Inspirado en una lista de Soulmate AUS que vi en tumblr. Aunque me tomé mis libertades para moldear el AU a mi gusto. En este caso sólo puedes ver color en las cosas que tu alma gemela ha tocado directamente. Una vez toca un objeto o persona, ésta adquiere todo tipo de tonalidades y resulta muy llamativa. Hay personas que se dedican a dejar un rastro tocándolo todo para que su persona especial les encuentre lo más rápido posible. Y otras, como Fushimi, que no les hace gracia el tema y prefieren no tocar muchas cosas.

El fic está acabado pero decidí cortarlo en dos capítulos para que se hiciera más llevadero. Y es que aunque yo me como fics largos con patatas creo que este se hace un poco pesado. El segundo capi lo subiré la semana que viene.

¡Gracias por leer!


A altas horas de la noche, con la tenue luz de la luna y una pequeña brisa que se colaba por el ventanal de la habitación, una ligera sombra se movía con cautela. Analizando sus pasos e intentando hacer el menor ruido posible se encontraba un joven Saruhiko, de apenas seis años de edad, saliendo de su cuarto y recorriendo los pasillos de la inmensa mansión donde vivía.

Momentos antes, aún metido en la cama, se había dicho a sí mismo que podía esperar... Que no tenía por qué arriesgarse. Aquel hombre estaba en casa en esos momentos y no acostumbraba a quedarse demasiado tiempo... pronto se iría. Entonces ¿por qué no esperar?

Pero la incertidumbre de cuándo sería fue lo que acabó por convencerle en salir de su lecho e ir a buscar "aquello".

Aquello.

Habían pocas cosas que Saruhiko llegara a atesorar de verdad. Incluso a su corta edad, era un niño que intentaba mostrarse lo más impasible que podía ante personas u objetos ajenos. La razón era simple. Miedo. Miedo a que su padre apareciera para destrozarlo en cuanto menos se lo esperara. Aunque no hubiera conocido otra manera de vivir, Saruhiko podía deducir que aquella forma de comportarse que tenía aquel hombre no era normal. Pero también sabía que no podía hacer nada para remediarlo... aparte de ser precavido, por supuesto.

Por eso mismo el mismo día en que encontró cierto objeto de tonalidades singulares por la calle fue que lo guardó con recelo y decidió admirarlo en secreto, bien lejos de la mirada de Niki.

Guardado en un cajón del trastero, en el piso inferior de aquella enorme mansión se encontraba su pequeño tesoro. Un par de meses atrás su madre lo había llevado con ella a visitar a un pariente (muy a su pesar debido a la ausencia de Niki). Mientras que la mujer caminaba a varios pasos más adelante de él, Saruhiko intentaba seguirla con dificultad debido a su corta estatura y a la prisa de ella. Quizás fue gracias al poco interés de su progenitora por él que de pronto encontró algo en la acera que captó su atención de inmediato. No sólo porque se tratara de un cubo de rubik, cuya existencia siempre había llamado el interés de Saruhiko por su complejidad y la gran facilidad que tenía aquel hombre para resolverlo... sino por estar completamente repleto de color...

Un total de seis tonalidades distintas en cada cara del objeto en cuestión que contrastaba con el resto del paisaje grisáceo que le rodeaba.

Nunca antes había visto algo así. Impresionado, decidió tomar el juguete a espaldas de su madre. La cual le habría prohibido terminantemente tomar algo de la calle.

A partir de entonces jugó con él cada vez que tenía la oportunidad. Había escuchado las historias que tenían aquel tipo de objetos especiales en el colegio, y aunque no llegaba a entenderlo del todo sabía que si tenía color eran porque alguien en concreto lo había tocado con anterioridad... Y que algún día se encontraría a esa persona, con la cual debía estar.

Saruhiko solía fantasear con qué tipo de persona sería. En su mente deseaba que se tratara de alguien completamente distinto a sus padres, alguien que no sólo no le dejara solo, sino que además le tratara bien. Aunque a medida que pasaba el tiempo y con la perspectiva de su familia había comenzado lentamente a desistir. Sin embargo el encontrar ese cubo le había devuelto sus esperanzas.

Una vez en su escondrijo abrió el cajón con cuidado para sacar su preciada posesión. La poca luz de la habitación le impedía ver nada, así que metió la mano para buscarlo. Dentro del lugar sólo estaba el cubo, por lo que no resultaría difícil hallarlo.

Tragó saliva cuando lo único que su mano encontró fue un vacío en el espacio. Movió con inquietud su brazo de un lado a otro, pero definitivamente no había nada dentro. De pronto la luz de la habitación se encendió haciendo que el niño saltara del susto, cuando se dio la vuelta casi le pareció ver un fantasma.

... en realidad hubiera preferido mil veces que realmente se tratara de uno.

Allí estaba Niki observándole con una expresión socarrona y con el cubo de rubik en su mano derecha... ¿cuándo...? ¿Acaso había estado esperándole? ¿Y cómo había sabido que iba a bajar?

—Buscabas esto, me imagino—Dijo el hombre mientras jugaba con el puzzle y lo resolvía en cuestión de segundos—. Así que mi pequeño mono tiene un juguetito secreto con el que juega por las noches ¿no es adorable?

Saruhiko no mencionó palabra, sabía de sobras el desenlace que aquello tendría, pero una parte de su interior gritaba y se revelaba con que no quería que su cubo terminara igual que todo lo que había ganado su aprecio.

... No... es algo cualquiera... ¡No es algo que puedas romper!—Exclamó el niño alzando su temblorosa voz—. Tiene... tiene color, por lo que no es mío... tengo que devolvérselo a otra persona. No tienes derecho a deshacerte de él.

La risa que acompañó al hombre a continuación sería un sonido que jamás lograría olvidar.

—¡No me digas...! ¡Entonces esto es mucho mejor de lo que creía!—Sacó algo de su bolsillo. Algo que hizo que Saruhiko abandonara toda esperanza que aún pudiera albergar. Niki tenía dos formas de destrozar sus pertenencias; una era romperlo todo a cachitos y la segunda quemarlo hasta que no quedaran más que cenizas. Juzgando por el mechero que ahora sostenía en su mano izquierda... ya podía imaginarse de qué se trataría esta vez.

¿Querías devolvérselo a quien fuera tu alma gemela? Entonces me alegro de haber llegado a tiempo. Por tu propio bien has de saber que todo lo que has oído del tema no son más que mentiras. Mi pequeño mono...—Esbozó una sonrisa—. Te daré un buen consejo. Huye del color con todas tus fuerzas... porque la persona que está detrás de todo sólo querrá utilizarte para su propio beneficio. Querrá cambiarte, moldearte y si no tiene paciencia acabará por dejarte aún más solo de lo que ya puedas estar. Las almas gemelas no son más que cadenas... —Y dicho esto comenzó a prender fuego a su estimado cubo sin titubear ni por un momento—. Y una falsa ilusión que sólo hará que caigas al suelo con más fuerza todavía. Tendrías que agradecer lo que estoy haciendo por ti...

