa y deslumbrante luz invadiera la habitación, cegándola. Sentía tranquilidad, amor, paz. –Narnia, perdóname- rogo una vez más, haciendo que su habitación se fuera despintando, como si se borrara, cayéndose. Tenía miedo, la casa se estaba derrumbando. –Aslan, por favor- rogo una vez más, cerrando sus ojos y llevando sus manos a su rostro. Un ruido ensordecedor se abrió paso, para que luego, el rugido de un león volviera a resonar. Mantuvo los ojos cerrados, hasta que todo se silencio, solo quedaba el ruido de las aves, del agua… ¿de las aves? ¿Del agua? Se puso de pie abriendo sus ojos, cegándose por el hermoso sol que la hacía resplandecer, la hacía sentirse como una reina, lo que era.
-Y lo que eres- una voz dulce y melodiosa la hizo girarse. Aslan, el gran león estaba tras de ella, sentado en sus dos patas, viéndose mucho más grande desde la última vez que lo había podido ver. La alegría que sentía Susan hacia que quisiera brincar, gritar, correr, llorar de felicidad.
-Aslan- se acerco hasta el, para luego arrodillarse y mirar hacia el suelo, avergonzada. Tenía miedo de que el la despreciara por haberlo negado, por haber negado su reino.
-¿Por qué no me miras a los ojos, Reina Susan?- dijo el Gran León, haciendo que su aliento suave, y frio llegara hasta la joven, que subió la mirada, llena de lágrimas.
-Por qué no lo merezco, yo… fui una cobarde- su voz se rompió en las últimas palabras, para hacer que su llanto comenzara. Aslan la observo, con una sonrisa tranquilizadora.
-Pero has aprendido la lección, Reina Susan, has aprendido que lo material no puede hacer que olvides tu familia y a tu hogar, tu verdadero hogar- la chica asintió ante aquellas palabras, era verdad, jamás volvería a hacerlo, había sido muy doloroso. -¿Y por qué no arreglar esa cobardía con aliento de la más noble valentía?- soplo a Susan, que al instante dejo de llorar, para sentir una gran alegría y fortaleza en su corazón. -¿Y ahora?- le pregunto.
-Mucho mejor- la chica abrazo al león, perdiéndose en su melena, en un cálido abrazo. Se sentía en casa, nuevamente en casa.
-Has de saber que un nuevo problema ha surgido- Susan se puso seria, ella llegaba y un nuevo problema comenzaba. –La bruja blanca escapo de su castigo, y quiere nuevamente el poder.- dijo el león, mientras comenzaba a caminar.
-Pero tú lo detendrás, lo hiciste la ultima vez- dijo Susan, dubitativa, mientras le seguía los pasos al león. Aslan negó la cabeza lentamente. -¿Por qué?- pregunto Susan.
- Por que las cosas no suceden de la misma manera dos veces, Reina Benévola.- la chica asintió, no estaba complacida, pero si debía sacrificarse por Narnia lo haría.
-¿Y qué debo hacer?- pregunto, deteniéndose. Aun llevaba su camisón, blanco con algunas flores dibujadas. Estaba descalza, y con su cabello suelto, hasta mitad de espalda.
-Por el momento, ir a ver a tus hermanos- Susan sonrió. Lo sabía, lo sabía, sus hermanos estaban en Narnia, ellos estaban bien. La alegría que sintió subió hasta sus ojos azules, que tomaron su hermoso color, además de un brillo de alegría. –Pero antes debes tener el porte de una reina- la chica se miro la ropa, parecía más bien un esclava a una reina. Sonrió avergonzada, mientras unas dríades soplaban a su alrededor, formando un hermoso vestido verde, digno de una reina. Ya no era Susan Pevensie, la chica londinense, no, ella era la Reina Susan, la Benévola.
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Gracias a todos por leer. Proximamente el proximo fic. u.u ¿quien habra liberado a la bruja? solo con el tiempo se sabra. ¿cuales seran las reacciones de los reyes al ver el regreso de la benévola?
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