Descargo de responsabilidad: Akatsuki no Yona pertenece a la maravillosa Kusanagi Mizuho.


LA COMIDA ES ALEGRÍA

Ao no entendía nada…

Normalmente cuando cenaban, hablaban, intercambiaban bromas, hacían planes, debatían la ruta de mañana… Pero hoy no…

Yona estaba enojada con Hak, a saber por qué. Él, fingía comer, sentado a su lado, intentando mostrar indiferencia y fracasando estrepitosamente. Ella, con las mandíbulas apretadas y la mirada de fuego, aunque puede que solo fuera la hoguera reflejada en sus ojos.

Para Ao, todos los problemas se arreglaban con el estómago lleno. Porque la comida es alegría. En eso era muy parecido a Zeno… Y la ardilla, después de comerse toda la cena de Hak, y casi toda la de Yona, era feliz. Pero aquellos dos seguían sin hablarse. Y eso no podía ser. Así que Ao, siempre conciliador y afectuoso, trepó sobre Yona, sacó quién sabe de dónde la bellota que reservaba para casos de emergencias, y se la metió a Yona en toda la boca.

Ella jadeó por la sorpresa, casi atragantándose con la bellota, la escupió y se la devolvió al animalito.

—No, gracias, Ao. No me apetece… —le dijo con voz dulce y suave. Bien distinta de la que había empleado con Hak un rato antes…

A Ao no le importaba que su bellota favorita estuviera mojada, porque él no entendía de escrúpulos ni melindres. Y en cuanto la tuvo en sus pequeñas manitas (o debería decir patitas), saltó de Yona hacia Hak, y aprovechando un bostezo, se la lanzó dentro de la boca.

Hak se envaró. La espalda excesivamente recta, inmóvil y pasmado. La bellota seguía en su boca.

Nadie se movió.

Hak seguía paralizado.

Yona se estaba poniendo roja.

Pero los rebufos de la risotada que Jae-Ha intenta contener (obviamente, sin demasiado éxito) rompieron el silencio.

Y entonces todo pasó muy rápido.

—¿Qué sucede? —preguntó Kija, siempre ingenuo y despistado.

—Un beso indirecto, eso es lo que pasa… —declara Jae-Ha, con la boca abierta en una sonrisa traviesa.

—¿Y eso qué es? —inquirió Shin-Ah, inocente en estos asuntos.

—¡La señorita y el señor se han besado! —agrega Zeno con voz alegre.

Yona enrojeció todavía más. Mucho más.

Algún valiente sin instinto de autoconservación podría decir que Hak también.

Jae-Ha estalló finalmente en carcajadas escandalosas, justo antes de que el exgeneral se pusiera en pie con una mirada que prometía dolor. Mucho dolor…

Y el Dragón Verde huye para salvar la vida, muerto de la risa, con Hak tras él intentando darle con el quandao.

—¡Bestia del trueno! ¡No lo mates mucho, porque la sangre es muy difícil de limpiar! —les grita Yoon antes de perderlos de vista.

Ao aplaudía feliz… Bien sabía él que con comida todo se arregla…

¿Pero dónde está su bellota?