Con las lágrimas que había conseguido arrancarle tras la escena Niki sólo amplió aún más su sonrisa. Saruhiko decidió volver a su cuarto para intentar olvidar todo aquello... su cubo ya no existía. Aún si llegara a encontrar cualquier otra cosa de color Niki volvería a destrozarlo... así que realmente no valía la pena.

Y si además... aquel hombre llevaba la más mínima razón en lo que le había contado...

Entonces prefería no volver a relacionarse con el asunto. Nunca más.


Fushimi odiaba ese tipo de días.

Días en los que al tener poca faena en la oficina, sus compañeros de trabajo se relajaban tanto que acababan por entablar conversaciones insustanciales. Conversaciones que conseguían sacarle de quicio.

El problema no residía en las charlas en sí, sino en el volumen de éstas. Si tantas ganas tenían de hablar y no aplicarse el cuento, entonces ¿por qué no se daban una vuelta por el jardín del edificio y volvían una vez recuperaran la mentalidad de trabajar?

Suspiró hastiado, si tenían ese panorama en la policía de un sector específico, tal y como era Scepter 4, no quería ni imaginarse cómo sería la incompetencia de la policía local o incluso nacional. Y si por ende así eran todos los departamentos entonces normal que el gobierno estuviera así de patas arriba.

Al menos él sí daba palo al agua y su faena era más que eficiente, incluso como para compensar la ineptitud de sus compañeros.

Aquel pensamiento le hizo sentir un tanto mejor.

Poco después de la muerte de Niki y debido a la negligencia de la esposa de éste con respecto a Fushimi, el joven había tenido que buscarse la vida por sí mismo. Por fortuna, gracias a su gran intelecto y a sus dotes informáticas pudo encontrar trabajo en un departamento de inteligencia policial. De alguna manera el jefe del lugar había encontrado potencial en él y acabó enchufándole lo suficiente como para que obtuviera un puesto de trabajo bastante decente. Pero precisamente por haber entrado allí de esa manera, era que tenía que cumplir con las expectativas a rajatabla.

—¡No te rías Dōmyōji! De verdad que lo pasé fatal—Exclamó Hidaka, elevando la voz aún más e interrumpiendo la abstracción de Fushimi—En cuanto vi a ese delincuente barbudo en color casi me dio un síncope. Por suerte realmente no era él... ¿pero y si lo hubiera sido? ¡Además de que esto significa que "ella" le ha tocado seguro! Aún no le conozco y ya estoy preocupado.

El imbécil de Dōmyōji aún seguía partiéndose de risa, acabando poco a poco con la (poca) paciencia de Fushimi. Estaban trabajando, no de tertulia. Fushimi chasqueó la lengua molesto y continuó con su labor, intentando ignorar el molesto chismorreo a su alrededor.

Vaya estupidez, pensó él. Como si no fuera suficiente la comidilla que se traían, encima estaban hablando sobre ese tema.

Por su parte Fushimi no quería saber nada de almas gemelas ni similares. La simple idea de que tu vida entera estuviera ligada a la de otra persona por cuestiones del destino le resultaba incómoda. Muchas personas buscaban como locos aquella media naranja que les ayudaría a ver el mundo entero con otros ojos. Pero él... él prefería mantenerse al margen. Dudaba que aquel mundo tan insulso y aburrido fuera a mejorar en lo absoluto por tener unas pinceladas de color aquí y allá... Y sobre su persona destinada... no se quería ni imaginar el tipo de persona que estaría "ligada" a alguien como él. El sólo pensar en las reclamaciones que haría dicha persona al conocerle, creyéndose con derechos completamente equívocos sobre su persona sólo por una broma del destino bastaba para ponerle de mal humor.

Desde hacía muchísimos años había decidido no dejar ninguna pista para la persona que estuviera encadenada a él. ¿La ingeniosa solución que había encontrado? Unos guantes de doble gasa. Si no tenías contacto directo con ningún objeto o persona entonces para ojos de tu alma gemela jamás adquirirían color. Y cuanto menos rastro de color, menos posibilidades había de que pudiera encontrarte.

En realidad maniobrando así no sólo se estaba haciendo un favor a sí mismo, sino a ambos. O eso solía repetirse de vez en cuando.

Por eso mismo, tras salir de la oficina y observar que la mismísima calle que más transitaba a lo largo de los días estaba repleta de color supo que debía empezar a preocuparse de verdad.

Su alma gemela estaba cerca.

Era algo bastante obvio. Sobretodo si se tenía en cuenta que a partir de entonces, a cada día que transcurría, Fushimi encontraba algo más de color a su alrededor. Incluso en lugares impensables, como a lo largo de toda la carretera. Lo cual le hacía plantearse si esa persona se dedicaba a ir restregándose por los suelos.

Por supuesto toda la situación no hacía más que enervarle y, más concretamente, angustiarle. A cada nuevo objeto que encontraba de color a lo largo de las semanas, una nueva bronca que se sacaba de la manga para sus compañeros de trabajo. Jamás había escuchado tantas quejas sobre él en lo que llevaba en Scepter 4. ¿Pero acaso no era comprensible...?

Bueno, a ojos de personas tan simples como ellos eran, quizás no.

Lo único que conseguía apaciguar su estado de ánimo era su plan de ser más precavido que de costumbre. Comenzó a adquirir una rutina de "de casa al trabajo y del trabajo a casa" que, aunque no difiriera tanto de como había estado actuando hasta aquel entonces, tranquilizaba sus nervios lo suficiente como para no matar a sus compañeros cuanto éstos acababan con su paciencia.

También intentó centrarse más en su labor. Se pasaba aún más horas en la oficina, tanto por la mañana como por la noche.

Quién le iba a decir que aquello, precisamente, sería su gran fallo.


Apenas eran las ocho y pico de la mañana y ya había terminado con su tercera lata de café en lo que llevaba del día. Normalmente llegaba sobre las diez al departamento, por lo que la falta de sueño ya comenzaba a pasarle factura. Si no se apoyaba en la cafeína dudaba que no fuera a quedarse dormido en plena oficina y, con lo orgulloso que era, preferiría cualquier otra cosa antes de que pudieran ver cómo se quedaba agotado en su propia jornada.

Levantó la mirada y antes de poder siquiera asimilar lo que estaba ocurriendo algo captó la atención directa de sus retinas, despertándole por completo. Sintió un escalofrío a lo largo de toda su espina dorsal. Una extraña sensación que podría compararse al miedo inundó todo su ser y hasta su cuerpo y mente parecían haberse congelado durante unos segundos.

Lo que había captado la atención inmediata de sus ojos no era nada más ni nada menos que una persona.

