Después de AÑOS (literalmente) de no haber escrito absolutamente nada en la sección española, me he decidido a continuar. Espero aún queden fans míos por aquí. Me disculpo por la larga espera que les forcé a soportar, pero espero que queden satisfechos con la continuación que estoy escribiendo.

Para los que aún no lo saben, esta es una continuación de "Quebrada". Si no lo han leído, me temo que no podrán comprender este fic.

¡Empezamos!


Un Evento Inesperado

"Mmm"

Yoh se encontraba tirado sobre el suelo de la sala, boca abajo y extendido cuan largo era como una víctima de un tiroteo.

"¿Qué tienes?"

"Mmm"

"Deja de hacer eso"

"Mmm"

"¡Basta!" gritó Ren.

"Déjalo, Ren" susurró Horo "No puede tener a su querida esposa lejos ni por cinco minutos. Se siente morir…"

"¡Han sido dos horas!" respondió el moreno en su defensa "¡Debió estar aquí hace dos horas!"

"¡Y no has dejado de suspirar y mirar ese viejo álbum por dos horas! Disfruta la vida mientras ella no está. Tamao y Pirika se han ido a pasear. ¡Tenemos la casa para nosotros!"

" Me dijo que estaría aquí para la cena"

"Ahí vamos otra vez"

"Mmm"

La comida se enfriaba y Anna aún no había llegado. Tal vez Aiko y ella estaban practicando aún. No era la primera vez que la chica sobrepasaba sus límites y forzaba su mente. Ya habían tenido un par de discusiones por eso. No obstante, Anna no era una persona de carácter fácil, por lo que siempre tenía la última palabra… y esa última palabra usualmente venía acompañada de un puñetazo. De todas formas, podía decir que estaba feliz y sabía que ella también lo estaba. Se habían casado hacía un par de semanas.

Yoh sonrió y colocó sobre su regazo el álbum que había estado observando minutos atrás. Lo hojeó por unos momentos antes de detenerse. Anna le sonreía a medias desde una foto. Vestía un tradicional kimono blanco y su cabello estaba recogido en un moño ajustado, con un par de mechones rubios cayendo a ambos lados de su rostro. Había accedido a que Pirika la maquillara, sólo un poco. Lucía bellísima. En algún punto detrás de ella, Ren corría detrás de Horo Horo.

Fue una boda perfecta. Sólo él, ella, sus amigos y su familia más allegada. No hubo más incidente que una pelea entre un Horo Horo muy borracho y un Ren extremadamente obstinado por su actitud. Ah, claro, y las pésimas bromas de Chocolove, la extraña actitud de Ryu y los intentos de Manta por mantener a todo el mundo tranquilo.

Bien, no había sido una boda perfecta, ¿pero qué se podía esperar de un corro de shamanes eufóricos, medio borrachos y armados? Ella había estado demasiado feliz para prestarle atención a semejantes pequeñeces. Se había limitado a recibir las ansiosas miradas de su esposo mientras intentaba disimular su propia anticipación como la dama que era. Ya tendrían tiempo para eso.

"Oh, y vaya que tuvimos tiempo"

La calidez de su sonrisa se transformó en pura malicia y picardía. No había pasado un solo día en que no deseara a su esposa con todas sus fuerzas. Aún le encantaba complacerla y las excitadas respuestas de Anna lo alentaban más allá de cualquier otro estímulo imaginable: su cuerpo retorciéndose debajo de él, sus ojos dilatados que lo observaban suplicantes, su cabello desparramado sobre la almohada, el murmullo de sus uñas contra su espalda, sus jadeos, sus gemidos… sus gritos… Y cuando ella tomaba las riendas…

Tuvo que contenerse. Ren y Horo Horo estaban enzarzados en una feroz pelea por lo que él había pasado a segundo plano, pero eso no quería decir que no fueran a notar la estúpida sonrisa que traía y el bulto en sus pantalones. Ya tendrían tiempo de eso luego.

"Como dicen, lo bueno se hace esperar" rió.

"Yoh, ¿dijiste algo?"

"No, nada. Sólo pensaba"

"¿Tú... piensas?"

En ese momento sus oídos captaron el sonido del teléfono. Le pareció extraño que sonara a esas horas, pero no tardó en levantarse. Podría ser Anna para anunciar por cuánto tiempo más estaría fuera.

Pero la voz que escuchó a través del auricular no fue la de su esposa.

"Eh… ¿Yoh-kun?"

"¿Aiko-san?"

