Mi historia:
Nací en una pequeña villa cuyo nombre no recuerdo. La villa se encontraba en los bosques del monte Hyjal, ahora destruidos. Mi aldea fue arrasada por una colosal fuerza nerubian que surgió del suelo debajo de nuestros pies. Siendo tan sólo una niña me quedé sola y deambulando por los bosques.
Al cabo de dos días me topé con un campamento. Al sentir el olor de sus manzanas, sus arándanos y sus tomates no pude resistir la tentación de acercarme. El calor del fuego era maravilloso. Me encontraba comiendo con devoción cuando aparecieron dos seres enormes, cubiertos de metal y empuñando unas gigantescas espadas. Me levantaron en volandas y me zarandearon, a la vez que me hablaban en un idioma desconocido para mí. De repente sonó una voz implacable y los dos hombres callaron y me bajaron al suelo, pero no me soltaron los brazos. Entonces apareció un hombre alto, de tez bronceada y cara afilada. Iba afeitado, a diferencia de los demás, y poseía una mirada penetrante y calculadora. Pero al verme su mirada se dulcificó y su voz pasó a ser suave y agradable. Ordenó algo a los dos soldados y éstos me soltaron. El hombre me cogió de la mano, de una forma suave pero que dejaba claro que no tenía intención de soltarme. Me llevó hasta una tienda, donde me señaló una silla y me dió varias manzanas, un par de zanahorias, un trozo de carne asada y una jarra de agua. El olor de la carne me daba náuseas, por lo que la aparté lejos de mí. Me comí las zanahorias y dí unos cuantos tragos de agua. El hombre no paraba de observarme, en especial mis orejas, largas y puntiagudas, y las marcas de nacimiento que tengo en la cara.
Cuando llené el estómago empecé a notar el peso del sueño en mis párpados, solté un gran bostezo. Al verme bostezar el hombre salió de sus pensamientos, se levantó y me señaló su cama, al ver que yo no comprendía, me llevó de la mano hasta la cama. Me senté en ella, y el hombre salió de la tienda a dar unas órdenes a un par de soldados, unos instantes después volvió a entrar con una almohada y unas mantas. Las colocó en el suelo y se tumbó en ellas. Un hombre se apostó en la entrada de la tienda, supongo que para evitar que yo no me escapase. Me tumbé en la cama y caí presa del sueño.
Al cabo de unas horas un estallido me despertó, me levanté sobresaltada y vi que el hombre no estaba tumbado en las mantas. Fuera de la tienda se oían gritos, rugidos, estallidos y golpes. Asomé la cabeza fuera de la tienda y vi que se estaba llevando a cabo una batalla, el campamento estaba siendo asediado por un clan fúrbolg. Presa del miedo me escondí debajo de la mesa que había en la tienda y rompí a llorar. No sé cuanto tiempo duró la batalla ni cuánto tiempo estuve allí escondida, pero cuando vi que el hombre entraba en la tienda me tranquilicé y salí. Entonces vi que lucía una gran herida recién cosida en un brazo. Traía consigo unas cuantas frutas y algo de carne, que yo aparté enseguida. Cuando terminé de comer me cogió de la mano y me llevó fuera de la tienda. El campamento estaba agitado, todos los soldados estaban ocupados desmontando tiendas y cargando caballos, pero en cuanto me veían dejaban todo lo que estaban haciendo y centraban su atención en mí hasta que el hombre de cara afilada les decía algo. Un soldado llegó corriendo con una caja en las manos, intercambió unas cuantas frases con el hombre amable y abrió la caja, dentro se encontraba un cachorro de Sable de la Noche. Al verle noté que tenía miedo, igual que yo la noche anterior. Entonces le dije que no tuviese miedo, que no le harían daño y que yo cuidaría de él. Me miró fijamente y vi en sus ojos que me entendía, luego su mirada se alegró. Lo cogí en brazos mientras los hombres me miraban estupefactos. El hombre amable me indicó que le siguiera, y yo le hice caso, había algo en aquel hombre que me inspiraba confianza y seguridad, me gustaba estar con él. Me llevó hasta un carro, me alzó y me subió a él. Dió unas órdenes y un ser, parecido a los hombres pero más pequeño y más peludo, subió al carro y tomó las riendas de los caballos. A su vez, mi protector montó en un corcel blanco enorme y encabezó la marcha de la tropa.
