- ¡Porfa, porfa! ¡Sólo esta vez, no te volveré a pedir algo en mi vida!

Ja, habría estado bien creerse eso. Aomine se marchó sin mirar atrás, inmune como era a sus lamentos y lloriqueos.
¿Cómo podían ocurrírsele semejantes ideas de bombero retirado? Estaba alucinando. ¿No se suponía que el grandioso y super fotogénico Kise Ryota era un ídolo entre las mujeres? Con su trabajo de modelo y eso. ¿Por qué, de entre seis mil millones de personas en la Tierra, tenía que elegirle a él como acompañante para una boda?

De chiste, sin duda. Le estaba contando un chiste y ni siquiera tenía suficiente gracia para reírse.

"Te lo ruego, Momocchi está ocupada ese día. Y las demás mujeres que conozco también -lloró- Mis hermanas no hacen más que decirme que no puedo ir sólo, que si no conozco a alguien y todo eso. ¡No me dejan en paz!"

Será memo. ¿No lo dirán, tal vez, para que se busque a una jovencita decente con la que de paso sentar cabeza? Era lo suficientemente estúpido como para no captar la indirecta. Además, ¿cómo narices se le puede ocurrir pensar en él (olvidemos el hecho de que sea hombre) para eso? Absurdo, absurdo.

Por supuesto, se negó. Se negó una vez, dos, tres y hasta cuatro veces. A la quinta, estaba en su límite.

"Por favor, Kurokocchi no me hace caso, eres el único que me queda -Ah, que consuelo, era su última opción- Te invitaré a todos los buffets que quieras, te limpiaré la casa durante un mes, ¡lo que sea!"

Ah, la idea de que Kise le debiera un favor tan grande era tentadora. Entre unas cosas y otras, terminó aceptando. Saltos, gritos, abrazos y algún que otro intento de beso fueron las respuestas del rubio.

Y ahí empezó su calvario.

¡Maldita fuera la moda! ¿Qué más daba llevar una camisa rosa, beige o morada? Era un tío, nadie se fija en qué lleva un tío. Bueno, nadie salvo Kise. Para él una corbata no valía si no conjuntaba (¿cómo narices sabía eso?) con la camisa de turno. También, y esta era buena, estaban aquellas pruebas interminables entre la camisa blanco roto y la blanco nuclear.

Eran iguales, joder. Iguales como dos malditas gotas de agua.

De la misma manera que el Ragnarok, el día de la boda llegó. Basándose en la emoción de Kise, cualquiera habría dicho que la novia era ella y no su hermana.

- Estoy tan emocionado, Aominecchi... -suspiró de nuevo el rubio- ¡Voy a ser cuñado!

- Que sí, que... ¿¡Quieres soltarme el brazo!? ¡No te voy a llevar al altar!

El muy condenado le había agarrado el brazo mejor que una enredadera, mientras cotilleaba desde la distancia sobre parientes y conocidos.

- ¡Ahi va! ¿Esa no es Satsuki-chan? ¿Pero qué se ha hecho en el pelo? Ay, lo que ha engordado Yamamoto-kun, parece mentira.

- Qué más dará, que hagan lo que quieran -repuso el moreno.

Ryota le sacudió el brazo.

- Aominecchi, no me sigues el juego~~

- Pero qué juego, ¡si no haces más que ponerles a parir!

- Mo, al menos puedo lucir acompañante. ¡Vas bien guapo!

Maldita sea su estampa. No puedes comportarte como un maruja y luego, ¡hala!, lanzar un cumplido así como sí. ¿Se había puesto rojo? No, claro que no. Él era moreno, apenas se notaría. Sí, seguro.

Se perdieron entre la marea de invitados durante un buen rato. Saludos por aquí y por allá. Kise parecía un pez en el agua entre tanta gente. Aomine, por el contrario, era una medusa que no quería acercarse ni que se le acercaran. Salvo (de nuevo) Kise. Pero bueno, su caso era especial, estaba acostumbrado a su cercanía.