Un joven completamente manchado de color. De cabello y mirada de tonalidad intensas estaba entrando por la puerta. Fushimi intentó tranquilizarse a sí mismo. Perder los estribos de aquella forma, aunque fuera por pocos segundos, no iba para nada con él. Si lo pensaba fríamente tal vez se trataba de alguien a quien 'aquella persona' había tocado. Por lo que andaba observando en los últimos meses parecía tratarse de alguien que tocaba todo lo que se movía (y lo que no también), así que aquella suposición podría ser perfectamente factible. No había de qué preocuparse.

Aquel chaval levantó la mirada e inspeccionó el lugar. En cuanto posó su atención en Fushimi su sorpresa fue tan evidente que de algún modo le resultó hasta irritante. El joven abrió tanto los ojos que no le habría extrañado que se le hubieran salido de las órbitas e incluso comenzó a balbucear con nerviosismo. La forma tan peculiar con la que estaba actuando llamó la atención de Akiyama, el cual se encontraba cerca suya, y le preguntó si se encontraba bien.

El chico, alegando nerviosamente que sí, se movió un poco con la suficiente torpeza como para chocar con un par de cosas y hacer un ruido insoportable que acabó llamando la atención de todos los presentes en la sala. Cabía mencionar que nada más tocar aquellos muebles éstos adquirieron una pincelada de color a partir del toque directo del chico, un color que fue extendiéndose hasta la totalidad del objeto en cuestión.

Era él.

No había la menor duda. Fushimi tragó saliva y respiró hondo para tranquilizarse. Aquello había sido un terrible golpe de mala suerte. Ya tenía asumido desde hacía bastante tiempo que si por cuestiones del destino llegaba a encontrarse con aquella persona cara a cara, ésta le reconocería de inmediato y no había nada que pudiera hacer para evitarlo.

Al fin y al cabo por mucho que hubiera intentado dejar el menor rastro posible utilizando medios para no tocar nada de manera directa... el tocarse a uno mismo se hacía continua y casi inconscientemente.

Había intentado aferrarse a la idea de que nunca se encontraría de bruces con aquella persona... Pero al parecer el azar no estaba de su lado.

Después del follón que el joven había montado, con las mejillas impregnadas de un ligero tono más intenso y con el ceño fruncido por las curiosas miradas que aún le dedicaban a su alrededor, se acercó a él, vacilante. En aquel breve período de tiempo Fushimi había conseguido serenarse, simulando el menor interés posible por el joven. Aún cuando era obvio que éste se estaba dirigiendo directamente a él.

Una vez lo tuvo a un metro de sí mismo fue cuando se dignó a echarle un buen vistazo, sin disimular. Si lo analizaba rápidamente el chico parecía ser bastante menor que él. Incluso estando él sentado podía deducir que el tipo era de baja estatura... auriculares colgados en su cuello, ropa sencilla y de apariencia poco estilosa. Aunque él no era quien para criticar aquello, la moda no era uno de sus intereses y cuando no tenía que llevar su uniforme apenas se ponía una chaqueta, unos pantalones cualquiera y ya. En cualquier caso parecía ser una persona bastante simple, en todos los términos de la palabra... y con la conducta de antes ya le había bastado para clasificarlo como un idiota.

Sin poder rehuirla una voz se preguntó en su interior ¿por qué este chico? ¿Qué es lo que le hacía diferente a los demás? ¿Qué es lo que le ligaba a él? Y aunque hubieran sido unas preguntas genuinas no tardó en autoconvencerse de que eran estúpidas. No era diferente a nadie, y aquello no significaba que estuvieran o que fueran a estar unidos en lo absoluto. Todo el tema de las almas parejas y lo que estuviera relacionado no era más que una mofa del destino con la que la sociedad se conformaba. Y no sólo eso, sino que además buscaban por la mera necesidad de perseguir unos ideales románticos y así entretenerse o de lo contrario se darían cuenta de lo tediosa y aburrida que era la vida.

Eso o buscaban a su persona especial por puro interés de ver el mundo en color... como si aquello fuera a cambiar la manera de ver las cosas o entender el universo.

Menudo despropósito.

Un carraspeo interrumpió sus cavilaciones y le hizo alzar una ceja. El chico estaba intentado entablar conversación pero no sabía ni por dónde empezar. Cada vez que abría la boca para decir algo acababa por cerrarla al instante, después de tres veces ya estaba consiguiendo acabar con su paciencia, así que le instó a hablar empezando él mismo.

—¿Quieres algo?—Le preguntó con el matiz más neutral que pudo entonar. El joven se rascó la coronilla y asintió aún inseguro.

—Sé que puede sonar algo raro pero...—Hizo una pausa y, encontrando por fin la convicción y fuerza necesaria, fue directo al grano alzando un poco más la voz—. ¿Puedes verme en color?—Fushimi se sorprendió ante la pregunta... ¿acaso no era algo evidente? A no ser...—. ¿Ves esto—Continuó el joven, tocando la mesa que se interponía entre ambos—, de color?

De pronto un pequeño rayo de inusual esperanza se asentó en Fushimi. Una esperanza para escapar de todo aquello. Si el tipo estaba tan inseguro del tema era porque existía la posibilidad de que él estuviera viendo a Fushimi de color porque otra persona, la 'verdadera' persona, le hubiera tocado con anterioridad. Él mismo había hecho aquella suposición nada más verle entrar. Si mentía un poco quizás lograba librarse de él... Y con algo de suerte para no volverlo a ver. El encontrarse con su alma gemela sería un problema finiquitado, para siempre.

Intentó ignorar la pequeña, pequeñísima inconformidad que aquel pensamiento le hizo sentir. A veces se llegaba a molestar consigo mismo por embarcar aquellas sensaciones tan mundanas, ¿Qué importaba si perdía a su alma gemela de vista para siempre? Sería algo bueno, un peso quitado de encima.

Y tal vez para convencerse a sí mismo se apresuró a contestar.

—... Sintiéndolo mucho me temo que, aparte de muy bajito, te veo en blanco y negro. Una lástima—Dijo, con el mayor desinterés posible.

El comentario sobre su estatura no pasó por alto, ya que frunció ligeramente el ceño. Mas no tardó en pasar a segundo plano cuando el joven asumió sus palabras y su rostro se relajó. Todo aquel nerviosismo que había mostrado desapareció. Casi parecía mostrar una extraña mezcla entre decepción y... alivio.

Yo tampoco quería a un tipo como tú como alma gemela, de todas formas.

—Ah, ya veo...claro claro. Ya pensaba que era raro... al fin y al cabo eres un chico—Dijo el joven de los auriculares riéndose azorado. ¿Así que era eso lo que le preocupaba? Vaya estupidez. Por alguna razón consiguió irritarle lo suficiente como para que le entraran ganas de bajarle un poco los humos—. Pero es la primera vez que veo algo en color, me ha sorprendido.