"Hai. Eh, disculpa la molestia, Yoh-kun" Se aclaró la garganta. "Me disculpo por el retraso. Anna debería haber estado en casa hace dos horas."

"Sí… Imagino que ambas habrán entrenado más de lo acordado" Hizo una pausa "¿Cierto?"

"Eh…" carraspeó de nuevo "Bueno…"

"¿Cierto?" Yoh experimentaba la creciente sensación de que algo andaba mal.

"En cierto modo, sí. Ambas nos excedimos, sólo que Anna… bueno, es difícil de explicar"

"Aiko, ¿está bien o no?"

"Aún es muy pronto para saberlo. Hay médicos trabajando en eso…"

"¿Médicos?"

"Sufrimos un accidente durante la práctica, pero Anna absorbió la peor parte. Está completamente fuera de control."

" ¿Dónde está?" Aiko titubeaba tras el teléfono "¡Aiko, dime dónde está! ¡Necesito verla, saber que está bien!"

"Refugio de los Ángeles Caídos. Avenida Sotobori Dori, número 4570. Aunque no creo que…"

No la dejó terminar ni se despidió. Colgó el teléfono con fuerza antes de salir con largos trancos de la sala hacia el porche. Amidamaru flotaba sobre él y trazaba círculos intranquilamente, como respondiendo la agonía de su amo. Al llegar a la salida e intentar abrir la puerta, la encontró cerrada y tuvo que devolverse a buscar las llaves, maldiciendo a los cuatro vientos. Ren y Horo Horo corrían detrás de él. El chino exigía explicaciones a voz de cañón. No obstante, Yoh se limitaba a conducir.

"Por favor, por favor, que esté bien…"

No supo cómo demonios llegó a la dirección acordada sin matar a algún peatón o sin chocar contra algún otro carro, aunque no es que eso le importara mucho. Horo Horo gritaba despavorido. Aparcó el coche en el primer puesto que encontró y recibió los insultos de alguien que había pensado en estacionarse allí segundos atrás. Ni se molestó en contestarle. Anna…

"Por favor, por favor, que no haya sido nada malo, por favor, no te vayas aún…"

Buscó frenéticamente el número 4570, pegado a una rústica puerta metálica. En la pared que daba a la avenida alguien había pintado de mala manera "El Refugio de los Ángeles Caídos". No dudó en tocar la puerta con ambos puños. Vio unos ojos negros desde una rendija.

"¿Nombre?"

"Asakura Yoh"

"Es un club privado. Busque otro bar"

"¡E-espere!" gritó al ver que el sujeto cerraba la pequeña rendija "¡Soy el esposo de Asakura Anna! ¡Me dijeron que estaba aquí! ¡Miyasaki Aiko me llamó para decirme que algo le había ocurrido! ¡Por favor…!"

Oyó el sonido de una conversación que empezó a desarrollarse detrás de la puerta metálica y luego el ruido de un cuerpo pesado golpeando contra una pared. La entrada se abrió de par en par para dejarle ver a Aiko y al guardia a sus pies. Traía un vaso de whisky en la mano y su puño ensangrentado le dio a entender que había sido ella la que había noqueado al guardia. Miró a Ren y a Horo Horo antes de volverse hacia Yoh.

"Disculpa, este guardia es nuevo y aún no reconoce ciertos nombres. A pesar de su tamaño, su cerebro no es muy grande que digamos."

"¿Dónde está?"

Aiko apuró el whisky y tiró el vaso vacío a la cabeza del guardia antes de contestarle.

"La tienen abajo. Ya está controlada y parece que se recupera rápidamente del estado de shock. Creo que te dejarán verla"

Aiko hizo un ademán para que la siguiera. El lúgubre pasillo pronto se transformó en una sala dieciochesca, llena a medias con gente bien vestida y sentada sobre sillas de caoba y cojines de terciopelo. La mujer, con sus jeans desgastados y camiseta militar, descuadraba completamente con aquel pintoresco escenario, pero nadie parecía importunarle. De hecho, todos le miraban con profundo respeto y tal vez algo de temor.

Se dirigieron hacia una puerta de doble hoja. Otro guardia custodiaba la entrada, pero se apartó al ver a Aiko. Éste no era tan tonto como el anterior. Le bastó con ver la cara de malas que traía la mujer y la sangre en su puño para comprender el mensaje.

El estéril olor del alcohol fue lo primero que percibieron al pasar esa puerta. El pasillo que se abrió ante ellos se asemejaba al de cualquier hospital o clínica: luces blancas en el techo, paredes color pastel y piso bien pulido, inmaculado.