Poco a poco los invitados fueron tomando asiento en la iglesia. Aomine agradeció estarse quieto de una vez, y no se movió mientras Kise terminaba de saludar a algún conocido rezagado. La ceremonia dio comienzo y, tras los preámbulos de rigor, entró la novia. Caray con la genética de los Ryota. La muchacha era una verdadera preciosidad, digna de un anuncio. Rubia como su hermano, tenía la melena recogida en un elaborado moño. El vestido le quedaba como un guante y su cara parecía de porcelana. Aomine uedó muy sorprendido al verla. Sin saber por qué, miró de reojo a su amigo. Este sonreía con una mirada emocionada en el rostro. Poco tardaría en llorar a mares. A su manera, era tan hermoso como su hermana. De pronto, Aomine sintió orgullo. Orgullo por conocerle, por ser su amigo, porque confiase en él y por ser como era. Se dio cuenta, aunque lo había sabido siempre, de que la relación que tenía con él no la tenía con nadie, ni siquiera con Tetsuya. Cierto era que a veces le ponía de los nervios o que le avergonzada por su estupidez otras tantas, pero, de alguna forma, tenían una sintonía diferente.Y le gustaba, que era lo más sorprendente de todo. Apartó la mirada cuando la música acabó y se hizo el silencio. La boda había comenzado.

Mientras escuchaba la voz del religioso de fondo, sentía una extraña presión en el pecho, tal y como si hubiera estado corriendo durante mucho tiempo. Reprimió el deseo de aflojarse la corbata y se concentró en dejar pasar los minutos.

Parrafadas monumentales, promesas para el futuro, sí quiero, sí quiero y el beso correspondiente. Bueno, al menos no tardaron demasiado. Huelga decir que cerca del final Kise se echó a llorar en su hombro (¿cómo puede llorar así?). Por desgracia, no pudo echarle: Le distrajo la abuela de Kise haciendo lo mismo en el hombro restante. ¿¡Pero qué clase de familia era esta!?

Oh, pero más tarde llegó lo mejor de todo: El banquete. O eso al menos había pensado Aomine Daiki. ¡Pobre mente ingenua! Cuando el camarero le sirvió un plato más grande que su cabeza, se hizo ilusiones... Que fueron hechas cachitos al ver el contenido: Un dado de carne con unas cuantas hojas de vete tú a saber qué y una cucharadita de salsa.

- Oe, perdona, me has dado el plato de los niños.

- Mis disculpas, caballero. Ese es un plato del menú nupcial.

¿¡Pero qué mierda...!?

Hambre. Hambre. Vinieron un par de platos más, pero del mismo estilo. Más que saciarle, le daba ganas de más, como miel en los labios o la última gota de una cantimplora.

Eh, pese a las dificultades, Aomine es un hombre por recursos. Aún no tenía la edad necesaria para beber alcohol, pero nadie le dijo ni mú cuando birló disimuladamente una botella de vino procedente de varias sillas hacia la derecha.

- Aominecchi, ¿qué haces?

- ¿Es que no lo ves? Beber.

- No tienes la edad.

- ¡Cállate, idiota! Aparento ser más mayor.

A decir verdad, presencia tenía. Nadie habría dicho que era su primera vez con el alcohol. Bueno, nadie que no lo oyera hablar, por supuesto. Arrastraba algunas palabras.

- Nee, nee, Aominecchi~ ¡Vamos a bailar!

- ¿Ja? No esperarás que te lleve. No, paso. Me quedo aquí.

- Anda... Están todos bailando, será divertido -rogó.

- Pues vete a bailar.

El rubio, de impecable traje gris, se levantó de morros y se marchó hacia la pista de baile. Aomine no reconocía la canción, pero era animada. Tomó otro trago de bebida mientras su amigo seguía la música.

Tres segundos y cuarenta y cinco milésimas fue lo que tardó Kise Ryota en atraer las miradas de los presentes. Mas, ¡sorpresa!, no fue por moverse como un pato mareado. Y es que el muy condenado se movía con el salero de Michael Jacskon por lo menos. Se sincronizaba con los tiempos y hacía originales pasos de baile dignos de Fama.