—No he tocado a una chica en mi vida—Declaró sin poder evitar sentir ganas de ver como reaccionaría con lo que aquello implicaba. Si bien aquella declaración le dejaba un poco mal (aunque fuera cierto, aparte de su repulsiva familia nunca había tocado directamente a nadie) valía la pena mencionarlo, aunque sólo fuera para molestar.

El joven abrió los ojos con sorpresa y le respondió en un tono demasiado alto y exasperante para sus oídos.

—¿EN SERIO? Pero... entonces... ¡eso quiere decir que... !—Su histérica actitud combinada con su escepticismo fueron suficientes para complacer a Fushimi. Resopló satisfecho e incluso una pequeña media sonrisa se arraigó en su rostro. Pobre, oh pobre ignorante. Atrapado en la creencia de que tendría que compartir su vida con algo que no era tan idílico como antes había creído. ¿No era aquello una clara muestra del gran fallo que poseía todo aquel sistema?

Y ahora que lo has descubierto, ya puedes bajarte de la nube y darte cuenta de que aunque llegaras a encontrar a tu alma gemela, nada, absolutamente nada cambiaría a mejor.

—En fin, si no te importa...—Hizo el ademán de volver su atención a su PDA. Dudaba que con la decepción de enterarse de que su alma gemela era un chico quisiera indagar más en el tema y, así, le dejaría en paz. Además de que en 'teoría' él no tenía nada que ver. Sin embargo observó por la mirilla del ojo que el joven no sólo no planeaba irse, sino que además estaba acercando su mano peligrosamente hacia él.

Antes de que pudiera tocarle se alejó de un arrebato y frunció el ceño molesto.

—¿Qué quieres ahora?—Era una suerte que supiera controlarse lo suficiente como para no mostrar el susto que se había llevado ante la cercanía del otro. Chistó molesto y le miró a los ojos. Como respuesta el chico negó con la cabeza y con una evidente vergüenza en su expresión le contestó de modo más sosegado.

—Mira, siento molestarte. Pero de verdad que tengo que encontrar a...—Se calló durante un instante—. 'Esa persona'. Sea o no un chico. Tú eres la única pista que tengo, lo único que he visto en color en toda mi vida. Necesito tu ayuda...

¿Por qué estaba recitando todo aquello de manera tan épica? Ni que esto fuera una película, idiota.

¿Y a que venía tanta desesperación ahora? Fushimi lo pensó detenidamente, incluso después de enterarse de que su alma gemela era sí o sí un hombre seguía queriendo conocerle... ah, claro. Seguramente aunque decepcionado, aún le quedaba el consuelo de poder utilizar a su persona destinada como un pincel andante que coloreara su mundo. Tenía sentido. Casi le entró la risa al pensarlo... porque Fushimi no tenía ni la más mínima intención de ayudarle en aquel cometido. Y obviamente tampoco con el inútil propósito de encontrar a su alma gemela. Después de todo... ya lo había hecho. Estaba delante de sus narices aunque el joven fuera lo suficientemente estúpido como para no darse cuenta de una simple mentira improvisada en su propia cara.

—Ese no es mi problema.

Una vez más el joven estuvo apunto de tocarle para tomar su brazo. Y de nuevo Fushimi consiguió escaparse por un pelo... ¿pero cómo de personal era este tipo que se creía con derecho a tocar lo que le viniera en gana? Normal que se estuviera encontrando con colores por todas partes, el chico lo tocaba todo sin siquiera pedir permiso.

—¡Venga ya, tío! Sólo te pido un poco de cooperación. ¡Sólo un poco!—Fushimi no dejó de mirarle con desaprobación hasta que el joven se alejó un poco—. No debe de ser tan difícil, con lo desagradable que eres dudo que te hayas tocado con mucha gente, ¡así que sólo tienes que hacer memoria e indicarme quiénes son!

Fushimi observó cómo el color de sus mejillas se había vuelto tan intenso como el de su cabello debido a la rabia que sentía. No era un color desagradable.

Y eso que apenas había lidiado con él, qué persona más impaciente. Y, sin embargo, aunque acabara de ser insultado de forma tan directa... encontraba alguna extraña satisfacción en el modo con el que había conseguido enfurecerle lo suficiente como para obtener aquella reacción.

Observó algo desencantado como el joven volvía a relajarse y, con un leve movimiento, alzaba la mano. Como dispuesto a estrecharla con la suya.

—Está bien, creo que hemos empezado mal—Carraspeó—. Así que deja que me presente. Mi nombre es... Yata—Fushimi esperó a que mencionara algo más, pero al parecer eso era toda la información que planeaba dar de sí mismo. Bueno, de ese modo él también jugaría con la misma moneda.

—Fushimi—Murmuró, apático. Al principio el tal Yata pareció no estar conforme con aquella escueta respuesta, pero no indagó más en el tema. De todas formas Fushimi ignoró su intento de estrechamiento de manos y el joven acabó por retirar la mano, algo molesto.

—Vale, Fushimi...—Exclamó volviendo a entonar una voz amigable. Se notaba que estaba intentando poner de su parte—. He venido aquí por un recado que me habían dado y me figuro que tú también estás trabajando...—Vaya, una suposición correcta. Increíble—. Por lo que volveré en cuanto pueda y esperaré a que termines tu jornada de trabajo. ¡Nos vemos luego!

No tuvo tiempo para contrarrestarle, pues así sin más se alejó de él, alegando buscar a una "señorita llamada Awashima". Así que había venido a buscarla a ella. Una parte curiosa de su ser se preguntó la razón, pero intentó acallarla enseguida. No le importaba. Debía continuar con su trabajo...

Así al menos podía quitarse de la cabeza el hecho de que su alma gemela planeaba volver y hostigarle a encontrar a su supuesta persona especial hasta encontrarla. Qué era lo que había hecho para merecerse eso, se preguntó a sí mismo mientras avistaba a Yata saliendo del edificio, no sin antes dedicarle una última mirada.


No supo si estaba decepcionado o no cuando se encontraba de camino a casa y sin rastro de aquel joven tan bajito. Se sentía irritado consigo mismo por pensar así. Irritado por haberse quedado unos minutos extra y por supuesto, irritado por su propia mente. La cual se convencía una y otra vez de que lo había hecho por un archivo que necesitaba revisión especial. 'Nada más'. Pero sabía que era una excusa impuesta por sí mismo. Y sólo de pensarlo se enfurecía.

Otra parte de su ser quería pensar que su decepción se debía a que Yata le había metido en la cabeza que iba a volver, y por eso mismo le había hecho pasar toda una tarde y parte de la noche angustiado. Una angustia que visto lo visto, había sido para nada, pues no había aparecido siquiera. Vaya manera de hacerle perder el tiempo dándole vueltas al asunto.

Lo cual también estaba haciendo en aquel preciso instante...

Qué incordio...