El hombrecillo peludo se distraía a menudo mirándome, y se llevaba una reprimenda de los otros hombres cada vez que el carro se desviaba del camino. Yo pasaba las horas acariciando al cachorro, tenía un pelaje negro y brillante surcado por unas líneas blancas. Decidí que necesitaba un nombre. Ystar, en lengua común Estrella. Así lo llamé y ése sigue siendo su nombre.
Cuando empezó a oscurecer el hombre amable vino a buscarme y me llevó a una tienda, Ystar no quiso separarse de mí, ni yo de él, por lo que lo hice entrar a la tienda. Una vez dentro mi protector me señaló una silla, yo me senté en ella con Ystar en mi regazo y él se acomodó en otra delante de mí y me miró fijamente. Al cabo de unos instantes se señaló a sí mismo y dijo Phillip, después me señaló a mí y se quedó en silencio, esperando una respuesta. Como yo no sabía lo que quería no hice nada. Entonces repitió el mismo gesto: se señaló y dijo Phillip para luego señalarme a mí y permanecer en silencio. Como yo seguía sin responder optó por otra manera: cogió mi mano y se señaló con ella diciendo Phillip, luego me señaló con mi mano y permaneció callado. En ese instante entendí lo que quería, y se lo dí diciendo Kirst. Al oírme se le iluminó la mirada y una sonrisa cruzó su cara mientras repetía mi nombre. Después señaló a Ystar y yo dije su nombre. Cada vez estaba más contento. Me dió peras, tomates y carne. Le dí la carne a Ystar y devoré las peras y los tomates. El hombre puso unas mantas en cada lado de la tienda, me señaló unas y él se estiró en las otras. Le imité, Ystar se acostó conmigo y nos dormimos.
Al día siguiente Phillip decidió viajar conmigo y durante el camino me señalaba cosas y me enseñaba palabras en su idioma. Los días pasaron y los hombres se acostumbraron a mi presencia, algunos se divertían enseñándome palabras cuando Phillip no estaba.
El paisaje fue cambiando a medida que los días se convertían en semanas, el verde se volvía menos intenso y el olor del ambiente era distinto. Al cabo de cuatro semanas de viaje llegamos a un sitio donde la tierra se acababa para dar paso a una gigantesca masa de agua, Phillip lo señaló y dijo: Mar. Continuamos por la costa hasta llegar a un extenso campamento, en el agua se encontraban unas estructuras enormes a las que Phillip llamó Navíos. Me llevó a una tienda entre miradas curiosas como las del primer día. Le pedí algo de comida y al cabo de un rato llegó un soldado con algunas frutas para mí y pescado para Ystar.
Al dia siguiente, cuando me desperté, Phillip no se encontraba en la tienda, por lo que decidí salir con Ystar a dar una vuelta por el campamento. Encontré tanto Humanos, como los llamaba Phillip, como Enanos, pero también encontré unos hombrecillos aún más pequeños y otros altos y de orejas puntiagudas como las mías, pero de piel más blanca y con miradas cargadas de energía. Me acerqué a un enano y le pregunté por aquellos seres, me contestó:
—Ésos, pequeña —dijo señalando a los hombrecillos—, son mis primos los Gnomos, y aquellos —ésta vez señaló a los altos— son lo que parecen ser tus primos, los Elfos. Los elfos no me caen demasiado bien, siempre con sus miradas arrogantes y sus falsos modales. Pero tú, por más que te les parezcas, eres diferente, espero que nunca acabes como ellos. Si necesitas algo búscame, mi nombre es Turin —dijo a modo de despedida, para luego seguir con su trabajo.