Daiki tardó en darse cuenta de que le observaba ensimismado. Bueno, tampoco había algo mejor que ver, en realidad. El moreno ya sabía que era rápido y elástico, pues había jugado con el multitud de veces. Pero eh, eso tampoco quería decir que le aburriese verle demostrarlo.

Era atrayente. Un poquito.

Sólo un poquito.

Tras casi una hora, Aomine había fulminado toda la botella. Kise seguía bailando (¿es que no se cansaba?) y el ambiente de la fiesta se había relajado bastante.

- ¡No me lo creo! Aominecchi, ¿te has bebido tú sólo todo esto?- repuso Kise cogiendo la botella, mientras se secaba el sudor con una servilleta. Se había aflojado la corbata, y estaba levemente despeinado y sonrojado.

El moreno le miró, lento para pensar y adormilado.

- ¿Algún problema?

- ¡Pues claro! ¡Estás borracho!

Aomine hizo un "shhhhhh" demasiado largo y resbaladizo.

- No exageres, idiota. Como mucho estoy algo piripi. -sonrió- Piripi. -se rió entre dientes- Piripi. ¿Lo has oído? Piriiiiiiipi.

Se echó a reir abiertamente con una broma que ni Kise entendía, llamando la atención de algunos presentes. El alero le tapó la boca con la mano, intentando silenciarle. Por desgracia, se le escapó un grito cuando el moreno le lamió la mano.

- ¿¡Pero qué haces!?

Aomine se reía a carcajada limpia entre los brazos de Kise, murmurando dios sabe qué.

- Joe, Aominecchi, ¡no seas niño!-Intentó levantarle, pero el moreno estaba demasiado ido como para
hacerle caso- Venga, ¡colabora un poco!Mo... ¡Seitarou-kun!¿Puedes echarme una mano?

El moreno sintió que le levantaban y tardó un poco en darse cuenta de que estaba caminando. Se revolvió.

- ¿Qué haces, gilimemo? SSSsuéltame -dijo arrastrando las palabras.

- Ah, no, ni hablar, Aominecchi. Necesitas descansar.

- Estaba descansando... -respondió mientras se le cerraban los ojos.

Perdió el sentido del tiempo durante un rato. Cuando volvió a fijarse en su alrededor (que por cierto, ¿no se movía demasiado?) estaba en un pasillo. Oyó que Kise se despedía de alguien y abría una puerta que tenían delante. Le empujó y a punto estuvo de caerse él mismo tras eso.

- ¿Ahora me llevas a la cama? - le entró la risa mientras arrastraba las palabras- Ya te estás pirando -Se asomó dentro y lo vio a oscuras. Hizo una mueca- ¿Cómo hemos llegado tan rápido a tu casa?

El rubio suspiro.

- No es mi casa, Aominecchi. La boda es en un hotel, y esta es una de las habitaciones del hotel. Mi hermana reservó algunas para situaciones como estas. Aomine frunció el ceño, no terminando de entender lo que decía.

- ... ¿Qué situaciones?

- Venga, entra.

No se lo pensó mucho, así que obedeció. Kise tuvo que encender el interruptor, por que él se internó
en la oscuridad sin plantearse demasiado si había obstáculos. La puerta se cerró y ambos estaban
dentro.

Espera, ¿ambos?

- ¿No te ibas? -gruñó mareado.

Kise puso los brazos en jarra, como una madre riñendo a su hijo.

- ¿Cómo voy a dejarte sólo si no puedes ni andar apropiadamente?

El pívot se dejó caer sobre una de las camas individuales.

- Tengo haaaambre -se quejó sin levantar la boca del colchón- La comida ha sido una mierda.

- A mi me ha gustado -repuso el rubio detrás de él- Estaba rica.

- Si me hubiera dado para dos bocados, quizá...

Escuchó cómo Kise se sentaba en la cama paralela.

- ¿Te has fijado en lo guapa que estaba mi hermana? Era preciosa.

- Sí -asintió- Mucho.

Silencio.

- Ne, Aominecchi. A ti... ¿Te gusta Momocchi?