Suspiró y observó con detenimiento la oscura noche que le rodeaba. Hacía bastante frío, el suficiente como para que la temperatura de su aliento contrarrestara a la del ambiente y apareciera vaho a través de su respiración.

Aunque las luces de la calle no le permitían ver las estrellas, algún que otro destello si podía llegar a vislumbrar. Cuando miraba al cielo de aquella forma no podía evitar pensar en si existiría otro lugar mejor que aquél... puede que en otra galaxia.

Resopló. Lo dudaba enormemente. En realidad todos los lugares en los que existiera el término sociedad no albergaban ninguna esperanza. Al menos no si se trataba de sociedad humana. Aunque los animales tampoco le gustaban demasiado. Se metió las manos en los bolsillos y cerró los ojos durante unos segundos, escuchando el ruido del gentío en la calle, el alboroto del tráfico...

Vaya mundo más aburrido. Pensó. Si tan sólo cayera un meteorito gigantesco en la tierra que pudiera borrarlo todo...

—Siempre me ha rondado por la cabeza... si sólo puedes ver el color de las cosas cuanto tu alma gemela las toca... ¿cómo se podrá ver el color del cielo entonces?... ¿tendrías que enviarlo en un cohete o algo así?

Se dio la vuelta al escuchar la voz que había conocido aquella misma tarde. Allí estaba Yata, con un gorro que antes no llevaba y un monopatín en su antebrazo, con el que presuntamente había llegado. Fushimi negó con la cabeza.

—¿Qué haces aquí? ¿Me has seguido?—Preguntó entonces, sin hacer ningún comentario sobre la tontería del cohete—. Menudo acosador. Te denunciaría a la policía... si no fuera porque yo mismo lo soy.

—¡No digas tonterías! Se me hizo muy tarde, pero igualmente me pasé a ver si estabas. Apenas había nadie y cuando pregunté por ti, un tipo raro con gafas, que por cierto parecía muy contento de que tuvieras un amigo me dio todos los detalles necesarios para saber donde vivías. Ah, y también me dijo tu nombre entero.

Cómo no el capitán tenía que meter sus narices donde no le llamaban. Bueno, tampoco es que fuera nada nuevo, en realidad.

—Ajá... ¿Y pensabas ir a mi apartamento sin que nadie te hubiera invitado? Te recuerdo que no tengo nada que ver contigo.

—Tenía la esperanza de encontrarte de camino. Como eres lo único que veo en color es sorprendentemente fácil localizarte—Explicó Yata y respiró hondo, con semblante hastiado—. Y yo no lo veo así—Dejó su monopatín en el suelo (más bien lo tiró) y unió ambos puños con fuerza—. ¡Estamos unidos por el choque de mi alma gemela! Es un lazo inquebrantable. Al menos hasta que encuentre algo más de color—Añadió por lo bajo—. Seas o no un poco insufrible, y te caiga yo bien o mal ¡eso no quita que el destino me ha llevado hasta ti!

Dicho esto comenzó a reírse con nerviosismo y un semblante claramente avergonzado por la sarta de... cursiladas que acababa de soltar.

Si tanta vergüenza te va a dar decir todo eso, por qué no simplemente te lo piensas dos veces antes de abrir la boca.

—... De todas formas...—Musitó Fushimi, algo inseguro—. Dudo que pueda ayudarte. No recuerdo a nadie en concreto que me haya tocado, así que pierdes el tiempo contando con mi ayuda.

Era curioso el modo en el que entrelazar verdades con mentiras daba como resultado una facilidad mayor para que todo adquiriera más credibilidad.

—¡Eso da igual! De todas maneras estoy seguro de que si estoy cerca tuya acabaré encontrándolo tarde o temprano. Llámalo intuición—Contestó Yata de mejor humor. Vaya que le había tocado alguien insistente. Aunque toda insistencia siempre tenía su fin, una vez se aburriera de no ver ningún resultado seguramente se iría para no volver.

Tenía curiosidad por saber hasta dónde llegaría la paciencia del joven con su presencia. Fushimi solo tendría que procurar ser más cuidadoso que de costumbre para que Yata no le rozara. Sí, era un calvario, pero igualmente dudaba que fuera a durar demasiado. La gente no tenía por costumbre aguantar su compañía por mucho tiempo. Si no era por trabajo, por supuesto.

—Haz lo que quieras—Sentenció finalmente, chasqueando la lengua. Entonces pensó en un pequeño detallito bastante importante que aún no había dejado claro—. Pero a mi casa no vas a entrar. No te conozco de nada.

Sí, era meticuloso con su espacio personal, pero no era sólo eso. Su pequeña habitación alquilada estaba repleta de cosas que sí había tocado. Tratándose de su refugio no era de extrañar que hubiera descuidado su regla principal de no tocar absolutamente nada de manera directa. Al fin y al cabo ¿quién iba a entrar en su casa?

Curiosamente tenía a un potencial voluntario frente a sus ojos.

Yata puso los ojos en blanco y después de unos instantes en el que parecía tener un debate interno acabó murmurando en un tono apenas audible.

—Misaki.

—¿Qué?

—Mi nombre completo es Yata Misaki.

Fushimi le miró con una ceja levantada.

—¿Crees que por decirme tu nombre entero sí te voy a invitar a mi apartamento?

—¡No es eso!—Negó con rapidez—. Es solo que... No me parecía justo del todo que el tipo de antes me dijera tu nombre completo cuando tú mismo no quisiste. Así que ahora estamos igualados.

Vale, eso ya sí tenía más sentido. Y también el que no le hubiera dado su nombre completo antes. Misaki, eh. Un nombre bastante femenino que contrarrestaba la apariencia y actitud tan bruscas de su dueño, no era de extrañar que se avergonzara de él. No es como si Fushimi fuera el tipo de persona que se mofara de idioteces de tal calibre, pero aún así podía entender la historia que venía detrás.

—Y de esta forma podemos conocernos mejor ¿no crees?—Dijo, tomando de nuevo el monopatín que había dejado en el suelo. ¡Incluso...!—Alzó la voz—. ¡Yo también podría ayudarte a buscar a tu alma gemela ya que estamos! ¡Todo esto podría ser un trabajo en equipo!

Buscar a su propia mitad... tenía gracia el asunto.

—No me interesa. Y repito, no voy a ayudarte. Tú haz lo que quieras.

Y dicho esto dio media vuelta para continuar su camino. Escuchó a su espalda como Yata se quejaba y le advertía que volvería a su oficina la mañana siguiente.

Ya se cansará, se repitió a sí mismo. El aguante y la paciencia solían ir de la mano, y el joven no parecía tener demasiada de ésta última.

Pero por alguna razón la situación le pareció lo suficientemente singular como para que una leve sonrisa no quisiera abandonar su rostro.