"Este es el sitio donde alojamos a nuestros enfermos o afectados. Los hospitales pueden resultar letales o severamente perjudiciales para nosotros si nos encontramos en estado vulnerable, como sedados o inconscientes" Explicó mientras caminaban "Por ello, nuestras mejores mentes diseñaron este sitio, aislado del exterior. De ahí que lo llamen 'Refugio'. Aquí dentro no podemos percibir los pensamientos o emociones de los demás. Es ideal para nosotros."

"Anna…" murmuró él "¿Está bien?"

Aiko se detuvo ante una puerta de madera. Era la habitación número veintisiete.

"Yo diría que está demasiado bien."

"¿Qué?"

"Mira por ti mismo"

La habitación número veintisiete no era la típica habitación de hospital. Más bien parecía una sala de identificación: una pared al nivel de su cintura se erigía a mitad del cuarto y un cristal grueso, probablemente a prueba de golpes y balas, ocupaba la otra mitad del camino hacia el techo. Una puerta gruesa y metálica servía de acceso al lado sellado. En el lado al que habían entrado había varias sillas y algunos monitores mostrando imágenes de la otra parte. Esta última era más adecuada al descanso: poseía un pequeño cubículo oculto que seguramente sería un baño, un diminuto televisor, un par de sillones y un catre.

Anna estaba sobre la cama, con un puño apretando el borde del catre y la otra mano presionando un costillar. Un médico mantenía una máscara de oxígeno sujeta a su rostro, lo cual le resultaba muy difícil, al parecer. Sus hombros temblaban violentamente y portaba una expresión de dolor o incomodidad. Sus ojos negros estaban inflamados y brillantes, como si hubiera llorado en momentos previos y le faltara poco para volver a derramar las siguientes lágrimas.

Aiko se aproximó al vidrio y presionó un botón rojo para comunicarse con el otro lado.

"Hey, Ichiro, ¿cómo va?"

"Todo bien. El oxígeno la ha ayudado muchísimo"

"Ya. Su esposo está aquí. ¿Crees que él pueda encargarse de ella de ahora en adelante?"

"Sí, creo que sí. Ya está mucho más estable. Niña, me voy, ¿de acuerdo? Tu esposo está aquí y entrará a la habitación. No le des un mal rato y déjate poner la máscara"

Tan pronto Ichiro se alejó de ella, Anna dejó caer la mascarilla de oxígeno a la cama. El médico no se molestó en corregir aquello. Ya Yoh se encargaría de la joven de ahora en adelante. Cuando el joven entró, Aiko selló la puerta del otro lado. Él fue a sentarse junto a su esposa, tomó la mascarilla e intentó ponérsela. Ella se resistió un poco, pero luego consiguió convencerla. Anna temblaba y le miraba con los ojos húmedos y una extraña expresión en el rostro.

"Yoh, ¿por qué llora?" oyó que Horo Horo decía al otro lado del vidrio "¿Puedes preguntarle qué le pasó? Ichiro-san no quiere decir nada"

Ahora Anna golpeaba el catre con una mano mientras abría la boca para inundar la sala con un sonido que Yoh jamás había escuchado.

"Eh… Horo Horo… Creo que está riendo"

Hubo silencio por un momento, mientras la chica no paraba de golpear el catre con sus manos y una pura expresión de júbilo le inundaba el rostro. Aiko habló.

"Cuatro tragos"

"¿Eh?"

"Lo llamamos sobrecarga. Por cada hora de esfuerzo mental extremo, el cuerpo de un reishi segrega hormonas con el efecto embriagador de un trago de vodka. Por eso dije cuatro tragos"

"¡No puede ser!" exclamó Horo Horo, pegando la cara al vidrio para verla mejor "¡Joder! ¡No puede ser! ¡No puede ser! ¡No-puede-ser! ¡Está taaaaaaan borracha!"

Anna giró la cabeza para verlo y se levantó.

"¡Cállate!" gritó, acercándose al vidrio a paso tambaleante. Yoh la detuvo para evitar que fuera a caer "¡No estoy borracha!"

"No, claro que no, querida" musitó Yoh contra el oído de ella.

Ella murmuró algo que sólo Yoh pudo oír.

"¿Qué ha dicho? ¿Qué ha dicho?"

"Ha dicho que deberías dejar de decir cosas estúpidas. Te hace lucir mucho más tonto de lo que eres."

