Capitulo 1- Aprendiendo a sobrevivir
Me sentía cansada, con todo el cuerpo más pesado de lo normal. Me costaba levantarme, y no solo por el cansancio que tenía...sino porque dependía más de mis manos...abrí los ojos... todo era más...¿colorido? Ya temía de que me hubiera dado un golpe en la cabezota... pero al ponerme sobre mis codos para tener una mejor vista de lo que me rodeaba... vi algunos arboles, y no muchas nubes. Aunque la verdad es que no me hubiera importado, porque me hubieran ahorrado tener que quedarme ciega con el sol...y no solo fue mi vista...sino todos mis sentidos...Era como si hubiera...cambiado... Casi me olvidé de que poco antes me estaba quejando de mis músculos. Vi pasar una mariposa cerca de mi, mirando cada movimiento de sus alas, como si me incitara a atraparla. La mariposa fue acercándose a mi cada vez más, dándome la oportunidad de ver con más detalle sus coloridas alas. Y entonces, se posó en mi hocico...¿hocico? Guié mis ojos a la mariposa y a su apoyo... Me dije a mi misma que tendría que tener uno de mentira, haciendome ya mis fantasías de que había habido una fiesta de la cosecha o algo...pero el tacto no me fallaba...notaba las diminutas patas de aquella mariposa. Pequeñas y delgadas. Mi cuerpo no se había movido desde que la mariposá se había parado en mi nariz. Si, aun no había asimilado bien mi nueva fuente de olfato.
Quise bajar la mirada y mirar al suelo, pero mi cabeza no reaccionaba. Perfecto. Ya no era solo mi cuerpo el que no se movía, sino también mi cabeza el que no obedecía. Con la esperanza de poder engañarme, cerré los ojos y descendí la mirada. Para cuando los abrí, la mariposa ya se había ido, y me había dejado via libre a ver la realidad...¿ Dónde estaban mis manos?¿ y mi piel no peluda y suave?¿ Y mis queridas uñas recién bañadas en aceite? Me quedé un rato cabizbaja, observando aquellas patas grises con tono rosado peludas. Grité, si a lo que hice se le pudiera llamar grito. De mi garganta salió como un chillido que hasta a mi me hizo daño en los oídos. No olvidemos que pude oir el aleteo de la mariposa que me ayudó a ver lo que me había convertido. Oi mi propio eco estremecedor. ¡Vaya potencia que había ganado! Pero me puso nerviosa, más de lo que estaba, y eso me lo puso más y más. Decidí mantenerme en calma, y analizar la situación...¿Qué había pasado?¿qué ME había pasado? Y en un intento de recordar...solo vi nada...Lo había olvidado. ¿ Quien era yo? Increíble...Deseé que aquello solo fuera una mala pesadilla, poder despertar en mi cama que con tanto gusto dormía. Cerré los ojos y esperé. Cuando los abrí, todo seguía igual. Estaba confusa. Confusa por todo. No sabía qué hacer, así que decidí por el momento, adaptarme a mi nuevo YO.
Había visto a miles de animales de cuatro patas. ¿ Quién no? Si tantos había, se supone que debería ser fácil... Madre mía, dónde me he metido...me sentía muy extraña con los talones tan altos. ¿ Porqué no recurrieron a las rodillas como apoyo? Cuando conseguí apoyarme en mis cuatro nuevas patas, era como para reírse. Las patas estaban más separadas de lo normal, y eso por no decír que parecía tener frío. Ahora solo era cuestión de equilibrio. Fui dando pasos cortos y poniéndolos cada vez más rectos. Ya casi...por fin!!! estaba en pie! y para rematar, decidí aprender a andar. Bueno...esto no estaba tan mal. No cansaba tanto como a dos patas, lo cual me relajó.
Observé en mi excursión a paso de tortuga, que el suelo no era muy uniforme. Había bastantes baches que esquivar, y varios charcos de humedad que me hicieron gracia pisar. Era increíble la sensación que producía el contacto con el agua con esas almoadillas de las plantas de los pies. Al poco tiempo, vi que el suelo era mucho más reconfortante para experimentar nuevas formas de desplazamiento. Cuando llegué, aceleré el paso y hice un estilo trote. Sentí como el aire acariciaba mi pelaje. Sentía un ligero frescor en la piel. Qué agradable. Ante la motivación que me entró con todas esas sensaciones, me dispuse a correr. Primero despacio para acostumbrarme, pero al poco tiempo, ya estaba haciendo carreras en círculos y haciendo maniobras de esquivo. Lo adoraba. Adoraba la sensación de libertad que sentía. Aunque aquello no duró por mucho tiempo.
Poco después, mis orejas se desviaron hacia el lugar del que había venido. Pude captar varios olores, algunos muy fuertes. No pude contenerme a hacérmelo encima... era increíble que con un olor pudiera intimidarse tanto a un animal. Y para colmo, aquello me inmovilizó. Poco a poco, pude ver las siluetas encarnadas de pelaje acercándose a mi alrededor. Eran grandes, y eso que aun estaban bastante lejos. Pude admirar sus colmillos desde la distancia, sus alientos convertidos en vapor gracias a la condensación del ambiente. Cada vez hacía más frió. Mucho frío, y eso ayudó a mis músculos a congelarse de miedo. Me grité con todas mis fuerzas escapar de ahí, pero no podía. Tenía demasiado miedo. Pero aun así, seguí intentándolo, y para cuando empezaron a rodearme, escapé de aquel aquelarre.
Corrí y corrí, todo lo que pude, oyendo el descompás que había entre mis patitas y sus garras. Esquivé todos los obstáculos que se me pusieron delante. Muchos me ayudaron a librarme de algún que otro lobo, pero no fue suficiente. Uno de los arboles caídos que pude saltar, atrapó con sus ramas una de mis patas traseras. No pude contenerme a gritar de dolor. Caí y rodé unos metros más allá. Los lobos, en cambio, lo saltaron sin problemas y me acorralaron. Cuando subí la cabeza de intentar evitar que me desangrara más, vi que eran menos que antes. Todos desprendían olores exóticos, penetrantes...y eso hizo que incluso mi cola m hiciera daño de lo asustada que estaba... De repente, todo el grupo, yo inclusive, oímos unos ruidos. Se pusieron nerviosos, aunque yo no sabía muy bien el motivo. Lo último que recuerdo, es que mientras me empezaba a marear y a cerrar los ojos, una silueta apareció y con una palabra que no conseguí captar, hizo salir fuego de su boca, e hizo escapar a los cazadores.
