Disclaimer: Los personajes le pertenecen a Stephenie Meyer, yo sólo me divierto&juego con ellos. ^.^

¿Cuándo te fuiste?

Niña mimada.

Iba caminando por las calles, pensando en todas esas pequeñas cosas que me hacían feliz, pero, sintiendo que algo me faltaba. No puedo decir que soy una santa, y puedo asegurar que mis padres me han criado para que sea una de las chicas más caprichosas que una persona pueda conocer. Sí, eso todo es verdad, la mayoría de las personas, si les pides una palabra para describirme, normalmente te dicen: egoísta, caprichosa, materialista, niña mimada, y sus variables. Sí, así soy yo, todas esas cosas hacen que pienses en mí sí me conoces. El nombre de Rosalie Hale no te suena muy agradable, más te hace pensar en una perra que parece modelo –según los chicos-. Era desagradable, por eso siempre estaba sola y ahuyentaba a todo el que se me quisiera acercar, era por su bien y ¿por qué negarlo?, igual por el mío.

-¿Qué diablos le pasa, Rosalie Hale? –me preguntó mi madre. Nos llevamos de usted porque no podemos ser una puta familia normal simplemente.

-Nada, madre –dije mirándola como lo que era: una de mis personas no favoritas en el mundo, por no decir otra cosa hacía su persona.

-¿Entonces por qué sale sola a la calle, sin algún amigo o una mierda así? Siempre está sola, eso es desesperante. Te pasara algo malo uno de estos días.

-No necesito la compañía de alguien, siempre me andan criticando por lo que soy, y todo eso ¿qué sentido tiene estar acompañada bajo esas condiciones?

-Rosalie, es tan superficial y mimada, esa actitud no me hace ni un mísero chiste.

Cuando mi madre terminó de decir eso me le quedé mirando con una ceja alzada, fruncí mis labios.

-¡Es su actitud igual! ¡De usted aprendí a ser así! ¡Yo no sería nada de lo que soy, de lo que viborean las pavas de mí sino fuera por su culo! –rugí y caminé grácilmente hacía mi habitación sin esperar nada, porque estaba harta de los culeros que tenía como padres.

Me sentí una perra desgraciada cuando llegue a mi habitación y me d cuenta de lo que le había dicho a mi madre. No debí de haberme sentido así, realmente era una puta de dos centavos.

Escuché como unos gráciles pasos se acercaban veloces a mi habitación y de la nada mi puerta se azotó tan fuerte que me hizo querer aventarme por la ventaba del susto.

-¡Empaqué su porquería y lárguese! –rugí mi padre quien fue el que entro abruptamente a mi habitación con mi madre pisándole los talones. Los dos me miraban de un modo arrogante y con odio, era una mirada que no cualquiera recibiría de sus padres, es más, la mayoría de la gente debe de pensar que sus padres son un dolor de culo sólo porque no los dejan estar fuera en alguna fiesta pasando de las 4 de la mañana. Eso era algo muy estúpido considerando a las personas que no somos ni miradas por nuestros padres, eso sería más que gloria para personas como yo.

-¡Te quiero fuera antes de la cena, pesado de porquería mal hecha! –rugió mi madre.

Que cálida, ella siempre tan amable y cariñosa, la amaba tanto… (Por favor, nótese el sarcasmo en mis pensamientos).

Agarre dos de mis maletas, una era una simple mochila donde metería mi chuchería sin importancia y la que sí tenía importancia y la otra era una maleta considerablemente grande donde metí toda m ropa, mi iPod, su cargador y mi celular y su respectivo cargador y cosas por el estilo.

Justo cuando estaba terminando me dispuse a recoger mis pertenencias de la repisa que estaba arriba de mi cama, me di cuenta que esa repisa era la que más usaba para llenarla de fotos, fotos de mis padres y yo. Eran bonitas, algunas muy estiradas y formales y otras espontaneas. Como las de cuando era pequeña, eran muy bonitas.

Me dio tanto coraje verlas.

¿Para qué tuvieron una pinche criatura sino se iban a responsabilizar de la cosa esa? No estoy diciendo que hubiese preferido no nacer, sólo digo que me hubiese gustado hacerlo en otras condiciones.

-¡Ya lárguese de la casa! –escuché el grito de mi madre desde la gran planta de abajo. Agarre todas las fotos de mi repisa que había guardado en una cajita de satín que ocultaba bajo mi cama desde pequeña y que nombre como "Mi cajita de momentos felices", si lo preguntan, no, no está muy llena, pero está bien, supongo… o, claro, estaba.