Pasé todo el día explorando el campamento, mirando cómo practicaban los soldados, cómo construían carros y botes, cómo pescaban y charlando con algunos de los que me conocían. El dia pasó rápido, cuando oscureció me dispuse a volver a la tienda de Phillip. Pero me encontré con dos hombres que me cortaban el paso, intenté rodearles pero me volvieron a cortar el paso. Olían raro, un olor fuerte, espeso y desagradable que me mareaba. Intenté pasar otra vez, pero tampoco me dejaron. Entonces uno me tiró al suelo de un empujón y se puso a reír a carcajadas, el otro me tiró agua encima y también se rió. En ese momento sentí miedo, rompí a llorar y me fuí corriendo con Ystar. Los dos hombres me intentaron seguir, pero sus movimientos eran torpes y les costaba seguirme. Me escondí en la sombra entre dos tiendas, para que no me pudiesen ver, de una manera que había aprendido por instinto en los bosques del monte Hyjal. Me hice invisible a los ojos de los demás y lloré, lloré durante horas.
Escuché las voces de Phillip y Turin llamándome. Quería ir con ellos, pero tenía miedo del resto de la gente, así que mandé a Ystar a buscarlos. Cuando los trajo salí de las sombras para que me viesen, abracé a Phillip y rompí a llorar otra vez. Me alzó en brazos y en el camino a la tienda me dormí con la cabeza sobre su hombro.
Al día siguiente me dijo que iba a volver a su casa y quería llevarme con él. Al cabo de dos horas estábamos en un bote en dirección a uno de los grandes navíos. Nos dirigimos al camarote en el que dormiríamos durante el viaje. Era una habitación cuadrada, con un ojo de buey para ver el exterior, con dos hamacas y un escritorio con dos sillas. Entonces Phillip se sentó en una de las sillas e hizo un ademán de que me sentase yo también.
—Kirst, presta mucha atención a lo que te diré ahora. Nos vamos a un sitio lleno de gente, mucha de la cual es como los soldados de ayer, te tratarán mal sólo por ser distinta. Yo no quiero que eso te derrumbe, pero has de saber que no podrás pasar demasiado tiempo entre la gente, ni podrás trabajar como un humano. Has de saber que tendrás que vivir escondida, ya que si te descubre alguien te trataría como a una alimaña de circo. Para muchos no eres más que una criatura exótica. Y hay muchos peligros al acecho de una chiquilla como tú.
Durante los tres meses que duró el viaje Phillip se dedicó a enseñarme la historia de su nación: me explicó la primera guerra, los humanos se enfrentaron a los orcos del clan Draenor, que vinieron del otro lado del portal tenebroso para invadir los reinos de Atheroth, guerra en la cual la ciudad de Ventormenta fue destruida; la segunda guerra, en la que los humanos decidieron reconquistar los territorios perdidos durante la primera guerra y en la cual siguieron a los orcos que huían de vuelta a Draenor al otro lado del portal, que después fue cerrado de nuevo. Me explicó los comienzos de la alianza entre Humanos, Enanos y Gnomos, también con los Elfos. Me contó que los enanos eran unos fanáticos de la tierra y del metal, así como de los tesoros, tanto materiales como culturales; y que los gnomos eran unos cerebritos que no paraban de inventar cachivaches y trastos, de los cuales sólo unos pocos eran realmente útiles. Me describió orcos, Trols, Goblins, Dragones, Múrlocs, Gnolls y muchas otras razas de las que poblaban el mundo conocido. Asimismo yo le expliqué lo poco que conocía de mi mundo: le hablé de los Antárboles, de los Ancestros, de los Furbolgs, de mi villa, de nuestros druidas, de nuestras costumbres, de nuestra relación con la naturaleza. También le hablé de Elune, nuestra diosa magna y benevolente, le hablé de las leyendas que conocía, que hablaban de la sacerdotisa Tyrande y los hermanos Tempestira, y sus enfrentamientos con demonios. Y le hablé de mi vida en general.