Horo Horo calló. Probablemente ese era el comentario más amable que jamás hubiera recibido por parte de ella. AIko retomó el control del micrófono de nuevo.

"Estará bien en un par de horas. Tal vez menos. Oxigenar su cerebro le ayudará a despejarse. Te dije que estaba mejor que nunca"

Yoh la ayudó a volver a la cama y se sentó junto a ella. Era difícil mantener la mascarilla en su sitio cuando Anna no paraba de reír como una colegiala, mas creía que no había motivo para apresurar su recuperación. Era la primera vez en toda su vida que oía a Anna reír. Era inquietante en cierto modo. Tenía a la itako más poderosa desternillándose de la risa entre sus brazos. Aquella mujer que había encerrado a un demonio dentro de su cuerpo y cuyo intelecto y poder sobrepasaba al de muchos en la superficie del planeta. La veía lanzar encantadoras risotadas por cada tontería que se le ocurriese, completamente fuera de control, y aún así nada malo ocurría. No había Onis afuera destrozando gente, ni explosiones de furyokou, ni espíritus regresando del más allá, ni terremotos, ni maremotos, ni incendios… Nada.

El control que Anna había ejercido sobre sí misma estaba colapsando después de años de mantenerlo, pero no ocurría nada malo debido a aquel hecho.

"Mantén la mascarilla en su lugar, Yoh. Lo mejor será devolverla a su estado original lo más pronto posible"

Yoh rió.

"Creo que está bien, Aiko. Déjala reír. Creo que ha pasado muchísimo tiempo desde la última vez que rió, seguramente le hará bien relajarse un poco… Debo agradecértelo. He intentado muchísimas veces hacer que riera, pero lo máximo que he obtenido es una sonrisa. Gracias a ti la he oído reír… y cantar" rió de nuevo "Juro nunca llevarla al karaoke"

Ren torció el gesto cuando Anna intentó vocalizar una nota especialmente alta.

"Muy cierto. Acabamos de descubrir que Anna no puede cantar" dijo Ren.

"Bueno, acaba de descubrir la música. Además, le encanta QUEEN. Déjala ser"

Cuando las risas de Anna cedieron un poco, Yoh intentó colocarle la mascarilla. Ella le observó con sus ojos negros, atreviéndose a colocar una mano sobre la de él para hacerle apartar el molesto obstáculo de su boca y así poder unir, casi dolorosamente, sus labios contra los de él. Los ojos de Ren y Horo casi se salen de sus órbitas. La itako nunca hacía demostraciones de afecto en público.

"Te amo, Yoh" dijo claramente, antes de retirarse y volver a cantar.

¡No!" Gritó Horo "¡Sí que está borracha!

"¡No estoy borracha!"

"Ahí vamos de nuevo"


"Ichiro, ¿tienes las grabaciones?"

"Aiko creo que el Consejo debería enterarse de esto…"

"La niña sólo tiene una sobrecarga, por Dios"

"No, no. Lo vi… Ahora mismo está riendo, pero poco antes de que ese chico llegara… No era seguro entrar allí. Tú lo viste, como miraba a todos. Como si quisiera matarnos sólo por diversión. Sus ojos… nunca había visto ojos tan despiadados como esos."

"Sólo estaba agresiva, fuera de control, pero ya ha pasado."

"Creo que la sobrecarga desató un monstruo. Respeta mi posición, jamás había visto alguien tan descontrolado. ¿No la viste? No paraba de golpear el vidrio y por un momento llegué a pensar que lo rompería. Le hizo una grieta. Saltó tan alto que tocó el techo con sus manos e hizo piruetas imposibles. Aquí abajo mi empatía no funciona, pero sentí claramente sus intenciones, quería abrirnos en canal, hacernos daño con sus propias manos."

Aiko suspiró.

"Aiko, te ruego que pidas ayuda al Consejo. Esa mujer no es normal. Lo vi en sus ojos… Ojos rojos."

"Yo lidiaré con ella, Ichiro-kun. De momento, te pido que por favor no menciones este asunto al Consejo. Puedes quedarte con las grabaciones, pero prométeme que no dirás nada."

Ichiro vaciló y miró hacia abajo.

"Por favor, Ichiro."

"Lo prometo, Aiko. Sólo porque eres tú, ¿de acuerdo? Confío en tu criterio."

"Gracias, viejo amigo. Sabía que podía contar contigo."