Al cumplir las tres semanas desde el encuentro con Yata Misaki, Fushimi podía reconocer que estaba francamente impresionado. El joven no sólo no había faltado a su palabra de volver, también se las había apañado para convertido en una costumbre diaria. Por supuesto todo esto no le había hecho cambiar de parecer respecto a que el joven, que por cierto no era tan joven como parecía, se acabaría cansando.

Pero era tenaz, Fushimi le concedía eso.

Tres semanas dándole la tabarra y recibiendo comentarios cortantes como respuesta. Tres semanas en las que no se había acercado ni un milímetro a cualquier nueva pista de su supuesta "alma gemela". Y sin embargo... aún volvía día tras día. En ocasiones se había marchado tan enfadado por algo que Fushimi había dejado caer que en su momento dudó que fuera a volver. Pero ahí estaba, un día más tarde. Siempre esperando a que terminara de trabajar, para hablar con él de todo y nada de camino a su apartamento.

—¿Es que no tienes nada más que hacer?—Preguntó Fushimi el vigésimo segundo día que vio a Yata aparecer por la puerta. Se ajustó las gafas y terminó de recoger sus cosas mientras el chico se encogía de hombros y esperaba a que saliera de su oficina.

—No es eso—Respondió Yata una vez fuera del edificio—¡Que sepas que aquí donde me ves soy una persona muy ocupada!

—Tan ocupada que parece que no tienes nada más que hacer que venir aquí—Fushimi rodó los ojos. Ya sabía la razón por la que había aparecido el primer día. Un mandado de un tal Kusanagi, para la teniente Awashima. Pero aparte de aquel fatídico día las veces que había vuelto no tenían ninguna excusa. Cuando observó que Yata alzaba una ceja molesto esbozó una media sonrisa—. Ya entiendo. Toda aquella parafernalia sobre colores te la inventaste para hacer un amigo... pobrecito. Eso sí que es desesperación.

—¿Qué? ¿Pero qué me estas contando?—Casi chilló, bastante alterado. Fushimi se tapó un oído para evitar quedarse sordo y le miró expectante—. ¡No me he inventado nada! Y aparte NO estoy desesperado para hacer amigos. Tengo mi propio grupo. ¡Un grupo en el que compartimos lazos tan fuertes como la sangre! Y tampoco me tiro todo el día a la bartola. No sólo tengo trabajo en una tienda de deportes, también ayudo en un bar muy de vez en cuando. ¿Cómo te quedas?

—Y si tienes tanta vida social y laboral qué haces perdiendo el tiempo aquí. Vete a tu bar con el maravilloso grupito.

—No estoy perdiendo el tiempo—Contestó, mirándole a los ojos. Fushimi se quedó callado durante unos instantes y justo cuando iba a contestar Yata continuó—. ¿Por qué tienes siempre esta actitud tan negativa? ¡Eres un pesado!—Aquello le dejó a cuadros ¿pesado? ¿Él? Le dijo la sartén al cazo—. Si...si quiero estar aquí contigo en vez de en otro sitio pues lo estoy y punto.

Tras escuchar lo último Fushimi quiso decir algo, contrarrestarle con lo que fuera, pero se había quedado sin palabras. Que alguien tuviera más opciones. Otros lugares, otras personas, pero que aún así eligiera quedarse con él, incluso... aunque Fushimi le tratara como le tratara era algo singular. Diferente.

Yata también parecía sorprendido de haber soltado todo aquello. Como si aquellas palabras no las hubiera pronunciado él. Frunciendo el ceño, añadió al final;
—Eres mi única pista, al fin y al cabo.

Ah.
Cierto.

Fushimi sonrió.

—Se me olvidaba tu obsesión con encontrar a tu alma gemela—Su tono de voz era cínico y burlón. Por alguna razón necesitaba molestarle. Conseguir frustrarle lo suficiente como para colmar su repentina necesidad—¿A qué viene tanta desesperación? Resulta patético. Aferrarse a la búsqueda de alguien que ni conoces sólo por el hipotético caso de que sea alguien destinado a estar a tu lado. ¿O es el color lo que buscas? Menuda estupidez—Yata frunció aún más el ceño. La sonrisa de Fushimi sólo se amplió al ver el efecto de sus palabras—. ¿Tanta ilusión te hace ver las cosas en colorines? ¿Eres un crío o qué?

—Cállate. Alguien como tú no lograría entenderlo.

—¿Entender? No hay nada que entender. Eres como todos los demás.

Y no hacía ni unos minutos que había pensado precisamente lo contrario, que Yata era alguien distinto a lo que conocía.

—¿Como todos los demás? ¿Acaso es eso una ofensa? ¿Y quién te crees que eres tú para juzgar a la gente sin saber apenas nada?—Cada vez alzaba más y más la voz. Y con el vozarrón que Yata ya tenía de por sí estaban comenzando a llamar la atención de la gente. Aunque como a ninguno de los dos les importaba continuaron con su escabechina.

—Sé lo suficiente.

—Joder, ¡es que me tienes harto! Cuando te pones así eres lo más inaguantable que existe—Continuó el más bajo de los dos, cada vez más enfadado—Y como idiota sigo regresando una y otra vez para que me vengas continuamente con estas. Es que ¿a quién se le ocurre? ¡Empiezo a pensar que sólo porque me parezcas interesante no es motivo suficiente para continuar viniendo y aguantarte!

Espera... ¿qué?

—¿Interesan...te?—Fushimi abrió los ojos de par en par, sorprendido.

—Ah... ¡no! Eso... no te quedes sólo con eso. ¡La frase entera iba dirigida como insulto!

Pero Fushimi ya no le escuchaba. Una vez más su mente contradictoria comenzó a darle vueltas... ¿Entonces no venía únicamente por el tema de las almas gemelas? Pero si él mismo había dicho...

—Si no me vieras en color... ¿volverías?—Preguntó casi sin pensar—. Dime, ¿habrías vuelto si no hubiera sido por todo esta estupidez de la "pista"?

—¿Eh? Qué clase de... pregunta es esa. Si no te hubiera visto en color probablemente no nos habríamos hablado nunca.

Visto así tenía razón. Pero eso no respondía a la hipotética cuestión que le rondaba por la cabeza. Aunque si se lo explicaba a Yata probablemente no lo entendería, no parecía del tipo de personas que se obsesionara con los "¿y si?". Su cabeza era tan pequeña como su estatura y uno no podía pedirle peras al olmo.

Pero aquella incertidumbre fue suficiente para apaciguar la mala sangre que se había hecho con la conversación anterior.

—En una ocasión me preguntaste cuáles eran mis aficiones aparte de trabajar. Puedo mostrártelo hoy si quieres. Aunque sólo si prometes portarte bien.—Murmuró de la nada y contempló a Yata expectante.

El joven estaba mirando a otro lado, algo molesto, cuando le dijo aquello. No tardó en girar la cabeza dedicándole una mirada llena de incredulidad.

—¿Pero a qué viene...? ¿Acaso eres bipolar?