...

- ¿¡A qué cojones viene eso!? -inquirió al tiempo que volvía la cabeza (sin incorporarse) para mirar al chico.

El aludido, en cambio, miraba ya tumbado hacia el techo.

- Me ha venido a la mente ahora -respondió.

- Vaya mente rara tienes tú.

Ryota ladeó la cabeza y le lanzó una mirada seria.

- No me has respondido. ¿Te gusta?

¿Pero qué...?

- ¿Q-Q-Qué quieres decir con gustar?

Kise se incorporó.

- Pues eso, gustar. Salir por ahí y todo eso.

Aomine frunció el ceño y le imitó. Su cerebro dio vueltas durante un segundo, pero se recuperó rápidamente.

- Ya... Ya salgo por ahí con ella.

- ¿Como pareja romántica?

- ¡Por supuesto que no!

- ¿Y te gustaría?

El moreno calló. Aquel era un pensamiento que no se había planteado, y el simple hecho de imaginarlo le superó por un momento.

- Tío, no tengo ganas de hablar de esto ahora. -contestó sacudiendo la mano.

Su compañero se levantó y se sentó en su cama, observándole atentamente como hacia cuando copiaba movimientos.

- Va, por fa, Aominecchi. Es una pregunta sencilla y sabes a qué me refiero.

Daiki le empujó y le hizo retroceder.

- Para ya de mirarme, Kise -El susodicho no respondió, pero sabía que esperaba una respuesta. Vaya salidas más caprichosas tenía el niño.- A ver, yo... La quiero mucho, la conozco desde que éramos críos.

- Lo sé.

- ¿Entonces qué quieres saber? -preguntó haciendo una mueca.

Kise Ryota bajó la cabeza con un suspiro.

- Ah, mo, seré directo: ¿Harías cosas... de pareja con ella? ¿La besarías?

La respuesta salió tan rápido de sus labios que le sorprendió.

- No.

- ¿No te gustaría? -insistió Kise manteniéndole la mirada.

- ¡Que no, joder! No... quiero besarla ni nada de eso. ¿Por qué lo preguntas? -De pronto, calló... Y cogió a su amigo por el cuello de la camisa- Desgraciado... ¿Vas detrás de ella, verdad? -sonrió.

Kise Ryota también sonrió.

- No exactamente.

El rubio se impulsó hacia delante y le plantó tal beso que ni en las mejores películas. Así, sin avisar. Menuda sorpresa y menudo shock. El moreno sólo acertó a abrir los ojos como platos, como si le hiciera falta verle mejor para convencerse de que era él. Cuando se apartó, sonreía. ¡Encima estaba tan contento, el tío!

- Ara... Creí que me apartarías de una hostia -Cambió de postura y se sentó como un buda sonriente- ¿Es que te ha gustado?

Ver su estúpida sonrisa le hizo reaccionar. Le cogió de la cabeza y le tiró de la cama con no poca fuerza.

- ¿¡A qué ha venido eso!? -le gritó.

- Itai... -se quejó un dolorido Kise desde el suelo- Ya me extrañaba. -Levantó la vista, volvió a sonreír y le señaló- Eh, pero no ha estado tan mal, ¿a que no?

Aomine hizo una mueca.

- ¿Va en serio?

Kise se puso de morros.

- Me ofende que lo dudes.

- Pero... ¿Tú eres gay?

Kise asintió, aún sonriendo.

- ¿Te molesta?

- No, si a mi me da igual -repuso encogiéndose de hombros- Los hombres también son atractivos.

- ¡Ahí quería llegar yo! -saltó Ryota- ¿Crees que puedes enamorarte de un hombre?

Lo dijo en un tono tan de colegueo y buen rollo que Aomine abrió la boca dispuesto a responder con sinceridad. Pero, en el último momento, se dio cuenta:

- Kise, ¿me estás echando los tejos?

El susodicho le guiñó un ojo.

- Sólo un poquito. ¿Surte efecto?

- ... La madre que te parió.