Fue capaz de calmarla tras numerosas peleas, ataques de risa y unos veinticinco dolorosos tributos a Bohemian Rhapsody. Gracias a Dios había dejado de cantar. Aiko tenía cara de querer lanzarle una silla. Horo Horo y Ren habían vuelto a la pensión por su cuenta, ya que las chicas podrían preocuparse si no los veían allí. Ahora ambos yacían sobre la diminuta cama, Anna con una mano alrededor de su abdomen y la cabeza apoyada en su pecho.

"Recuerdo el tiempo en que no confiabas en nadie por ningún motivo. Aquel en el que dudaba si me querías e incluso yo mismo dudaba de mi amor por ti. Hoy me he asustado, Anna. Muchísimo. Cuando Aiko me llamó y me dijo que algo te había pasado, pensé que moriría. Hace un par de años lo creía imposible, pero me he enamorado y sigo estando enamorado de ti. Sé que ha ocurrido lo mismo contigo, porque confías en mí y te has entregado a mí como mi esposa, mi amante…"

Sintió una leve caricia contra su pecho.

"¿Aiko se ha ido ya?"

"Ah, ¿estás despierta?"

"¿Se ha ido?"

"Sí, dijo que volvería en diez minutos"

"Es suficiente"

Se apoyó en ambos brazos y colocó sus piernas a ambos lados de las caderas de él. Se inclinó para besarle el cuello.

"¿Qué haces? ¡No deberíamos hacer esto aquí!"

"Silencio. Sé que quieres hacerlo. Me has deseado todo el día. Lo sentí por la mañana, pero no pudiste tomarme porque el idiota de Horokeu interrumpió ¿Qué tiene de malo hacerlo aquí, ahora?" sus manos bajaron por su pecho "Es sólo un rapidito…"

"Anna"

"¿Qué pasa?" ronroneó ella. Se irguió para quitarse la camisa y de paso mirarlo a los ojos "¿No me deseas?" Yoh dejó que sus ojos vagaran por la curvilínea figura de su esposa antes de forzarse a mirarla a los ojos de nuevo "Yo sí te deseo"

Eso fue lo que terminó por desarmarle. Dios, como le encantaba cuando tomaba el control. Ella ya sabía que lo tenía en sus manos. Sonrió a la vez que se inclinaba para besarle.

"Sólo diez minutos" musitó.

Sus manos trabajaban casi frenéticamente para desabrochar sus pantalones y darle un corto masaje a su miembro. Parecía no importarle el hecho de que Aiko podría entrar en cualquier momento. Su cerebro aún estaba bajo los efectos de las hormonas y aparentemente aquello afectaba su libido. No podía ser mejor para él.

No pasó mucho rato antes de que ella se cansara. Ni se molestó en quitarse la ropa que le quedaba. Se contentó con apartar sus pantaletas para dejarle entrar en ella. Probablemente, aquello era lo más atrevido y desvergonzado que jamás hubiera hecho. No obstante, a medida que sus caderas se unían más y más, encontró que no le importaba en lo más mínimo. Lo deseaba, necesitaba el alivio que sólo él podía ofrecerle y cuando Yoh se sentó y posó sus manos en su fina cintura para atraerle más, no pudo evitar aferrarse a él con todas sus fuerzas, clavándole las uñas en la espalda.

"¡Ah! ¡Yoh!"

Él ya sabía lo que ocurría en el cuerpo de ella, conocía sus reacciones ante un orgasmo inminente, pero eso no significaba que no se deleitara al ver que su esposa arqueaba la espalda y gritaba con todas sus fuerzas, temblando de placer. Su interior aprisionándolo fuertemente fue más de lo que pudo soportar. No pasó mucho tiempo antes de que él se le uniera también, dejando escapar un fuerte gruñido contra el cuello de ella.

Anna se dejó caer sobre su pecho, aliviada de momento.

"Anna"

"Dime"

"No sé tú… pero estos han sido los mejores diez minutos de toda mi vida"

Anna se irguió, aún unida a él, y cedió ante un nuevo ataque de risa.


Bueno, ese fue el cap, algo así estilo prólogo. Me disculpo por los posibles errores que haya podido cometer. Mi BetaReader y yo nos hemos esforzado mucho por corregir todo. Muchas gracias, Annshail! Después de casi un año sin escribir absolutamente nada en español, temo que he caído en muchísimos vicios.

No piensen que es por promocionar, pero Annshail tiene buenos fics YohxAnna. Es una de las pocas que quedan, así que aprovechen! De veras se las recomiendo!

Los veo en unas semanas!