—¿Quieres verlo o no?

—... Quién te entiende...—Suspiró rendido y volvió a mirarle a los ojos—. Supongo que sí.

Aunque al principio no había tenido intención de mostrarle nada... Curiosamente una parte de su ser había decidido por sí misma realizar aquella invitación tan repentina. No le extrañaba que Yata se hubiera mostrado tan sorprendido. Incluso él mismo lo estaba.

Le indicó que le siguiera, de camino a su apartamento. Obviamente no había cambiado de idea con lo de no dejarle entrar del todo, si viera varios objetos de color sería una prueba demasiado evidente, incluso lo suficiente para el cerebro del joven. Pero lo que le iba a mostrar no se encontraba exactamente allí, por lo que no supondría mayor problema.

La "discusión" que habían tenido hacía unos escasos momentos había hecho que el ambiente se volviera un tanto incómodo, por lo que de camino Yata apenas habló. Por su parte no era un experto en crear temas de conversación si no era para quejarse sobre algo por lo que él también se mantuvo callado.

Una vez llegaron al edificio donde Fushimi residía, ambos subieron las escaleras hasta llegar al portal de su apartamento. Fushimi le indicó a Yata que le esperara fuera y éste sólo chistó por lo bajo, quejándose de que ya que le había hecho subir podría invitarle a entrar como mínimo. Fushimi no le contestó, pero por si acaso una vez dentro cerró la puerta tras de sí. No fuera a ser que el chico no se mostrara obediente y decidiera pasar por alto su petición de que se quedara quietecito y esperando.

No iba a tardar nada, sólo tenía que tomar una cosa.

Una vez salió, Yata abrió los ojos de par en par, extrañado de la gran velocidad con la que había maniobrado.

—Ya pensaba que me ibas a dejar esperando aquí tres horas, menos mal que no es el caso.

Fushimi chasqueó la lengua y señaló hacia arriba.

—Vamos a la azotea.

A medida que volvían a subir escaleras Yata entabló conversación de nuevo. Fushimi pensó que volvería a quejarse de algo, pero al notar el tono vacilante del chico asumió que estaba equivocado.

—Err... ¿Es la misma razón de que siempre lleves guantes por la que no me dejas entrar?

Fushimi paró abruptamente y apoyó una mano en la barandilla, girándose para mirar a Yata.

—La verdad es que siempre me he preguntado la razón de los guantes—Explicó, mientras se arrimaba a la pared—. Y hablándolo con un amigo me habló sobre un tipo de fobia a los... gérmenes, o algo así, que tienen algunas personas—No parecía ser precisamente un experto en el tema, pero estaba esforzándose en explicar—. En plan que son... como hipocondríacos y no quieren tener mucho contacto con la gente. Cuando me habló de ello pensé "suena tal cual como es él"—Se rascó la coronilla—. Y también tiene sentido que seas... 'así'—¿Así, cómo?—. Por lo que... ¿es cierto?

Tenía gracia como por una parte acertaba de lleno y de pronto se desviaba lo suficiente como para no dar ni una. Pero por como había lidiado con él en las últimas semanas se había dado cuenta de que Yata... bueno, simplemente estaba en su manera de ser.

—Estoy sorprendido de que por una vez en tu vida tengas razón—Pero no tanto de que después no des en el blanco en absoluto—. Y para tu información, se llama misofobia.

Sabía de qué trastorno obsesivo compulsivo hablaba Yata. Y aunque a Fushimi no le gustara tocar a nadie... tampoco llegaba hasta tales extremos.

En cualquier caso era una mentira bien redonda, por lo que tampoco iba a negarlo.

—¡Eso! Justo. Así dijo mi amigo que se llamaba—Exclamó, como si se tratara de una grandísima revelación—. Ahora lo entiendo todo.

En realidad no entiendes nada, pensó Fushimi para sus adentros.

—Y... dicho esto... ¿No deberías ir a un psicólogo o algo? ¡Igual se te cura!

¿Perdona?

—¿Y tú por qué no te pones tacones?—Contestó él con rapidez. Indignado, Yata se puso a chillarle como un loco, pero Fushimi no le hizo ni caso—. Todos tenemos carencias con las que podemos vivir o no, yo estoy conforme así que no necesito ayuda de ningún especialista.

Aquello fue suficiente para que Yata se callara y no insistiera más en el tema. Incluso aunque en su semblante se reflejara el deseo de añadir algo más.

Fushimi suspiró y dio media vuelta para continuar subiendo las pocas escaleras que faltaban. Escuchó que el otro le siguió sin rechistar y así llegaron por fin a su destino. Cuando Fushimi abrió la puerta una pequeña ráfaga de viento le pilló desprevenido. Siempre se notaba el cambio de temperatura debido a lo elevado del edificio. Yata, por su parte también lo notó pues no dudó en maldecir el frío que le había entrado al salir. Fushimi se dirigió directamente al centro del terreno y se agachó para comenzar con su faena. Mientras tanto Yata se había quedado en la entrada, aún quejándose del fresco.

—Brr... si lo sé me traigo una chaqueta o algo.

—Pero si siempre vas de aquí para allá con tu monopatín ¿no deberías estar acostumbrado a que te dé el viento en la cara?—Contestó de modo casual, sin perder de vista lo que estaba haciendo.

No se giró para ver si el chico tenía pensado contestar, pues estaba concentrado en montar lo que quería mostrarle. El objeto que había traído de su apartamento no era más ni menos que un PDA de mayor tamaño que él mismo había alterado, tanto en físico como en funcionalidad. No era el mismo que solía llevar encima y usaba para trabajar.

Entretanto, Yata le miraba en silencio y con curiosidad. Fushimi, que había dejado el PDA en el suelo, esperó pacientemente a que la programación que había creado se pusiera en marcha. Al cabo de poco más de un minuto por fin comenzó el 'espectáculo'; El PDA se iluminó y después alumbró todo el perímetro durante unos segundos.

El cielo hasta ese momento parecía completamente hueco y vacío de estrellas debido a las luces reflejadas por la polución. No obstante, una vez cargado el dispositivo, aquellos pequeños brillos dominaron todo el firmamento, mostrando todo tipo de astros sin perder un atisbo de detalle. De alguna manera, e incluso sin la necesidad de ningún telescopio se podían apreciar hasta los planetas más cercanos a la tierra.

Yata se quedó sin habla, alternando entre mirar hacia arriba y mirar a Fushimi, maravillado. Tras haber puesto en funcionamiento aquella escena, éste se había acomodado en el suelo, por lo que Yata decició sentarse a su lado. Aunque no demasiado cerca, por lo que el joven de gafas no tuvo la necesidad de alejarse.

—Es... ¿Es real? Es decir... cómo... ¿cómo lo has hecho?—Preguntó Yata, encontrando por fin las palabras.