Agarre todas mis cosas que había guardado y baje, no sin antes agarrar un portarretrato donde mi madre había puesto una foto de los tres; yo sabía que amaba el portarretrato, la foto le daba igual porque estaba yo, pero el portarretrato tenía esmeraldas importadas y un chingo de mamadas todas caras ahí. Así que saque la foto cuando ellos iban pasando y la partí en dos, de un lado estaban ellos dos y del otro yo, como siempre, sola. Eso me daba igual. Ellos no se inmutaron, ni nada, simplemente siguieron andando hasta que yo hice mi siguiente maniobra.

Luego de guardar mi foto en el bolsillo de mi pantalón, agarre el encendedor que mi padre siempre dejaba en esa mesilla y le prendí fuego a la foto, haciendo que ardiera con coraje y sin piedad. Ellos sintieron el extraño olor y me voltearon a ver, cuando se dieron vuelta y notaron lo que hacía, el fuego ya estaba quemando mi mano pues ya estaba casi destrozando toda la foto. La mire, con rabia y una sonrisa sádica que hacía juego con mis ojos de coraje y vi que ya había destrozado por completo sus imágenes así que sólo le sople lo más fuerte que pude y la deje caer a sus pies, les guiñe el ojo mientras mordía mi labio y golpeé el portarretrato, estratégicamente colocado para que cuando hiciera ese pequeño movimiento con mi mano éste callera al piso, y sabía que se rompería porque… seamos realistas, es un objeto estúpido y frágil, ¿cómo no romperse con esa caída?

Pero no importo, me largué de ahí sin esperar la reacción de cualquiera; escuché sus mugres maldiciones hacía mi persona y ¿saben qué? Me valieron madres. Por primera vez me sentía tan libre dejando esa maldita casa rica… sólo había un pequeño, insignificante y puto problema: No tenía a donde ir.

Entré a una cafetería llamada Mundo café y me senté en una de las sillitas que estaban enfrente de la barra donde estaba el mostrador y todas esas pendejadas gays de los cafés.

-Buenas tardes, ¿qué puedo servirle? –preguntó sonriente una chiquilla castaña con cara corazón y unos enormes ojos castaños, leí en su gafete su nombre: "Isabella" y me pareció un nombre muy cursi pero agradable.

-Hola, nada, realmente –dije con voz fría, como una señal para que se alejara rápido.

-De acuerdo –dijo, pero no capto la señal porque se quedó ahí.

-¿Se te ofrece algo a ti? –Mis ojos estaban que la mataban

Sí, perdón pero mis padres nunca me enseñaron a ser amable o linda con alguien más. Lo siento perrita.

-Me preguntaba para que son todas esas cosas que cargas contigo –dijo encogiéndose de hombros.

-Mis padres me hecharon a la calle –hice un puchero falso y rodé los ojos-. Como sea, soy miserable. –Mis sonrisas sarcásticas estaban muy bien ensayadas.

-¿No tienes a dónde ir? –preguntó la muy burra, otra vez.

-No, por eso soy miserable –le di énfasis a la última palabra-. Pero ¿y eso qué? Da igual para todos, y tú estás incluida en todos –prácticamente en el aire remarqué la última palabra pues la dije silaba por silaba y con un énfasis muy, demasiado, notorio.

-Sí, quizá no me deba importar pro ¿qué crees? –ahora ella usaba una puta sonrisa de "me vale madres quién seas a mí no me hablas así, perra"-. Soy una pinche buena persona y me gusta ayudar a las personas

-¿Y qué –use la voz menos seca que pude encontrar en mi repertorio-, ahora me dirás que querías darme alojamiento en tu casa? ¿Ó qué madres?

-Te iba a dar alojamiento, pero vales madres, perra –dijo y se dio la vuelta, topándose con un hombre alto y bastante musculoso, su cabello era negro y corto. Era sexy, debo admitirlo y estaba muy bien formado. Era alto y tenía una sonrisa de soy sexy, pequeña, ámame, que incluía pequeños hoyuelos en cada una de sus mejillas.

-Bella, ¿qué pasa? –preguntó él.

-Problemas con la señorita –dijo la muy golfa esa.

-Hola, señorita, ¿le puedo ayudar en algo?

-Si no tienes un pinche alojamiento para mí o una chingada máquina del tiempo que me ayude a volver cuando era pequeña y hacer que mis padres no sean unos cabrones amargados, estirados y engreídos ó para lograr que mis padres no se conozcan ó me dejaran en un orfanato para no crecer con ellos, entonces no. –Le dije con un sarcasmo y una frialdad que creo que le gane a cualquier perdedor que intentara ser malo y frío. Putos.

