Participa en el Reto Especial de Navidad: ¡Seamos Generosos! del foro Alas Negras, Palabras, Negras.
¡Slash! Slash para Trici, mi adorada Trici que me va a regalar un Oberyn/Drogo. Bueno, querida, tengo que decirte que mi regalo es doble porque me dijiste que querías algo subido de tono, pues bien, lo hice. Lo que tengo que explicarte es son dos historias, la primera es muy soft, porque es bastante más poética, la segunda ya es puro porno cochino. Ahí ya ves si las lees ambas o que haces xD
Por cierto, que seguí el consejo de Ita de utilizar la menor cantidad palabras malsonantes posibles.
Todo pertenece a George R. R. Martin, yo solo escribo regalos de navidad.
El sudor, los gemidos, esa cama chirriante que siempre amenaza con delatarlos. Son solo horas robadas y escondidas entre sabanas sucias, cómplices del sexo a medias rudo y en parte torpe. Ese tiempo en el que solo son Eddard y Robert, dos muchachos que se hacen hombres entre promesas de una última vez.
—Es ésta y no más, Robert —dice Ned, antes de morder la almohada para reprimir el grito que acompaña la primera embestida.
La estocada es lenta cuando llevaban unos cuantos tragos encima, la siempre anhelada tortura de la carne hundiéndose en la carne, los nervios ansiosos ante el primer contacto verdadero.
En sus cinco sentidos, siempre llegan a esa posición tan ansiosos y necesitados que el decoro pasa a segundo plano. Es por eso que beben de más, apoyándose el uno en el otro para caminar por los corredores, para robarse besos y escarbar con paciencia bajo la ropa; el alcohol no solo los desinhibe, sino que les quita el siempre aprisionante paso del tiempo, y los deja sin prisa.
Ned lo encuentra más interesante que Robert, porque es él quién debe abrirse ante el intruso, y esos minutos de más, esas caricias un poco más elaboradas, le permiten saborear por un momento el miedo y apreciar las dimensiones de esa promesa de "será la última vez". Indiscutiblemente, luego vendrá esa entrada en su cuerpo y el amasijo de sensaciones que le creara la invasión.
Lo poéticamente correcto sería decir que es como el paraíso, que les sabe a gloria y todas esas cosas, pero son Robert y Ned y en sí es más como esa tregua que le dan a la vida antes de vivirla, ese único escape ante la presión. También porque se siente increíble, estupendo, saberse complices de la mayor travesura de todas.
Después todo será como en el patio de armas; muchos movimientos acompasados, dos cuerpos danzando a la par para destruirse el uno a otro. Gruñidos, mordiscos, sudor y calor. Robert sintiéndose perdido entre las paredes que aprisionan su miembro y le dan la bienvenida mejor que el coño de cualquier doncella.
Golpes secos. Ambos vibrando ante la expectación y los pequeños nudos de tormenta que se arremolinan en sus vientres bajos. Los límites de la cordura desapareciendo junto a sus respiraciones agitadas. La boca de Robert engolosinada contra el cuello de Ned, dejando marcas rojizas que luego deberá fingir las hizo una dama.
Ese martilleo que provoca el sonido de la cama y que los alienta a ir más allá a probar las sensaciones hasta el límite.
Sonidos demasiado eróticos, ahogados a medias para no causar ecos incomodos por las paredes de esa fortaleza. La casa de su mentor, la guarida secreta para sus amores.
Todo tan perfecto, la piezas tan bien calzadas en su lugar. Y la explosión del orgasmo, el leve momento en el que pierden la conciencia de su cuerpo, la diferencia entre uno y otro no existe. Ese flash instantáneo donde no hay verdaderos pensamientos.
Se tumban boca arriba, uno al lado del otro. Ya han estado en las nubes, ahora deben bajar despacio a la tierra. El cuerpo no les pesa, aunque la conciencia empieza a hacer estragos, recurren a lo único que siempre les ha alcanzado para vendar todos sus males.
Ned es el que abre el pinche de vino, Robert el que le da el primer trago.
—Es la última vez, Stark —Robert no sabe que en unos años, cuando sea Rey, querrá nunca haber hecho esa promesa. Ahora no lo sabe, por eso hace que Ned se tome lo que queda y lo obliga a besarlo, para emborracharse con su saliva… con sus deseos de repetir una última vez.