—Es sólo una proyección. Aunque está conectada con la imagen verdadera de un telescopio vía Internet. Es como un "streaming", pero con las estrellas—Se encogió de hombros—. En cualquier caso, supongo que si guardamos mucho las distancias... se podría decir que sí, es real. Es lo que se vería sin la contaminación y las luces de la ciudad... aunque un tanto ampliado.

—ESTO ES ALUCINANTE—Exclamó Yata eufórico—. ¿Y lo has hecho tú?—Fushimi asintió—. Entonces... ¿ahora mismo toda la ciudad puede ver el cielo así?

—Tampoco te pases, la proyección sólo funciona a diez metros cuadrados—Aclaró—. Lo que mide esta azotea. A saber qué potencia necesitaría para funcionar en toda la ciudad.

—Guau... igualmente es una pasada—Murmuró el chico, sin poder quitar sus ojos de las estrellas—. Y esto es lo que te dedicas a hacer...

—Programo cosas para entretenerme. Sí.

Yata acabó echándose en el suelo boca arriba, usando los brazos como soporte bajo su cabeza. Después de pensárselo detenidamente al final Fushimi decidió imitarle, algo vacilante. Si bien era bastante raro que un "misofóbico" fuera a echarse como si nada en el suelo, dudó que Yata fuera a darle vueltas al asunto. Parecía demasiado absorto apreciando lo que el cielo le estaba ofreciendo.

Y así se quedaron durante un rato. Animado, el joven le fue preguntando sobre cómo lo había hecho y que más programaciones había realizado. Poco a poco, a medida que Fushimi le contestaba, notaba como su cuerpo y mente estaban más y más relajados.

No se lo estaba pasando mal, incluso podría decir que a su manera... se estaba divirtiendo. Yata no hacía más que preguntar sobre un tema que le gustaba, por lo que las respuestas, aparte de más largas que de costumbre, también tenían aquel cariz de interés tan poco usual en él.

—Si ver esto así ya es increíble—Masculló Yata entonces, tras unos largos segundos en silencio—. Me pregunto cómo sería verlo todo de color. Estoy seguro de que sería una vista inolvidable.

Y aquí vuelve el tema de los colores. Tras suspirar Fushimi miró a su compañía con una ceja alzada.

Mas por alguna razón... quizás por lo relajado que estaba no sintió la misma molestia a la que estaba acostumbrado siempre que se mencionaba el tema. Pese a todo no añadió nada. Yata continuó.

—Sabes... lo de poder ver el mundo en color no me parece ninguna tontería—Alegó, aún con la discusión de antes en mente—. Puede que a ti te lo parezca pero a mí... a mí me da la impresión de que el mundo que veo a través de mis ojos es incompleto. Como... ¡como la demo de un videojuego!—Añadió riéndose. Después hizo una pequeña pausa y continuó—. Y sobretodo... tengo curiosidad. Me encantaría saber de qué color es mi pelo, mi piel... a veces lo pienso y no paro de darle vueltas. No sé, sobre todo me lo pregunto tras haber visto algo de color de verdad—Le dedicó una sonrisa y se estirazó ligeramente—. No algo que me han contado... sino, la sensación real de verlo. Quizás sean de un tono parecido al tuyo. Quizás algo completamente distinto. Me emociona pensar en que lo pueda ver algún día.

—¿Y cómo es el mío?

—Ah... pues...—Se tomó su tiempo para organizar las ideas—... La verdad es que no sabría explicártelo ¿has visto algo de color alguna vez?

Tú. Y todo lo que te rodea.

—No—Mintió. Sabía la de cantidad de preguntas que recibiría si le contestaba con sinceridad. Aunque aún así... tal vez sí que podría contarle un poco. Una historia lo suficientemente antigua como para que quedara atrás y no llegara a indagar más sobre el tema—Bueno... en una ocasión... Cuando era bastante pequeño me encontré un cubo de rubik de seis colores. Pero aparte de eso nada más—Dijo, quitándole hierro al asunto.

—Entonces sabrás lo difícil que es explicar cómo es un color—Se rió un poco—Pero el tuyo... bueno, el color de tu pelo es bastante oscuro y... No tiene demasiada diferencia al de otras personas en blanco y negro. Lo mismo con tu piel... es como... que no tiene mucha ¿tonalidad? No sé si se dice así—Oh vaya, qué bien sonaba. Ni en color resultaba distinto al aburrido gris—. Pero—Continuó—tus ojos... err... son... claros. Pero no tanto como tu piel. Se nota que es un tono muy distinto. Es un color... No sé, es bonit... ¡es decir! Está bien. La verdad es que me gusta. No tengo mucho con lo que comparar pero... estoy seguro de que es un color singular. De alguna forma es un color... como asombroso.

Si bien el principio de la explicación no le había gustado demasiado, en cuanto el chico mencionó el tema de sus ojos Fushimi se sintió algo abrumado y cohibido. Se notaba a leguas que soltar todo aquello le había hecho pasar bastante vergüenza a Yata, a juzgar por la intensidad de sus mejillas. El contraste con el fondo a su alrededor, que era grisáceo y apagado, hacía que resultara más evidente.

Y aún así dudaba que se pudiera comparar con lo que él mismo estaba sintiendo. ¿Para qué demonios había preguntado? Había sido curiosidad, tal y como el otro joven había dicho que tenía, con respecto a sí mismo. Pero aquella respuesta había sido de todo menos lo que había esperado... bueno, en realidad no había tenido ninguna expectativa en concreto.

Algo así...
...

Si tantas ganas tenía el otro de poder verse a sí mismo en color ¿por qué no complacer aquel pequeño deseo? Por un momento, y sin pensar, se dejó llevar y alzó el brazo hacia Yata, el cual estaba de nuevo con su atención puesta en el cielo. Sin apenas hacer ruido le rozó con el dedo índice en el brazo. No era completamente consciente de sus actos, era más como si su cuerpo se estuviera moviendo por sí solo... como si estuviera en un sueño.

Nada más hacer la suficiente presión Yata volvió a girarse, sorprendido por el repentino contacto. Fushimi retiró la mano de un impulso. Fue entonces cuando se dio cuenta de que el guante, ah, el guante, había adquirido color debido al contacto del chico. Pero nada más.

—...¿Querías asustarme, eh?—Exclamó Yata, llegando a la conclusión equivocada, como casi siempre.

Fushimi se incorporó ligeramente para quedarse sentado de nuevo y resopló.

—Pareces alguien que se asusta con facilidad, sólo quería comprobarlo.

Ante esto Yata se irguió también, totalmente dispuesto a rebatirle con que 'su valentía no tenía par y que ya le gustaría a él ser una persona con un coraje como el suyo'. Fushimi volvió a picarle como respuesta, y así comenzó otra pequeña disputa. Pero una que no iba realmente en serio.

Después de todo necesitaba distraerse para no pensar en lo que había estado a punto de hacer.

¿En qué estaría pensando?