-Claro, yo soy Emmett McCarty y ella es Bella Swan –dijo señalando a la ganadora del premio de mi amistad-¿y tú?

-Rosalie Hale –dije, girando los ojos con egocentrismo.

-¿Hale? –preguntó Bella-. ¿De los riquillos y eso? ¿Tú eres esa tipa que dicen que es la manzana de la discordia? ¿La qué no se toca en lo más mínimo porque te congelas? –preguntó con falsa emoción-. Qué pena me das, oxigenada.

Le enseñe el dedo y quería saltar sobre ella y arrancarle cada uno de sus pinches cabellos castaños, pero no lo hice, sólo me mantuve fría en mi lugar.

-Sí, soy esa pinche perra, odiad por todos y esas mamadas ¿y qué? ¿Tienes algún problema?

-Sí, que eres una perra –dijo ella y con eso se fue.

La mate con la mirada hasta que la perdí de vista, en eso, el chico grandote: Emmett, se puso frente a mi campo de visión.

-Mira, Rosalie Hale –suspiró-. No tengo una máquina del tiempo para complacer todo lo que quieres y bla, bla, bla… pero si tengo donde alojarte.

Alcé una de mis cejas y lo miré con los labios fruncidos.

-Bueno, supongo que uno es mejor que nada… -me resigné-. Ya qué…

Él me sonrió de un modo agradable y ¿qué hice yo? Mirarlo como si fuera una cucaracha, pero no una normal, sino de esas voladoras todas horribles de las que huyes y eso.

-Quita esa actitud de diva, querida, ahora ya no eres más que Rosalie, no dejas de ser una Hale, pero ya no perteneces ahí –me dijo para que lo analizara y reflexionara, seguramente, seguro y lo dijo para que me sintiera mal o alguna mierda así. Pobre. Iluso.

-Nunca pertenecí a los Hale, pequeño –le dije, alzando las cejas a modo de reto.

-Pareces una gran y enorme niña mimada, eso es ser una Hale, mi adorada.

-Sí, bueno, mis padres nunca me dijeron que me amaban y me abrazaron solo cuando ¿qué? No podía caminar y fue sólo para fotos. Me odiaban y ¿qué crees? Yo a ellos. –Dije cada palabra moviendo mis labios con delicadeza y dándole un tono a mis palabras sensual y prolongado.

-Déjame llorar por ti, Rosie –dijo con sarcasmo mientras me guiaba hacía unas habitaciones por una escalera que estaba por el mostrador de la cafetería.

Cuando llegamos había cuatro puertas, dos contra dos. Eran muertas de madera pintadas de blanco y con cursis pizarrones pegados.

"Edward y Bella" decía el primero. Frente a ese decía "Alice y Jasper", aparentemente estaban divididos en grupitos y eso. La que le seguía decía "Jacob", bueno, el debía ser la excepción… entonces me giré y vi que la última decía: "Emmett"

-¿Se supone que dormiré en el corredor?–pregunté al ver que no había ninguna pinche puerta más.

-Dormirá en mi pequeño apartamento, señorita –dijo burlón.

Lo miré como si tuviese dos cabezas o quizá un tercer ojo. No, de ningún modo. ¿Cómo se le ocurría esa pendejada tan grande? No podía compartir un minúsculo apartamento de mierda con él ¿qué le pasaba por su pinche cabeza? Seguro nada, era segurísimo que estuviera llena de aire y nada más de eso. Pendejo. Puto. Perro. Blablablá.

-No preciosa, sólo tiene una habitación, eh –dijo, eso me aterró más aún. ¿Tendría que compartir la habitación con él? Que. Pendejada. Tan. Más. Cagada.

-¿Dormiremos juntos? –Juro y perjuro que mis ojos estaban abiertos como platos.

-Amenos que quieras dormir en el piso, princesa.

Lo iba a ahorcar.

-No tienes mucha opción… así que: elije rápido, abre esta puerta y ten un lugar donde estar, aunque sea compartido, o baja esa escalera. Así de fácil a mí me da igual la opción que elijas realmente…

Le torcí los ojos. Era total y completamente miserable y el dinero que traía sólo me alcanzaría como para una semana en un hotel… bueno, un mes si dejaba de comer. Y… supongo que el bastardo este no me cobraría así que…

-Bien… -rezongué, jalando toda mi basura conmigo.

Caminé, abrí la puerta y entré. Ya no podía ser más la bebé Hale. Ahora estaba atrapado con Mounstrixmett por un tiempo indefinido… me odiaba y más aún. Lo odiaba a él y esperaba que mis padres tuvieran una muerte lenta, dolorosa y enfermiza… y que pase pronto.