El rubio se rió dulcemente, mirándole con unos ojos que Aomine no tenía claro qué pretendían.

- Ay, lo siento... Aominecchi está rojo.

- ¿Ja? -El moreno sonrió, aunque no las tenía todas consigo- Más quisieras.

- Aominecchi~ -comenzó el rubio juntando las palmas- ¿Podrías al menos plantearte mi proposición? Porfi.

El aludido arqueó una ceja.

- ¿Salir juntos, dices?

- Sí.

- ¿En plan romántico?

- Sí.

Si hubiera una forma gráfica de explicar la cara de Aomine en ese momento, sería versionando la cara de Psyduck de pokémon.

- Aaah, gomen, gomen. -Ryota se puso en pie- Mira, mejor que... Te deje tranquilo un rato. Ya sabes, sin presión y eso. Tú mientras te lo piensas. Me voy a dar una ducha.

Tras decir esto, huyó como un conejo hacia el cuarto de baño.

Ah, maravilloso. Lanza la bomba y se marcha tan pancho lejos del radio de acción. Aomine no sabía si lanzarse tras él para darle una torta, coger la puerta y escapar como alma que lleva el diablo o seguir petrificado sobre la cama.

Optó por la última opción (no estaba muy diestro aquel día). Cuando su cerebro se recuperó de la sorpresa por saber que uno de sus mejores amigos estaba detrás suyo, le asaltó la gran pregunta: ¿Y ahora qué? Es decir, responder a una confesión es medianamente sencillo cuando sabes si te gusta o no la persona en cuestión.

El problema de Aomine, en este caso, era que jamás se había planteado a Kise de esa forma. No le hacía ascos a la fisionomía masculina (mentiría si dijese que jamás había visto porno gay) pero ¿cómo decirlo? Era Kise. El mismo Kise que lloraba viendo películas románticas, que tardaba casi una hora en arreglarse para salir, que babeaba mientras dormía y que se ponía esperpénticas máscaras de pepino en la cara.

Oyó el sonido del agua corriendo y una melodía suave que no reconoció. Ah, una nueva: Y que cantaba en la ducha.
Volvió a tumbarse, pues sentía el cerebro hecho puré. Tal vez no era el mejor momento para tomar una decisión así. Sin embargo, no podía olvidar el tema. Rememoró el contacto de los labios del rubio y sonrió de medio lado. Valiente canalla.

No era su primer beso, ni mucho menos. Tenía algo de experiencia en relaciones, aunque ninguna había durado mucho y todas habían sido mujeres. En fin, qué podía decir, no era un novio atento y romántico.

El picaporte de la puerta del baño se abrió. Allí estaba el germen del problema, vestido con un albornoz blanco abierto en el pecho, una toalla rodeándole el pelo mojado y liso y las piernas al aire. Le sonrió al verle.

- Acabé~~ -canturreó feliz- Nee, nee, ¿te has decidido ya? - empezó a dar pequeños saltitos como un niño esperando una chuche.

Aomine resopló.

- Tsk, eres un payaso.

El rubio se puso de morros.

- Pero ¿qué dices? Hablo totalmente en serio.

- Y yo.

- Ya, pero lo tuyo es feo.

Aomine sacudió la cabeza.

- ¿Estás seguro de que soy lo que buscas en una pareja?

- Claro -respondió el otro secándose con la toalla- A decir verdad ya somos bastante cercanos de por sí. Sólo nos falta tocarnos y eso.

"Y eso".

- No lo puedo negar -admitió el moreno encogiéndose de hombros. Se incorporó- Todo igual pero con tocamientos, ¿no? - sonrió- Me gusta. Está bien, acepto. Pero luego no me vengas llorando.

Tarde, al melodramático de su novio ya se le estaban saltando las lágrimas.
Se le lanzó encima cual fangirl emocionada, y esta vez tuvieron un beso más decente y normal. Huelga decir que Kise se negó taxativamente a soltarle en toda la noche, por lo que tuvieron que dormir los dos en la cama individual. Eh, pero apretaditos cabían de lujo.

Paciencia, Aomine, la vas a necesitar.